Capítulo 25:

- Gracias por unirte a nosotros - dijo mi madre.
- Gracias por invitarme - contestó Nathaniel.
- Hemos pedido al camarero que esperase para pedir.
Observé el menú y elegí los platos un poco al azar. Estuvimos en un silencio algo incómodo hasta que el camarero vino a tomar nota. Nathaniel eligió el vino.
- Bueno, cielo. ¿Qué tal todo?
- Bien - contesté algo incómoda.
- ¿Solo bien? En tus cartas eres más expresiva - insistió mi madre.
- Pues ya sabes qué tal entonces.
- No puedes comportarte como una niña toda la cena - me regañó.
Hundí la cabeza entre las manos para ocultar mi vergüenza.
- ¿Qué tal se encuentra, señor Hayes? - interrumpió Nathaniel para cambir de tema.
- Mucho mejor, majestad. Gracias por suninterés.
- Solo Nathaniel, no hacen falta tantas formalidades.
- En ese caso no me llames señor Hayes - se rio mi padre.
Nos trajeron el vino y el primer plato.
- Esta delicioso - comentó mi madre probando su sopa.
- Es uno de los mejores chefs del reino - comentó Nathaniel -. Me gustaría decir que el mejor trabaja para nosotros en palacio.
- No sé como sigues tan delgada entonces. ¿Has estado comiendo bien?
- Mamá - gruñí a modo de queja -. Como perfectamente, gracias.
- Imagino que no pararás quieta entonces. Veo que ya te has hecho amiga de los caballos.
- Sí... supongo.
- Tiene mucha mano con los animales. Cerca de casa hay un gran prado y hay caballos salvajes por allí. Siempre se escapaba para verlos - contó mi madre.
- Casi me da un infarto el día que vi como uno le tiraba - añadió mi padre.
- Solo fue un pequeo accidente. No me hice nada - aclaré.
- Ya me dijo que eran sus animales favoritos - comentó Nathaniel.
- Es así desde pequeña. Fue porque la llevé conmigo un día que fui a cuidar a unos niños de una familia. La muy pilla se escapó y después de horas buscando la encontré hablando con los caballos.
- ¡No estaba hablando con ellos!
Nathaniel se rió com ternura.
- Pagaría por haberlo visto - dijo.
- Tú ya me has visto con caballos - le reproché.
- No tanto como me hubiese gustado - contestó con una intensa mirada.
No supe como responder y devolví la vista al plato. Se aclaró la garganta como dándose cuenta de la situación y noté como las mejillas se me sonrojaban al ver a mi madre sonreír descaradamente.
- Vimos las fotos y los vídeos que os hicieron. Tenemos recortes en casa. Sales preciosa en todas - comentó mi madre.
- Lo cierto es que son unas fotos muy bonitas - afirmó Nathaniel.
Había estado demasiado ocupada entrando en pánico por las publicaciones como para fijarme en lo bonitas o no que eran.
- Volví a ver a la familia de tu amiga el otro día. Al parecer ya han terminado las reparaciones- cambió de tema mi madre tras una larga pausa.
- ¿En serio? Seguro que eso le alegra un montón.
Nathaniel miró sin comprender aunque trató de disimularlo.
- Parte de la granja de la familia de Mika se quemó.
Con el dinero de la Selección han tratado de arreglarla.
- No tenía ni idea.
- Mika no es de las que va contando sus desgracias. Suele mostrar solo lo bueno.
- Es realmente encantadora. Y divertida. Imagino que encaja muy bien con Jaime y contigo por eso.
- Es verdad. ¿Qué tal con Jaime? Hace tiempo que no me cuentas de vuestras aventuras.
- No he estado saliendo mucho del cuarto. Aunque puedo decir que se le da fatal jugar a las cartas.
- Eso es verdad - se rio Nathaniel.
- Me alegro de que estés rodeada de tanta gente buena. Aunque te echamos mucho de menos en casa - comentó mi padre.
- Será un placer recibirles en palacio si desean venir a visitarlo.
- ¿Pueden? - pregunté mirando de golpe a Nathaniel.
- Puedo arreglarlo, sí - dijo con una de sus tiernas sonrisas.
Quise lanzarme a sus brazos y darle un abrazo pero no lo hice.
- No querría causarte problemas con tu padre - comenté recordando las palabras de mi madre.
- No te preocupes por eso.
