Capítulo 12:
Apenas había pegado ojo a lo largo de la noche. Luna y Denia me obligaron a darme un baño caliente y cambiarme de ropa pero ni eso ni contarles lo sucedido me hizo sentir más tranquila. Las mandé a dormir diciendo que yo también lo haría pero no había podido. Confiaba en que Nathaniel solucionaría todos los problemas que surgieran pero estaba preocupada por él. No tener noticias solo lo empeoraba. Cuando volvieron mis damas de compañía, yo continuaba recorriendo la habitación de un lado a otro tras dormir a penas un par de horas. Aunque me regañaron, me sentía muy cansada para justificarme o inventarme alguna excusa.
- Hoy es el día en el que anuncian que 10 candidatas dejan la Selección. Tendrías que estar descansada - me regañó Luna.
- Tienes que causar buena impresión - añadió Denia.
- Digamos que tengo una fuente de primera mano que me ha dicho que voy a pasar - respondí tras un bostezo.
- Razón de más - contestó Luna.
Me arrastraron al vestidor e hicieron lo que pudieron para dejar mi pelo y mi rostro lo mas decente posible. Salvo por los bostezos y que de vez en cuando se me entrecerraban los ojos, practicamente no se notaba la falta de sueño. Me habían maquillado ligeramente, como yo lo prefería, y me habían hecho un semi recogido que adornaron con una pinza en forma de mariposa. Las alas eran de un mineral blanco que casi parecían una perla y tenía pequeños zafiros de decoración.
- El color blanco trae buena suerte - me explicó Luna.
- Pensaba que era el rojo - contesté aún algo adormilada.
- En las clases sociales más bajas sí. Pero para las más altas es el blanco y especialmente para temas matrimoniales - explicó Denia.
- ¿Y el azul?
- El azul oscuro es el color de la verdad y las buenas intenciones. Los zafiros se llevan mucho en los juicios por eso.
- Si te los puedes perimitir, claro - bromeé.
Luna sonrió mientras buscaba un vestido a juego entre los de color blanco y Denia dejó escapar una risita mientras me arreglaba las uñas.
- Aquí nunca ponen café en el desayuno pero mataría por una taza - me quejé bostezando de nuevo.
- El café es una bebida un poco mal vista en las clases más altas. Sirve para despertarse por la mañana o aguantar despierto la noche. Eso solo lo necesitan aquellos que o deben trabajar o no pueden dormir bien.
- Pues deberían sustituirlo por los tés. Esta mucho mejor - me quejé.
- Puedo conseguir una taza a escondidas - me ofreció Denia.
- ¿En serio?
Asintió y se marchó en silencio. Luna por fin pareció decidirse por un vestido y me lo mostro. Asentí de acuerdo con su decisión y dejé que me ayudara a vestirme. El vestido era blanco y estrecho con unos finos tirantes y la mitad de la espalda descubierta. Justo donde comenzaba la tela de la espalda, una capa caía elegantemente. La parte externa era blanca pero la interna era de un azul similar a los zafiros. Había adornos plateados en toda la zona del torso y en los pies del vestido, al igual que en la parte baja de la capa. Luna seleccionó un par de joyas plateadas para complementar y puso unos pendientes, unas pulseras y un bonito anillo.
Denia volvió pronto con la taza de café. El olor y el calor ya me hicieron sentir algo mejor. En cunto la terminé, se apresuraron a quitarme la taza y me mandaron a desayunar. Estaba a punto de entrar en el comedor cuando oí que me llamaban. Me giré hacia la voz que reconocí al instante.
- ¿Nathaniel? - pregunté caminando hacia él -. ¿Estás bien?
- Sí, perfectamente. Quería hablar contigo un momento - dijo cogiendo mi mano y arrastrándome a la salita contigua.
En el interior no había nadie.
- No tengo mucho tiempo. He pedido a Jaime que distraiga a mis padres pero no se cuanto tiempo podrá darme.
- ¿Seguro que estás bien? ¿Que sucedió anoche?
- Solo era un fotógrafo al que al parecer mi padre ha dado permiso para rondar por aquí.
