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Jimin caminaba por las calles desiertas con la pistola en su mano, el frío del metal contrastando con la cálida determinación que ardía en su interior. Cada paso que daba lo acercaba más al lugar donde su familia se ocultaba, y con cada paso, el peso de lo que estaba por hacer se hacía más palpable. Pero no vacilaba. Kitty y Mochy, las partes más íntimas de su ser, estaban más presentes que nunca.
Finalmente, llegó al lugar. Un edificio abandonado, lúgubre y frío, que su familia había usado como refugio. Al entrar, fue recibido por una ráfaga de risas burlonas. Sus familiares, que alguna vez habían sido su refugio, ahora lo miraban con desprecio y superioridad, como si él fuera nada más que una molestia.
—Mira quién decidió aparecer. —dijo uno de ellos, con una sonrisa cruel curvando sus labios. —Y míralo, ¿Con un arma? ¿De verdad crees que puedes intimidarnos, Jimin?
Las risas resonaron en la sala, cada una como una puñalada en el corazón de Jimin. Pero no se dejó afectar. Sus dedos se tensaron alrededor del arma, sus nudillos volviéndose blancos, pero su rostro permaneció impasible.
—¿Piensas que puedes detenernos? —preguntó su madre, con un tono de burla. —Siempre has sido el más débil, Jimin. No puedes cambiar eso.
Las palabras hirieron, pero también encendieron algo dentro de él. Kitty y Mochy se agitaban, susurros de miedo y fuerza mezclándose en su mente. Jimin cerró los ojos por un momento, bloqueando las miradas y las voces crueles. Dentro de su mente, las personalidades que siempre habían estado con él comenzaron a cambiar.
Kitty, con su calma fría y calculadora, y Mochy, con su sadismo, comenzaron a fundirse. Era como si ambas partes de su ser, que siempre habían coexistido separadas, ahora se unieran en una sola entidad, una versión de Jimin que nunca había conocido antes. Una versión que no tenía miedo, que no dudaba.
Cuando Jimin abrió los ojos, ya no estaba solo. Sentía a Kitty y Mochy en su interior, no como entidades separadas, sino como partes esenciales de un todo. Por primera vez, Jimin era uno completo.
—Subestiman lo que soy capaz de hacer. —dijo Jimin, su voz calmada, pero cargada de una fuerza nueva.
El tono en la habitación cambió. Las risas se desvanecieron, reemplazadas por miradas de incertidumbre. Algo en Jimin había cambiado, y ellos lo sabían.
—No vine aquí para intimidarlos. —continuó Jimin, levantando el arma, pero sin apuntar a nadie en particular, vine aquí para terminar con esto.
Su familia intercambiaron miradas nerviosas, pero ninguno de ellos se movió. Jimin dio un paso adelante, manteniendo la calma que Kitty le había enseñado, pero con la determinación que ahora era suya.
—Yoongi no va a caer por su culpa. —dijo, sus palabras resonando con firmeza. —Y yo no voy a permitir que me usen como una herramienta para sus juegos.
Su padrastro dio un paso adelante, pero Jimin levantó el arma, deteniéndolo en seco.
—No dudes. —le susurró la voz combinada de Kitty y Mochy en su mente. —Tienes el control ahora.
—No piensen que voy a dudar en defenderme. —dijo Jimin, su voz firme. —Porque ya no soy el Jimin que conocían.
El silencio se hizo aún más pesado. Jimin mantenía el arma alzada, su mirada fija en cada uno de ellos. Nadie se atrevió a moverse. La fuerza que sentía ahora, la unión de Kitty y Mochy, lo hacía sentir invencible.
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