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CAPÍTULO UNO

La casa, o más bien, la enorme cabaña vacacional se encuentra ubicada en la profundidad de un extenso bosque lleno de árboles y animales sin peligro, tiene dos habitaciones en la segunda planta y una en la baja, e incluso cuenta con dos baños. Al salir de la puerta de su cuarto, la muchacha se hallaba profundamente desconcertada sobre su estadía en aquel lugar, tenía sentimientos confusos martillando el estómago, ni siquiera podía juntar dos pensamientos coherentes. En su pecho se instaló un amargo sentimiento de desconfianza, veía al sujeto ir de un lado a otro en la cocina, tarareando una pegadiza melodía con la cual no llegaba a conectar.

Su cabeza duele. Suspiró incómoda.

Varias fuentes pequeñas de comida fueron puestas en la mesa, era una deliciosa sopa de algas con fideos y verduras salteadas. Comenzó a degustar con desesperación, su estómago le venía exigiendo alimento desde que despertó en la mañana, el desayuno fue agradable, pero apenas pudo saciar su hambre voraz. Al igual que hace un par de horas atrás, volvió a comer sola, pensó que le seguiría sin hablar, pero no fue así.

Tragando los fideos calientes, lo vio fijo.

—Debes tener muchas preguntas. —dijo una vez notando su extrema atención.

—Sí. —con una respiración pausada y su lengua siendo quemada por no soplar el cucharón caliente, jadeo vapor— ¿Dónde estamos? ¿Por qué no recuerdo nada? ¿Qué somos…?

—Mi nombre es JungKook. Estamos en Rose's House, es nuestra cabaña vacacional de Pocheon. Lastimosamente, la pérdida de tus recuerdos se debe a un accidente dado hace una semana atrás en Seúl. Decidí que viviéramos aquí para poder sobrellevar tu descanso, estás en reposo.

Si bien la respuesta había sido clara, y respondida con un sutil tono cálido repleto de nostalgia, ella quedó inconforme por no saber cuál era la relación entre ellos 

—Tú eres mi…

—Tú esposo. —respondió, sus ojos brillaron con tal enorme amor que a la mujer le llegó directo a las entrañas, se removió inquieta— Y creo es hora de darte lo que te pertenece.

Se levantó de la silla, haciéndola hacía atrás con sus pies, el rechinar de la madera le provocó una punzada en la cabeza, negó adolorida. Aún así, pese a su dolor, aquella curiosidad generada no podría irse hasta saber de qué se trata lo que tanto dice; así que espero pacientemente sentada allí con el tazón caliente enfriándose. Oyó las pisadas de JungKook por las escaleras, la puerta de un cuarto siendo abierta y tras unos dos minutos, él volvía en silencio.

Con una sonrisa de lado a lado volvió a sentarse, esta vez, con una caja de terciopelo rojo vino en medio de ambas manos.

La vió a los ojos. ¿Acaso reflejan algo que ella no puede ver?

—¿Qué es eso?

—Dame tu mano, por favor. —con delicadeza, sujeto su extremidad siendo alzada— Tienes un hermoso nombre, Hae-e. —dijo, colocando en anillo blanco en su dedo anular, era completamente blanco con un diamante en el medio y otros pequeños que le seguían a sus costados— Tuve que quitártelo en el hospital, pero sabía que ibas a quererlo apenas pudieras estar conmigo.

Su nombre había sido soltado a la ligera, sin tomarle más relevancia de lo que en realidad debería. Quedo grabado en su mente como el antiguo testamento en una roca, y le dio sentido de identidad a sí misma, sonrió, sus mejillas se enrojecieron de la enorme felicidad que le daba ser ella. Hae-e.

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