2.
W H I T E W O L F.
CAPÍTULO 2.
N A D A Q U E N O S E P A.
Los días pasaron como las mismas estaciones, estando ahora acabando invierno, el ambiente que se plantaba fuera de su cueva era agradable.
Sus ropas diseñadas por los aldeanos de un pueblo alejado de su bosque, se arrastraban por la tierra, de donde poco a poco plantas se levantaban, dispuestas a dar la bienvenida a la primavera. Jin sonrió con melancolía, acariciando un pequeño diente de león que yacía firmemente aferrado a la tierra; signo de su fortaleza, de su decisión por continuar batallando ante el clima no tan apto para su salida. Entonces encaró al pequeño espacio destinado a nada más que a los difuntos, donde por ahora yacía aquel lobo que tuvieron que proteger apenas llegaron a su actual hogar; la pequeña cruz hecha con flores que poco a poco se marchitaban, reposaba en el suelo, justo donde había sido dejando el cuerpo bajo tierra, siendo ahora un alimento para la naturaleza.
Suspirando, se dispuso a continuar con su camino, deteniéndose en la que era la entrada a su hogar, donde las enredaderas no eran tan hostigosas, sino más sueltas, más separadas que fácilmente se captaba el bosque abriéndose paso más allá; una vez ahí, sin prisas, se desvistió poco a poco, dejando cuidadosamente su vestimenta a un lado de la entrada, una vez desnudo, se transformó. Sus huesos tronaron, acomodándose en su sitio para su nueva forma, sus músculos se tensaron ante el dolor que aquello provocaba, soltando un bufido inconforme.
Una vez el dolor cesó en su totalidad, abrió los ojos, éstos brillaron en un hermoso azul zafiro que no hacía más que cautivar a quienes lo mirasen de aquella forma; recorrió con cautela lo que sus ojos alcanzasen, pasando por toda la tierra que se extendía a su alrededor, siendo que poco a poco paseaba su mirar hasta las copas de los árboles, de donde por el momento no captaba nada, más que algunas avecillas que inmigraban.
Pasando por alto a los demás animales de su bosque, sus pesadas patas emprendieron su camino matutino, aquel que era en las sombras, más ahora pues el invierno estaba a nada de acabarse y aquello no beneficiaba para su albino pelaje; el invierno era su mejor amigo, pero ahora que no había debía a acostumbrarse a tomar más sigilo y hasta un nuevo camino para su patrullaje diario.
Su pelaje rebotaba entre cada paso.
Se detuvo en el primer punto: un acantilado. Desde aquel lugar no veía nada más que el mar desde lo alto, rodeado de algunos árboles y mucho más abajo una playa se abría paso, o bueno, al menos lo que quedaba de ella debido a las visitas de los humanos en sus épocas de cacería antes del invierno. Y por supuesto que Seokjin estaba al tanto de las mismas, y agradecía enormemente que aquellas personas viniesen desde pueblos lejanos o ciudades lejanas, pues ni quería pensar en qué pasaría si un pueblo, por mínimo, se asentase a las faldas de su territorio. No, prefería ahorrarse el calvario que seguramente aquello sería.
No viendo nada fuera de lo normal, giró sobre sí para continuar con su recorrido, entre cada paso teniendo sus sentidos alerta por cualquier cosa, si bien estaba segurísimo que no habrían osos o algún otro mortífero animal cerca, sin embargo nunca se sabía con los más pequeños, aquellos que se arrastraban o de aquellos que colgaban de ramas entre una hermosa y enorme telaraña; aquellos seres que sin saberlo podían visitarte y de un momento a otro tenerte como su cena. Aparte, no faltaban humanos, jóvenes más que nada, que se adentraban al bosque por mera curiosidad, aquellos que deseaba demostrar valentía y terminaban por jamás regresar ante cada criatura que se encontrasen aquí.
Porque Seokjin también sabía que no sólo los licántropos habitaban éstas tierras. Él sabía que incluso sus enemigos, por ley, podían visitarlos, aquellos pálidos y fríos seres con escalofriantes ojos rojos, con sus amenazantes colmillos y su apetito por la sangre; como también seres alados que se desintegraban en cenizas, o aquellos seres mágicos con alas que aparentaban esperanza pero muy al contrario, de aquello se alimentaban.
Otras criaturas mitológicas habitaban el planeta tierra.
Inclusive, en aquellas cuevas de montaña, solían recibir seres alados enormes, aquellos con fuertes y potentes escamas; siendo apodados vulgarmente como dragones.
