«9»
—¡No quiero un maldito rembolso!—exclamo la rubia botando el dinero al suelo—¡Quiero a mi gato!
—Robin—murmuró el rubio avergonzado tomándola por los hombros—Lamentó mucho tal escándalo. Por favor, ¿Podría darnos más detalles acerca de Morfeo?
Había pasado aproximadamente medio hora desde que hicieron presencia en aquella estética animal donde Morfeo hacía visita cada tercer mes, quitando unos quince minutos que habían tardado en llegar hasta ahí.
—Sólo nos descuidamos un momento mientras recibíamos a otro cliente, la jaula no estaba bien asegurada, el gato se asustó y salió huyendo despavorido de aquí. Trate de alcanzarlo, de verdad—se disculpó la que parecía ser la dueña.
—¡Eres una...—pero Robin frenó la oración en seco cuando escuchó las gotas impactando sobre el cristal—No. No puede ser.
—¿Qué sucede?—le preguntó Ericksson.
—Él...odia la lluvia, la odia tanto como yo. ¡Morfeo!—gritó saliendo del lugar antes de que Jimin pudiese reacción y tratar de detenerla.
—¡Robin, espera!—le gritó tomando todas sus cosas—Hasta luego.
La chica siguió corriendo, recorría cada calle cerca de ese lugar mientras las gotas seguían cayendo sobre si, empapándola por completo. Estaba paranoica, por eso Park no la detuvo en ningún momento, decidió simplemente seguirla para evitar que aquella se hiciese daño de algún modo.
La rubia apretaba los costados de su abrigo con fuerza mientras seguía caminando, poco a poco la lluvia la introducía en ella de lleno, sus calcetines ya se sentían mojados debido a que esa noche llevaba puestas sus zapatillas de tela, con algo de desesperación ya recorriendo su ser, optó por correr gritando su nombre hasta que un ruido los hizo frenar abruptamente afuera de un callejón sumido en oscuridad.
—¿Oíste eso?—le cuestionó Park con sigilo.
Ambos guardaron silencio, ella se quedó quieta para poder presenciarlo con mayor atención, el maullido volvió a hacer presencia.
—Espera aquí—le pidió Ericksson antes de introducirse dentro de ese callejón apretando la mandíbula con fuerza por lo nervioso que ese lugar le hacia sentir.
Grande fue su sorpresa al observar aquel gato bajó un viejo cartón escondiéndose de la lluvia. Un grito casi se le escapa de los labios al observar que ese pequeño era justo el animal que antes buscaban con desespero.
––Ven, no voy a hacerte nada malo. Soy amigo de tu ama––susurro colocándose de rodillas.
Pero nada, el no quería salir, o tenia miedo suficiente como para no hacerlo. Sin más, en un movimiento rápido lo tomó y envolvió en su abrigo antes de que este pudiese huir.
—¡Ericksson!—le escuchó gritar a la chica desde afuera—¿Todo bien ahí dentro? ¿Sigues con vida?
—Estoy bien—respondió saliendo a prisa—Mira quien decidió mostrarse.
—¡Mi bebé!—espetó acompañada de un grito ahogado—¡Joder! Morfeo, estaba tan preocupada por ti—le regaño dejando que las gotas brotaran de sus ojos como cascadas—No vuelvas a hacer esto, jamás ¿Me escuchaste?
Park no terminaba de comprender por completo el comportamiento de esa chica hacía ese gato. Pero tampoco cuestiono nada. Nunca le cuestionaba nada a ella, en realidad.
Al llegar a casa con la ropa escurriendo y con aquel animal ya en brazos de su dueña, el señor Olle los recibió con una enorme sonrisa de alivio y los mando a ambos a tomar una ducha para evitar un resfriado. La noche a las pocas horas hizo acto de presencia, necesitaba marcharse pronto para ir a casa donde su hermana pequeña seguro ya lo esperaba ansiosa, así que, caminó por ese largo pasillo que conducía a la habitación de la joven, dio tres golpes antes de obtener permiso de entrar.
—Supongo que ya debes irte—habló Robin sentada frente al tocador, mirándole desde el espejo.
—Así es, ya deje a mi hermana con la vecina por mucho tiempo. Además, fue un largo día, estoy cansado.
Repentinamente, la joven se levantó con prontitud y se lanzó a los brazos de ese chico quien quedó perplejo al pie de la puerta.
—Gracias, Jimin—susurró la rubia separándose lentamente.
—No tienes que agradecer, no hice mucho en realidad.
—Morfeo, era el gato de mi abuela—explicó caminando al borde de la cama para tomar asiento—Ella...murió hace poco en un accidente de auto, una noche lluviosa.
—Robin, yo...
—Ese gato...—le interrumpió aguantando las ganas de soltarse a llorar otra vez—Es lo único que me queda de ella, me hace sentir como si, siguiese aquí, conmigo. Por eso casi pierdo la cabeza. ¡Dios! Actúe como toda una niña berrinchuda—se burló frotando sus ojos.
—Eres una niña berrinchuda—le siguió el rubio logrando que ella riese.
—Si, tienes razón.
Un silencio los envolvió.
—¿Sabes, Ericksson?—hablo llamando nuevamente su atención—Los chicos de mi clase no pueden tomarme enserio. Buscan más estatus social del que ya poseen, pero contigo Park...contigo es diferente
—¿En qué aspecto? —se mostró dudoso.
