Capítulo 10:

Los días se me hicieron algo más rápidos sin tanto ajetreo por el palacio. Pude inspeccionar los jardines con Luna y Denia, a excepción de la Cascada Dorada que había reservado para ver con Nathaniel, el cual parecía aún molesto conmigo. No intercambiamos palabra y en cuanto nuestras miradas se cruzaban él la apartaba rápidamente. En cuanto a Jaime, tras enseñarme un pequeño hueco en un cobertizo donde guardaba un par de espadas y de hachas para destrozar las columnas, un sitio que me vino de lujo para desahogarme, no habíamos coincidido más que unos pocos segundos de casualidad en los jardines. Debía admitir que con las cosas más calmadas si había podido disfrutar de la estancia en el palacio, no como la primera noche. Estaba aprovechando la tarde para escribirle una carta a mis padres cuando Luna y Denia trajeron a Juliant que se encargaría de vestirme para la cita de esa noche. Firmé la carta y se la entregué a Luna que no necesitó más para salir de la habitación y conseguir que la enviaran.
- Tienes que hacer un trabajo de los buenos. Necesito impresionarle de verdad.
- Bien. Cuéntame. Que plan hay.
- He mandado hacer unos dulces que se que son sus favoritos. Pensaba llevarle a la Cascada Dorada y tomarlos tranquilamente allí.
- ¿Y qué cagada hiciste para tener que impresionarle tanto?
- Puede que me viera entablar amistad con su hermano y no se porque eso le enfado - mentí.
- Está bien.
- ¿Hay alguna cosa que brille como los Peces Luna? Imagínate si tu también brillaras - dijo Denia con tono de ensoñación.
- Tengo la idea perfecta - bramó Juliant.
Me puso un vestido crema de una finísima tela. La zona del pecho era ajustada pero las mangas tenían mucho volumen. La falda apenas serían un par de capas de aquella tela.

Pidió a Denia que le trajera una caja con materiales de su habitación y así lo hizo. Fue trenzando dos cuerdas doradas que colocó principalmente en la falda pero también en la cintura y por los brazos. Dejó un fragmento a parte y lo pegó sobre una pequeña tiara. Después, entre Juliant, Denia y Luna que había regresado, fueron colocando unas piedrecitas a lo largo de la trenza dorada. Finalmente, mientras Juliant me maquillaba con unos brillos, Luna y Denia me ondularon ligeramente el pelo. Estaba lista para la cena. Justo antes de salir me colocaron la tiara que se aseguraron de que no se caería y me desearon buena suerte.

Entré al comedor algo nerviosa. El príncipe Nathaniel fue el último en entrar de la mano de una chica que me sonaba vagamente. Dado que se sentó junto a Velvet no fue muy difícil adivinar de que clase era. Sorprendentemente me sentí algo nerviosa en la cena. Habitualmente no me ponía nerviosa por una cita con un chico que además estaba enfadado conmigo. Ni siquiera me había puesto nerviosa en citas con chicos que si me gustaban. No fui capaz de cenar mucho y cuando terminó vi que Nathaniel se retiraba. Me dirigí a la cocina, donde Luna me entregó una cesta con todo lo necesario. Le agradecí con una sonrisa y llegué a mi habitación, el punto de encuentro con Nathaniel. Cuando llamó a la puerta cogí las cosas y abrí.
- Milady - dijo haciendo una pequeña reverencia con tono muy serio.
Aquello me hizo un nudo en el estómago. ¿Significaba que nuestro trato había acabado?
- Su alteza - contesté con otra reverencia a pesar de que nadie nos veía.
Caminamos lentamente por los pasillos hasta llegar al jardín. Ninguno dijo nada.
- Respecto a lo del otro día... lo lamento - dije.
- ¿Lamentas haberte acostado con mi hermano?
- No me acoste con él. Solo nos besamos. Y aunque lo hubiera hecho no lo lamentaría. Lo que lamento es que aquello te hiriera de alguna forma - respondí tratando de no molestarme por su tono.
No pareció muy dispuesto a seguir hablando aunque el hecho de que solo nos besáramos pareció sorprenderle. Caminamos bajo la luz de las antorchas del jardín. Hacía muy buen tiempo a pesar de ser de noche. Traté de enfocarme en la cita. Ahora mismo era lo que decidiría si me quedaba o no.
- El día después del baile me pareció verte algo raro en el desayuno. ¿Te encontrabas bien?
Su semblante siguió serio.
- Sé que te molesto lo del otro día pero no pregunto por preguntar. Realmente me preocupó.
No parecía que fuera a responder cuando finalmente suspiró con fuerza.
- Estaba preocupado por tí. Porque te fuiste y no sabía como estabas. Por no hablar de la tremenda reprimenda que me llevé por parte de mis padres por abandonar a una chica en la pista de baile. Odio decepcionarles. Y esta claro que lo hice por nada. Solo te escabulliste para irte con él.
- No me escapé por él. No podía estar en la fiesta en ese momento y preferí irme porque no estaba en condiciones.
Nathaniel me miró extrañado de nuevo.