Llegó a su segundo punto: la pradera. Aquel lugar peligroso, pues la amplitud que ahí se alcanzaba era sorprendente, a un grado tal que tenías que ir buen preparado, pues ahí solían perecer más animales por descuidos atroces. Aquel campo abierto donde en temporada de caza nadie se asomaba, sin embargo quien lo hiciese, inmediatamente perecía por un mundano ataque.
Olfateó el ambiente, pues era lo que más hacía allí, lamentablemente Seokjin no podía pasar pues aunque la temporada de caza había acabado hace un mes, de todos modos debía de tener muchísimo cuidado, mucho más teniendo en cuenta la integridad de su primogénito en su interior. Pero no captó nada fuera de lo normal, otros animales sí que estaban ahí, comiendo de lo que podían y a como podían, pero él no iba a arriesgar.
Aparte, tampoco podía pasar pues era consciente que del otro extremo otra manada residía, una que tenía antigüedad y no podía pelear contra ello, aparte no lo deseaba, no quería pleitos.
Una vez se aseguró que todo estuviese en orden, se encaminó al tercer y último punto: su terreno baldío. Aquel que pertenecía a su territorio y el único que había en el bosque. Ahí sí que pudo andar más tranquilamente, encaminándose para ir y marcar sus puntos claves, uno el cráneo de un venado, pues éste siempre lo usaba como marca, como una para definir su territorio. Y afortunadamente continuaba ahí, intacta y aún con su aroma, pues la había renovado desde hace una semana; y su lobo estaba orgulloso de ello.
Estornudó por mero capricho.
Regresó por donde había venido, siendo que ahora el sol ya estaba en su auge máximo de brillo y calor, señal de que su recorrido matutino había culminado ya. Así que con paso tranquilo, pues últimamente se cansaba con más rapidez, regresó a su hogar, aquel donde su pareja ya le esperaba con el desayuno como siempre acostumbraba.
En el trayecto devuelta a su hogar, sintió un repentino movimiento en su vientre, uno que le dolió hasta una de sus costillas, su pequeño cachorrito se había movido. Soltó un alarido de felicidad, muy a pesar del dolor, movió su cola de un lado a otro, feliz por la energía que desde ya su cachorro traía consigo. En cuanto el dolor cesó, continuó su andar, siendo ahora mucho más tranquilo por si volvía a pasar aunque sea una ligera patadita.
Que afortunadamente no sucedió más, pues yacía ahora frente a la cueva, con sus prendas en su gran hocico. Procedió a transformarse con cuidado y con lentitud, pues no quería incomodar a su cachorro, ni mucho menos lastimarlo, por cual una vez estuvo como humano de nueva cuenta, acarició su descubierto vientre abultado, que para haber sido ya de unos 3 meces, sí que era notorio; y estaba bien, era signo de lo fuerte que seguramente sería su cachorro, aparte de lo grande y había veces que el tamaño del vientre determinaba su posición en la jerarquía, pero Seokjin estaba seguro de algo, él amaría a su cachorro o cachorra fuese lo que fuese.
Porque él esperaba a su primogénito con tanto esmero que tratar de cambiar las cosas era como negarse a sus decisiones, por lo cual lo único que deseaba hacer era amarlo, consentirlo, mimarlo y demostrarle el mundo.
Deseaba enseñarle y dejarle vivir.
—Hola hyung. —saludaron a sus espaldas.
El mayor sonrió cansado, sin embargo no se molestó para nada en devolverle el saludo a su, ahora, pareja.
Giró sobre sí, encarando al padre de su cachorro, a aquel hombre que le había dado un pedacito de cielo y le había otorgado el paraíso con su simple presencia, a aquel hombre que sonreía con sus ilegales hoyuelos, a aquel hombre que poseía un aura, experiencia y carisma tales que inclusive él, siendo el mayor, admiraba; pasó sus brazos por sobre la cabeza del más alto, rodeando el cuello de Namjoon y enredando sus dedos en la nuca del mismo, acariciando el mullet que el menor se estaba dejando crecer. Y cuánto lo amaba. Volvió a sonreírle y procedió a besar sus labios, en un beso que no fue más que un toque, no hubo movimiento ni nada similar, sólo fue eso, un toque.
—¿Todo en orden, mi Luna? —cuestionó el menor, mirando con su sonrisa cálida al más bajo.
