Capítulo 18:

Le había ordenado a Aiden que no me siguiera y había caminado hasta la puerta del palco real. ¿A dónde habría ido? El castillo era enorme y a diferencia de él yo no lo conocía. Traté de buscarle por zonas cercanas pero realmente no tuve nada de éxito. Caminaba a toda prisa maldiciendo los tacones que llevaba cuando oí que me llamaban. Era Nathaniel.
- Te estaba buscando. Este castillo es un maldito laberinto. ¿Dónde estabas? ¿Estás bien? - dije acercándome a él.
- Sí, sí. Estoy bien. Solo necesitaba tomar el aire - respondió revolviéndose el pelo oscuro.
- Eso no suena a estar bien. Ya sabes que tenemos un trato.
- Cierto.
Suspiró con aspecto cansado y miró alrededor antes de abrir una puerta cercana e invitarme a entrar.
- ¿Qué ocurre? - le pregunté preocupada.
- Solo he estado pensando. Sobre lo que dijiste.
- ¿Y has llegado a alguna conclusión? - pregunté.
No iba a decirle que estaba dispuesta a arriesgarme si la conclusión a la que él había llegado era todo lo contrario.
- No lo sé. Todo resulta muy complicado. Por el momento deberíamos dejar que la Selección continué como estaba prevista.
- Es lo que tiene más sentido - dije algo dolida.
Realmente era culpa mía por explotar esta mañana con todas mis inseguridades.
- ¿Tú por qué me buscabas?
- Me había preocupado. Nada más.
- ¿Seguro que nada más?
- Nada que merezca la pena mencionar ahora - contesté con una sonrisa.
- En ese caso, debería volver.
- Creo que yo también debería.
Caminamos en silencio de vuelta a nuestros palcos y cuando me senté en silencio, ni Mika ni Jaime preguntaron nada. Imaginé que mi rostro hablaba por si solo. La había cagado pero bien. Esta mañana habría estado de acuerdo con su decisión pero había dejado que las fantasías y los cuentos de hadas me nublaran el juicio. No debía dejar que volviera a pasar. Nathaniel tenía razón. Yo tenía razón. Lo mejor era que cada uno continuara como se esperaba de nosotros hasta que ya no pudiera hacerme el favor de mantenerme en la Selección y entonces irme a casa sin problemas, sin dolor. Cuando la obra terminó, nos dirigimos al salón de baile. El rey y la reina abrieron con un baile inaugural. Nathaniel y Velvet se unieron. Jaime invitó a bailar a una chica que no me sonaba de nada y la princesa Ariana bailó con un chiquillo de su edad. Los guardias ya no estaban de servicio por lo que Aiden había desaparecido. Mika trató de animarme pero lo cierto es que no estaba de humor para bailes.
- Se acabo poner cara larga. Hay cámaras por todas partes. Vamos a bailar - dijo arrastrándome a la pista.
Ella tomo el papel del hombre y me acercó por la cintura mientras guiaba mis pasos.
- Como un gran sabio dijo una vez: no hay hombre que valga las lágrimas de una mujer hermosa.
- ¿Y qué sabio dijo eso? - pregunté escéptica alzando las cejas.
- Mi madre.
Aquello me sacó una sonrisa.
- De todas formas yo no estoy llorando por nadie - aclaré.
- Puede que no. Pero no dejes que lo que haya pasado entre vosotros te estropee lo que debería ser una de las mejores experiencias de tu vida.
- No sé como esto se supone que es una experiencia tan increíble.
- Debes ser la única que lo piensa. Estoy de acuerdo contigo en que tiene sus partes negativas: todas las cámaras, los eventos aburridos, estar lejos de casa, las normas y prohibiciones... Pero no puedes centrarte solo en eso. Mi habitación es más grande que mi casa. Si me mandaran a casa no podría llevarme ni la mitad de los vestidos porque no tendría donde meterlos. ¡Hay agua caliente! Y eso por no hablar de las toneladas de jabones y sales de baño que hay. ¿Y la comida? Es lo mejor que vamos a comer nunca.
- ¿Por qué me da que estás pensando otra vez con el estómago?
