Capítulo 20:
NATHANIEL:
- Tienes que ver esto - me dijo Jaime tendiéndome una tablet mientras salíamos de una espesa charla con nuestro padre.
Una página había publicado un artículo sobre Calíope. De hecho se titulaba «Calíope, la de la bella voz.». Comencé a leer aunque al inicio solo explicaban el origen de su nombre que pertenecía a una de las musas más famosas. No era precisamente extenso y se centraba en su amor por los caballos. Habían añadido las fotos que ya en su día se publicaron de cuando las cámaras nos filmaron a ambos montando a caballo.
- No sé para que me enseñas esto. No tengo tiempo - dije cansado devolviéndole la tablet.
- ¿Pero qué te pasa desde que empezó esta fase?
- Nada.
Seguí mi camino pero entonces oí la voz más hermosa que había escuchado nunca. Devolví la vista a mi hermano que sostenía la tablet en mi dirección y me mostraba un vídeo en el que se veía a Calíope montada sobre el caballo plateado cantando. Sin darme cuenta me fui acercando de vuelta a mi hermano hasta coger la tablet en mis manos. Por un momento olvidé todo. Olvidé quien era, donde estaba o todas las tareas que debía hacer. Solo estaba ella. Solo estaba su voz. Por un momento las imágenes de nuestra cita volvieron a mi mente. Las imágenes de aquel beso. Cuando el vídeo terminó tardé unos segundos en poder reaccionar. Estaba completamente cohibido. Pero lo primero que sentí cuando aquella tranquilidad desapareció fue ira.
- ¿Por qué me enseñas esto?
- ¿Por qué te enfadas?
- Sé que es amiga tuya pero no voy a tratarla de forma especial - bramé.
- ¿Pero tú te oyes? Que yo sepa no te obligué a seguirla a los Jardines de Cristal y bailar con ella. Ni te obligué a dejar plantada a una chica cuando tuvo que abandonar el baile. Ni te obligué a besarla. Ni a galopar como dos enamorados de película.
- Estás sacando las cosas de contexto.
- No entiendo por qué has pasado de beber los vientos por ella a fingir que no existe pero me alegra saber que no te dijo nada al final. Ni te lo mereces.
- Decirme qué.
- Estabas tan encaprichado con ella que la convencí para que participara en la Selección. Que de verdad lo intentara. Y estaba dispuesta. Luego la deviste soltar a saber que gilipolleces y ahora ni os habláis.
- ¿Gilipolleces? Solo la di la razón. Fue ella quien dijo que no tenía sentido. Que mi responsabilidad era buscar una buena reina. No una chica con la que tontear. Y tenía razón. No es mi culpa que cambie de opinión cada media hora.
- No sé cual de los dos es más estúpido - gruñó llevándose la mano a la frente.
- Si solo vas a insultarme prefiero irme.
- Sí. Lárgate. Creía que de los dos tú eras el listo. Pero creo que soy el único que esta tomando decisiones coherentes ahora mismo.
- ¿Esto no es coherente?
- No. Vuestra teoría es muy lógica pero parece que los dos habéis ignorado un pequeño detalle. ¿Por qué ella no iba a ser válida para gobernar? Ninguno de los dos habéis esperado a ver de que es capaz. No voy a tener yo fe por vosotros.
Se dio la vuelta molesto y se marchó sin decir nada más. Yo continué de camino a mi habitación y busqué el vídeo de nuevo. Gruñí aún más molesto. Era realmente difícil alejarme de ella. Ver las fotos que tenía con ella era lo único que me consolaba. ¿Y ahora resultaba que ella quería participar? Cada vez tenía menos clara la situación. Había tratado de acercarme a Velvet para concerla, puesto que era la opción que mi padre había escogido. Era ella la que iba a ganar. Sabía que solo le interesaba el título pero había tenido una preparación inmejorable. ¿Sería Calíope capaz de igualarla? Si dejaba que aquello continuara y resultaba no ser apta, tomar la decisión me mataría. Casi me había resultado imposible ahora. No podía imaginar apartarla de mi lado. Pero realmente no tenía pruebas sobre su capacidad para convertirse en reina. ¿Qué debía hacer?
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