Capítulo 1

Como cada mañana, me desperté con los primeros rayos de sol y salí de la cama evitando despertar a mi madre que dormía junto a mí. Cogí la ropa y me vestí rápidamente en el pequeño aseo. Antes de salir para ir a trabajar, comprobé en la otra habitación como estaba mi padre. Su respiración era pesada y algo ronca pero parecía estar descansando. Suspiré algo más tranquila y me marché hacia el restaurante en el que trabajaba como camarera. No era especialmente elegante por lo que principlamente servíamos a los de la casta 5 y en contadas ocasiones de la 4. Entré por la puerta trasera y saludé a Sandy.
- Buenos días, Cali - me saludó sonriente.
- ¿Qué tal están los gemelos? - le pregunté.
Sandy tenían dos hijos gemelos de apenas un año.
- Parece que ya duermen mejor. El consejo de tu madre de dejar que durmieran juntos parece funcionar.
- Se lo diré.
Pareció querer decie algo más pero nuestro jefe, que dirigía el restaurante, entró en la cocina.
- Venga, empiezan a venir los primeros clientes. Espabilad - nos ordenó.
Él era un 4 que dirigía ese pequeño local para un pez más gordo que era quien le había financiado. Como era de suponer, sería de la casta 2 ya que ellos dirigían todos los negocio de forma directa o indirecta. Salimos a la zona del restaurante y servimos todos los desayunos que nos encargaron.
- ¿Te apuntaste al final? - me preguntó Sandy cuando paramos un rato a descansar.
- Sí. Aunque la cola era inmensa. Las probabilidades son muy bajas.
- Por intentarlo que no quede. Si consigues participar podrías conseguir que tu padre recibiera medicamentos.
- Es la única razón por la que me inscribí. Lleva ya dos semanas sin tomarse los medicamentos aunque con la paga de hoy compraré lo que pueda. Tuvo muchos dolores y casi no ha dormido últimamente.
- Es una vergüenza. ¿Cuántos años estuvo sirviendo en la Guardia?
- 20 años.
- Como ya he dicho, ¡una vergüenza! 20 años sirviendo al reino y tras ser herido no se molestan ni en mantenerle.
- No me hagas hablar. No será bonito lo que diga de nuestra queridísima familia real.
Continuamos con nuestro trabajo en cuanto comenzó el turno de comidas a medio día.
- Buenas tardes, ¿que desean tomar? - pregunté con una sonrisa amable.
- ¿Qué nos recomiendas, preciosa? - preguntó uno de los hombres sentados a la mesa.
- El especial de la casa suele tener mucho éxito. Y tenemos un vino blanco para acompañarlo que es realmente exquisito - le respondí.
- Suena bien - dijo el otro hombre.
- ¿Quieren el vino por copas o les traigo la botella? - pregunté sin quitar la amable sonrisa.
- La botella - respondió el primero.
Asentí y tomé nota. Volvía con la botella de vino cuando me detuve a escuchar su conversación a hurtadillas.
- Te dije que era guapísima - comentó uno.
- Tenías razón, amigo. Una lástima que sea una 6.
- No servirá para casarte con ella pero con esa carita y ese cuerpazo no me importaría llevármela a casa.
- Qué dices. ¿La invitamos a que nos acompañe después?
Antes de que pudieran decir nada más me acerqué fingiendo inocencia.
- Aquí lo tienen - les mostré la botella.
- Muy buena elección - me felicitó el del cabello más oscuro.
- En seguida traigo la comida - me despedí.
El del pelo castaño me detuvo agarrando mi cintura y me obligó a volver a la mesa.
- Espera, preciosa. Siéntate un rato con nosotros.
- Lo lamento mucho pero debo seguir con mi trabajo.
Traté de apartarme de nuevo pero no me soltó.
- Venga, solo un ratito.
- De verdad que lo lamento, si mi jefe me ve estaré en problemas - me excusé.
Esta vez no pareció oponer resistencia. Volví a la cocina y traté de normalizar la respiración acelerada por los nervios.
- Los dos especiales de la casa para la mesa 12 que vayan con escupitajo - grité asegurándome que nadie que no debía lo escuchara.
