«12»



El reloj marcaba exactamente las 3:15 de la madrugada. La rubia le observaba trabajar desde una mesa al fondo del establecimiento. Morfeo estaba por golpearla fuertemente, sin embargo, verlo ahí remangando su camisa mientras limpiaba vasos con un viejo trapo, el sueño simplemente desaparecía.

Había dejado su celular en la mochila y había huido de casa, Robin se preguntaba si sus padres y abuelo tenían siquiera idea de que se hallaba desaparecida, si su ama de llaves había dado aviso, o ni siquiera habían sido capaces de darse cuenta por si solos.

—¿Qué más da?—balbuceo para sí misma, recargando su barbilla sobre la palma de su mano.

—Toma—le interrumpió esa linda voz dejando una bebida color azul frente a ella.

—¿Piensas emborracharme?—bromeo observando cómo el rubio tomaba asiento a su lado.

—Es un mocktail, no tiene absolutamente nada de alcohol—contestó sin despegar la mirada de una libreta que llevaba consigo—¿No deberías irte a casa? Es muy tarde.

—¿Para que regresar si nadie me está esperando?—dijo dando un gran trago.

—¿Él señor Olle sabe que estás aquí?

—Ahora que mis padres regresaron de su viaje por negocios, sólo visito a mi abuelo los fines de semana—explicó con desánimo, sin embargo sus labios formaron un puchero al ver que el joven no le prestaba atención—¿Qué tanto escribes que ni siquiera te dignas en corresponderme la mirada cuando te hablo?

—Ah, es que yo...

—Veamos...—interrumpió arrebatándole tal libreta—Veo a la chica de ojos indescriptibles, y de repente es un domingo perfecto, y todo es más real que la vida. Creo que estoy de vuelta en el sueño, creo que estoy de vuelta a la cima, es una sensación tan hermosa.

—Es una canción que he estado escribiendo—murmuró sonrojándose al instante.

—¡¿Qué?!—exclamó con notable entusiasmo—Es hermosa. ¿Quién es la chica?

—¿Eh?

—La joven en la que te inspiraste para escribirla, tonto—le dijo riendo divertida.

—Bueno, yo...

—¿O es un chico?—le interrumpió sin quitarle la mirada de encima—Porque, sería una pena.

—¡¿Qué?! ¡No!—exclamó haciéndola reír—N-no es un chico.

—¿Tenías idea de que Oliver planeó una fiesta para mi cumpleaños? Él piensa que no lo sé, pero...¡Por favor! Es tan obvio que hasta gracia da—dijo dándole otro trago a su bebida, cambiando completamente de tema—Irán todos los fracasados de mi clase.

—¿No te agradan tus compañeros?—le preguntó el chico con diversión.

—¿Bromeas? Pero claro que no—le respondió tomándole por los hombros, agarrándolo por sorpresa—Yo no debo rebajarme al nivel de esos inútiles que sólo compran cosas de marca para presumirle a los demás lo ricos que son.

—Bueno...

—Debo admitirlo, al principio era divertido, pero con el tiempo comenzó a fastidiarme—susurró soltándolo y sacándole una favorable distancia.

Repentinamente guardo silencio.

—Ya sé...—exclamó con un notable entusiasmo—Ven a la fiesta también—le dijo girándose a mirarle.

—¿Qu-qué?—balbuceo con los ojos bien abiertos.

—¿Acaso te perderás el cumpleaños de tu maestra?—le reclamó frunciendo el ceño—Esta bien, ven a mi cumpleaños como mi amigo.

—Es que...

—Muy bien, aceptaste. Ya no puedes echarte atrás ahora—le dijo sonriendo de oreja a oreja—Te veré en la fiesta Park, no llegues tarde.

—Nunca he ido a una fiesta—murmuró el rubio regresando la mirada a su libreta.

—¿Nunca? ¡¿Jamás te han invitado a una, acaso?!

—Nunca encontré el tiempo—explicó—Me la he pasado, ocupado. Es todo.

—Con mucha más razón deberías ir—comentó la joven sonriéndole serena—Creo que serías el único en ese lugar que...

—¡Robin!—le escuchó gritar, haciendo que ambos adolescentes pegaran un brinco del susto.

La música se detuvo en seco, los presentes dejaron de hablar, el lugar quedó en completo silencio.

—¡¿Madre?!—exclamó levantándose abruptamente del asiento cuando observó a esa castaña divagando por todo el lugar eufóricamente—¿Cómo supiste que estaba aquí?

Los tacones de su progenitora retumbaron sobre la loseta.

—Tú abuelo me habló de esta...pocilga—espetó observando el lugar con notable desagrado—Vamos, nos iremos ahora mismo de aquí—le indico tomándole de la muñeca, pero Robin se zafó con rudeza.

