Capítulo 8:
El cielo estrellado consiguió calmarme. La luz de la fiesta no era suficiente para ocultarlas. Desde el exterior vi como una a una, Nathaniel iba invitando a bailar a las seleccionadas. Yo, por mi parte, me había asegurado de que el mousse me durara lo máximo posible pero después de varios minutos rebañando los inexistentes restos. Finalmente me vi obligada a entrar a aprovisionarme de nuevo. Andaba buscando alguna mesa con postres cuando Nathaniel terminó de bailar. Miró a su alrededor y en cuanto sus ojos se cruzaron con los míos, sonrío decidido. Se acercó a mí y no pude apartar la mirada de la suya.
- Lady Calíope, ¿me concederíais el honor de bailar conmigo?
- El honor es todo mío - contesté respondiendo a su reverencia.
Me tendió su mano y la cogí con algo de dudas. Me dejé guiar hasta la pista y traté de no cagarla con el baile. Estaba concentrada contando los pasos y vigilando para no pisarle cuando noté que se reía.
- No me distraigas - le regañé.
- No tienes que concentrarte tanto. Déjate llevar - me dijo antes de hacerme girar.
- No se bailar. No así.
- Confía en mí. Estás demasiado tensa. Solo... relájate.
La mano que tenía colocada en mi espalda me aferró hacia él con más fuerza y traté de respirar hondo y relajarme pero mi corazón latía desbocado.
- Voy a levantarte - dijo sin previo aviso.
- ¿Qué? ¡No, no, no! - mascullé.
Colocó ambas manos en mis caderas y me alzó ligeramente del suelo haciéndonos girar a ambos. Traté de aferrarme a sus brazos y aunque fueron unos segundos, en cuanto mis pies volvieron a tocar el suelo me aferré a él como si mi vida delendiera de ello. Su risa sonó mucho más grave debido a que tenía la cabeza apoyada en su pecho, pero también pude escuchar su corazón latir al ritmo de la música. Noté que su mano abandonaba mi espalda unos segundos y le aferré con más fuerza.
- No me sueltes - le pedí.
- Tranquila. No iba a dejarte caer.
Me separé ligeramente y le fulminé con la mirada.
- No vuelvas a hacer eso. Creía que me daría un infarto - le regañé.
- Deja que me divierta un poco. Llevo toda la noche deseando bailar contigo.
- No puedo decir lo mismo.
- Sé que la sinceridad es parte de nuestro trato pero tampoco hace falta que lo utilices para darme estas puñaladas - bromeó.
- Prefiero volver a tomar el aire con algo dulce en la mano. Ya he dicho que odio ser el centro de atención y que no soy muy fanática de las fiestas.
- ¿Entonces no es por mí? Es un alivio.
- ¿Y por qué tantas ganas de bailar conmigo? ¿Es que soy la única a la que puedes torturar con total confianza?
- Vaya. Me has pillado - dijo tratando de ocultar su sonrisa.
- ¿Esta canción no termina nunca? Juraría que no debería ser tan larga - me quejé.
- A ti solo te toca un baile. Yo tengo que bailar con todas las seleccionadas y luego hacer un baile de cierre con mis padres y una seleccionada que elija.
- ¿Y has pensado ya a quien vas a elegir?
- No depende de mí.
- ¿Ah no?
- Tu misma ya dedujiste que esta competición no es todo lo "limpia" que debería ser. Es mi padre quien toma la mayor parte de decisiones.
- ¿Y a quién ha elegido?
- A Velvet Reed.
- ¿La pelirroja despampanante?
- La misma.
- Imagino que es tu principal pretendienta.
- Imaginas bien.
- Como amiga te deseo suerte con la larga noche que le esperan a tus pies.
- Te aseguro que ahora mismo agradecería sentarme un rato.
- Para el próximo baile prueba a hacerlo con tacones.
- Voy a tener que rechazar la oferta, pero muchas gracias por el baile.
- ¿Es que podía negarme?
- Podrías. Pero no se si sería conveniente.
- Una pena.
