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El grito fue desgarrador, una mezcla de dolor físico y emocional que resonó en la quietud de la tarde. Yoongi se apresuró hacia él, ignorando el peligro que la pistola aún representaba, cuando llegó a su lado, pudo ver el rostro del chico más claramente: estaba empapado en sudor, con los ojos fuertemente cerrados mientras su cuerpo se sacudía en espasmos.

—¡Hey! ¿Estás bien? ¡Respira, respira! —Yoongi intentó calmarlo, pero el joven seguía gimiendo, sus manos aferrándose al arma con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos.

El dolor del chico parecía intensificarse con cada segundo que pasaba y Yoongi sintió una impotencia abrumadora. ¿Qué podría estar causándole tanto sufrimiento? ¿Había algún conflicto con las otras personalidades y estás no decían nada? Y entonces, en medio del caos, el joven abrió los ojos de nuevo y Yoongi se encontró con una mirada que nunca olvidaría.

Los ojos del chico estaban vidriosos, llenos de una mezcla de terror y resignación. Era como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar y Yoongi se dio cuenta de que este no era solo el efecto de la droga. Algo más estaba sucediendo, algo mucho más oscuro y peligroso.

—Déjalo ir. —susurró Yoongi, su voz apenas audible, esperando que de alguna manera sus palabras llegaran al chico.

Pero en lugar de soltar el arma, el joven la aferró con más fuerza, como si fuera la única cosa que lo mantenía anclado a la realidad. Yoongi se arrodilló frente a él, intentando mantener la calma a pesar del miedo creciente en su interior.

—No tienes que hacer esto. —le acomodo el cabello. —No estás solo, estoy aquí, ¿vale? Solo suelta el arma y hablaremos.

El joven temblaba incontrolablemente ahora, sus labios moviéndose como si intentara decir algo, pero solo salían gemidos de su garganta. Y entonces, con una súbita explosión de movimiento, levantó el arma de nuevo, esta vez apuntándola hacia su propia cabeza.

—¡No! —gritó Yoongi, lanzándose hacia adelante, tratando de detenerlo, pero el chico era rápido, movido por una desesperación que Yoongi no podía comprender.

Logró sujetarle la muñeca, luchando para alejar la pistola, pero Jimin era sorprendentemente fuerte. Finalmente, con un último esfuerzo, Yoongi logró desarmarlo, la pistola cayó al suelo con un fuerte golpe. El joven se desplomó sobre él, su cuerpo sacudido por sollozos silenciosos. Yoongi lo sostuvo, sintiendo la fragilidad del chico en sus brazos. Era como si estuviera sosteniendo a alguien que estaba al borde de romperse en mil pedazos.

El joven se desmayó en sus brazos y por un instante, Yoongi simplemente lo sostuvo, incapaz de comprender lo que acababa de suceder. Pero sabía una cosa: este chico necesitaba ayuda y no estaba dispuesto a dejarlo solo en su dolor.

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