Capítulo 11:
NATHANIEL:
Recogí la cámara del suelo y eché un último vistazo a los restos de aquella cita, antes de seguir al guardia que llevaba al fotógrafo. Era Malcom Imery, famoso precisamente por obtener grandes fotos colándose donde no debía. La rabia logró mantenerme alejado de los pensamientos que querían volver a aquel beso. No tardamos en dejarle sentado y esposado en el despacho de mi padre. Cuando entró soltó un gruñido y se dejó caer en su silla.
- ¿Y bien? - preguntó con tono serio.
No estaba de buen humor, aunque bueno, nunca lo estaba.
- Solo estaba haciendo mi trabajo - se excusó Malcom.
- No creo que tengas autorización para estar en los terrenos de palacio - gruñí.
- Lo cierto es que si la tiene. Yo mismo se la di esta semana - me corrigió mi padre.
- No puede haber miembros de la prensa durante determinados periodos de la Selección.
- No es un miembro de la prensa. Es fotógrafo - me corrigió de nuevo.
- ¿Qué pretendes conseguir con esto?
- Solo quiero dejar que este buen hombre haga su trabajo.
- ¿Buen hombre? Debes estar bromeando, padre.
- Parece que tenéis cosas de las que hablar. Si me disculpáis, majestad, me espera mi mujer en casa - interrumpió Malcom.
Mi padre le dio permiso para retirarse pero cuando trató de recuperar su cámara le detuve.
- Hijo. No quiero ni saber por qué has acabado así, aunque me lo imagino. Ya nos has causado suficientes problemas estos días. No me avergüences más.
Aquellas palabras me dolieron como un puñal en el estómago.
- ¿Y cómo crees exactamente que he terminado así?
- Ha sido esa putilla de clase 6. Eres un príncipe. Compórtate como tal.
- No la llames así - gruñí entre dientes.
Lo que más rabia me daba era saber que eso se lo había dicho yo. Realmente me arrepentía por ello.
- Es lo máximo a lo que aspira. Si tanto te gusta, quédatela pero todo lo que hagas con ella debe ser en privado. Mientras no sea así, compórtate como te hemos enseñado.
- Si tanto insistes, dejaré que se lleve su cámara y sus fotos pero Malcom, explícale a su majestad que es exactamente lo que has fotografiado.
- Su alteza el príncipe Nathaniel estaba en la Cascada Dorada dándose un baño con Lady Calíope - respondió sin saber muy bien que sucedía allí.
- ¿Y qué más? - insistí.
- No comprendo, su alteza.
- ¿Qué estabas fotografiando cuando te pillamos por usar el flash?
Sabía que esa respuesta cabrearía a mi padre. Habíanos tenido siempre una relación complicada pero estos últimos días habíamos discutido mucho más de lo normal. Ambos usábamos todas las armas de las que disponíamos.
- Se estaban besando, su alteza - respondió.
- Bien, padre. La decisión es toda tuya. Déjale marchar a casa con la primicia de que esta chica que tanto detestas va en cabeza de la Selección, o permíteme guardar estas fotos y hacernos un favor a los dos.
Notaba como la rabia corría por mis venas y esa misma rabia parecía corroer a mi padre. Golpeó la mesa con fuerza y finalmente se puso en pie.
- Puedes irte a tu casa con tu cámara, pero mi hijo se hará cargo de la tarjeta de memoria.
Malcom asintió y se marchó. Yo por mi parte recojí la tarjeta y estaba a punto de salir cuando mi padre me detuvo.
- He dejado que pase esta fase por la excusa de no expulsar a todas las clases bajas y mantener de cara al público la diversidad. Pero en la próxima no dejaré que pase. Deja de jugar con ella y centraté en tu futura esposa.
- No estoy jugando. Y que tu ya me hayas elegido esposa no significa que lo vaya a ser.
Cerré la puerta para evitar más comentarios y me marché a mi habitación. Una vez dentro golpeé la puerta con fuerza y tiré todas las decoraciones que había sobre la mesilla de la entrada. Me quité las botas y estaba a punto de cambiarme cuando alguien llamó suavemente a la puerta. Entreabrí para ver quien era antes de decidir si atenderle o no. Al ver a mi madre con el camisón y una bata la dejé pasar inmediatamente.
- ¿Qué sucede cariño? - me preguntó viendo el estropicio que había causado.
- Solo otra discusión con padre. No te preocupes - la tranquilicé dándole un beso en la frente.
- Estás empapado. ¿Acaso te ha tirado a un lago?
- No. Eso es por la cita de esta noche.
- Oh, déjame adivinar. Lady Calíope - dijo con una sonrisa pilla.
- ¿Tú también?
- Por qué será que siempre que te ves envuelto con esta chica acabas empapado.
- Creemé, madre, me hago la misma pregunta - contesté con una pequeña sonrisa.
- Bueno, cuéntame la discusión con tu padre.
Le expliqué brevemente el incidente con Malcom y la discusión en su despacho.
- Yo no estaba de acuerdo con que ese malnacido cotilleara por nuestra casa y veo que no me equivocaba. Pero ya sabes que tu padre es muy cabezota.
- Aún así no comprendo que problema tiene con Calíope.
- Esta empeñado en que te cases con Velvet, ya lo sabes. No quiere distracciones.
- ¿Y no es esta mi Selección? ¿No debería ser yo quien decidiera?
- Si me preguntas a mí te diré que si pero al fin y al cabo tu padre es el rey. Él es quien manda. Debemos aceptar lo que dictamine.
- Pues no me parece correcto.
- No tiene sentido darle más vueltas. Por el momento las cosas estan solucionadas. Intenta relajarte un poco y duerme.
- No sé si podré.
- ¿Por qué no me enseñas las fotos?
Dudé un segundo por su interés pero realmente ya le había contado lo sucedido por lo que no vería nada inesperado. Introduje la tarjeta en una tableta y observamos las fotos. Había varias de cuando estábamos sentados pero hubo una en la que me quedé ensimismado. El momento en el que la Luna comenzó a brillar con fuerza y los peces Luna y su vestido se iluminaron. Salía preciosa en aquella foto. Contemplando con tanta pasión el agua.
- Ahora mismo tienes la misma cara que en la foto - comentó mi madre.
Levanté la vista sin comprender muy bien lo que decía y observé mi rostro en la foto.
- Te gusta, ¿no es cierto?
Asentí.
- Es importante equilibrar los deseos del corazón y la inteligencia de la mente. Siempre has sabido hacer eso muy bien. Sabes lo que sientes por ella pero también debes considerar tu deber como heredero.
- Lo sé - sonreí con amargura
Seguí pasando fotos y llegué a las del beso. Me daba rabia que las fotos fueran tan buenas. La última foto mostraba a Calíope con el vestido empapado pegándose al cuerpo. Aquella visión casi me hizo enloquecer y el bastardo de Malcom estaba allí mirando. No solo realzaba su figura sino que la hacía parecer una perfecta estatua de marfil. Su rostro pálido y los ojos azules fríos mostraban una gran preocupación. A pesar de aquello seguía siendo hermosa.
- Hay algo en ella. No sé que es, pero me hace perder la cabeza - musité.
Me abrazó y esta vez fue ella quien besó mi frente.
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