Capítulo 16:
Oí que llamaban a la puerta mientras trataba de ponerme el vestido yo sola.
- ¿En serio quieres seguir la discusión? - pregunté acercándome a la puerta subiendo la cremallera a toda prisa.
Cuando la abrí no me encontré con Nathaniel como esperaba, sino con Mika.
- ¿Habéis discutido? - me preguntó preocupada.
- Perdona. Pensé que eras...
- Nathaniel - me interrumpió con una sonrisa pícara.
- Sí...
- ¿Y estás bien? ¿Por qué habéis discutido?
- Sí, sí. Estoy bien. Odio a los malditos periodistas pero a parte de eso todo estupendo - gruñí.
- Ya - contestó Mika escéptica -. Sé de algo que puede animarte.
- ¿Ah sí? ¿El qué?
- Comida y ver a chicos guapos en uniforme - canturreó.
La miré tratando de esconder una sonrisa de mala manera.
- Vamos - me animó tendiéndome su brazo.
Lo cogí y ambas nos dirigimos al jardín. No volvió a sacar a Nathaniel en la conversación sino que se centró en el banquete que nos esperaba.
- Imagínatelo. Un tío guapo, musculoso, con su uniforme de soldado, siguiéndote a todas partes, asegurándose de que estás bien - fantaseó.
- Creo que has leído mucha novela romántica - bromeé.
- Lo haría si supiera leer - dijo con tono amargo.
- Lo siento - me disculpé.
Había olvidado por completo que Mika era de la casta más baja. En realidad ambas éramos de las castas más bajas, la 6 y la 7, y habitualmente no nos enseñaban a leer ni a escribir. Mi madre era de una casta superior. Solía ser profesora en una escuela pero al casarse con mi padre bajó de casta. Perdió su trabajo como profesora y tuvo que dedicarse como mucho a ser niñera. A pesar de ello, fue mi maestra y me enseñó lo mismo que aprendían en el colegio los niños de cuarta y quinta clase.
- ¿Tú sabes?
- Sí. Me enseñó mi madre.
- Tienes mucha suerte. Seguro que eso te ayuda un montón estando aquí.
Gruñí algo molesta. Cada vez me gustaba menos la idea de estar en la Selección.
- Venga. No pensemos más en ello. Vamos a probar hasta el último tentempié que saquen - dijo abriendo las puertas que daban al jardín.
Ya habían puesto un montón de mesas con manteles blancos y de los árboles colgaban luces y girnaldas plateadas. Fuimos mesa por mesa probando los platos que había y de vez en cuando cogíamos copas de vino blanco que nos tendían los camareros. Nos cruzamos con la reina a la que saludamos con una reverencia y me fijé en que me analizaba con la mirada mientras nos alejábamos. Nathaniel estaba ocupado con la prensa que parecía no dejarle tranquilo. Vimos como Jaime les espantaba tirándoles comida o bebida. Ante aquel espectáculo Mika y yo comenzamos a reír.
- No esperaba que uno de nuestros príncipes fuera así - se rió.
- Sin duda es imposible aburrirse si está cerca - comenté.
- ¿Ya le conocías de antes verdad?
- Del baile.
- Me he fijado en que los llamas por sus nombres y sin el título.
- Es una mala costumbre.
- Creo que ambas sabemos que hay algo más que eso. Eres inteligente y te has adaptado muy bien a todas las normas de palacio. Dudo que se te olvidara así como así.
- Que esto quede entre tú y yo, por favor.
- Tranquila. Ya sabes que no me interesa esta competición. Y es agradable tener una amiga.
Sonreí aliviada.
- Entonces, cuéntame.
- Digamos que tengo cierto acuerdo con ellos. Con Jaime simplemente es porque ambos preferimos saltarnos las normas de cortesía. Muy predecible por su parte.
Ambas reímos.
- Con Nathaniel fue bastante inesperado. Fue la primera vez que hablamos.
- ¿La entrevista del primer día?
Asentí.
