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CAPÍTULO TRES
No habían pasado muchos días desde que despertó, tal vez fueron ocho antes de por fin sentirse cómoda al lado del hombre de mirada siempre fija, el sujeto hacía cualquier cosa a sus manos para verla feliz, no importa cuán difícil fuera lo que ella le pudiera, corría a cualquier parte con tal de verla sonreír. Lo cual le era realmente tortuoso, sus noches en vela se volvían pesadillas en ojos abiertos, escenarios ficticios se reproducen en su cabeza martillando en culpa por no recordar nada, es una mujer mayor de casi treinta años que se siente incapacitada de vivir una vida normal. Su cuerpo es débil, según dijo su esposo, y no tiene la capacidad de encargarse de ella misma.
JungKook, como dijo que se llama, es un muchacho atento en todo sentido. No es malo estar a su lado porque la consiente de caprichos, le lee libros o trae cd's para escuchar música o ver películas juntos. Le acaricia el cabello siempre mientras reposa su cabeza sobre su regazo en el sofá. Es cálido, su voz le trae una leve nostalgia que no logra recordar, es como si muy dentro de ella la vida que alguna vez vivió todavía siguiera ahí. Él sigue ahí, en su cabeza.
Despertar esa mañana en el sofá después de haberse quedado dormida viendo una película antigua, hizo que su cuerpo doliera. Estiró los brazos bostezando.
—Buenos días, bella durmiente. —un desayuno variado es puesto sobre la mesa ratona del centro, la calidez de la chimenea a un costado de la habitación es agradable y su estómago gruñe con emoción— ¿Cómo te encuentras? —sentándose a su lado, ella extiende el brazo sabiendo qué es lo que debe hacer.
Todas las mañanas le coloca una crema especial para su larga herida en el brazo derecho, parecía nunca sanar. Por las noches dolía, pues estaba cocida –por un principiante al parecer– para ser cerrada, esta anteriormente fue abierta por algo filoso, y aunque siempre pregunta cómo es que se la hizo, él nunca le da una respuesta.
—Es una cicatriz fea. —dijo, más para ella misma que para el contrario.
—Nada de ti es feo. —respondió con una apacible sonrisa en su rostro, era tranquilo, hablaba lo necesario y sabía que hacer para no molestarla. Perfecto en muchos sentidos. Beso su brazo, justo donde está su marca, y subió por la radio hasta detenerse en el comienzo del codo, tímidamente la muchacha desvío la vista— Lamento no haberte dejado salir, el Doctor recomendó mantenerte en reposo y no exponerte temprano a información del pasado, pues podrías tener un colapso nervioso.
—¿Cuánto tiempo… estaré así?
—No lo sé —de la bandeja donde trajo el desayuno agarró un frasco con pastillas. Son las de la mañana, dice que ayudan a mantener sus huesos fuertes porque después del accidente se debilitó mucho, no emite queja al tragarlas y beber el vaso de agua que el joven le da—, iré a preparar el almuerzo.
JungKook tenía la costumbre de hacer cada comida lo más rápido posible, ellos cenan a las ocho puntualmente cada noche, y se duermen cerca de las nueve y diez. A Hae-e le resultaba aburrido, tenía ganas de hacer algo más, de ir al exterior, caminar un poco o tal vez hablar con otras personas. Pero su cuidador era… exigente sobre su bienestar físico, así que no deja que realice actividades que demanden fuerza física. Ni siquiera barrer o juntar la mesa.
Es aburrido.
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