Capítulo 5:

- Veo que has hecho caso a mi recomendación.
- Empiezo a plantearme si tal vez fue solo para tenerme localizada - bromeé.
- Puede ser - contestó con una leve sonrisa.
Debido al calor, se había quitado la chaqueta y llevaba la camisa remangada hasta los codos. No pude evitar pensar que debido a como se le pegaba ligeramente la tela a la piel por la humedad, tenía unos brazos que harían enloquecer a cualquiera.
- Tengo una sorpresa para ti.
Ladeé la cabeza curiosa.
- Aunque deberás esperar a la gala de esta noche.
- No soy una entusiasta de las sorpresas.
- Esta te gustará. Creemé.
- Difícil de creer si no me conoces.
- Cierto - aceptó un poco a regañadientes -, pero en esto no creo que falle.
Sonreí algo escéptica.
- ¿En que consiste exactamente el evento de esta noche? - pregunté.
Continué la marcha para poder terminar de ver el jardín.
- Es una gala a modo de bienvenida. Se hará una breve presentación de las seleccionadas y os entrevistarán brevemente. El evento principal es el baile que se realizará en uno de los salones. Tus doncellas conocen el horario.
- Espera, espera. ¿Entrevistas?
- Para la televisión. El público querrá conocer a las candidatas.
Mi rostro fue empalideciendo a medida que una expresión de terror se apoderaba de mi mirada.
- Odio las cámaras y las fotos. Por suerte, no era una situación habitual pero había olvidado que la Selección se emite en televisión - dije entrando en pánico mientras me dejaba caer un un banco de piedra blanca y agachaba la cabeza ocultándola entra los brazos.
Nathaniel se rió.
- No tiene gracia - le regañé alzando la mirada.
- Un poco si que tiene. Es como si eres vegano y fueras a un restaurante donde solo sirven carne.
- Eso no ayuda - contesté fingiendo un mayor dramatismo.
Nathaniel rió de nuevo y una pequeña sonrisa asomo en mis labios.
- Tal vez sería un buen momento para avisarte de que creo haber visto varias cámaras por los jardines. Días con eventos especiales tienen permitido pasar el día en el castillo para buscar material para su show. Habitualmente no estarán.
- ¿Habría algún inconveniente si me quedara aquí y no quisiera salir hasta que termine el evento de esta noche?
"En tres minutos comenzará la lluvia. Por favor, abandonen el jardín por la salida más cercana." dijo una voz por megafonía.
- El mayor inconveniente sería ese - respondió Nathaniel.
- Me arriesgaré.
- Si no asistes no podrás ver la sorpresa.
Le miré y contemplé su rostro iluminado por una sonrisa. Casi me recordaba a un cachorro de golden retriever con pelo oscuro. Era realmente amable y alegre, de esas personas que gustan a todo el mundo y tienen facilidad para caer bien.
- Bueno. Espero que merezca la pena - le amenacé señalándole con el índice.
- Deberíamos salir de aquí - cambió de tema manteniendo aún su sonrisa.
Asentí y ambos nos pusimos en pie. Un revoloteo me distrajo y observé un ave azul espléndida. No era especialmente grande pero de su cola salían unas enormes plumas que caían de forma majestuosa. El cuerpo era de color dorado y parecía brillar con la luz pero la cola era de una combinación de tonos de azul a cada cual más intenso que el anterior.
- Es precioso - murmuré.
Nathaniel siguió mi mirada hacia el ave que se acicalaba las plumas en una rama cercana.
- Un silbero real. Una especie poco común dado que hace tiempo las cazaban por sus plumas.
- Un nombre apropiado.
Su cántico era realmente dulce y debido a las combinaciones del color dorado y azul, podría decirse que era la realeza de entre las aves.
- Deberíamos salir antes de que... - comenzó a decir Nathaniel.
Un ruido seco le interrumpió. Sin previo aviso comenzó a llover de forma torrencial. Rara vez había visto caer tanta agua. Solté un grito de sorpresa y noté como el vestido comenzaba a pegarse por el peso del agua. Notaba el pelo pegarse a mi cuello y algunas gotitas quedaban atrapadas en mis pestañas. Menos mal que había optado por un maquillaje ligero o mi cara ahora sería un desastre. No pude evitar reírme. Comenzó como un risilla tímida pero terminé por estallar en una sonora carcajada. Miré al techo de cristal y giré sobre mi misma aún entre risas. Noté la mano de Nathaniel apartar algunos cabellos empapados de mi rostro. Mis ojos se encontraron con los suyos y noté la intensidad de su mirada. Apartó la mano de forma brusca y su mano también abandonó mi piel. Me sentía realmente confusa con él y lo atribuí a que le acababa de conocer, aún no sabía que sucedía. Pero nunca me había sentido tan extraña en un sentido tan positivo con un desconocido.