- No fue para nada como esperaba y al final acabamos haciendo un trato. No me interesaba tener una relación de apariencias así que pedí que dejaramos las formalidades de lado.
- ¿Y él que quería?
- Sinceridad. Digamos que no soy muy habladora si no me siento en confianza. Quería conocerme y yo no iba a contar nada si todo era pomposo.
- También bastante predecible por tu parte - se rió repitiendo la broma que yo había hecho con Jaime.
- Para mi fue quitarme un peso de encima con ambos. Llevamos lo suficiente para darnos cuenta de que aquí solo importan las apariencias. Lo que puedan ver los demás. Necesito saber que puedo quitarme la máscara en confianza con aquellos que quieren ser cercanos.
- Me alegra saber que ambas podemos sentirnos en confianza con la otra. Brindo por eso - dijo inclando su copa hacia mí.
Sonreí y choqué mi copa con la suya.
- Si alguna vez necesitas algo tú tampoco dudes en acudir a mí - respondí.
- Lo haré.
Íbamos a continuar probando los últimos platos cuando varios periodistas se acercaron a nosotras.
- Mika. Calíope. ¿Qué relación tenéis con el príncipe Jaime?
- No es un buen momento. Nos gustaría poder comer tranquilas. Si no es mucha molestia - dijo Mika con un tono dulce.
Realmente parecía toda una noble. El pelo oscuro caía en cascada por su espalda. Tenía una figura perfecta y un piel oscura suave y tersa. Sin embargo, lo que más llamaba la atención eran sus ojos. Unos ojos azules brillantes, igual de dulces que imponentes. Los cámaras se alejaron sin rechistar y no pude evitar aplaudir sorprendida.
- Que controlado lo tienes.
- Me he visto miles de entrevistas de la familia real para aprender como responder a esos buitres.
- Realmente te lo estás currando.
- Sí. Me gusta pensar que cada esfuerzo que hago aquí es uno menos que hace mi familia en casa.
Recordé que me había contado que parte de la granja de su familia se había quemado y necesitaban el dinero para reconstruirla.
- Solo con el dinero que han debido recibir en la primera fase deberían estar estupendamente.
- Eso espero. Es una pena no poder verles y hablar con ellos.
De nuevo caí en la cuenta de la suerte que tenía. Yo sabía escribir y mi madre podía leer las cartas que le enviara. Incluso responderme. Mika no tenía esa suerte. Pero tuve una idea. Hablaría con mi madre. Tal vez ella pudiera averiguar que tal estaban y contármelo. Seguro que le haría mucha ilusión.
- Ven, Calíope. Van a presentar a los guardias.
Agarró mi mano y me llevó corriendo junto a las demás seleccionadas.
- Puedes llamarme Cali si quieres - le dije.
- Cali. Me gusta. Aunque Calíope es precioso.
- Gracias.
Varios soldados desfilaron y se colocaron frente a nosotras antes de realizar una reverencia muy bien coordinada.
- ¿Quieres saber un secreto? - le susurré al oído inclinándome ligeramente.
Ella asintió empcionada. Miré de nuevo al guardia que había frente a mí y sonreí.
- Yo ya sabía quien me iba a tocar - confesé.
- ¿En serio? Pues es todo un bombón - comentó.
- ¿Y qué me dices del tuyo? Mira como se le ciñe el uniforme - comenté con tono lascivo.
Ambas nos reímos. El rey estaba hablando de chorradas de seguridad mientras explicaba que nos iban a asignar un guardia a cada una. No sabía muy bien para que lo necesitábamos si el palacio debía ser uno de los sitios más seguros. Cuando terminó la extensa charla los soldados se acercaron a presentarse.
- Volvemos a vernos, Lady Calíope - dijo Aiden con una sonrisa.
- Solo Calíope - respondí.
No pareció muy dispuesto a decir nada más así que intervine.
- Por qué no charlamos mientras voy a por algo más de comer. ¿Tú quieres algo?
- Estoy de servicio.