Ambas nos reímos.
- Tienes razón. Voy a centrarme en las cosas buenas. ¿Te apetece que mañana vayamos a los Jardines de Cristal?
- Aún no he ido, así que será un placer.
- Una sola visita no es suficiente. Ya lo verás.
Me sentí mucho más cómoda a partir de ese momento. Recordé el primer baile y lo sola que me sentía. No tenía por qué estarlo.
Llevaba ya un rato hablando con Mika, Alice y Anica, cuando me disculpe un segundo para ir al baño. Abandoné la inmensa sala de baile y traté de ubicarme por los pasillos. Di con unos baños cuando oí como algo se caía en una habitación que tenía a mi espalda. Algo dentro de mí me decía que no entrara, que no era de mi incumbencia. ¿Pero y si alguien se había hecho daño? Abrí la puerta y lo que vi me dejó realmente sorprendida. En la penumbra de la sala distinguí dos figuras. Jaime besaba de forma apasionada a una persona de lo más inesperada: Aiden. Ambos se dieron cuenta de la interrupción y se apresuraron a separarse. Jaime tenía la camisa completamente abierta y Aiden tenía el uniforme completamente descolocado. Aún con los ojos como platos y la boca ligeramente entreabierta traté de decir algo pero no fui capaz. Finalmente me di la vuelta y cerré la puerta. Me dirigí de nuevo hacía el baño pero Jaime no tardó en seguirme.
- Calíope. No se lo cuentes a nadie, por favor.
- No pensaba hacerlo - me reí aun confusa.
- Puedo explicarlo.
- ¿Explicar el qué?
- Yo... normalmente... no suelo hacer estas cosas. No con... con otros hombres.
- ¿Es eso lo que te preocupa? Pensaba que era porque Aiden es mi guardia - me reí.
- ¿No te importa?
- ¿Por qué iba a importarme? Bueno, a lo mejor se me hará un poco raro cada vez que vea a Aiden. Por eso de que estuvieras ahí encima suyo.
- Me refiero a lo otro - dijo algo incómodo y avergonzado.
- Oh. ¡Oh! - dije comprendiendo a donde quería llegar -. Se me olvidaba que por aquí no lo veis bien. Agradezco que no recuerdes mi posición pero soy de la sexta casta. Nosotros no nos preocupamos de quien está con quien. Sois vosotros los que andáis preocupados por esas cosas.
- ¿Esas cosas? - se rió.
- Los matrimonios concertados, la descendencia, el legado... ¿Nunca te habías planteado por qué en las clases altas veis tan mal la homosexualidad?
- Pues no la verdad.
- Pues ya tienes tu respuesta. De alguien con dinero, poder y tírulos se espera que tenga hijos que hereden todo eso. Hijos propios. De sangre. Pero eso es algo que tiene que ocurrir entre personas de diferente sexo. Cuando no tienes nada que darle a tus hijos y puedes amar a quien quieras y formar una familia ya sea de sangre o no, no importa de que género sea la otra persona.
- Mucha gente piensa que nací en la vida perfecta. Sin embargo lo daría todo por tener una vida en la que ser yo mismo.
- No se lo diré a nadie. No tienes que preocuparte por eso. Pero lamento que tengas que ir a escondidas. Si puedo ayudar con algo, házmelo saber.
- Es muy considerado por tu parte.
- Me gusta pensar que somos amigos.
- Creo que es la primera vez que puedo decir lo mismo.
- Anda, vuelve con tu cita antes de que se preocupe más de lo necesario.
- En serio, gracias - dijo dándome un fuerte abrazo.
Se lo devolví y acaricié su espalda con cariño.
- Si de verdad quieres agradecérmelo, hazme el favor de echar el pestillo - bromeé.
Le vi volver a la habitación entre risas.
- Eso está hecho - respondió con una sonrisa.
No era algo que habría esperado ver pero me alegraba saber que podía encontrar gente real entre tantas máscaras y fachadas. Puede que no le conociera desde hacía mucho pero cuando estaba con Jaime no recordaba que fuera un príncipe. Solo era un amigo. Un amigo por el que me alegraba cuando las cosas le iban bien.

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