Capítulo 19:
Había pasado una semana y a excepción de la comidas, no había coincidido con Nathaniel. Lo cierto es que aquello me había facilitado las cosas. Mi madre se había puesto en contacto con la familia de Mika y había escrito una carta preciosa recogiendo aquello que sus padres y sus hermanos querían decirle. Mika no parecía una chica de lágrima fácil pero no dejó de llorar mientras le leía la carta. Desde ese día, dedicamos las mañanas a leer y traté de enseñarla lo mejor que pude. Mika era realmente inteligente y había logrado cogerle el punto rápidamente. Aunque no gracias a mí. En la biblioteca conocimos a Sabrina. Al precer pasaba allí la mayor parte del tiempo puesto que le encantaban los libros. Era de la cuarta casta pero no pareció molestarle que nosotras tuvieramos un estatus social más bajo. Era realmente educada y amable. Siempre sonreía pero también era bastante tímida. Tenía una voz dulce y era realmente paciente. Al final fue ella quien más ayudó a Mika.
- Esta tarde vuelve a tocarnos beber el maldito té - bufé mientras caminábamos las tres hacia el comedor.
- Yo lo encuentro de lo más relajante - comentó Sabrina.
- No puedo escuchar una sola historia más. Me va a explotar la cabeza - continué quejándome.
- Tal vez podríamos saltárnoslo hoy. No creo que haya problemas por un día. Ayer no vinieron Velvet ni sus secuaces - propuso Mika.
- Quiero volver a montar a caballo. Tal vez podamos ir allí - dije emocionada.
- Yo prefiero el té - dijo Sabrina algo incómoda.
- ¿No te gustan los caballos? Son animales muy tranquilos - dijo Mika.
- Me dan bastante miedo - comentó en voz baja.
- No te preocupes. No hace falta que vengas si no quieres - la consolé.
- De todas formas deberíais pedir permiso. En palacio solo guardan los caballos reales. Sé que fuisteis con su alteza el príncipe Jaime pero si vais a volver deberíais preguntar a alguien.
- Pues no es mala idea - comentó Mika.
Lo cierto es que no se me había pasado por la cabeza pero sería mejor cuidarnos de romper las normas. Nos disponíamos a bajar las escaleras cuando nos econtramos con Nathaniel. Las tres realizamos una reverencia y esperamos a que él pasara primero.
- Imagino que vosotras también váis de camino al comedor.
Las tres asentimos.
- Su alteza, ¿podría preguntaros algo? - dije aprovechando el encuentro.
- Por supuesto.
- Lady Mika y yo queríamos ir a ver los caballos y tal vez montar. ¿Habría algún inconveniente? Desconocemos si es necesario algún permiso.
- Con un simple aviso bastaría, pero personalmente les doy permiso para ir cuando quieran - respondió con una ligera medio sonrisa -. Imagino que vos, Lady Sabrina, no iréis por vuestro miedo a los caballos.
No pude evitar pensar que era realmente tierno que recordara los detalles de los demás aunque aparté rápidamente el pensamiento para evitar distracciones. Se despidió amablemente cuando llegamos al comedor y nosotras entramos para sentarnos en nuestros puestos. Ahora me sentaba en la mesa frente a la de la familia real y se notaba que estaba más cerca. Las comidas resultaban más entretenidas ahora que tenía a Alice a un lado y a Mika al otro. Alice había resultado ser una chica muy dulce aunque algo infantil. También destacaba lo aventurera que era y las ideas que se le ocurrían a veces. En cuanto terminamos de comer, Mika y yo volvimos a las habitaciones para cambiarnos. Resulta que no estaba muy bien visto que las mujeres de clases sociales altas fueran con pantalones pero habíamos conseguido hacernos con un par. Ventajas de tener a Jaime como amigo. Al salir de la habitación le dije a Aiden que se tomara la tarde libre pero me aseguró que volvería para la cena. Había conseguido indagar un poco más acerca de él a raíz del encontronazo la noche del baile. Era realmente un encanto pero estaba demasido centrado en el trabajo.
- ¿Sabes si han vuelto a verse? - me preguntó Mika.
- Ni idea - respondí.
Había insistido a Jaime para que se lo contara y que una segunda opinión le confirmara que no había ningún problema.
- Podríamos preparar una cita doble - propuso.
- Es una idea genial. Nadie sospecharía porque Aiden es mi guardia y ya nos han visto varias veces con Jaime.
- Hay que encontrar algún lugar más apartado. Donde haya intimidad.
- Que sea bonito y romántico. Podemos decorarlo un poco.
- Necesitamos velas.
- Y chocolate.
- Va a ser perfecto.
- Podemos ir al Laberinto de la Reina. He entrado un par de veces con Luna y Denia pero no hemos logrado llegar al centro.
- ¿Y cómo vamos a hacerlo?
- A lo mejor Jaime sabe como llegar.
- Pero entonces no sería una sorpresa.
Pensé unos segundos buscando una alternativa.
- Podemos decirle que queremos verlo. De esa manera nos enseña como llegar. Organizamos la cita y le decimos que se nos ha olvidado.
- ¿Y Aiden?
- Puedo darle un descanso de vez en cuando y aprovechar entonces.
- Perfecto. Y si realmente nadie sabe como llegar lo más seguro es que nadie nos moleste.
