4.
W H I T E W O L F.
CAPÍTULO 4.
E N L A C A L M A D E L P A R A Í S O.
El tiempo pasó, los días, semanas y meses pasaron hasta llegar a mediados del verano, donde aún el calor era evidente y más aún en su bosque, y por ello su pequeño niño, aún indefenso del mundo, se encontraba retorciéndose en sus brazos en busca de refrescarse un poco, pues no importara cuánta agua le diese Seokjin, el pequeño exigía más y más.
Y si no era agua, su consentido cachorro empuñaba su playera con el fin de descubrir su pecho. Y eran aquellos momentos en donde Seokjin solía sufrir, pues los dientes de su pequeño comenzaban a salir y había ocasiones donde mordía y solía lastimarlo.
El pequeño infante balbuceó en busca de la atención de su padre, quien a pesar de la situación, sus pensamientos iban más allá hasta alejarlo de su realidad, de su pequeña familia.
Un sueño que acabó siendo una completa pesadilla.
Desde que dio a luz a su pequeño primogénito, no pudo evitar pensar en si ésta era una buena idea, las inseguridades lo estaban carcomiendo por dentro, la ansiedad y la paranoia estaban a nada de cortar el lazo que los dividía de su cordura y su raciocinio; y él tenía miedo. Estaba inseguro sobre su propio mandato, tenía miedo de no ser el líder que su manada necesitaría, porque sí, su manada se amplió antes de enterarse de la existencia de su primogénito, Namjoon y él se aliaron con lobos puros y naturales, consiguiendo su respaldo y a su vez, aquella manada aceptó ser liderada por Seokjin, quien les dio buenos argumentos y buenas pruebas acerca de que no debían juzgarlo por ser un Omega, pues aquel día tres hombres salieron muertos por querer denigrar a Jin, con desangrado severo y mortal producto del Omega; la manada no requirió más explicaciones pues aquello fue prueba suficiente: había matado a dos alfas y a un beta, por su propia cuenta.
Por ello, merodeando fuera de su cueva, varios lobos residían cerca suyo, velando por proteger a su líder y su monarca junto al heredero de la misma.
—Aba~ —habló el pequeño infante estirando sus brazos hasta el rostro de su padre, donde tomó ambas mejillas y balbuceó con más fuerza.
No tardó nada en sonreír cuando consiguió lo que quería; los ojos grisáceos de su padre le enfocaron y él niño rió, llevando su manita hasta su boca donde babeó cuatro dedos, tratando de lucir tierno y sacarle una sonrisa a su padre, y mejor aún, conseguir sus mimos y sus halagos. Seokjin miró la escena, expectante del acto tan tierno e inocente que su pequeño hijo de mejillas rellenitas ejecutaba, él como su mirada era iluminada por la más hermosa inocencia que alguna vez haya visto, como aquella luz destacó sus hermosos irises violetas, un extraño pero a su vez hermoso color. Uno que Namjoon y Seokjin amaban de su cachorro. Sonrió en cuanto la auténtica felicidad de su pequeño se hizo notar.
—Eres un consentido, mi amor. —reprochó juguetonamente Jin, sosteniendo bien la cabecita de su pequeño y su espalda, antes de acercársele a llenarle de besos la cara.
El pequeño reía más que contento de recibir tal atención, de ser amado y mimado de aquella manera, la sensación que los suaves labios de su padre le provocaban en su carita era exhorbitante, tan sublime y tan amoroso que en vez de reír, sólo sonreía contento, dejando que sus párpados pesaran y se cerrasen involuntariamente, disfrutando del como su padre le besaba cada milímetro de su pequeño rostro; sus manitas se cerraban en puños y se volvían a abrir, claro, antes de apretarlas fuertemente por el bostezo que se avecinó a su sistema, pues el sueño se lo estaba llevando a un mundo donde todo era paz, armonía y felicidad.
—Mi pequeño tiene sueño, ¿vamos a dormir, mi niño? —cuestionó en un tono de voz agudo y bajo, antes de acomodarlo bien en sus brazos acercándolo a su pecho.
El pequeño infante, al reconocer el latir del corazón de su padre y oler cerca su fuente de alimento, lentamente llevó su mano hasta la playera de su padre, donde de un solo lo apretó en su manita y lo jaló, tratando de acercarse a su leche. Seokjin comprendió lo que su pequeño exigía, pues también su ceño fruncido y su lengüita que de vez en cuando sacaba de su boca, le decían que era su momento de comer y después dormir; y así fue; se levantó la playera hasta destapar uno de sus pectorales, en donde finalmente acercó a su niño y se deleitó con la pequeña pelea que su niño tuvo antes de encontrar su pezon y comenzar a succionar con desesperación. Su manita zurda se cerraba y abría constantemente, en tanto sus hermosos labios carmines rodeaban su pezon y succionaban, alimentándose con éxito, sus ojitos poco a poco se cerraban y se mantenían así por un rato, hasta que un punto no lo hicieron más y acabó por sentir la succión en su pezon, sólo sintiendo su pequeña boca; sin embargo aún no podía moverse.
