Capítulo 4:

El castillo era inmenso y todas las estancias eran espaciosas y elegantes. Había salas para cada actividad que pudieras imaginar. Luna y Denia me enseñaron hasta el último rincón y me contaron pequeñas historias y cotilleos. Era agradable estar en su compañía. No era de esas personas que tienen montones de amigos, nunca lo había sido. Sin embargo, tenía facilidad para socializar y acercarme a la gente, simplemente no me interesaba la mayoría de las veces. Con el tiempo había descubierto que la gente tendía a ser o bien aburrida o bien aprovechada. En general la mayoría de cosas me aburrían y tal vez debería haber encontrado algún entretenimiento pero como ya le había dicho al príncipe, ni tenía el tiempo ni el dinero. Si no estaba trabajando, estaba con mi familia. Así de simple. Tampoco me interesaban otro tipo de actividades que envolviera relacionarme con otras personas. Prefería los animales. Había una gatita anaranjada que venía siempre por las mañanas a casa y hace unos meses tuvo una camada de gatitos preciosos. Algunos domingos por las mañanas, si no tenía nada que hacer y me habían dado el día libre, caminaba hasta un prado cerca del río. Como era una zona alejada, los caballos salvajes la utilizaban para pastar y comer. Eran criaturas hermosas y podía pasar horas observándolos. Y como esta tenía miles de historias pero ninguna envolvía amigos o conocidos, solo había animales y una hermosa naturaleza.
- Aún queda un rato hasta la comida. ¿Quieres ver algo más? - me preguntó Denia.
- Podríamos ir al jardín y descansar un rato - propuse.
- Sí, los jardines son preciosos - contestó Luna.
- ¿Podríais enseñármelos esta tarde? - pregunté.
- Sin duda. Son realmente extensos pero podemos verlos al completo - dijo Denia emocionada por la idea.
- Le encanta estar al aire libre - me explicó Luna.
- Me alegra oírlo porque yo odio los espacios cerrados y seguramente quiera escabullirme al jardín siempre que pueda.
Denia me sonrió con un brillo de felicidad en la mirada.
- El príncipe me aconsejó preguntar por las Aguas Doradas y los Jardines de Cristal.
- ¡Te van a encantar! - me aseguró Denia.
Me guiarón hacia unas puertas de cristal y el guardia que las custodiaba las abrió sin decir una sola palabra. Un camino de piedrecillas blancas se extendía entre una explanada de verde hierba. Respiré hondo el refrescante aire y noté como la tensión y los nervios abandonaban mi cuerpo. Aquello sí que era un lujo. Caminé con el sol acariciando mi piel y encontramos una zona algo alejada de las miradas curiosas de las damas de la corte.
- Este es un buen sitio - indicó Luna.
Nos sentamos las tres bajo un árbol y al cabo de un rato terminé por tumbarme. Unos pocos rayos de luz consiguieron atravesar las hojas y note la agradable caricia en la piel.
- ¿Tú tienes hermanos? - me preguntó Denia.
- No. Soy hija única - contesté.
- Yo siempre he querido una hermana mayor. Aunque supongo que con Luna tengo suficiente - bromeó.
- Yo si tengo un hermano pequeño y te puedo asegurar que es menos molesto que tú - le picó de vuelta.
No pude evitar sonreír.
- Voy a caminar un rato pero me gustaría ir sola. ¿Podéis esperarme aquí? - pregunté.
- Por supuesto. Todo lo que necesites, solo debes pedirlo - sonrió Luna.
- Gracias.
Me puse en pie y caminé sobre la arena blanca hasta llegar a una fuente. Me senté en el borde y me fijé en el guardia que vigilaba aquella zona. Estaban repartidos a lo largo de todo el castillo y sus alrededores pero este guardia en concreto me era familiar.
- ¿Aiden? - pregunté poniéndome en pie
El guardia me miró y tras unos segundos en los que debía preguntarse quién era, sonrió.
- Un placer volver a verte. Me alegro que en esta ocasión las condiciones sean más agradables - respondió.
- Debí imaginar que eras soldado. ¿Siempre ayudas a las damiselas en apuros?
Dejo escapar una pequeña risa.
- Solo los Martes - bromeó.
- Ha sido un placer volver a verte.
- Puede que nos veamos a menudo. De casualidad no serás Calíope.
- Sí, esa soy yo - dije recordando que no le había dicho mi nombre.
- Me han asignado a tu guardia. Me alegro que seas tú.
- ¿Tengo cara de Calíope? - pregunté llevándome las manos a las mejillas.
- No exactamente. Ha sido intuición y puede que algo de suerte.
- Entonces nos veremos pronto - me despedí.
- Que pase un buen día.