- Venga. No va a psar nada y si me atacan no importara mucho que estés probando unos rollitos de marisco. Seguro que te las apañas estupendamente.
Le arrastré hasta una mesa y le obligué a coger un plato.
- No sé si es adecuado.
- No seas tonto. Tienes que seguir mis órdenes, ¿no?
Asintió.
- Pues si alguien pregunta diré que te he obligado - sonreí.
Me miró agradecido y se sirvió algo de comida, aunque imaginé que se contenía.
- ¿Llevas mucho tiempo aquí? - le pregunté.
- Desde que inició la Selección.
- Entonces tenemos la misma experiencia - bromeé -. ¿Siempre has querido ser soldado?
- Sí.
- Pareces algo tenso. Me gustaría que pudieras sentirte cómodo mientras trabajas.
- Disculpe.
- No, no. No hace falta que te disculpes. Si te molesta que prefiera una relación más cercana podemos volver a lo de me sigues en silencio mientras yo finjo que no estas o te doy órdenes.
- No quiero sonar desagradecido, pero debo cumplir con mi deber.
- Puedes hacer ambas cosas a la vez. De todas formas tienes mi permiso para hacer tu trabajo como gustes. Es simplemente que he averiguado que es mucho más sencillo si no es todo tan cordial.
- Muchas gracias.
- ¡Cali! - me llamó Jaime acercándose -. Tenemos que huir de los periodistas más a menudo - se rió.
Fue entonces se percató de la presencia de Aiden que hice una pequeñs inclinación de cabeza como saludo.
- Este es Aiden - le presenté.
- Un placer - dijo Jaime tendiéndole la mano.
- El placer es mío - contestó Aiden estrechándola.
- ¿Mika ya se ha chivado de lo de Cali? - pregunté interrumpiendo la mirada que se lanzaban y que no supe descifrar.
- Se le ha escapado y no he podido resistirme.
- Imagino que no importa. Al fin y al cabo somos amigos.
- Y tanto. Cuando quieras huir de este muermo me avisas.
- Ve buscando unas botellas de vino que esconder - bromeé.
- Esa es la actitud - se rió.
- Gracias por lo de esta mañana. Me hacía falta algo así. Aunque los periodistas lo hayan jodido.
- Si quieres disfrutar de más incursiones solo tienes que decirlo. Aunque debo admitir que me dieron un soplo.
- ¿Un soplo?
- Fue cosa de Nathaniel. Pero no le digas que te lo he dicho.
Le miré sin comprender.
- Me dijo que te gustaban los caballos y debido al... incidente, sabía que la prensa se pondría pesada. Quería que te alejara del centro de atención y me dijo que te gustaban los caballos, así que...
- Es todo un detalle.
- Una pena que no funcionara. Cada vez los periodistas se vuelven más agresivos para conseguir sus exclusivas.
Me sentí algo mal por lo dura que había sido con Nathaniel. Sabía que yo tenía razón pero descubrir que había intentado alejarme de la prensa había sido una punzada en el pecho.
- Voy a buscarle - dije mirando alrededor.
Cuando le encontré hablando con su padre me giré hacia mi guardia.
- Aiden, quiero ir sola. Quédate por aquí. Luego nos vemos.
Como respuesta solo asintió.
- Gracias. En serio - le dije a Jaime con una sonrisa amable.
- A por él - me animó.
Rodeé las mesas y me acerqué a Nathaniel. No quería interrumpir la conversación con su padre por lo que me coloqué detrás del rey a una distancia prudencial y cuando mi mirada se cruzó con la de Nathaniel le hice un gesto con la mano para que se acercara. Asintió ligeramente y yo me giré hacia la mesa para disimular. No tardó mucho en dejar de hablar con su padre y acercarse a saludarme.
- Lady Calíope - me saludó algo serio.
- Su alteza - respondí con una reverencia.
Tragué saliva algo nerviosa. Yo le había pedido que se acercara. Yo debía iniciar la conversación.
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