Capítulo 24:
- ¿De verdad que no puedo decir que no? - pregunté mientras terminaban de ajustarme el vestido.
- Es una cita oficial. Tienes que ir - insistió Luna.
Gruñí molesta.
- Este vestido te sienta de maravilla - comentó Denia.
El vestido era de azul muy claro y tenía un escote amplio que llegaba casi hasta el ombligo. El cinturón se ajustaba perfectamente a la cintura y tenía unos adornos plateados que brillaban con la luz. Las mangas eran tan largas que llegaban hasta el suelo y estaban completamente abiertas por dentro. Opté por un zapato plano para al menos ir cómoda.
No llevaba mucho tiempo lista cuando oí la puerta. Respiré hondo y esperé unos segundos para abrir la puerta.
- Lady Calíope - me saludó Nathaniel.
No pude responderle ni corresponder a su reverencia.
- Le aconsejo que lleve una capa. Es posible que esta tarde refresque y vamos a salir de palacio.
Denia corrió a por una capa blanca bastante sencilla y elegante. Se lo agradecí en un susurro y de nuevo miré a Nathaniel. Notaba que evitaba mirarme a los ojos y no me ofreció su brazo al salir de la habitación. Le seguí hasta la entrada principal donde un montón de cámaras nos esperaban. No vi a Aiden por ninguna parte aunque sabía que estaría cerca junto con la escolta que fuera a vigilarnos fuera. En la Selección era común que las chicas preparáramos las citas aunque Nathaniel podía pedir encargarse él. En este caso simplemente me negué a preparar nada por lo que o él hacía algo o no habría cita. Sentí cierta molestia al descubrir que no sería en palacio. Prefería tener la opción de irme en cualquier momento. Caminé entre los flashes y las cámaras con el corazón en la mano. Sentía que no podía respirar. Entré corriendo a la limusina y me senté algo alejada de Nathaniel. No intercambiamos palabra en todo el viaje. El coche se detuvo frente a un restaurante de aspecto excesivamente lujoso. No estaba segura pero debíamos estar por la zona de la casta 3. Puede que 2. Ignoré su mano cuando me la tendió para ayudarme a salir de la limusina. Dentro del restaurante no había nadie. Estaba iluminado por montones de velas y estaba ambientado con montones de figuras de marfil y hasta pequeñas fuentes en las que nadaban pececillos. Agradecí que no hubiera nadie más.
- Cali - me llamó una voz familiar a mi espalda.
- ¿Mamá? - pregunté girándome hacia ella.
Vi a mis padres vestidos con una ropa elegante que sabía que no podían permitirse. Me lancé a abrazarles y ellos me recibieron con montones de besos y caricias.
- ¿Qué hacéis aquí?
- El príncipe Nathaniel vino a invitarnos personalmente, así que no pudimos negarnos - explicó mi padre.
- ¿Estás bien? ¿Seguro que es bueno que salgas de casa?
- Estoy mejor que nunca.
- Las medicinas hacen efecto y hemos conseguido un respirador para los ataques - añadió mi madre.
- Me alegro un montón - contesté abrazándoles de nuevo.
- Muchas gracias por invitarnos alteza - dijo mi padre.
- Es un placer volver a verles. Permitidme que os acompañe a vuestra mesa.
Un camarero cogió mi capa y la de Nathaniel.
- Cariño, estás preciosa - comentó mi madre.
- Lo mismo digo. ¿De dónde has sacado el vestido? Te sienta genial.
- Fue un regalo de su alteza.
- Coincido en que os viene como anillo al dedo - respondió Nathaniel separando ligeramente la silla para que mi madre se sentara.
- Eres todo un caballero. Muchas gracias.
- ¿Solo tres platos? - preguntó mi padre mirando la mesa.
- No les acompañaré. Para que puedan disfrutar de una cena en familia.
- No seas tonto. Únete a nosotros. Es lo mínimo por hacernos este gran favor - insistió mi madre.
- No quiero molestar. Esperare en el coche - dijo mientras se alejaba hacia la puerta.
Mi madre me miró y noté enseguida lo que se traía entre manos.
- ¿Qué? - gruñí.
- Y yo que pensaba que la corte habría mejorado tus modales.
- Yo no he hecho nada - me quejé.
- Exacto. Deberías haberle dicho que se quedara
- No es que estemos en el mejor momento - murmuré entre dientes.
- Es el príncipe, por el amor de dios. Donde esta tu respeto. Venga, ve a buscarle y dile que vuelva.
- No puedo hacer eso.
- ¿Qué es lo que sucede? Espero que sea algo importante para comportarte así.
- ¡Mamá!
- Tu madre tiene razón. Sabemos que solo fuiste por el dinero pero cielo, debes admitir que no es lo único que has obtenido.
- Puede que en tus cartas no lo dejes ver del todo pero la prensa ha estado mostrando muchas cosas de vosotros dos. Hacéis muy buena pareja. Y encima tiene este detalle contigo.
- No hay nada entre nosotros.