- ¿No te parece genial? - pregunté alzando de nuevo la vista al cielo.
Respiré hondo y dejé que el olor a lluvia y tierra mojada me inundara. Amaba esa sensación tanto como amaba la lluvia.
- ¿Te gusta la lluvia? - preguntó.
- Me encanta - respondí antes de volver a reír como una niña.
Le miré a él y a su encantadora sonrisa. Me imitó y extendió las brazos hacia los lados echando la cabeza hacia atrás. Me quede embobada mirándole. El pelo negro cayendo desaliñado, la camisa blanca pegada a la piel, los músculos marcados bajo la tela traslúcida por la humedad, la suave sonrisa en los labios. Aquella imagen mejoraba la escena ya de por si mágnifica.
- Podría acostumbrarme - dijo bajando la vista de nuevo.
Se giro hacia mí y se inclinó tendiendo una mano hacia delante.
- ¿Me concedería este baile, Lady Calíope? - preguntó con tono formal.
- No sé bailar - respondí.
- Habrá que solucionar eso. Deberás asistir a muchos bailes - dijo irguiéndose pero sin apartar la mano.
Coloqué mi mano sobre la suya y dejé que me acercara a él. Colocó su pecho junto al mío y su otra mano en la parte baja de mi espalda. Me guió bajo la lluvia y en determinado momento, me apartó ligeramente para hacerme girar sobre mi misma.
- Para no saber bailar lo haces muy bien.
- Será que tengo un buen maestro - bromeé.
- Mi madre estaría orgullosa de saber que las clases de baile sirvieron para algo.
Aquel comentario me hizo reír. No me pareció especialmente gracioso pero aquella situación me hacía querer reír constantemente de pura felicidad. Nathaniel se detuvo y dejamos caer las manos aún entrelazadas. Permanecimos en aquella posición unos segundos más, puede que minutos. El tiempo parecía haberse detenido.
- Ahora tal vez sí deberíamos volver - comenté.
Nos dirigimos a una salida cercana y una vez en el exterior, casi parecía hacer fresco en comparación al interior del jardín. Un guardia se acercó malhumorado.
- No está permitido entrar al jardín durante las lluvias - nos regañó.
- Lo lamento. Nos distrajimos al buscar la salida - contestó Nathaniel.
- ¡Su alteza! - reparó el guardia con quien estaba hablando - Discúlpeme por mi osadía. No le había reconocido.
Se inclinó haciendo una reverencia.
- No es necesario. Es bueno saber que los guardias realizan su trabajo correctamente - le felicitó.
- Gracias, su majestad.
De nuevo realizó la inclinación y se marchó.
- ¿De qué sirve que te impongan normas si nadie te regaña por incumplirlas? - pregunté cuando el guardia estaba lo suficientemente lejos como para no escucharlo.
Nathaniel dejó escape una ligera risa.
- Suena a algo que diría mi hermano.
- Parece ser una persona sabia - comenté burlona.
- Puede que como parte de la realeza podamos saltarnos las normas sin que nadie diga nada, pero es una cuestión de honor y responsabilidad. Debemos dar imagen y ser ejemplo para aquellos que nos rodean y para el reino al completo.
Tenía un tono serio pero su forma de hablar dejaba claro su compromiso.
- Ahí está - oí que decía alguien.
- Perfecto. Está con una de las chicas - añadió otra voz.
Miré en su dirección y me topé con varios reporteros y cámaras aún a cierto distancia.
- Mi instinto me dice que debería huir - musité inclinándome hacia Nathaniel para que me escuchara.
- No darías muy buena imagen.
- No me importa.
- Tal vez debería. Recibir apoyo del público puede ser de ayuda.
- Ya te dije que no quiero ganar esto.
- Pueden ayudarte a llegar más lejos de lo habitual.
Habíamos comenzado a discutir en susurros pero la prensa no tardó en alcanzarnos.
- Por favor - le supliqué antes de que los reporteros se abalanzaran a hacer preguntas.
No era una petición muy explícita pero esperé que la entendiera. Puede que huir no fuera una opción pero seguramente había una forma cordial de mandarles a paseo.
- Su alteza, ¿puede hablarnos de la seleccionada a su lado? - preguntó una mujer rubia.