—En el aspecto de...¿Sabes a qué se dedica mi padre?
—No realmente.
—¡De eso estoy hablando!—exclamó la chica con un ademán exagerado—Contigo puedo ser, simplemente yo, sin fingimientos, sin jodido maquillaje. Sin un conflicto de interés de por medio. Y diablos, eso es, ¡¿Sabes que bien se siente?!
—No—contestó sincero.
—Pues se siente genial. Y yo, sólo quiero hacer lo mismo por ti.
—Por eso me llevaste a...
—Eso fue muy estupido de mi parte—le cortó—Es obvio que tienes un bloqueo mental, uno tan grande que no te permite explotar.
—Es que yo...no sé.
—Festival de la canción, ¿Tienes una idea de lo importante que es eso? Es la mejor oportunidad si de dedicarte a la música se trata. Es es seis meses. ¡Seis meses para hacer contigo todo lo que los concursantes suecos llevan haciendo toda su vida! Será difícil, no voy a mentirte Jimin, de hecho es muy complicado.
—Gracias por el apoyo moral—expresó sarcásticamente.
—Pero no imposible. Escucha, mi abuelo te trajo a mi por una razón, él no suele traer a cualquiera, es el mejor caza talentos de Estocolmo, que digo Estocolmo, ¡De toda Suecia! Y bueno yo...quiero saber, necesito escucharte cantar para poder ayudarte. ¿Algún día cantarás para mi?
Los días siguieron transcurriendo como normalmente, las clases de piano siguieron, pero su bloqueo parecía ir empeorando con cada clase. Eso le frustraba al chico, es decir, ¡¿Acaso no era lo que amaba?! ¡¿Qué tan difícil era pararse frente a unas cuantas personas y cantar una jodida pieza musical?! Al parecer, mucho. Se le estaba acabando el tiempo y a Robin la paciencia, no lo hacía notar, pero Jimin suponía que así era, no podía culparla, la presión que ella tenía sobre los hombros era muy pesada.
—¿Y...qué tal las clases?—cuestiono el señor Olle terminando de servir un poco de té de jazmín para luego tomar asiento frente a él—Robin no es mala contigo, ¿O si?
—Bueno, tengo mis quejas—bromeó el chico—No, que va. Ella es una increíble maestra. El problema aquí, sigo siendo yo.
—¿Sigues sin poder cantar?—pregunto el viejito dando un sorbo, el otro asintió—Sin presiones, Park. Ya llegará el momento.
Esa tarde, Jimin salió de la academia aún más desanimado que de costumbre. ¿Cuándo llegaría el momento? ¿Cuando sería eso? ¿Podría cantar alguna vez sin miedo alguno? ¿Y si perdía la oportunidad de cantar en aquel concurso?
Su mente divagaba cada vez más, tanto que sin prevenirse, terminó chocando con alguien obligándole a salir de tales pensamientos.
—¡Oh, eres tú!—exclamo esa voz que le resultaba algo familiar.
—¿Oliver?—se sorprendió luego de topárselo.
—Vaya, ha pasado un largo tiempo. ¿Qué tal te ha ido?—le pregunto siendo tan amable como recordaba—A mi me está yendo del carajo, las partituras de mi siguiente concierto parecen estar escritas en idioma alienígena.
—Bueno, a mi no me va mucho mejor que a ti—trató de seguirle la plática.
—Vamos, pero si tienes a la mismísima Robin Byqvist—espetó exageradamente—¡¿La has escuchado tocar alguna vez?! ¡Mierda! Como me gusta esa chica. Parece que toca las teclas como si de acariciar nubes se tratara y...
—Se ve hermosa haciéndolo—completó en un susurro. Luego cayó en cuanta de lo que acababa de decir—Lo siento. Yo, a mi, no me gustaría interponerme entre ustedes.
—¿Entre nosotros...?—le cuestionó confundido, luego, una escandalosa risa salió de su boca—Oye, cuando dije que Robin me gusta, lo dije como su mejor amigo.
—Oh, es que. Eso se puede malinterpretar a veces.
—Si, fue mi error, lo siento—continuó ya más calmado—Pero créeme, ella no me gusta de esa manera, en lo absoluto, jamás. Yo, tengo otros gustos.
—Ah, ¿Robin no es tu tipo de chica? —pregunto de cierta manera, aliviado.
—Definitivamente no. Me gustan los que no tienen bubis y eso.
—Ow.
—Si. Ow—repitió riendo. Un silencio incómodo terminó por instalarse—Mmm ¿Sabes? Su cumpleaños es en un par de días, pero todos nuestros amigos se reunirán hasta el fin de semana en "Operakällaren" para darle una sorpresa, deberías ir.
—Oh, no. Ese lugar cuesta lo mismo que mi casa. Además, no creo que sea muy bien recibido—respondió lo bastante avergonzado ya.
—Vamos—le animó el pecoso—Robin y tú son buenos amigos, tú y yo también somos amigos. ¿Por qué no? ¿Cuál es el problema? A ella le encantaría tenerte ahí, y si es por el dinero, no te preocupes, yo me encargaré de todo.
—Lo pensaré. Siento que me estaría aprovechando de ti.
—Claro que no. ¿Sabes que? No te estoy preguntando, estoy diciendo que vas a estar ahí para ella. Dame tu celular ahora mismo, voy a enviarte la dirección.
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