- Cielo, hemos visto las fotos del beso.
- Ese es el puto problema - gruñí.
- Esa boca.
- ¡No! Tengo derecho a sentirme así y a hablar como quiera.
- Al entrar en la Selección perdiste el derecho a quejarte de que tu vida fuera pública. Era un riesgo que debías estar dispuesta a correr.
- Lo que no sabía es que también implicara que me apuñalaran por la espalda.
- Cuéntame. ¿Qué ha sucedido?
- Fue él quien envió las fotos. Cuando nos las hicieron, pilló al fotógrafo y se encargó de guardar él las fotos. Y solo para sentirse bien consigo mismo las publicó.
- Creo que me falta parte de esa historia. ¿Por qué haría eso?
- La arpía pelirroja le besó delante mío como si eso fuera a molestarme y él que se creyó que estaba molesta por eso decidió que la solución era molestarme aún más publicando esas fotos.
- Creo que comprendo sus motivos, aunque es cierto que cometió un gran error. ¿Pero acaso no es también humano? Tiene derecho a equivocarse. ¿Se disculpó?
- Sí... - murmuré.
- Entonces es que se arrepiente.
- ¿Y de que me sirve su arrepentimiento? El daño está hecho.
- ¿Acaso tú nunca te has equivocado? Conociéndote seguro que le has ocasionado más de un problema.
- Pero yo no le he traicionado así. No puedo confiar en él porque no sé que más sería capaz de hacer.
- Ya sabes que yo creo en las segundas oportunidades. Puede que te lleve un tiempo pero deberías intentarlo.
- ¿Por qué?
- Porque le importas. Puede que no te hayas fijado pero se nota cuando te mira. Además esta cena es la prueba. En vez de tener una cita contigo o no tenerla y arruinar tu imagen, esta fingiendo que la tiene mientras somos nosotros los que están aquí. Estamos en un restaurante de lo más elegante mientras él espera en el coche. Vino él personalmente a pedirnos que viniéramos y se encargó de que nos hicieran ropa adecuada. También nos consiguió una cita con un médico especialmente bueno para atender a tu padre. ¿Acaso se molesta tanto en contentar a las otras Seleccionadas?
- No lo sé...
Lo cierto es que no lo sabía aunque tampoco me sorprendería que fuera amable y tratara de ayudar si alguna lo necesitaba. Me daba rabia pensar aquello. ¿Cómo podía ser que mi primera idea fuera que efectivamente era tan buena persona? Me sentía confundida puesto que los sentimientos se contradecían. Creía en su bondad pero temía que me hiriera de nuevo.
- Sal ahí. Habla con él. Si ves que no quieres que entre pues cenaremos los tres solos. Pero tienes que al menos hablar con él.
Gruñí molesta porque en parte sabía que mi madre siempre tenía razón.
- Si vuelve a herirte me encargaré de él yo mismo, pero tienes que hacer caso a tu madre. Todos merecen una segunda oportunidad y más cuando está claro que cometieron un error poco típico en su forma de ser.
- Está bien... lo intentaré.
Me puse en pie y volví a la limusina que estaba aparcada en la puerta. Abrí y me subí en la parte trasera. Nathaniel me observó en silencio sin saber muy bien que decir.
- Quieren que vengas a cenar - dije mirando por la ventana.
- No quiero importunarte.
- Da igual. Puedes venir.
No obtuve respuesta por lo que salí del coche y esperé a ver si me seguía. Tardó unos segundos pero salió.
- Sé que es el peor momento pero... ¿podemos hablar?
Asentí pero no fui capaz de mirarle.
- Sé que ha me disculpé el otro día pero no lo hice correctamente. Estuve pensando en lo que dijiste y tenías razón. Puede que no quisiera verlo o no me diera cuenta pero fui egoista. Quería creer que lo hacía por ti pero no pensaba en aquel momento y no vi que realmente solo me beneficiaba a mi mismo. No sabes cuanto siento haberte herido así. Me odio por ello y me merezco que tu también me odies.
- No te odio - comenté en voz muy baja tras un largo silencio.
Miré al suelo antes de alzar la mirada hacia sus ojos. Parecía que recuperaban cierto brillo al escuchar eso.
- Tampoco quiero que te odies por ello. Ya te has disculpado. Déjalo correr y ya esta.
- No quiero dejarlo correr. No pienso olvidarlo para no volver a repetirlo jamás.
- Has hecho mucho por mí. Muchas veces. Creo que yo puedo perdonarte por esto. No sé si todo podra ser como antes... pero estoy dispuesta a intentarlo.
- ¿Intentarlo?
- Intentar que volvamos a ser amigos.
- No sé como agradecértelo.
- Dale las gracia a mi madre.
Entramos al restaurante y antes de acercarnos a la mesa me giré para susurrarle algo acercándome ligeramente a su oído.
- Solo te pido que no vuelvas a hacerlo. No podría soportarlo.
- Juro por mi vida y por mi honor que no volveré a hacer nada que pueda herirte así.
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