- Pero nos hizo fotos.
- Me he encargado de eso. No te preocupes.
- Claro que me preocupo. Lo último que vi es como te tirabas a por él y me mandabas a mi habitación. No sabía nada de tí - dije de los nervios.
- Lo siento. Hubo una discusión con mi padre y no me permitieron abandonar mi habitación.
- Solo me alegro de que estés bien - dije aferrando su mano con más fuerza.
- Ahora ya sí - dijo acariciando mi mejilla -. Lamento que la cita se estropeara.
Se inclinó para besarme pero agaché el rostro.
- Lo siento... yo... - traté de excusarme.
- Calíope - me llamó con un tono de voz tan dulce que me hizo cosquillear el estómago.
Alcé la mirada algo nerviosa.
- No tienes que disculparte por nada. Sé que aún no sabes que pensar y aunque yo tenga cada día más claro lo que siento, no voy a obligarte a sentirte de la misma manera. Tenemos tiempo y esto no afecta a nuestro trato. Puedes decirme que no y aún así mantendré mi promesa. Solo quería que lo supieras. Ya te hice daño con mis comentarios y no pienso volver a hacerte daño jamás.
Me quedé completamente en blanco. No sabía que responder. Me sentía aliviada y agradecida porque fuera a mantener su promesa pero no sabía que decir. La puerta se abrió en aquel momento y ambos nos separamos de golpe dando un paso hacia atrás. Era la madre de Nathaniel, la reina Serenity.
- Su majestad - dije con una reverencia.
- No deberíais estar aquí, Lady Calíope - dijo con un tono serio.
- Sí, su majestad - contesté con otra reverencia antes de abandonar la sala.
Eché un último vistazo a Nathaniel y le sostuve la mirada mientras cerraba la puerta.
NATHANIEL:
- Creía que a ti si te gustaba - le dije a mi madre cruzándome de brazos.
- No me malinterpretes, al igual que tu padre he visto como la miras. Pero si no fuera adecuada tendría que ponerme de su lado por mucho que me gustase verte feliz.
- No tenías que ser tan fría con ella.
- El deber de un rey y de su reina es saber cuando hay que ser serio. Si tu padre la hubiese visto aquí la habría mandado inmediatamente de vuelta a su casa. No tiene permiso para estar en esta sala y lo sabes.
- Yo la he invitado a pasar - la excusé.
- Lo sé. Y de nuevo debo darle la razón a tu padre. Nunca te habías comportado así hasta ahora. Hasta cuando eras pequeño seguías las normas al pie de la letra. Me alegro de que tu hermano y tu os hayáis puesto de acuerdo en algo por fin, pero mandarle a distraernos solo demuestra que esta chica tal vez no sea adecuada.
- Aún no conoce las normas de palacio pero es inteligente. Sería tan capaz como cualquier otra.
- Ya he visto su capacidad para adaptarse y no es eso lo que me preocupa. Ni a tu padre tampoco. Tal vez ella tenga la excusa de no conocer todas nuestras reglas y normas pero eres tú quien se está desviando del camino. Si quieres que tu padre no la eche debes asegurarte de que no dejas de cumplir tus deberes por ella.
No supe bien que responder porque sabía que tenía razón. Calíope tenía algo diferente a cualquier otra mujer. Algo que me hacía querer seguirla hasta el fin del mundo. No tuve tiempo de pensar ninguna respuesta dado que mi hermano y mi padre entraron en ese momento. Jaime miró alrededor buscando a Calíope y sonrió satisfecho al no encontrarla por allí. Justo antes de entrar, cuando por fin llegó mi hermana, le agradecí en voz baja su ayuda. Cuando me senté en mi sitio, mis ojos buscaron inconscientemente a Calíope que parecía pensativa. Era realmente preciosa. Aunque estaba sentada, aún podía observar como el vestido se ajustaba perfectamente a sus curvas y como el cabello castaño caía con suavidad sobre la piel nácar del cuello.
- Hijo, deberías empezar a comer - dijo mi padre siguiendo mi mirada hasta ella.
Obedecí tratando de no enfadarle más de lo que ya debía estar.
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