La música terminó y ambos realizamos una reverencia antes de separarnos. Me dio la sensación de que ninguno quería apartar la mirada del otro pero finalmente fue inevitable. Me alejé a un rincón y decidí salir a tomar el aire de nuevo al notar la creciente sensación de agobio en el pecho. Solo llevaba un día y me parecían semanas. En unas horas había hecho más cosas de las que recordaba haber hecho lo que llevaba de año. Sabía que sería complicado incluso si solo aguantaba una fase pero Nathaniel parecía de los que cumplían su palabra y había asegurado que me mantendría el máximo tiempo posible. Sería agradable si no fuera por la presión que aquello me suponía. Era probable que la vida de mi padre dependiera de aquello y no estaba dispuesta a darme por vencida. Me sentía culpable por querer abandonar. El palacio era precioso. Los jardines increíbles. La comida exquisita. Mis damas de compañía encantadoras. Y para colmo de todos los males el príncipe Nathaniel había resultado ser simplemente perfecto. Había imaginado que sería más fácil si el príncipe hubiese sido un capullo o si la situación hubiese resultado como esperaba: ser invisible. Ahora tenía que aguantar lo máximo posible, aprender a ganarme a la prensa y aprender a comportarme en situaciones sociales a las que no deseaba asistir. Y aunque todo eso era por mi padre y debería resultarme sencillo, ahí estaba yo. Agotada por un solo día notando el peso en mis hombros y en mi pecho. No fui consciente de que lloraba hasta que la visión se torno borrosa. Noté que me faltaba el aire y traté de respirar pero aquella presión me oprimía el pecho con fuerza. Me dejé caer de rodillas al suelo y me incliné apoyando ambas manos en el suelo y concentrando la mirada en un punto del mármol. Las lágrimas comenzaron a caer sobre la piedra y no conseguí detenerlas.
- Lady Calíope - me llamó alguien.
Traté de recuperar la compostura pero no podía respirar. La persona que me había encontrado se acercó y se acuclilló a mi lado.
- Ey, respira hondo - me dijo.
Entonces reconocí su voz. Era el príncipe Jaime.
- No... no puedo - farfullé.
- Respira solo por la nariz - me ordenó.
Cerré los labios con fuerza y trate de respirar únicamente por la nariz pero mi respiración estaba demasiado acelerada.
- Deja que el aire entre por completo en los pulmones. Luego trata de soltarlo lo más lentamente que puedas.
Seguí sus indicaciones lo mejor que pude pero realmente me resultaba de lo más difícil concentrarme en nada.
- Solo estamos tu y yo. Puedes tomarte el tiempo que necesites. Escucha solo mi voz. Y respira hondo.
Tenía una voz dulce, igual que su hermano, aunque la suya resultaba mucho más juvenil y menos seria. Finalmente fui capaz de recuperar el control sobre mi respiración aunque no me moví ni un solo centímetro. Entonces me di cuenta de que el príncipe me había encontrado en mitad de un ataque de ansiedad y ahora acariciaba mi espalda tratando de darme apoyo. Me mordí la lengua tratando de contener la vergüenza. El maquillaje, por reducido que fuese, seguramente había quedado destrozado. Debía tener unas pintas terribles y desde luego no estaba dando muy buena imágen. Me sequé los restos de lágrimas rápidamente y traté de levantarme.
- Con calma. No vayas a marearte - dijo sujetándome con fuerza.
- Lo lamento muchísimo, su alteza. Yo... no sé... lo lamento - balbuceé sin poder levantar la vista del suelo.
- No te disculpes. Es un placer ayudar.
- Muchísimas gracias, su alteza. Gracias por la ayuda. Lamento las molestias - me apresuré a decir.
- Por favor, respira. Entre tu y yo, no soy muy dado a las formalidades. Así que deja de preocuparte. ¿Por qué no nos sentamos un momento hasta que estés tranquila del todo?
Asentí aún aturdida y le seguí hasta un banco cercano.
- Lo cierto es que cuando no te he visto pensaba que te habías conseguido escabullir. Lo único en lo que pensaba es que nadie se salta este peñazo de fiestas sin mí - se rió.
Aquello me sacó una sonrisa.
- Venga, eso es. Así mejor. ¿Todo lo que tengo que hacer es hablar mal del evento? Eso esta tirado.
Alcé la mirada para observarle por primera vez desde que se había acercado a mí. Tenía una sonrisa pícara en los labios y estaba bastante más despeinado que al inicio de la noche.
- Me alegro por fin de tener una compañera con la que huir. Me ha tocado bailar con un monton de chicas. ¡Incluso me ha pedido bailar una señora tan mayor que me preocupba que se le partiera la cadera!