- No era mentira que me iba porque estaba indispuesta. Aunque también debo confesar que tras hablar con tu hermano nos dedicamos a beber algo de alcohol que habíamos robado.
- ¿Y por qué no me dijiste que estabas mal? ¿Por qué recurriste a Jaime?
- No fue planificado. Me estaba agobiando y tuve una pequeña crisis. Fue él quien me encontró.
- ¿Una pequeña crisis?
- Un pequeño ataque de ansiedad. Me agobiaba la fiesta y me agobiaba la presión de la situación en general.
- Lo siento - musitó.
- ¿Por qué? No es culpa tuya.
- Lo es como te hable. No pensé. He sido un capullo. No sé por qué me he lanzado a sacar conclusiones ni por qué te hablé así. Te prometo que no suelo ser así.
- Está bien. Si aún estás dispuesto a mantener el acuerdo puedo añadir una cláusula de no dejar que pase de nuevo. No pensé que te molestaría.
- ¿Cómo no me iba a molestar? Eres una seleccionada.
- ¿Y qué? Ambos sabemos que eso no significa nada. Si tuvieras una lista de 10 personas para elegir entre las que somos, yo no estaría en esa lista.
- ¿Por qué crees eso?
- Tú mismo lo afirmaste. Los dos sabemos que yo no vengo aquí a ganar. Y que tampoco ganaría aunque lo intentase.
- Ya he convencido a mi padre para que te deje pasar esta ronda.
Ante aquellas palabras me quedé perpleja.
- Él quería que me desiciera de las 10 que sois de las clases 6 y 7. Lo llamó limpiar la mugre - explicó apretando los puños.
De manera intuitiva mi mano se acercó a la suya y la rozó con suavidad.
- Era de esperar. No sabes cuanto te agradezco que mantuvieses tu palabra a pesar de todo.
- El caso es que me dejo salvar a dos y cuando dije tu nombre se negó. La otra ya verás cual es pero no puso tanta oposición. Al parecer no le gustas ni lo más mínimo a mi padre. Y no comprendo por qué. Usa el incidente del Jardín de Cristal como excusa pero no creo que eso sea todo.
- ¿Y aún así lo conseguiste?
Asintió. Apreté su mano con fuerza.
- Muchas gracias. Espero que esta cita lo compense.
Llegamos por fin a la Cascada Dorada. Tendí un mantel junto a la orilla y saqué las fresas con chocolate, las trufas de chocolate blanco, los bombones de cereza, un par de tocinos de cielo con nata y crema, y una botellita con sorbete de limón al cava.
- ¿Quién se ha chivado? - preguntó con una ligera sonrisa.
- Las fresas fueron idea mía. Por nuestra primera conversación. El resto fue tu hermano quien me dijo que eran tus postres favoritos.
- Todo un detalle por su parte - dijo apretando ligeramente la mandíbula.
- No pienses en él - dije acariciando suavemente su mejilla para que se relajara.
Me senté y esperé a que se sentara a mi lado. Probamos varios dulces y lo cierto es que todo estaba increíble. Aunque sin duda mis favoritas fueron las trufas. Cuando la luna comenzó a brillar sobre el estanque los peces se iluminaron con una intensidad increíble. Estaba tan absorta mirando al agua que no fui consciente de que a mi lado, Nathaniel me miraba con la misma dulzura y ensoñación con la que yo miraba los dorados peces. Fue cuando levanté la vista y me fijé en su mirada, que recordé que mi vestido estaba pensado para brillar también. Las piedrecitas colocadas estratégicamente cumplían su función a la perfección.
- Eres preciosa - murmuró.
Sabía que no era un cumplido que hubiera hecho adrede sino más bien un pensamiento que se había escapado de sus labios. Aquello hizo que me sonrojara y noté de nuevo el cosquilleo en el estómago. ¿Por qué me ponía tan nerviosa con él? No podía ser que me gustara. Sabía que no. Aparté la mirada algo confusa y miré de nuevo al agua. Deslicé los pies dentro del agua y no me importó meterme hasta la cintura. Notaba la tierra suave cosquillear en mis pies y a los peces danzar a mi alrededor con un tacto entre suave y viscoso. El vestido flotaba ligeramente.
- Ven. Es genial - le animé.
- Ya conseguiste que me saltara las normas una vez y acabé empapado por tí.
- ¿Esto va en contra de las normas? No veo ningún cartel que lo prohíba.
- Te vas a poner mala. Sería mejor que salieras tu de ahí.
- Vengaaa. Nos divertimos mucho la otra vez. Sabes que mereció la pena acabar empapado - le animé.
- Creo que te gusta demasiado el agua - dijo quitándose los zapatos.
- ¿Y puedes culparme? Es maravillosa - dije dando una vuelta sobre mi misma.
Flexione las rodillas para flotar ligeramente en el agua, ya que no había mucha profundidad aún notaba la tierra cosquillearme en la punta de los dedos. Nathaniel se colocó en la misma postura que yo y se acercó todo lo que pudo. Nuestros rostros estaban realmente cerca. Y el cosquilleo solo aumentaba con su presencia. Pero no podía ser eso. Nada de sentimientos. Yo había venido aquí a por el dinero.