Hizo una ligera inclinación con la cabeza y regresé caminando lentamente hasta el árbol donde Luna y Denia se reían.
- Calíope, llegas justo a tiempo - me saludó Denia.
- La comida será en breves. Deberíamos ir yendo al comedor.
Asentí y traté de recordar el camino hasta el comedor. Cuando me equivocaba, Luna tosía ligeramente para corregirme. En la entrada un paje esperaba con una lista.
- Buen día, señorita. ¿Su nombre?
- Calíope - respondí.
- Lady Calíope Hayes - me corrigió Luna.
La sonreí agradecida. Aún se me olvidaba que debía presentarme con mi título de lady ahora que era una seleccionada.
- Asiento 28. La doncella encargada de la distribución os indicara el sitio. Se mantendrán a lo largo de la primera fase.
- Muchas gracias.
Me despedí de Luna y Denia que correspondieron con una ligera inclinación antes de marcharse. Al abrir la puerta vi que faltaban aún la mayoría de las chicas. Una doncella se acercó a mí.
- Asiento 28 - le informé.
Asintió en silencio y me guió hasta mi sitio. El comedor era bastante grande con una mesa algo elevada al fondo. Había otras 3 mesas en forma de U y por lo que pude adivinar, los sitios más cercanos a la mesa principal estarían reservados para las chicas de castas más altas. A pesar de que una de las mesas estaba de frente a la de la familia real, estaba demasiado alejada como para considerarse algo positivo. Mi posición era una de las esquinas más alejada de la mesa principal, como no.

Me senté a esperar puesto que no estaba ningún miembro de la familia real y a penas había chicas. No tardaron mucho en ir entrando las demás. A mi lado se sentó una de las chicas que había llegado en la misma limusina que yo.
- Calíope, ¿verdad? - me preguntó.
Asentí.
- Soy Diane - dijo tendiéndome la mano.
La miré varios segundos pero no se la estreché. La retiró algo incómoda y se giró para saludar a las chicas que entraban por la puerta. Sus caras me sonaban de la limusina. La siguiente chica en entrar me pareció increíblemente atractiva. Era alta, con curvas y llamaba la atención con el contrasrte entre su oscura piel y sus azules ojos. Llevaba un vestido azul oscuro que le quedaba como un guante. Me quedé aún más sorprendida cuando vi que se sentaba en la que debeía ser la posición 33. Cualquiera que la viera podría confundirle con alguna de las de castas más altas. Apenas tardamos en estar sentadas todas. El paje entró en el comedor y de reojo vi como algunas chicas se ponían en pie. Las imité. Theresa me miró algo sorprendida y me imitó.
- ¿Por qué nos ponemos en pie?
- Con ustedes su majestad el rey Michael Aureus de Liones, su majestad la reina Serenity Aureus de Liones, su alteza el príncipe Nathaniel Aureus de Liones, su alteza el príncipe Jaime Aureus de Liones y su alteza la princesa Ariana Aureus de Liones - anunció el paje.
- Deberías preguntarle a tus doncellas por las normas de cortesía - le susurré.
- Oh, gracias - contestó.
Puse los ojos en blanco. Parecía demasiado alegre e inocente. Cuando los 5 miembros de la familia real se sentaron, todas las presentes les imitamos. Varios camareros salieron con bandejas llenas de platos de comida. Un paje anunció el primer plato a medida que los iban colocando frente a nosotros. Para cuando llegó a mí, la familia real ya había empezado a comer y no tuve que esperar para probarlo. Era una crema de color claro con unas pequeñas frutas y hierbas en el centro. La probé y estaba increíble. Los siguientes platos no fueron menos y nos sirvieron agua y vino. Nunca había probado el vino y aunque en un inicio el sabor fuerte y algo amargo no me convenció, tras varios sorbos noté cierta dulzura afrutada. Esperábamos al postre cuando los cuchicheos de varias chicas cercanas llamaron mi atención. Una de ellas estaba sentada al lado mío.
- Sí, está mirando hacia aquí - susurró la chica sentada junto a Diane.
- Lleva ya un rato, ¿nos estará mirando a una de nosotras? - preguntó la chica sentada a su lado.
Miré en su dirección y mis ojos se cruzaron con los del príncipe Nathaniel. Tuve la sensación de que me miraba a mí pero dado que las dos cotorras de mi derecha opinaban lo mismo, aparté ese pensamiento y devolví la mirada a mi plato. Cuando sacaron los postres, debió haber algún problema en la cocina puesto que la mitad de las chicas tardamos en recibir el nuestro. Para cuando lo trajeron, los miembros de la familia real ya habían terminado. Solo pude saberear una cucharada de aquella mousse de chocolate. Me fijé en que retiraban los platos de la mesa principal y me vi obligada a dejar la cucharilla a un lado. La mayoría de las chicas también se detuvieron. Detuve a Diane agarrando su muñeca cuando trató de seguir comiendo.
