OO8
CAPÍTULO OCHO
A menudo, JungKook se sienta largas horas analizando las fotografías que con tanto aprecio mantiene guardadas en aquella lúgubre habitación. Nadie más que él puede entrar, tal vez es egoísta desde que nació, porque siempre ha querido algo para sí mismo, algo que nadie más pueda tener. Como las fotografías, se encargó de ser el único en toda la familia quien tenga las copias de cada una de ellas. Con cariño limpia el polvo de los marcos, desde que llegó a la cabaña no tuvo la delicadeza de sacarlas del equipaje –varias cajas apiladas en el cuarto–, así que con un trapo limpio empezó a lustrar los vidrios.
—Hum, había olvidado esto. —susurró. La foto donde posa hace tres años atrás con Hae-e llama su atención, ladea la cabeza un poco perturbado de sus propias emociones.
Probablemente, es culpa mezclada con felicidad, también placer. Es ese confort de saber que nadie le puede hacer daño a su querida esposa, nadie va a quitársela de las manos, nadie va a enamorarla. Una carcajada se le escapó de entre los labios, cubrió estos con la mano izquierda. Oh, pobre Hae-e, debe estar tan confundida, tan lastimada… con esa herida en su brazo, ¿por qué fue tan lejos? ella es tan despistada. A punto de proseguir con su deber, escuchó como la mujer gritaba llena de pánico desde la planta alta. No demoró más de diez segundos en dejar todo atrás para correr fuera de la habitación directo a las escaleras, vio la luz del baño encendida y la puerta cerrada.
Golpea.
—¡¿Qué sucedió?! ¡Hae-e, responde!
—J-JungKook… —su voz tembló— JungKook, hay sangre…
—¿Sangre? De acuerdo, voy a pasar.
—¡No, no pases! —sollozó— Necesito… eso.
—¿Eso…? —entonces, comprendió— Iré a comprar lo necesario, quédate tranquila.
Hae-e escuchó pasos alejarse. Una vez que la puerta de la entrada fue golpeada, salió del baño con una bata rodeando su cuerpo húmedo después de haberse dado una ducha. Le dolía debajo de la barriga, e incluso sus pechos estaban sensibles, por obvias razones no recuerda haber tenido un dolor semejante, aunque sí la razón.
Recordó las pastillas analgésicas que le suele dar por la cicatriz en el brazo.
Observó la habitación del contrario, e intentó abrirla pero estaba cerrada «¿Por qué está cerrada? tch» chistó molesta. Dándose por vencido, bajó las escaleras para comer algo en lo que tarda JungKook. Dando pie en el último escalón, se sorprende viendo la habitación que siempre está cerrada… abierta.
Se acerca.
Hay muchas cajas, parece haber basura. Pone un pie adentro y de a lo lejos puede ver una foto de ellos dos juntos. Parecen más jóvenes que en la actualidad, ¿de unos diecisiete? menos de veinte, eso es seguro. Toma el cuadro, a diferencia de otros, no tenía ni una pizca de polvo, reluce como oro.
Da una vuelta, el polvo le provoca tos. «Ah, esto es porque nunca quiere abrir la puerta» De todas formas, mintió diciendo que no tenía ni una fotografía del pasado, ¡Y aquí ve muchas!
–¡Hae-e, llegué! Olvide preguntarte que tipo de…—da un salto en su lugar, y apresurada sale por la puerta, siendo captada por él— ¿Qué…?
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