Continuamos la cena y a medida que avanzaba la conversación, la situación se volvía menos tensa. Para cuando llegó el postre casi ni recordaba que al inicio del día estaba enfadada con Nathaniel. Cuando llegó el postre mi madre y yo pedimos una tarta de melocotón con crema y nata que estaba realmente deliciosa. Nathaniel me lanzó una sonrisa cómplice que trató de ocultar. Varios mechones de cabello negro calleron para cubrirle el rostro. Ya tenía el pelo algo largo cuando llegué a placio pero parecía que no se lo había cortado puesto que comenzaba a tener bastante melena. Lo cierto es que le daba un aire realmente atractivo. Cuando me descubrió observándole en secreto no fui capaz de apartar la mirada y me quedé embelesada con la dulce mirada de sus ojos.
- Cali - me llamó mi madre interrumpiendo mi ensoñación.
- Sí - dije girándome hacia ella de golpe.
- Te preguntaba si sabes algo ya de la siguiente fase.
- Ah, perdona. Pues... no sé si es el mejor momento para hablar de eso.
Nathaniel se hizo el inocente mientras se terminaba su tarta de fresas con chocolate.
- Luna me explicó que es bastante larga y que nos hacen comenzar algunos estudios. Aunque para eso antes tengo que pasar.
- ¿Y por qué no lo harías? - preguntó Nathaniel.
- ¿Y por qué lo haría?
Ambos conocíamos la respuesta a ambas preguntas pero también sabíamos como terminaría la conversación si respondíamos. Cambiamos de tema para evitar una discusión pero esta vez no conseguí dejar de sentir la tensión en el ambiente. Tras un largo rato hablando, mis padres se levantaron y se despidieron.
- Vosotros quedaros, no dejéis que mi salud os acorte la juerga - dijo mi padre.
Me despedí de ellos con un largo abrazo.
- Son un encanto. Me encantaría poder tener una relación así con mis padres - dijo Nathaniel cuando salieron del restaurante.
- Imagino que tengo suerte con ellos.
- No hace falta que nos quedemos si no quieres.
Miré al suelo y tardé unos largos segundos en responder.
- Preferiría volver. Si hablamos siento que acabaremos discutiendo.
- Está bien. Volvamos.
Cogió la capa colgada en la entrada y cubrió mis hombros con ella. Sus dedos se deslizaron por la piel de las brazos al descender. Le seguí hasta la limusina y volvimos en silencio. Mientras me acompañaba a mi habitación una pregunta no dejaba de rondar mi mente.
- ¿Por qué has hecho todo esto? - murmuré.
- ¿A qué te refieres?
- Fuiste a ver a mis padres. Y organizaste la cena. Además mis padres me han contado todo lo que has hecho por ellos. ¿Por qué lo has hecho?
- Sé que tus padres son importantes para ti. Pensé que si al menos no querías estar conmigo, verles te haría sentir mejor.
- Pero no tenías por qué hacer tanto.
- Habría estado dispuesto a hacer mucho más por ti.
Quería decirle que no lo hiciera. Que se detuviera. Pero de nuevo no quería discutir. ¿Por qué tenía que comportarse así? Cuando llegamos a la puerta de mi habitación me giré para despedirme pero sentía como si todo el ambiente hubiera cambiado. Sentía como Nathaniel me devoraba con la mirada, la intensidad de sus ojos. Mi corazón se agitó y comenzó a latir con fuerza. Me concentré en mi respiración para evitar que se agitara. Alzó su mano y enredó sus dedos en mi cabello. Dio un paso acortando el espacio entre nosotros y se inclinó ligeramente hacia mí. Tenía los labios entreabiertos y su aliento rozó mi piel.
- No me hagas esto - supliqué.
Fue lo único que pude hacer como respuesta. Mi cuerpo pedía volver a sus brazos, volver a su labios pero no podía, no debía.
- Lo siento. Cuando se trata de tí no puedo controlarme. Haces que pierda la cabeza.
- Será mejor que entré. Es tarde - murmuré.
Sin embargo no fui capaz de entrar. Notaba el alcohol nublarme el juicio y no sabía cuanto sería capaz de resistir.
- Sí... - murmuró el como respuesta.
Aunque conseguí que mis manos rodearan el pomo y lo giraran para abrir la puerta, no logré apartarme de él.
- ¿Sientes esto que yo siento? Necesito saberlo - me pidió.
- No lo sé. Solo me siento... confusa.
- Solo puedo soñar con besarte de nuevo pero no quiero hacerlo sin tu permiso.
- Yo... no sé... - comencé a murmurar.
- Cali - me llamó Mika desde su habitación.
Agradecí que interrumpiera lo que estaba a punto de suceder.
- Yo... Creo que yo me voy. Gracias por la velada - dijo con una ligera reverencia.
No fui capaz de responder nada. Rápidamente se dio la vuelta y se alejo.
- Creo que me he perdido algo - comentó Mika.
- Estoy empezando a pensar que yo también - contesté.
La invité a pasar para ponerla al día de todo lo que precía haber sucedido en tan pocas horas.

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