«10»


Y entonces sucede.
Su respiración se hace lenta, y todo parece detenerse. Todo lo que en ese momento sientes, todo lo que alguna vez deseaste, lo que quieres olvidar, deja de importarte, pues...pareces sentirte vivo otra vez.

Ericksson recordaba la primera vez que sucedió, al ver a su madre en tan mal estado, luego de observar como inhalaba aquel polvo blanco quiso llamar al 112 y pedirles que la mantuviesen con vida. Luego...simplemente se acostumbro y se volvió rutina. Su madre hacía aquello siempre que podía con tal de perder su realidad, y Jimin dando una hojeada al pasado, nunca estaba en sus cinco sentidos, y cuando lo estaba, era maldita mente insoportable.

Siempre buscando trabajos que le pagaban una miseria.
Siempre dejando que cualquier hombre entrase a sus vidas.
Pero...¿Qué podía hacer? Al final del día, ella seguía siendo su madre. Le quería.

Había perdido la cuenta de cuantas veces la obligó a vomitar para evitar algo gravoso, cuantas veces tuvo que tallarle la espalda en la tina porque ni siquiera podía pararse por sí misma, cuantas veces...
Y así la vida le pasó en un abrir y cerrar de ojos.

—Ericksson, encárgate de lo demás—le habló su jefe lanzándole las llaves, las cuales el rubio atrapó sin problema alguno—Necesito comprar unas cosas de última hora antes de abrir.

—Entendido—respondió y le miró hasta que lo vio salir.

Segundos después la campanilla de la entrada sonó por segunda vez.

—¿Olvidó al...—pero no concretó la pregunta, el chico se enmudeció cuando vio a dos completos desconocidos al pie de la puerta—Lo siento pero aún está cerrado. Regrese en una media hora.

Fue directo y muy cortes, luego volvió a limpiar despreocupadamente.

—¿Ericksson?—cuestiono obligando al rubio detener su acción de golpe—¡Pero claro que eres tú! Wow, me sorprende lo mucho que has crecido con una madre tan holgazana como la tuya.

—Disculpe pero...

—Si, no me conoces—le interrumpió el mismo hombre como si leyera su mente, después caminó a la barra de bebidas y tomó una botella de cerveza sin permiso—Pero yo a ti...—la destapó sin problema alguno y se la empinó para darle un gran trago—Te conozco incluso más de lo que tú madre lo hace.

—¿Quién es usted?—se armó de valor para preguntar—Si cree que puede venir hasta mi lugar de trabajo, hablar estupideces sobre mi madre y salirse con la suya, está muy equivocado. Llamaré a la policía.

—En ese caso tu jefe tiene las de perder, después de todo está dejando trabajar a un menor de edad en un lugar así. ¿Qué manera de pegarle?—dijo con una sonrisa casquivana—Además, si estoy aquí es por culpa de esa irresponsable mujer, ¿Por qué gastar saliva en defenderla?

—¿Qué es lo que quiere?

—Tú madre me debe una gran cantidad de dinero, hace poco le vendí mercancía valiosa pero se ha empeñado en esconderse muy bien—respondió con evidente molestia—Si algo que tú y yo tenemos en común es el gusto por el dinero, ¿No es cierto?

—Usted no me conoce.

—Tienes carácter. Me agrada—se burló, luego chasqueo los dedos obligando al otro hombre que hasta ahora no había siquiera movido un músculo a buscar algo en el bolsillo por dentro de su saco. De él un celular se asomó, para finalmente mostrarle una fotografía.

—Si se atreve a tocarle un solo cabello, le juro que...

—¿Qué podría hacerme un escuincle de quince años?—menciono el hombre soltando una carcajada—Me vas a dar mi dinero Ericksson, o me cobraré con la pequeña. Tú decide.


—¡Ericksson!—interrumpió ese grito haciéndolo aterrizar de nuevo a la realidad—Hoy estás más distraído que de costumbre. ¿Qué sucede?

—Está enamorado, déjalo—habló el pecoso despegándose del piano.

—¡¿Eh?! Claro que no—exclamó el rubio recordando su última conversación—Es sólo que, anoche tuve mucho trabajo y estoy muy cansado, es todo.

—Okay, como les decía—continuó Robin algo pensativa al respecto—En total son veinticuatro concursantes. Sin embargo, no todos son tan impresionantes como tú crees, así que borra esa expresión aturdida de tu cara.

—Lo siento—murmuró Jimin relajando su ceño.

—A los que debes temerle son a estos cuatro—espetó señalando con el láser de su pluma hacia una pizarra transparente que mostraba cuatro fotografías.

—¿Sólo ellos?

—¿Sólo ellos? ¡Park! ¿No los conoces?

—No tengo el gusto.