Emocionadas por el plan, llegamos hasta los establos. Cogí una manzana y una cabezada de cuadra, y Mika me imitó.
- ¿Tú sabes silbar? - le pregunté.
- Sí, pero dudo que vengan.
- Prueba a ver.
Silvó un par de veces pero ninguno de los caballos pareció moverse, aunque un par levantaron la cabeza.
- Había que intentarlo - me reí.
- Seguro que no ha sonado suficientemente sofisticado.
- Le faltaba el toque de la realeza - le continué la broma.
Mika se acercó a Galante, el caballo de Jaime, y yo me acerqué al caballo plateado de la última vez.
- Hola, precioso. ¿Te acuerdas de mí? - pregunté mostrando la manzana mientras me acercaba con cautela.
Se acercó con paso rápido a devorar la manzana y en cuanto terminó me inspeccionó por más.
- Eres realmente glotón.
El caballo comenzó dar saltos y vueltas en el sitio por lo que eché a correr comprendiendo que lo que quería era jugar. Comenzó a seguirme alzando el morro y dando pequeños brincos. Cada vez que me atrapaba le acariciaba y daba palmaditas entre risas.
- ¿Vas a montar o no? - me preguntó Mika en la distancia mientras se reía por la situación.
- Veremos si hay suerte.
Traté de ponerle la cabezada pero no le hizo mucha gracia. Me la colgue del cuello tratando de mostrarle que era inofensivo.
- Ves. No pasa nada.
Tras otros cuantos intentos me dejó colocársela.
- Veamos si hoy me dejas subir a la primera.
Lentamente me apoyé en el lomo pero no parecía moverse. Aunque giró la cabeza para mirarme curioso. Finalmente me subí de un empujón y me agarré a las riendas.
- Buen chico - le felicité.
Mika se acercó y los caballos se saludaron cordialmente.
- Parece que todos estamos tranquilos y contentos - continué.
- Es realmente precioso.
- La verdad es que todos lo son.
- Déjame adivinar. Si tu obsesión con el melocotón es cosa de tu madre, tu obsesión con los caballos es cosa de tu padre.
La miré con los ojos como platos.
- A veces me das miedo - comenté.
- Es un don - dijo entre risas.
- Ojalá tener un don así de útil.
- Tú al parecer puedes hacerte amiga de los caballos salvajes.
- Eso solo es práctica. Muuucha práctica - me reí.
- Y que hay de tu voz. Me dijiste que te gustaba cantar.
- Pero eso no sirve de nada.
- Nunca te he escuchado. Canta algo - me pidió mientras paseábamos tranquilamente.
Miré alrededor asegurándome de que no había nadie. Comencé a cantar una cancióm de cuna antigua sobre una madre que veía partir a su hijo a la guerra y esperaba su regreso. Cuando terminé de cantar Mika aplaudió con energía.
- Es increíble. Seguro que si hubieras nacido un par de clases más altas ahora mismo serías famosa.
- No gracias. Creo que paso.
Me dejé caer sobre el lomo del caballo y miré el cielo mientras continuaba la canción. Tenía un final realmente triste pero aún así era mi canción favorita. Me bajé del caballo sin el menor esfuerzo y le quité la cabezada aunque aquello no pareció disuadirlo de abandonar mi lado. Le acaricié el morro y la frente y me dirigí al establo a por otra manzana. Cuando vi que me seguía, corrí de nuevo tratando de esquivarle cada vez que trataba de abalanzarse sobre mí. Estábamos al lado cuando noté que se ponía tenso y relinchaba en dirección al establo.
- ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? - pregunté.
No obtuve respuesta por lo que opté por entrar. Lo que encontré no me hizo la menor gracia. Una mujer y un cámara.
- ¿Qué hacen aquí? - pregunté molesta.
- Lady Calíope, ¿qué puede decirnos sobre su pasión por los caballos? - me preguntó la mujer.
- No voy a darles una entrevista. ¿Acaso tienen permiso para estar aquí?
- Por supuesto. ¿Podríamos grabar algunos planos de cerca? Podría también cantar de nuevo.
- Eso era privado. No tenían derecho a grabarlo - respondí cada vez más enfadada.
- Seguro que te ayudaría a ganar puntos en la Selección.
- No me interesa.
- ¿No le interesa ganar?
- No me interesa conseguir puntos dándole carroña a unos buitres - gruñí.
- Esos no son modos de hablar para una dama.
- Lamento si mis modales les ofenden pero son ustedes quienes invaden las vidas privadas de los demás a cambio de dinero.
- Cali. Vámonos - dijo Mika entrando al establo.
Cogí la manzana y se la di al caballo antes de saltar la valla pra no volver a pasar por el establo donde la reportera y el cámara esperaban. Apreté los puños con fuerza. Como odiaba que pasaran esas cosas. Últimamente habíamos tenido suerte y se habían encaprichado con las de clases más altas o filmando las sesiones de té o las lecturas silenciosas. Pero hacía tiempo que no se me pegaban al cogote y parecía que ya iba siendo hora.
- Como les odio - gruñí.
- No puedes darles contenido. Sé que te cabrean pero no dejes que lo graben.
- Ojala tener una maza a mano para reventar las cámaras y tal vez hasta sus cabezas.
- Cuanta violencia - se rió.
- No te rías - le reproché no pudiendo evitar sonreír.
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