- Si nuestro trato sigue en pie entonces aún nos regimos por la norma de la sinceridad.
Nathaniel asintió.
- ¿Por qué te molestó tanto lo de tu hermano?
Apartó la mirada y al segundo me arrepentí de haber preguntado.
- Lo siento - me disculpé corriendo.
- Me molestó porque demostraba que no piensas participar realmente en la selección.
- Pero eso ya lo sabías. Solo quiero el dinero. Y tampoco tengo posibilidades de ganar.
- Pero quiero que participes. Quiero que quieras ganar.
- ¿Para qué? ¿Para enamorarme de ti y luego tener que separarme cuando finalmente me elimines?
- ¡No! ¡Para conseguir que ganes!
Aquellas palabras me dejaron helada. ¿El quería que ganara? Pero si había tantas buenas opciones que no le supondrían un problema. Aquellas palabras se arraigaron en mi mente. ¿Y yo que quería? Estaba obcecada con que no serviría de nada intentarlo pero aun sin intentarlo, estar con Nathaniel hacía que me sintiera como no me había sentido con nadie. Era todo lo opuesto a Jaime. Con el no había sentimientos ni problemas. Pero con Nathaniel, mi mente se revolucionaba hasta el punto en el que no sabía ni que sentía. No le había besado aún y ya me había hecho sentir mariposas simplemente con mirarme, sonreírme o rozarme.
- Sabes que no puedo - contesté finalmente.
- ¿Pero querrías?
- No sé.
- ¿Qué es lo que no sabes?
- ¡Nada! No sé que quiero. No sé por qué me haces sentir así. No sé que es. No sé si quiero averiguarlo.
Ninguno de los dos dijo nada más. Seguíamos en el agua y Nathaniel acercó su mano a la mía, que flotaba en la superficie. Tiró de mi con suavidad y me aferró a él con fuerza. Todo mi cuerpo enloqueció con aquel contacto y mi mente solo podía pensar en una cosa. En besarle. Nathaniel acarició mi rostro con suavidad y deslizó si mirada por mis labios. Aquella distancia me dolía más que nada en el mundo. Aquella distancia me parecía infinita y mi cuerpo suplicaba que se apartara o me besara.
- Quiero que luches por mí - susurró dejándo que su aliento rozara mis labios -. No puedo permitir esto, no puedo permitir enamorarme si no vas a luchar por mí.
- Solo sé que en otras circunstancias me habría asustado una confesión así, pero ahora mismo solo te necesito a tí.
Acarició mi mejilla de nuevo y se inclinó por fin para besarme. Aquel beso fue dulce y suave, y aún así sentí más pasión que en cualquier otro beso. No sentía mi cuerpo ir a mil por hora sino todo lo contrario. Parecía que el tiempo se desvanecía y solo importaba aquel beso. Sentir con intensidad aquella agradable sensación que me inundaba. Mis manos se enredaron en su oscuro cabello, humedeciéndolo ligeramente. Notaba los músculos firmes a través de la tela de la camisa que no dejaba mucho a la imaginación. Fue entonces cuando vi un fogonazo en un lado y Nathaniel se apartó de golpe. Salió del agua y se abalanzó sobre unos setos. Me apuré a salir yo también del agua.
- Nathaniel - le llamé preocupada.
Obligó a un hombre que estaba oculto tras unos setos a ponerse en pie. Iba vestido de negro y llevaba una cámara en las manos. Algo asustada aún por el repentino cambio, traté de acercarme a él con una mano en el pecho. Apretaba el puño con fuerza como si así fuera a detener mi corazón. Vi de nuevo el fogonazo del flash. Nathaniel le arrancó la cámara de la manos y me miró.
- Tápate - me dijo acercándose a mí -. ¡Guardias!
Dos guardias cercanos comenzaron a acercarse pero el fotógrafo no pensaba esperarles. Trató de salir corriendo pero Nathaniel se abalanzó sobre él y ambos cayeron al suelo.
- ¡Nathaniel! - grité corriendo hacia él.
Uno de los guardias me detuvo agarrándome del brazo y el otro se acercó a levantar al príncipe y más tarde al fotógrafo. Nathaniel le quitó la capa al guardia y se acercó a mí. Tenía la respiración agitada y veía a través de la tela traslúcida como su pecho subía y bajaba. Me envolvió con la capa y se detuvo a abrazarme con fuerza. Como si en cualquier momento fuera a desvanecerme.
- ¿Estás bien? - le pregunté acariciándole la mejilla.
Asintió y tomó mi mano para acercarla a sus labios y dejar un suave beso en la palma.
- Llevad a Lady Calíope a sus aposentos - le ordenó al guardia que me había detenido.
Traté de negarme pero me arrastró lejos de allí. El otro guardia y Nathaniel, parecieron escoltar al periodista a algún otro sitio. Cuando me dejó en la habitación le agradecí a regañadientes y se marchó.

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