- Su alteza, cuéntenos cómo han acabado así - pidió otra mujer de pelo oscuro.
- Su alteza, ¿considera esto una primera cita? - se sumó un reportero de pelo negro algo canoso en los laterales.
- Señorita, ¿cree que esto la pone en cabeza en La Selección nada más empezar? - preguntó una tercera reportera con el pelo recogido en un moño.
- Sí, señorita, cuéntenos. ¿Qué cree que ha logrado captar la atención del príncipe? - preguntó la rubia que primero había intervenido.
- ¿Fue premeditado o ha surgido de forma espontánea? - preguntó el reportero.
El príncipe alzó las manos pidiendo calma y todos se callaron de forma instantánea. Yo seguía escondida tras la amplia espalda de Nathaniel y en esta ocasión agradecí ser bajita.
- Veo que tienen muchas preguntas pero este no es momento de responderlas. Sería conveniente para ambos que nos dejaran ir a cambiarnos antes de que alguno pueda enfermar.
- Solo unas preguntas rápidas, su alteza - pidió la rubia.
- Responderé a sus preguntas encantado pero deberá ser más adelante.
No parecían muy contentos y parecía que reprocharían de nuevo pero Nathaniel hice un gesto con la mano y de nuevo se detuvieron a su orden. A regañadientes aceptaron y tras una reverencia se alejaron refunfuñando.
- Gracias.
Me sonrió amablemente y me ofreció su brazo. Miré a los reporteros que a pesar de haberse alejado seguían observando.
- No me siento cómoda con esas cámaras todavía ahí - me disculpé.
- Ignoralos, ya se marcharan.
Apartó el brazo que me había ofrecido y comenzamos a caminar a una distancia prudencial de vuelta al castillo.
- Ojala yo pudiera hacerles callar con un gesto de la mano.
- Es realmente práctico.
- Has dicho que responderías a sus preguntas. ¿Vas a hacerlo?
- No diré nada si eso no te agrada.
- Preferiría que no lo hicieras pero lo entendería si te has comprometido o debes hacerlo.
- Como bien has dicho, puedo saltarme las normas sin que me digan nada.
- ¿No has dicho también que debes dar ejemplo? - le piqué.
Le oí reirse mientras me cedía el paso para entrar al palacio.
- Ya he ignorado un par de normas hoy. ¿Qué es una más?
- ¿Un par? - pregunté tratando de adivinar cual era la otra, a parte de quedarnos en el jardín cuando no debíamos.
- Puede que en realidad tuviera que estar organizando el evento de esta noche y no dando una vuelta por los jardines - comentó con aire inocente.
- Lo del jardín ha sido culpa mía pero eso es cosa tuya - bromeé.
- Ambas son culpa mía. Era consciente de forma absoluta de las consecuencias en ambos casos.
- Voy a terminar por pensar que realmente sí te gusta romper las reglas.
- Sí así fuera solo sería por ti.
Aunque la conversación había tomado un tono cómico, aquella frase la dijo muy en serio y por unos segundos sentí que se me detenía el corazón.
- Si me disculpas, debo ir a cambiarme. Ha sido un placer bailar bajo la lluvia - se despidió inclinándose de forma exagerada.
- El placer ha sido mío, su alteza - me despedí realizando una reverencia también excesiva.
Ambos sonreímos y tomamos diferentes caminos. Sentía que el corazón me iba a estallar en el pecho y borré la sonrisa boba que se había apoderado de mis labios. Regresé a mi cuarto y encontré a Luna y a Denia en el vestidor.
- ¡Estás empapada! - bramó Denia.
- Te avisé de las lluvias en el jardín. ¿No estabas con el príncipe para encontrar la salida? - preguntó Luna quitandome el vestido.
- ¿Cómo ha ido? ¿Qué te ha dicho? ¿Qué habéis hecho? - me interrogó Denia.
Sería una gran reportera.
- Creo que necesito un baño. Os puedo contar todo mientras tanto.
Denia gritó entusiasmada.
- Imagino que no es necesario pedíroslo, pero por si acaso. Lo que os cuente no se lo digáis a nadie más, por favor. No es una orden, es una petición como amiga.
No se podía decir que fuéramos amigas realmente después de solo un día pero me iba a pasar con ellas una cantidad inimaginable de tiempo y ya me habían visto desnuda por lo que podíamos hablar de cierto grado de confianza.
- Por supuesto - afirmó Luna.
- No diré ni una palabra - aseguró Denia.
Me deslicé en el agua caliente de la bañera y comencé a contarles lo ocurrido detalle por detalle.

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