«6»
La luz disparada de la ventana dio directo a su rostro haciéndola fruncir el ceño al instante. Al haber sido despertada, se ve en la obligación de poco a poco abrir los ojos hasta que estos pudieron terminar de acostumbrarse a tal iluminación, sin embargo, al vagar la mirada por el lugar, se dio cuenta de algo muy importante: esa no era su habitación. Y no fue consciente de la situación en la que se encontraba envuelta, hasta que observó al rubio frente a ella durmiendo con total calma y plenitud.
Robin se separo tan abruptamente que casi se cae de la cama. Se mantuvo en silencio un segundo tratando de procesar la cuestión de cómo se había dado todo, es ahí donde recuerda los acontecimientos durante la noche.
—¿Quién se atrevió a hacerte tanto daño?—cuestiona en un susurro al observar tan terrible hematoma en su mejilla y parte de su ojo.
Un opresión en su pecho nació.
Haciendo el menor ruido posible, abre el cajón del mueble a su izquierda y de él saca una pomada de árnica. Se acerca con lentitud hasta el, toma un poco y la unta suavemente con sus dedos índice y medio. Mientras lo hace, no puede evitar no contemplarle de cerca, su piel lisa y pálida, su nariz fina y pequeña, sus pestañas golpeando contra sus ojeras notables, además de esos labios gruesos y rosados, sin embargo, a pesar de que cada uno de esos aspectos se complementaban tan bien y le brindaban una perfecta combinación a su fisonomía, no fue aquello lo que llamó la atención de Robin, sino, lo quieto que estaba, era la primera vez desde que conocía a Park, que se le veía tan...tranquilo.
Él parece moverse un poco ante su tacto, pero no se despierta, eso la hace relajarse un montón y decide que es el momento perfecto para salir de ahí antes de que las cosas se tornen incómodas. Camina descalza sobre la alfombra luego de botar la pomada sobre la cómoda, con sigilo abre la puerta cuidándose de que no halla moros en la costa y cuando termina de confirmarlo, sale directo a su habitación liberando toda la tensión de su cuerpo.
Aún era bastante temprano a diferencia de lo que acostumbraba, aún así decidió vestirse con algo casual en lugar de volver a la cama, mínimo pasarse un cepillo por el cabello o colocar rubor en sus mejillas para no verse tan pálida como siempre. Cuando se sintió lo bastante satisfecha, decidió que era momento de bajar al comedor, cruzando antes por la cocina para tomar una manzana de paso.
—Abuelo, hoy faltaré a clases—avisó pegándole un mordisco a tal fruta—Quiero ir a la biblioteca, es momento de que Ericksson conozca de teoría y no sólo práctica. Aunque él aún está dur...
Pero se detiene abruptamente cuando cuando logra visualizar a su madre sentada al final del largo comedor de cristal. Era a quien menos esperaba encontrarse, de hecho, era a quien menos quería encontrar esa mañana. Al verle, ni siquiera fue capaz de soltar palabra alguna, todo su cuerpo pareció tensarse y esa ansiedad en su pecho creció tanto que casi se olvida de como respirar, la mamá de Robin tenia ese poder sobre ella, y ella no era capaz de liberarse de el, esa mujer era su kriptonita.
—Te despertaste más temprano—soltó con un tono suave. Tomando un sorbo de su té casi hirviendo.
—Mmm, si—decide mentir antes de mencionarle que ha pasado la noche intentando consolar a un chico que apenas conoce—Pero...¿Y tú? ¿Cuándo llegaste?
—Está mañana. Tú padre decidió volver antes para poder asistir a una reunión de imprevisto. Pero yo quise venir para dejarte en la escuela de paso al trabajo. Porque no pensabas faltar, ¿Cierto?
—Ah, si, hablando de eso—divagó casi atragantándose—¿Han visto a Morfeo? Necesito darle sus croquetas o morirá.
—Ve a cambiarte el uniforme o comenzará a hacerse tarde, y sabes que lo que más odio en el mundo es llegar tarde—dijo siendo firme como siempre.
—Pero es que yo...