- ¿Qué ocurre? - susurró molesta.
Hice un gesto con la cabeza señalando a la mesa principal pero no pareció entenderlo.
- No puedes seguir - susurré.
- ¿Por qué?
- Cuando ellos terminan de comer nadie puede seguir - le expliqué.
Algo sorprendida y apenada dejó la cucharilla.
- Gracias - me susurró -. Empezaba a pensar que eras un poco borde pero supongo que en el fondo eres amable.
Puse los ojos en blanco algo cansada y evité llevarme la mano a la frente desesperada. ¿Acaso no querer hacerme amiga de todo el mundo me convertía automáticamente en una borde? Sí así era tampoco tenía problema con ello pero la gente esperaba demasiada amabilidad de los demás. La familia real se puso en pie y el resto les imitamos, y en cuanto abandonaron el comedor, el resto fuimos libres de imitarles. Me escabullí antes de que nadie más quisiera hablar conmigo y en cuanto localicé a Denia y a Luna, salí de nuevo al jardín.
- Bueno, ya era hora de mi tour por el jardín. Quiero que me enseñéis todo - les pedí.
Caminamos lentamente mientras me indicaban por donde íbamos y a donde nos dirigíamos.
- Esta parte es el Jardín Principal. Es la parte más grande y rodea el castillo por completo. Si seguimos caminando llegamos hasta una guente y si tomas el camino de la izquierda está  el Paseo de las Fuentes. Hay varias zonas de descansos con distintas fuentes de agua - indicó Luna.
Vi la fuente en la que me había encontrado con Aiden.
- Si siguieramos recto llegaríamos al Lago Turquesa. Hay algunas barcas disponibles y un cenador precioso en el centro - me explicó Denia.
- Habitualmente solo está disponible para la familia real pero se puede pedir permiso para acceder solo o acompañado - añadió Luna.
- Y hay unos patos y peces muy monos nadando siempre. Y en invierno el agua se congela. Aunque entonces esta prohibido acercarse mucho. Hubo un accidente hace años y una doncella casi se ahoga después de que el hielo se resquebrajara por caminar sobre él.
- Por la salida de la izquierda del castillo, al lado del Paseo de las Fuentes, están los Laberintos Esmeraldas. Hay varios laberintos de setos, la mayoría no llegan más que a la cintura pero hay uno bastante grande en el que incluso te puedes perder. En su interior hay un jardín muy bonito en el centro.
- Dicen que la Reina conoce el camino más rápido para llegar al centro y otros dicen que en realidad hay alguna puerta o pasadizo para tomar un atajo.
- ¿Podríamos tratar de llegar al centro? - pregunté curiosa.
- Por supuesto. Nosotras nunca lo hemos intentado pero no hay problema. Puede estar allí quien deseé - respondió Luna.
- ¿Querríais intentarlo más tarde?
Luna y Denia intercambiaron miradas.
- Sí deseas verlo podemos entrar - afirmó Luna.
- Yo os pregunto si vosotras queréis - repetí.
De nuevo intercambiaron miradas.
- Nosotras querremos lo que tu quieras - insistió Denia.
Suspiré algo cansada.
- Pensadlo mientras me seguís enseñando esto - murmuré.
- Si en la fuente principal tomas el camino de la derecha, llegas a las Aguas Doradas. Es una enorme catarata cuya agua tiene un color dorado. Proviene del Reino de Árandil. En sus aguas hay unos peces llamados peces luna. Son de color blanco pero en esas aguas reflejan el dorado y solo se puede ver su verdadero color a la luz de la luna - continuó explicando Denia.
- En el lado contrario de los laberintos, si sales por la puerta de la derecha del palacio, llegas a los Jardines de Cristal. ¿Ves aquellas cúpulas? - me indicó Luna.
- Sí. ¿Y son jardines? - pregunté extrañada.
- Sí. Cada uno tiene un clima diferente que se controla con sumo cuidado y gracias a eso se pueden mantener plantas y flores exóticas. También hay algunos animales muy curiosos. Son realmente grandes y recorrerlos enteros lleva un tiempo.

- Suerte que tengo varios días por delante.
Suspiré y giré sobre mi misma mirando todas mis opciones.
- Tengo un plan. Empezando hoy, cada día veremos una parte de los jardines. Echaremos a suertes quien elige el destino. ¿Conocéis el juego de la rosa, el ratón y la serpiente?
Denia asintió emocionada pero Luna negó con la cabeza.