Seokjin asintió suavemente con una sonrisa, a Namjoon eso le bastó para tranquilizarse y volver a besarlo, ahora llevando una de sus grandes manos al vientre del mayor, pues era su rutina: saludar a su pareja y después a su bebé, asegurándose así que ambos estén bien. El lazo que los unía como uno sólo se estiró, regocijándose ante las emociones tan cálidas que ambas partes transmitían.
—Qué bueno —dijo Namjoon, guiando sus besos al cuello del mayor, donde lamió y mordió levemente, igualmente regocijándose al apreciar la rosada marca que Seokjin poseía con orgullo en su cuello, una que era bien tratada y cuidada; poco a poco descendió, pasando por los pechos sensibles del mayor, donde no se detuvo a provocarlo, terminó en el vientre que portaba a su cachorro, le sonrió al mismo—. ¿Y tú? ¿Le diste problemas a papi? —cuestionó en un tono tanto juguetón como infantil, que no hizo más que cautivar a Seokjin.
—Está bien, se movió un poco pero fue normal, cuando me transformo ellos también se acomodan y de alguna manera crecen. —aclaró Seokjin, tranquilizando a su pareja.
Y era razonable, después de todo su embarazo duraría un intermedio entre la de un lobo y la de un humano, aproximadamente de 5 meces.
Namjoon sólo sonrió y le dio un pequeño beso al vientre descubierto de su pareja, para después enderezarse nuevamente y encarar al mayor, otorgándole ésta vez una sonrisa más amplia, haciendo relucir sus dientes y profundizando sus adorables hoyuelos.
—Vamos hyung, el desayuno ya está servido. —informó Namjoon tomando la mano del mayor y sin esperar respuesta, encaminándolos a ambos hasta el lugar que habían asignado como su cocina y comedor.
Y a pesar de que Seokjin todavía no estuviese vestido sí quiera con ropa interior, se dejó guiar por Namjoon. Pasaron por uno de los pasillos a la izquierda, uno que daba a un centro circular, uno que conectaba varios pasillos a la vez como una especie de laberinto; aquel centro era su sala de estar, donde rocas forradas con plantas formaban los sillones, éstos rodeaban una mesita hecha con más roca, las paredes adornadas con pinturas que o Namjoon o él compraban, inclusive intercambiaban, en el pueblo más cercano que tenían de su territorio, uno en donde pisaban más que nada como humanos para pasar desapercibidos. Tomaron el pasillo que estaba a la derecha de un cuadro que los retrataba a ambos como una feliz pareja, que el pintor captó muy bien sus sonrisas y cada detalle, incluso, sus peculiares ojos, que brillaban emocionados y hacían relucir su fantasioso color, distinguiéndose del de los humanos habitantes en aquel pueblo, pues todos ahí eran marrones y otros negros, pero ellos no, Seokjin brillaba con sus ojos amarillos y Namjoon por sus característicos verdes. Dejando de lado que en aquel pasillo todavía destacaba el frío, a falta de antorchas, llegaron finalmente a su comedor y cocina, donde una mesa y sillas de madera estaban acomodados frente a una barra de más piedra, que funcionaba como un divisor entre su comedor y su cocina; del otro lado de aquella barra se encontraba todo lo necesario para su cocina, un refrigerador, una estufa y unas alacenas hechas de madera.
A pesar de la evidente falta de tecnología que poseían, para Seokjin era perfecto, estaba bien así, era cálido y acogedor sin exagerar, sin amontonar y sobre todo, sólo para ellos y su pequeña manada.
Y mientras su manada fuese feliz, él también lo sería.
Y estaba bien.
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❝Las lágrimas son fáciles de aguantar,
hasta que alguien te abraza.❞
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¡Hola! Aquí otra actualización un poco atrasada.
Y tengo unas dudas, ¿les está gustando ésta historia? ¿Tienen ustedes alguna pregunta de la historia? ¿Qué opinan de cómo va White Wolf? ¿Fue buena idea subirla? ¿Qué tal su día? ¿Todo bien con la vida y la familia?
Ahora sí, de verdad espero contesten, ando insegura últimamente porque... no sé, me agarro la inseguridad.
.—.
Espero estén teniendo un hermoso día, y esperen actualización pronto de Immortal Centuries, que se nos viene otro integrante a la familia.
Y gracias a ARMY_KAWAII987, por animarme y apoyarme un poquito con sus palabras cuando me desahogué gacho en mi tablero; éste capítulo es por y para ti. 🌹💖
Dejo esto y me retiro lentamente.
Les deseo un hermoso día, tarde o noche, sea cual sea el horario en el que estén leyendo esto.
Se despide su autora.
YoungMi17ⓒ.
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