—Robin—nombró entrecerrándole los ojos.
Robin miro a su abuelo pidiendo ayuda, pero termino deletreando el traidor que era al negarse, entonces no le quedó de otra. Regreso a su habitación de mala gana para cambiarse el uniforme del instituto.
—¿A quién dijo que debe enseñarle teoría? ¿Ella enseñando? ¿Mi Robin?—le cuestionó Alva a su padre con burla—¿En que andan ustedes dos?
—Conoció un chico hace dos días y...—guardó silencio un segundo, preocupando a la mujer—Logró que tu hija regresara a la música, y quien sabe, quizá en un tiempo quiera volver a los bailes de salón que tanto amaba—fue lo único que dijo, bebiendo de su café.
La castaña elevó ambas cejas como un arco, abrió tanto sus ojos, que el hombre creyó en algún momento se le saldrían de su lugar, luego bajo la mirada como intento de procesar esas palabras.
—¿C-cómo es eso posible?—balbuceo sintiendo como si su corazón se reconstruyera de a poco—Ella, dijo que jamás volvería siquiera a mirar un instrumento después de que...tú sabes. ¿Cómo sería capaz de regresar a bailar?
—Lo sé, pero de alguna manera al conocer a Jimin cambio de opinión. Sé que él puede ayudarla a volver.
—¿Jimin? ¿Es el nombre del chico?
—Así es, te lo presentaré formalmente la próxima vez que desayunemos sin prisas.
—¡Estoy lista!—grito Robin bajando apresurada los escalones—Aquí—llamó entregándole una libreta forrada de peluche a su abuelo—Debes asegurarte que lea esto.
—¿Todo esto? Querida, no creo que el pobre chico pueda leer ni la mitad de toda esta lista en una sola tarde.
—Créeme, tiene una memoria fotográfica, lo logrará. Y si le dices que le haré un examen después, lo hará aún mejor.
Nadie dijo nada más, después de eso la rubia se fue a toda prisa luego de escuchar el auto encenderse dejando a su abuelo en el comedor completamente solo. Desde que su compañera decidió no abrir más los ojos, sus mañanas solían ser solitarias, normalmente se quedaba en rotundo silencio mientras veía la vida restante que le quedaba pasar frente a sus ojos como si se tratara de algún rollo cinematográfico, otras se dejaba llevar por la música en el tocadiscos sintiendo la necesidad de acostumbrarse a la ausencia, pues esa seria su única amiga, sabia que no podría retener a su nieta sólo para aliviar su soledad, odiaba la idea de ser egoísta. Sin embargo, aquella mañana todo fue distinto, lo supo cuando las pisadas en los escalones pusieron un mute al silencio.
—¿Quién era esa señora?—le escucho preguntar a un rubio adormilado y despeinado parado al pie de las escaleras.
—Estás despierto. Ven, come un poco—le pidió sirviendo una tercera taza de té.
El joven no dijo nada, simplemente hizo lo que el viejito dijo y con pereza camino hasta el comedor para sentarse a su lado.
—Ella es mi hija, Alva. Recién regreso de Florencia, tuvo una exposición ahí—explico recargando su espalda en la silla—¿Sandwich de pepino?—ofreció.
—¿Es artista?—cuestiono negando levemente con la cabeza.
—La mejor que vas a conocer. ¿Te sientes mejor?
—Estoy mejor. La pomada que me puso ayudó a bajar el golpe.
—Respecto a eso, debió ser Robin. Se quedó contigo toda la noche para cuidarte.
—¿De verdad? —soltó ruborizándose al instante. Sintiendo un gato esfinge restregarse contra su espalda para llegar hasta sus piernas.
—Oh si. Pero supongo yo, no lo hizo gratis. Tenemos mucho trabajo por hacer, así que desayuna, toma una ducha y baja para irnos. Por cierto...—freno para mirarle de vuelta—Cuidado con Morfeo, cuesta lo de un pulmón, es la adoración de Robin.
—¿Morfeo?—cuestiono sin saber exactamente a que se refería.
—El gato.