- Tienes que admitir que al menos la comida está bien - bromeé.
Estalló en una sonora carcajada y a diferencia de su hermano no se molestó en ocultar su diversión
- No sabes lo feliz que me hace tener por fin alguien que me entienda. ¿Esta era tu primera fiesta?
Asentí.
- Pues creemé. No mejoran con el tiempo.
- Gracias por los ánimos.
- Lo único mejor que la comida es la bebida. Ayuda bastante a sobrellevarlo. Aunque creo que eso tú ya lo has descubierto.
- Solo me bebí una copita de nada - reproché.
- De un solo trago - se rió -. Eso no es nada apropido en una dama pero déjame decirte que es una cualidad admirable.
Ambos comenzamos a reír y cuando paré, suspiré con fuerza notando como todo el peso que había sentido desaparecía.
- De verdad, muchas gracias.
- No hay por qué darlas. Si necesitas hablar...
- Solo me he agobiado un poco con tanta gente. No es nada - mentí.
- Puedo acompañarte a tu habitación. Decir que estas indispuesta. Nadie preguntara.
- ¿En serio? ¿Nadie preguntara por qué el príncipe acompaña a una de las pretendientes de su hermano a sus aposentos?
- Visto así seguramente seamos portada mañana.
De nuevo ambos reímos.
- Puedo decir que coincidimos y como soy todo un caballero no podía dejar a una posible futira cuñada en la estacada.
- Aunque lo único que quieres es una excusa para desaparecer.
- Precisamente. Ojala mi hermano se casara contigo. Demasiado bueno para ser verdad.
- Siempre puedo conquistarte a ti. ¿Tu hermana me queda un poco pequeña no?
- Creo que conozco a un par de miembros de la corte interesados en una concubina.
- Si no quisiera irme ahora mismo seguramente es una oferta que debería plantearme.
- Antes he dicho que no mejora la cosa con el tiempo, pero con lo que si mejora es con la compañía. Intenta encontrar alguien con quien pasar el tiempo y se te hará todo más ameno. O al menos a mí me funciona.
Asentí meditando sobre aquello. Tal vez tuviera razón. Tal vez solo necesitara hacer alguna amiga. ¿Pero quién? Luna y Denia no podían estar conmigo siempre y las demás seleccionadas supuestamente eran la competencia.
- Espero poder contar contigo en eso - bromeé.
- Será todo un placer.
- Ahora que somos amigos... ¿qué tan mal me ha quedado la cara?
- Pues como amigo debo decir que estás guapa como sea. Pero también que será mejor que nadie te vea así.
- Tomo nota - dije entre risas.
- Y si robo una botella de champán de camino a la salida y nos la tomamos de camino a tu cuarto.
- Mejor que sean dos. Con una botella no tenemos ni para empezar.
- Esta es mi chica.
Nos pusimos en pie y nos escabullismos por detrás de todos. Jaime se las apañó para mangar dos botellas y yo las llevé medio escondidas entre el vuelo del vestido mientras el me cubría de las miradas. Todo marchaba a la perfección pero mientras abríamos la puerta Nathaniel nos detectó y dejando tirada a una seleccionada que no reconocí, se acercó a nosotros.
- ¿A dónde váis? - preguntó algo preocupado.
- Lady Calíope se encuentra algo indispuesta y pensaba acompañarla a su habitación. Sé que te gusta, Nath, así que como tú tienes deberes que cumplir yo me encargo.
- No hagas ninguna de las tuyas - le amenazó con el dedo.
- Es una de tus seleccionadas. No soy tan mal hermano - reprochó.
- Eso espero.
- Deberías preocuprte más por la escenita que has montado. Te están grabando y has dejado tirada a una chica. Eso está feo.
Nathaniel pareció caer entonces en la cuenta.
- Si me disculpáis - dijo dándose la vuelta para volver a la pista de baila.
En cuanto cerramos la puerta nos miramos unos segundos antes de comenzar a reír.
- Ha dejado tirada a la pobre chica - me reí.
- La prensa se va a poner las botas.
- Ya no seremos portada mañana. Misión completada con éxito - dije sacando ambas botellas y tendiéndole una.
- Brindemos por el inicio de la más bella amistad.
Chocamos las botellas y comenzamos a beber mientras caminábamos hacia los dormitorios.
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