Uno de los cocineros me sonrió con una mezcla de diversión y orgullo y escupio al plato antes de pasárselo a su compañero. Cuando algún cliente se comportaba de forma inapropiada, pedíamos su plato con un extra de escupitajo y quien quisiera podía escupir en su comida. Era repugnante y varias veces me había revuelto el estómago ver al susodicho cliente probar su pedido pero era realmente liberador. El sistema de castas era realmente absurdo y únicamente servía para generar una distancia insalvable entre las distintas clases. Llevé los platos a la mesa y los dejé con una sonrisa. No me quedé para ver nada más. Le pedí a Marcus que me cambiara una de sus mesas por la de los dos tíos babosos y no le importó hacerme el favor.
- Han preguntado por ti. Varias veces - me informó.
Gruñí exasperada y puse los ojos en blanco.
- Gracias por hacerme el favor - le contesté.
Al final de la jornada, tras todo el día en el restaurante, por fin terminaron nuestros turnos. Picamos de las sobras y esperamos a que el jefe viniera con el dinero. Cuando recibimos nuestra paga, pudimos volver a casa.
- Hasta mañana - me despedí de Sandy.
- No si tienes suerte - me respondió.
Sonreí y me encaminé hacia mi casa cuando me topé de frente con los dos hombres babosos de la comida.
- Vaya, si ya no estás trabajando - dijo uno.
- Es cierto. ¿Qué tal te viene ahora venirte con nosotros?
- No gracias - respondí de forma mucho menos amable que en el restaurante.
Ya no estaba trabajando. No tenía porque sonreírles.
- No seas así. Te aseguro que lo vas a pasar muy bien - insistió.
- No gracias - repetí.
Había seguido caminando pero mi casa no estaba especialmente cerca.
- Vamos, preciosa.
Me detuvo y me obligó a acercarme a él. El otro se colocó a mi esplada y de esa manera me cortó el paso.
- No te hagas la difícil.
Paso una mano por mi pelo y la bajó por mi espalda.
- Eres realmente preciosa - dijo el otro inclinándose sobre mí para susurrarme al oído.
- He dicho que no - contesté tratando de apartarlos.
- Venga, no te resistas.
Noté las manos de ambos sobando mi cuerpo pero no era capaz de quitármelos de encima.
- Dejádme en paz - dije alzando la voz.
- La señorita parece que no quiere vuestra compañía - interrumpió alguien.
Era un joven de pelo castaño, puede que algo rubio pero con poca luz no sabía distinguir.
- Nadie te ha invitado - contestó uno de mis acosadores separándose ligeramente.
- Debo pediros que la dejéis tranquila - insistió el desconocido.
El que se había separado un poco, terminó de apartarse y se lanzó contra él. Apenas pude seguirle con la vista cuando esquivó el puñetazo. Antes de darme cuenta, le derrivó y se acercó al que aún seguía pegado insistentemente a mí. El desconocido le lanzó una mirada amenazadora y este se apartó finalmente tras comprobar a su amigo tendido en el suelo. Le ayudó a levantarse y se marcharon sin decir nada.
- Gracias - contesté mirándole.
- Es un placer. ¿Quieres que te acompañe a casa? No me fio de que te dejen tranquila.
- No te preocupes. Has hecho más que suficiente.
- No es ninguna molestia.
Le miré unos segundos. Era realmente alto, aunque cualquiera se vería alto a mi lado. Tenía una sonrisa amable y algo me hacía sentirme segura en su presencia.
- Está bien. Gracias - le sonreí.
Antes de volver a casa, paré en la farmacia a por medicamentos. Cuando llegamos, me giré para despedirme del desconocido.
- Gracias por acompañarme. De verdad no era necesario.
- Siempre es un placer ayudar.
- No me has dicho tu nombre.
- Aiden.
- Pues muchas gracias, Aiden.
De nuevo me sonrió y se despidió con un gesto de la mano. Entré a casa y dejé los medicamentos sobre la mesa.
- Te dije que guardaras tu dinero - me regañó mi padre.
- Lo estoy invirtiendo en algo que me importa - respondí.
- Es un desperdicio.
- No es un desperdicio si te ayudan a mejorar.
- Ayudan hasta que dejo de tomarlos y no duran mucho. Es una mala inversión.
- De mala inversión nada - reproché.
