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CAPÍTULO CUATRO
A JungKook se le da bien cocinar, el olor que sale de la cocina siempre hace que Hae-e se quiera acercar a husmear y dar uno que otro bocado a sus preparaciones; ese día en particular no pudo evitar moverse del sofá de la sala para correr hacia la pequeña cocina donde su cuidador tanto se esmera en preparar los alimentos. Con una sonrisa en su rostro y tarareando, revuelve la olla con el estofado. El jjimdak que prepara junto a los mandu hizo que el estómago de la chica gruñera deseoso, pese a haber desayunado hace menos de una hora.
Acercándose más, por el rabillo del ojo el castaño pudo ver a la mujer, sus ojos brillando deslumbran la carne recién cortada y a punto de ser puesta en la preparación.
Sabe que es su platillo favorito desde joven, recuerda que ella le preparaba eso y galbitang siempre que podía cuando se quedan a solas, amaba poder comer sus preparaciones, mejoraron su día. Incluso, cuando le dejaba una vianda hecha para la escuela sus mejillas se sonrojaban y no podía evitar ser egoísta cada vez que sus amigos le pedían un bocado. Con enojo decía: '¡No, esto lo preparó para mí!' y todos ya sabían que sería un caso imposible, jamás compartiría algo de su amada.
—Huele muy bien. —olfatea— Eres realmente bueno cocinando, JungKook. —por su halago, el muchacho sonrió con vergüenza.
—Gracias, todo lo que sé me lo enseñaste tú.
—¿En serio? ¿Cocinaba? —se apoyó contra la mesada, y vió a detalle el libro de recetas abierto a un costado del chico, tenía palabras anotadas con pluma. Era una letra prolija, muy delicada además de concisa.
—Este libro es tuyo. —se lo mostró, pasando las páginas— A… tu madre no le gustaba que cocines, creía que era tarea para los empleados, pero a ti siempre te gustó ser útil.
—¿Cocinaba para ti?
—Todos los días, cariño. —desprevenidamente beso su mejilla— Siéntate, pondré la mesa.
( … )
« Era particular el aroma de las flores de nuestro jardín, desde pequeña me ha gustado deambular allí, sintiendo el césped completamente original cosquillando en mis pies descalzos. He amado cada parte de nuestra vida, de mi vida al lado de las personas que con tanto esmero me cuidaron.
Sentada bajo uno de los árboles de cerezo, me hallaba recordando la niñez que alguna vez disfrute. Llena de juguetes nuevos, amor y calidez, no había nada que quisiera más que lo que veía, pero tú… siempre has sido codicioso. Te vi llegar con una sonrisa de a lo lejos, tenias un cuaderno de dibujo en tus manos pálidas, me tomó por sorpresa verte aquí, pues no disfrutabas de estar en la casa de mamá, decías sentirte excluido por ella, que no te aceptaba en ningún aspecto por el estilo de vida que llevas.
Pero yo te apoyo.
Sonrei con felicidad al verte llegar, glamuroso y alegre, siempre diferente.
Hablaste, dijiste palabras que no entendi. Y un enorme miedo lleno mi cuerpo, no comprendí en ese momento los sucesos, tan solo al bajar la vista, ese terror que me acechaba me paralizó. Mi brazo estaba con una herida profunda, la cual largaba sangre.
Mucha sangre. »
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