—Bien, vayamos por partes. Él...—comenzó por un castaño de ojos verdes—Su nombre es Jeon Åberg. Es un tenor muy fuerte, difícilmente desafina y por su tipo de voz le queda cualquier canción, de verdad. Pero, es muy confiado así que...

—Anotado.

—Bien, continuemos hacia Ericka Boukowsky, su alcance de notas agudas es impresionante, las personas quedan embobadas al instante, pero...cuando trata las notas bajas se mete en problemas.

—Eso le da una ventaja ¿Cierto?—interrumpió Oliver— Estoy seguro de que Jimin puede manejarlos a ambos.

—Así es, pero aún hay mucho por trabajar, como por ejemplo...el pánico escénico—regaño y luego se aclaró la garganta señalando a un chico de color—Bien, en tercer lugar tenemos a Mackena, su fuerte es lo urbano, lo que a la mayor parte de las personas ama, baila y canta al mismo tiempo así que suele crear un ambiente agradable, también suele acompañarse así mismo del rap. Ha sido semifinalista durante dos años seguidos pero por x o y razón no ha ganado.

—Me gusta.

—No te puede gustar la competencia Park—bufó—Ahora, por último y lo más importante, ¿Recuerdas ese x o y razón?

—Si. Lo recuerdo.

—Jacob Åkerman, ¡Maldita sea! Este desgraciado canta hermoso, descubrió su amor por la ópera a los siete, así que ya te imaginarás su rango vocal. Ha sido campeón durante tres años consecutivos y te lo digo amablemente, ¡El viene por el cuarto!

Jimin bajó la mirada, no había sido consiente de lo complicado que ese concurso era hasta ese momento. ¿Lo peor de todo? Lo peor, era que no tenía tiempo de trabajar en ello, tenía asuntos más importantes por los que preocuparse.

—¡Ericksson!—le volvió a gritar para llamar su atención nuevamente—Olvídalo, esto no está funcionando. Vamos.

—¿A dónde?—preguntó el rubio levantándose abruptamente.

—Uh, esto será muy divertido—habló Oliver con una sonrisa adornándole el rostro.

.
.
.
.

—¿Qué es este lugar? ¿Y porque me visten como si fuese un ADN de Monster Inc?—cuestiono el rubio esperando en una sala completamente en blanco.

¿Es que acaso no había aprendido ya la lección?
Robin siempre terminaba por ponerlo en situaciones extrañas.

—Vamos Ericksson, siempre sueles hacer tantas preguntas—le calló Robin—Oliver, díselo tú.

—Tranquilo camarada, hemos hecho esto millones de veces—le dijo el pecoso—Sólo voy a asegurarte una cosa, te vas a divertir muchísimo.

Después de escuchar tan poca explicación, una señora hizo presencia indicándoles a los tres adolescentes que podían pasar. El trío la siguió por un estrecho y algo largo pasillo que conducía a otra habitación, esta a diferencia de la primera, era iluminada por algunas luces neón, sin embargo, eso no le pareció extraño al rubio, no, lo más extraño fue toparse con objetos viejos regados por todas partes.

—Aquí tienes—le interrumpió Robin tendiéndole un bate de béisbol.

—¿Qué quieres que haga con esto?—le cuestiono aún más confundido.

—Primero ponte el casco—le regaño colocándoselo encima de su gorro—Ahora rompe algo. Lo que quieras.

—¿Quieres que haga qué cosa?

—Este lugar es un break out, Jimin—le explicó la rubia—Puedes romper todo lo que quieras para sacar todo el peso que has estado cargando.

—Pero...—no estaba totalmente seguro de hacerlo, pero al mirarla tan emocionada simplemente no logró poner más resistencia—De acuerdo. ¿Qué golpeare primero?

—Rompe la televisión, es lo más satisfactorio—le dijo Oliver derramando emoción. Definitivamente no era la primera vez que venían, tal y como lo había dicho.

—Yo...—susurro tomando el bate con las dos manos, colocando un poco de más presión.

—Vamos, Ericksson—habló la rubia—Descuida, esta vez, es totalmente legal.

Ericksson río un poco por lo bajo al recordar la última situación en la que se vio envuelto. Respiro un poco, levantó el bate sobre sus hombros y sin más lo lanzó golpeando esa televisión vieja con todas sus fuerzas. El objeto terminó estrellándose completamente, pero el haberla golpeado se había sentido extrañamente increíble.

—Ese era un televisor de quizá mil novecientos noventa y uno—dijo Robin pateando los restos—Vamos Park, puedes hacerlo mejor. Escoge otra cosa, no nos iremos de aquí hasta que hayas liberado todo aquello que te ha estado atormentando.

Y así, la tarde siguió su rumbo hasta que las calles fueron iluminadas por la luz de la luna.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top