30
—Jimin. —lo vio preocupado. —¿Qué hiciste?
Él vio como el chico se ponía a reír mientras lágrimas en los ojos se asomaban y resbalaban por sus mejillas, Yoongi no entendía qué le pasaba a Jimin.
—Tú no me quieres. —hablo. —el señor Min solo me ve con lástima.
—Eso no es cierto Jimin. —le dijo.
—Eres un falso y mentiroso. —suspiro. —¿Crees que no sé cómo miras a Kitty y a Mochy? Los miras como si fueran personas normales, los tocas con deseo y pasión, en cambio, a mí me dejas solo.
—Sabes por qué lo hago Jimin. —lo vio. —no puedo tocarte sin miedo a lastimarte.
—Hipócrita. —se levantó. —dices que te da miedo tocarme, pero cuando estás con Kitty y Mochy tocas mi cuerpo.
Jimin lo miraba ya sin decir nada; el pálido se preocupó al ver como cerraba los ojos y gritaba de dolor. El joven parecía tambalearse ligeramente, sus movimientos torpes y descoordinados. La mirada de Yoongi, siempre observadora, captó los signos evidentes: pupilas dilatadas, respiración errática, y una palidez inusual en su rostro. Era obvio que Jimin estaba bajo el efecto de alguna droga.
Preocupado, Yoongi comenzó a caminar hacia él, decidido a ofrecer su ayuda. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse lo suficiente, Jimin, que no parecía haber notado su presencia hasta ese momento, se volvió bruscamente hacia él. Yoongi se detuvo en seco al ver lo que el chico sostenía en sus manos.
Era una pistola, el frío cañón del arma apuntaba directamente hacia él, y el tiempo pareció detenerse por un instante. Los ojos del joven, grandes y oscuros, estaban fijos en Yoongi, pero había algo extraño en ellos. No había odio ni ira, solo una especie de vacío, una desesperación silenciosa que hizo que Yoongi sintiera un escalofrío recorrerle la columna vertebral.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Yoongi, su voz baja, pero cargada de tensión.
El chico no respondió, solo lo miraba, inmóvil, como si estuviera atrapado en algún tipo de trance. La preocupación de Yoongi aumentó; claramente, Jimin estaba al borde de algo peligroso, y él necesitaba encontrar una manera de desescalar la situación antes de que fuera demasiado tarde.
—Escucha, no necesitas hacer esto. —continuó Yoongi, dando un pequeño paso hacia adelante, tratando de no asustarlo. —Puedo ayudarte, lo que sea que te esté pasando, podemos encontrar una solución.
El chico permaneció en silencio, pero sus manos comenzaron a temblar, y sus ojos se cerraron por un momento, como si intentara luchar contra algo dentro de sí. De repente, dejó escapar un gemido bajo, casi inaudible, pero cargado de un dolor tan profundo que hizo que el corazón de Yoongi se contrajera.
Yoongi dio otro paso hacia él, su preocupación transformándose en una urgente necesidad de ayudar.
—Por favor, déjame ayudarte. —insistió, pero antes de que pudiera decir algo más, el chico dejó escapar un grito ahogado y cayó de rodillas al suelo, la pistola aún en su mano, pero apuntando hacia el suelo.
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