—¡No!—soltó colocándose detrás de Park.

—¡Dije nos vamos!—grito llamando la atención de los pocos clientes que bebían tranquilamente en el establecimiento.

—Cariño, haz lo que tú madre te pide—comentó esta vez su padre, haciendo presencia.

—Robin—le interrumpió Jimin sintiéndose un poco intimidado—Deberías ir con ellos.


—¡¿Tienes idea de la importante reunión que acabo de terminar por culpa tuya?!—le escucho reclamar a su progenitora azotando la puerta de la entrada.

Sus tacones resonaron por la enorme casa hasta que llegó a la estancia y se enmudecieron al tocar la alfombra persa.

—Cariño, no es momento para...—trato de calmar el hombre de la casa, pero Robin fue más rápida al hablar.

—¡Pues lamento haber arruinado tu estúpida reunión, madre! Créeme, no fue intencional—exclamó sarcásticamente.

—¡Robin!—le regañó su padre.

—¡Estoy harta de ti y de esas jodidas actitudes de niña berrinchuda!—continuo la mujer—¿No te da vergüenza comportarte así? ¿Qué has hecho las últimas semanas? Te la pasas reprobando los malditos exámenes por ayudar a un chico que no tiene futuro alguno.

—¡Eso tú no lo sabes, no lo conoces! No tienes ni una mínima idea de quién es Ericksson.

—¡Trabaja en un jodido bar, Robin! ¡Por el amor de Dios! No quiero que eches a perder tu futuro, ese por el que tu padre y yo hemos trabajado tanto—bramó—¡Por un don nadie!

—Regresen al trabajo, para eso les pago—dijo el hombre observando a las dos trabajadoras domésticas cochicheándose al fondo del pasillo.

—Ese que llevas por apellido, Robin...—continuó la fémina haciendo que la adolescente rodara los ojos—Significa dominio, imperio, autoridad. Hay una reputación que mantener, todos los días.

—¡Oh, tú! Eres una maldita sanguijuela chupa sangre!—le gritó con cólera.

—¡Robin Byqvist, no le hables así a tú madre!

—No, papá. Es la verdad, yo no pedí nacer con este apellido. Este jodido apellido toma lo que quiere, y no me ofrece nada.

—Pues aunque quieras o no, Robin. Soy tu madre.

—¡Nunca has sido una madre real para mi!—soltó haciendo que todo quedara en repentino silencio—Yo quiero una mamá que de verdad me ame, a quien le importe. ¡Una mamá que no es para nada como tú!

—¿Y piensas que yo quería una hija como tú?—le echo en cara, provocando sorpresa en la rubia.

Un silencio predominó unos minutos.

—Lo sé—susurró con chasco—No imagino cuán decepcionada debes estar, después de todo, tú hija perfecta desapareció hace años.

Fue lo último que mencionó antes de subir las escaleras apresuradamente, repentinamente se detuvo a la mitad y se giró para verle con furor.

—¿Al menos lo recordaste, madre?—le cuestionó confundiéndole—Qué hoy era mi cumpleaños.

Fue lo último que dijo, antes de terminar de subir y encerrarse en su habitación.

—Maldita sea—murmuró la castaña frotando su rostro con frustración—Lo olvidé por completo.

—No debiste decirle eso, Alva. Es sólo una niña—habló el hombre tomando su cintura.

—¿Una niña? La tienes súper consentida, por eso es una malcriada irrespetuosa.

—Hoy era su cumpleaños y ni siquiera te molestaste en felicitarla, es normal que esté enojada, ya hablaré con ella después—le reclamó—Tenemos una hija, Alva. Que ahora sabe perfectamente que no te agrada, ella intenta comunicarse, te habla y sin embargo no la escuchas. ¿Por qué? ¿Por qué la menosprecias?

—Oh, disculpa señor Byqvist. Pero usted no va a decirme cómo debo educar a mi hija, es el menos indicado.

—Lo sé, no soy el mejor padre del mundo. He cancelado salidas y cenas con ella por trabajo, para seguir proporcionándoles la vida de lujo que ambas llevan, pero hago lo que puedo, busco la manera de estar porque es importante para mi.

—También lo es para mi.

—¿Si? ¡¿Entonces porque no es lo de tu hija lo más importante por una jodida noche?!—pregunto elevando el tono de su voz.

—Ella sabe que la quiero, Arón. Yo le he proporcionado su mundo, es una artista muy talentosa gracias a mi.

—Y eso no te da el derecho de destrozárselo cuando quieras—susurró—Lo sé, Alva. Sé que es difícil, perdiste a tu madre hace poco. Pero ella también perdió a su abuela. El arrepentimiento no viene después de haber hecho mal las cosas, el arrepentimiento aparece después de haber perdido todo por nada, no olvides eso.

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