Busque en los armarios para ver que quedaba de comida y conseguí preparar algo de fruta y avena para la cena. También sería necesario comprar algo de comida mañana. Aún me sobraba algo de dinero de la paga. Me acerqué a mi padre y le di un beso en la frente.
- Cariño, llegas un poco tarde - dijo mi madre saliendo del cuarto.
- He parado en la farmacia - medio mentí.
- Dile a tu hija que deje de gastar su dinero en estas tonterías - dijo mi padre señalando los medicamentos.
- No son tonterías, Gabriel. Deberías dejar de quejarte y agradecerle - le regañó.
Mi padre miró algo molesto a otro lado.
- Voy a encender la radio. Dirán los resultados en unos minutos. He conseguido trabajo algo más tarde solo para escucharlos contigo.
- No creo que haya suerte, mamá. Pero gracias.
Tras un leve zumbido escuchamos la voz del locutor. Tardaron un rato en empezar.
- Y para terminar la noche, escucharemos en directo el comunicado de su majestad el rey Michael Aureus de Liones quien dirá los nombres de las chicas seleccionadas. Como todos sabéis, es tradición en el mundo que cuando el príncipe heredero llegue a los 23 años, comience La Selección. 35 chicas son elegidas al azar para participar y la ganadora se convertirá en la esposa del príncipe. Todas las chicas de entre 16 y 23 años han podido inscribirse hasta hace una semana y hoy sabrán si tendrán la suerte de visitar el palacio y conocer a su majestad o incluso de convertirse en la futura reina - anunció.
Mis padres estaban inclinados sobre la radio como si por separarae más de conco centímetros se fuera a apagar. El locutor se detuvo y se escucho la voz del rey.
- Buenas noches a todas, imagino que estaréis ansiosas por conocer los resultados y no seré yo quien os aburra con un eterno discurso. Las elegidas para participar en la Selección son: de la primera casta: Velvet Reed, Felicity Hunter, Gale Price, Helena Williams y Pearl Denver. De la segunda casta: Danielle Lodge, Amber Stone, Rachel Wilson, Rina Silver y Belle Ellis. De la tercera casta: Kiernan White, Irina Wood, Adele Taylor, Bianca Young y Olivia Moore. De la cuarta casta: Lena Lewis, Delilah Robinson, Sabrina Pierce, Julie Mitchell y Anica Adams. De la quinta casta: Laurel Roberts, Blake Stewart, Coco Campbell, Alana Carter y Hayley Turner - empezó a decir.
- Nos toca - anunció mi madre claramente nerviosa.
Mis padres se acercaron aún más y mi madre cogió la radio entre sus manos. Yo permanecí sentada al otro lado de la mesa paseando el dedo por la madera desgastada.
- De la sexta casta: María Parks, Theresa Smith, Calíope Hayes, Diane Watson y Alice Bennet - continuó el rey.
Mi madre comenzó a gritar emocionada y se lanzó hacia mí para estrecharme entre sus brazos.
- Y finalmente, de la séptima casta: Cinthia Brown, Erica Davis, Fiona Jones, Beatrice Evans y Mika Bailey. Michas gracias a todas las que se inscribieron y enhorabuena a la seleccionadas. Estamos deseando recibiros mañana.
Mi madre volvió a gritar de forma escandalosa y mi padre apagó la radio con una sonrisa satisfecha.
- Cariño, has sido seleccionada - me informó mi madre.
Yo aún seguía sin saber si había recuperado el pulso tras aquella noticia. ¿Realmente habían dicho mi nombre?
- Es fantástico, cielo - continuó sin cesar las felicitaciones.
No es que hubiera hecho nada. A parte de inscribirme claro. Pero realmente era una noticia increíble. A todas las participantes se las permitía vivir en el palacio real y sus familias recibían un generoso donativo. Con ello podrían comorarle más medicinas aún a mi padre y cuanto más aguantara en La Selección, más donativos recibirían. Puede incluso que pudieran comorar un título para subir a la quinta casta. Así mi madre podría volver a ser peofesora y ganaría más dinero. Cuanto más triunfara yo, mejor estaría mi familia. Por eso debía conseguir aguantar todo lo que fuera posible en una competición que sabía que estaría amañada.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top