- Es muy sencillo. A la de tres cada una deberá elegir un animal. La serpiente se come al ratón, el ratón debora las raíces de la rosa, y la rosa corta a con sus espinas a la serpiente. Para simular cada uno hay un gesto. Al iniciar la cuenta atrás cada una debe alzar una mano con la palma extendida y al finalizar debe bajar el brazo de golpe y elegir uno de los tres gestos. El puño cerrado representa la rosa. La mano extendida con la palma hacia el suelo es la serpiente porque es como si todo el brazo fuera el cuerpo. Si cierras el puño pero dejas el dedo índice estirado, es el rató, el puño es el cuerpo y el dedo es la cola - expliqué realizando los gestos para que lo viera.
Luna asintió.
- ¿Y estás segura de que no quieres elegir tú? - me preguntó algo preocupada.
- Segura.
- Si gano yo quiero que vayamos al Laberinto de la Reina - dijo Denia dando saltitos de alegria.
- Yo querría ver las Agus Doradas. No me imagino como serán - dije golpeando la barbilla con la punta del dedo.
- Yo nunca he podido entrar a los Jardines de Cristal - añadió Luna de forma tímida.
- Bien, pues veamos a donde vamos.
Las tres alzamos ligeramente las manos y conté hasta tres. Elegí la rosa al igual que Denia y Luna eligió el ratón.
- A los Jardines de Cristal - dije señalando dramáticamente hacia las tres cúpulas.
Caminamos lentamente mientras Luna me explicaba los tres climas.
- Hay un clima frío y con nieve. Hay varios abetos y pinos que he oído que huelen de maravilla. También hay rosas de fuego. A pesar de su color azul celeste, se las llama así por el aguante que tienen al frío. También hay enredaderas de cristal. Son tan finas y fragiles que parecen echas con hielo. Otra cúpula tiene clima más suave y hay enormes árboles que alacanzan el techo de la cúpula. Hay otros también muy altos llamados eucaliptos. Tienen un olor fuerte pero es agradable. Usamos sus hojas para limpiar las vías respiratorias cuando alguien enferma y también tienen propiedades cicatrizantes. Hay algunos pájaros y he oído que también hay unos pocos ciervos. La cúpula central es la más grande y tiene un clima tropical típico del Reino de Selvaria. Es bastante húmedo pero cálido al mismo tiempo. Tienen montones de vegetación que necesita ser regada con mucha insistencia y crean lluvias artificiales. En esos momentos no se permite la entrada y para evitar ensuciarse hay que esperar un poco antes de volver a abrirla. Si esta abierta, esa sería la primerra que deberíamos visitar. Las aves de esa cúpula dicen que son muy coloridas y extravagantes. ¡Y tienen monos! Siempre he querido ver uno.
Llegamos hasta las tres cúpulas y nos acercamos a preguntar si estaba abierta la central. Las llamaban el Cristal Verde (la de Selvaria), el Cristal Azul (la de la nieve) y el Cristal Pardo (la de los árboles gigantes). Nos indicaron que estaría abierta pero que tal vez nos indicaran que debíamos salir puesto que en un rato tocaba que lloviera. Nada más entrar, una ola de calor me golpeó el rostro. Notaba la piel pegajosa debido a la humedad del aire pero tenía cierta sensación agradable. Caminamos entre cuchicheos y risas y observamos todas las aves que pudimos.
- ¡Un mono! - gritó Denia.
- No grites - le regañó Luna mirando en la dirección que apuntaba su dedo.
Un pequeño chillido de emoción se le escapo a ella también y Denia y yo no pudimos evitar reír. Nos acercamos al mono que nos miró con curiosidad. Era realmente pequeño y tenía unos enormes ojos negros que lo hacían adorable. Extendió una de sus peludas manos y realizó un gesto como si nos indicara que nos acercaramos. Las tres nos miramos y al unísono nos inclinamos hacia él. Pegó un brinco y todas gritamos sobresaltadas. Luna se quedó en el sitio y temí que se le hubiera parado el corazón. El mono se había colocado en su hombro y cogió la trenza de color castaño oscuro que colgaba en la espalda de Luna.
- Dim tiene especial interés por el pelo de las damas - dijo una voz a nuestra espalda.
Las tres nos giramos y nos topamos con el príncipe Nathaniel. Realizamos una reverencia tan coordinada que casi parecía ensayada.
- ¿Me permitirían un rato a solas con Lady Calíope? - preguntó.
Luna y Denia asintieron.
- La esperaremos en su habitación, Lady Calíope - me indicó Luna.
Hicieron otra reverencia y se marcharon. El mono descendió del hombro de Luna y se perdió entre los árboles.

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