El metro de Estocolmo no sólo era un medio de trasporte, era un museo. Tenia destacados mosaicos, esculturas, pinturas, montajes artísticos y relieves del siglo veinte según lo que habia contando el señor Olle, este disponía de siete lineas agrupadas en tres colores: azul, rojo y verde, cuyas pasaban por la estación central situada en Vasagatan, a solo una parada de Gamla Stan. El metro no era barato y Jimin lo sabia perfectamente, en realidad, pocas cosas lo eran en Suecia, pero al señor Guidetti no parecía importarle tanto y simplemente se detuvo en Pressbyran a comprar sus billetes para la linea azul en Arsenalsgatan, a la salida de Kungstradgarden. No tenia idea de a donde iban, y sinceramente poco le importo, hasta que pudo divisar el nombre de: Stuttgart library en letras grandes.
—¿Qué tal van las clases de piano?—cuestiono una vez pusieron un pie adentro.
—Creo que he aprendido más en estos dos días, que en todo lo que llevo de vida. Robin es muy buena enseñándome.
—Se que lo tuyo es cantar, después pasaremos a tu voz, primero quise que aprendieras el piano porque me parece el mejor acompañamiento para ella—continuó buscando en los estantes para luego brindarle un libro diferente al rubio—Pero de eso no quería hablarte, lo cierto es que...¿Has oído hablar del festival de la canción?
—Bueno, se que el representante sueco para la competencia se elige de una selección nacional llamada Melodifestivalen o festival de la canción, luego se trasmite en televisión publica sueca SVT, es el programa de televisión más popular y seguido del año en toda Suecia. ¡Es una locura!
—¿Te gustaría competir para aparecer en ese programa?
—¡¿Qué?! —espeto dejando caer todos los libros, llamando la atención de todos en aquella librería—Señor Olle, no estará hablando enserio ¿Verdad?—cuestiono incrédulo al respecto.
—¿Sabes Park? —interrumpió sacándole de su trance—Muchos artistas tienen un trasfondo doloroso. Van Gogh dijo una vez, que el arte fue hecho para consolar a aquellos que están rotos por la vida. No sé que sucedió anoche, pero...jamás había hablado tan enserio en toda mi vida.
—Yo tengo a la mamá más mala del mundo—soltó colocados de cuclillas inesperadamente—Me da vergüenza admitirlo, pero creo que siempre lo supe, y desde que llegue a la adolescencia supongo que mi vida se volvió aún más miserable. No creo poder hacerlo, esa competición esta por mucho, demasiado, muy fuera de mi alcance.
—Es parte de la experiencia humana sentir dolor, así que Park, no temas abrirte a él.
—¿Cómo no temerle señor Guidetti? No soy mentalmente fuerte, temo que me comerá vivo.
—Bueno, existen consejos para fortalecerte, por ejemplo: no gastar tu energía en cosas que no puedes controlar, no rendirte en el primer intento fallido, no permitir que nadie influya en tus sentimientos, no esperar resultados inmediatos y...no temer al tomar riesgos.
—Siempre odie tomar riesgos, ni siquiera pude terminar con mi vida por mi cuenta ayer, termine pidiéndole a usted hacer el trabajo sucio.
—Todo esta en tu mente Ericksson—le dijo dejándolo desconcertado, insistente—Si desde ahora piensas que has perdido, entonces ya esta, se acabo. Pero, ¿Te lo imaginas? Arriesgarte y que todo salga bien, tragarte cada una de las emociones y sensaciones dolorosas que tu madre te hizo sentir alguna vez, retenerlas un segundo y luego...explotarlas en un escenario para conquistar los corazones de las personas. Quizá no lo sé todo chiquillo miedoso, pero si sé, que los cautelosos no viven en absoluto.
—Usted...¿Cree que tenga oportunidad? ¿Cree, que pueda ganar?
—Yo... nunca dudo de mi ni de mis elecciones. Y Park, tu has sido si duda alguna, la mejor de ellas.—dijo serenamente, los labios de Jimin se curvaron mientras temblaba de miedo.
Quizá se arrepentiría después, aún así:
—A la mierda, lo haré—dijo.
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