Su pequeño cachorro era un niño muy energético aún con el año de edad, costaba dormirlo y más en las madrugadas, cuando su llanto era capaz de hacer aullar a la manada afuera de su cueva. El poder que Jimin poseía en sus padres era notoria, había salido un manipulador para conseguir siempre atención y al final cuando ambos querían darle cariño, el niño refunfuñaba molesto, no queriendo recibir ningún beso o abrazo.
Pero a pesar de todo, ambos lo amaban. Y sorprendentemente la manada lo adoraba.
Había una que otra ocasión en la que salían por otra salida más que la principal, una que se hallaba muy retirada de las habitaciones y aquella sala de estar; por ahí se encontraba fácilmente con la manada de lobos, quienes en cuanto veían que traía a su hijo en brazos, varios de los lobos jóvenes se acercaban a él meneando la cola, en busca de jugar un poco con el infante, y el pequeño, por más bruscos que aparentaran ser los juegos, siempre reía tratando de perseguir a los lobos, o a jugar quien tumbaba más fácil al otro, y otras veces, quien acabase más sucio ganaba. Jimin era feliz, y eso era lo único que le importaba a sus padres.
En cuanto pudo asegurarse que su pequeño ya se encontraba en su quinto sueño, se separó del mismo, acomodándolo mejor en sus brazos y se levantó del sillón, dirigiéndose a la habitación del pequeño, aquella donde una hermosa cuna, regalo de una artesana de la aldea cercana a su territorio, se hallaba en una esquina de la habitación con un hermoso mosquitero extendiéndose encima suyo. A paso cauteloso se acercó hasta la cuna, en donde con lentitud depositó a su pequeño, lo abrigó y protegió con sus peluches favoritos a cada lado de su cabecita y cuerpecito.
—Descansa, mi niño. —susurró el mayor antes de alejarse de la cuna y salir de la habitación.
En cuanto pudo abandonar aquel meloso y feliz ambiente que su cachorro siempre portaba, una vez fuera, pudo suspirar cansado, estirándose lo que podía por el cansancio corporal que últimamente sentía, y era por ello que su pareja se dedicaba a hacer los recorridos matutinos mientras él velaba por su cachorro en la cueva. Por supuesto que estaría cansado, más si se levantaba en las noches a atender a su pequeño y tenía que asegurarse que la manada de lobos estuviese bien y completa al anochecer.
Era razonable que justo ahora deseara por lo menos recostarse en la cama y descansar.
Y esos fueron sus planes, sin embargo no perdieron llevarse por completo a cabo cuando una vez tirado en su cama, boca abajo, sintió unos besos en su cuello y su nuca, unos que comenzaron a volverse lamidas y después succiones; las grandes manos de su pareja se destinaron hasta sus caderas, donde con cuidado lo giró para que quedase boca arriba. Jamás se cansaría de decir que los ojos marrones de Namjoon eran hermosos, y a pesar de su color opaco natural, él los veía brillar, los veía iluminarse y entonces podía detallar cada parte de su iris y después mirar su pupila, aquella en donde él se reflejaba con hermosura y orgullo. Pronto se los perdió en cuanto su cabeza fue a parar a su cuello, siguiendo con su labor inicial de besar su cuello y marcarlo con chupetones que cuando los viera después estaba seguro sonreiría con malicia y un rubor aparecería en sus mejillas.
—Te he extrañado, bebé. —hablo Namjoon entre beso y beso que dejaba en su cuello.
Seokjin sonrió extasiado, disfrutando del cariño que ahora sentía y poniéndose duro cuando dejaba marcas cerca de su mordida, que relucía en un tono rosita, tan sano como debía ser, tan renovada como debía estar. Sus dedos se enredaron en la cabellera del menor, aquella que portaba un hermoso mullet bien cuidado.
—¿De verdad? —cuestionó con una sonrisa lasciva, jadeando cuando los labios de Namjoon acabaron en su marca de unión.
No obtuvo mejor respuesta que lamidas en la extensión de la misma, estando más que satisfecho con ser atendido de aquella forma.
Y ahora también entendía el porqué Namjoon era su pareja, el porqué estarían a nada de casarse en la aldea cercana a su territorio, sobre todo, el porqué lo amaba.
Lo que Kim Namjoon era capaz de otorgarle con acciones o palabras lo agradecía, pues el regalo más precioso que el menor fue capaz de otorgarle había sido el cachorro que ahora dormía pacíficamente en otra habitación, aquel pequeño ser era una prueba del cariño, amor y deseo que se tenían mutuamente, era el resultado de una noche donde se otorgaron todo, donde se probaron hasta el cansancio y conocieron lo sublime y pecaminosos que podían ser bajo la fachada de ángeles, el como se deseaban nunca se fue, pues justo ahora sus acciones se encaminaban al fin de volverse a unir.
Y no había problema, pues su lobo estaba satisfecho con su actual cachorro, su fertilidad ahora no era su prioridad sino el velar por el que ya tenían.
Los besos que iniciaron en su cuello, acabaron en su pene erecto, donde justo ahora Namjoon le estaba torturando con lamer y succionar la punta de su sensible miembro; se retorcía en la cama necesitando de más, deseando más del alfa, queriendo que lo complaciera; sin embargo, justo cuando estaba a punto de demandarlo, lo consiguió sin rechistar, amando lo caliente que la boca de su pareja era, lo bien que subía y bajaba la cabeza al compás de su lasciva conciencia, con el único propósito de provocarlo pero no satisfacerlo del todo.
Claro, hasta que el mismo alfa estuviese deseando más.
—Pídelo. —demandó Namjoon una vez sacó el pene del Omega de su boca, guiando su boca hasta los muslos del mismo.
El Omega gimió y apretó sus manos alrededor de las suaves sábanas, las cuales con el pasar del rato se volvían más cálidas, impregnándose en el proceso de ambos lascivos aromas.
Sintió una mordida suave en el interior de su muslo, cerca de su entrada lubricada y necesitada.
—Alfa... —inició apenas en un susurro, queriendo controlar sus emociones correctamente para poder hablar como era debido— dámelo todo. —culminó hablando fuerte y claro cuando pudo recuperar su voz.
El alfa, complacido con eso, sonrió con sorna antes de dejar un último beso en el muslo de su Omega y subir hasta estar frente a frente, donde sin más palabras, sin más tapujos ni dejar lugar a dudas, lo besó del mismo modo que comenzó a penetrarlo, extasiado de su cálido interior y la estrechez que a pesar de las veces que lo hiciesen como insaciables, siempre se mantenía así, siempre lo apretaba y lo llevaba a la gloria. En cuanto sus testículos tocaron las nalgas del Omega fue el momento clave donde, a pesar de las lágrimas que se acumularon en las comisuras de sus ojos, enfocó a duras penas a su alfa, complacido por poder apreciar lo mucho de lo que su pareja amaba la forma en que lo apretaba, las expresiones faciales denotando el placer que él mismo provocaba. Y se sintió orgulloso.
En cuanto el alfa salió y empujó en su interior, Namjoon bajó su mirada hasta topar con los orbes grises de su pareja, amando el como estos brillaban, deseosos de él.
El marrón y el gris encontrándose, la oscuridad y la luz combatiendo, el deseo ferviente en cada par, pero por sobre lo demás, destacaba el incomparable amor que se tenían.
Entre el deseo lascivo en sus sistemas, entre cada sensual movimiento del alfa y cada gemido audaz que salía de los sensuales labios del omega, se entregaron con el fervor y el amor que se tenían, se probaron como la primera vez, con deseo, con pasión, con amor y...
Por cada movimiento pélvico del alfa, el omega no se procuraba en acallar su placer, al contrario, gozó de cada embestida que estiraba su agujero, aferrándose a la fuerte y amplia espalda de su pareja, enrollando con sus piernas el costado del mismo. Y ante el cosquilleo en su estómago, la forma en la que sus vellos se encresparon y sus dedos se encogieron, alcanzó el punto máximo de placer, liberándose entre ambos cuerpos y gimiendo en alto del nombre de su alfa. Ante la forma sublime que el agujero de su omega se apretaba en torno a su pene, no tardó en conseguir también su propia liberación en el cálido interior de su pareja, volviendo a morderlo en el proceso, renovando una vez más la marca; el Omega volvió a gemir complacido con la mordida otorgada en su marca, feliz, contento y pleno de haber sido reclamado de nueva cuenta.
Y como si fuese la última vez, se amaron.
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❝A veces no sientes atracción física hacia alguien,
sino sentimental,
te enamoras de su alma
y eso es algo totalmente hermoso.❞
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¡Hola! Sinceramente estuve a punto de arrepentirme de escribir un lemon por aquí pero no me contuve, así que lo continué y así quedó. Estoy muy orgullosa de cómo ha quedado, creo que cada vez mejoro con esto de escribir buen smut. ¿O ustedes qué dicen?
Como siempre, ¿tienen alguna duda? ¿Alguna sugerencia? ¿Algo que quisieran ver más adelante? Ustedes díganme, con confianza. 😊💕
Y bien, ¿qué tal están? ¿Cómo ha ido lo que lleva éste año? ¿Todo bien con la familia? ¿Todo bien con su crush? Cuéntenle todo a big mama. ;)
Les deseo un hermoso día, tarde o noche, sea cual sea el horario en el que estén leyendo esto.
Se despide su autora.
YoungMi17ⓒ.
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