⳼♛- Infancia Arrebatada -♕⳹

⚠️ Contenido fuerte, violencia doméstica e infantil, se es pedida discreción.

Mis manos temblando por el ardor entre cada herida me dificultaba poder tomar las gasas con normalidad.

Una cosa eran las manos, otra, mis costillas.

No era la primera vez que me golpeaban, de hecho, era mi día a día, su excusa era que "no cumplía con las expectativas de Corea". Era molesto y absurdo.

—¡Seong-ah, hay visitas!

La voz de mi madre me hizo dejar todo utensilio de lado, bajando del lavamanos donde me había sentado y abriendo la puerta del baño donde me había encerrado tras llegar de clases.

Caminé por el largo pasillo intentando no demorarme más de lo necesario, contando los segundos mentalmente.

—¿Sí? —pronuncié a penas llegar, mi voz más alta de lo habitual debido a la costumbre en que siempre me había enseñado a hablarle.

Me sentía un jodido soldado.

—Abre la puerta, cariño.

Ella me daba la espalda, acomodando las compras de esa tarde, y suspiré sin querer hacer comentario alguno sobre mi estado.

Lo sabía, por supuesto que mi madre era consciente de todo lo que ocurría en mi escuela, más no decía nada por el hecho de creer que yo era lo suficientemente resistente para no quejarme. Y así era.

No deseaba decepcionar idea alguna de ella sobre mí. Era la lluvia dorada en su vida, y la espada clavada, para ella yo era fuerza. Siempre lo era.

Abrí la puerta y me alejé de inmediato ante la figura enorme que me miraba, no pude decir nada.

—¿Quién es, Seong-su?

Creo que quedó igual de pasmada que yo al verlo.

Traje verdoso y con manchas de esas tantas que se decían de camuflaje, botas que se me figuraban pesadas y una bolsa colgando sobre el brazo que igual se veía grande.

Todo en él era grande. Mas no temí. Había cosas peores que un hombre de aspecto oscuro frente a mi puerta.

—¿Quién es usted y qué hace aquí?

Mamá tomó mi hombro con fuerza tras soltar aquello, y entendí el mensaje: se hallaba regañándome de esa forma silenciosa en que llegaba a hacerlo.

El hombre frente a mí rio con fuerza y al encararlo me veía con una sonrisa ladeada en el rostro, como si me inspeccionara. Y cuando decidió aprobarme, simplemente dijo:

—¿Esa es forma de hablarle a tu padre?

No dije nada, no pude moverme. El frío recorrió mi espalda y tan sólo fruncí mi ceño.

—¿Padre?

Yo era consciente de que tenía uno, sabía que estaba vivo, y que tenía unión con mi madre, por supuesto que lo sabía.

Pero mi sorpresa iba a que nunca esperé llegar a verlo...

Caí de cara contra el pavimento, jadeando con dificultad y sintiendo mi cuerpo por completo molido.

—¿Tan pronto caerás? ¡Levántate!

Obedecí tan pronto las palabras me fueron gritadas por el hombre, llevaba golpeteando esa maldita regla durante las 3 horas y media que había estado exigiéndome ejercitar.

Quizá el haberme encontrado con el hombre que decía ser mi padre para algunos, habría sido lo mejor del mundo ante la idea de tener una segunda figura con la que crecer y admirar, pero ninguna de esas ideas habían pasado por mi mente cuando lo vi por primera vez. Y qué bueno que no lo hicieron. Porque así me habría importado el enojo que había estado comenzando a arder desde que este hombre comenzó a molestarme.

La misma actitud rígida y demandante de mi madre, pero multiplicada al 100.

Fue después de su llegada que comprendí el porqué de sentirme en un centro de entrenamiento desde tan joven:

Mis padres eran militares, los mejores.

Mi padre era coronel, y mi madre era parte de su escuadrón hasta que se embarazó y le dieron espacio de salir indefinidamente para criarme hasta que me sostuviera solo y volver.

La idea que molestaba no era saber que en algún punto me habrían abandonado, no. Era saber que ninguno había dicho nada sobre lo que ocurría al menos para hacerme captar sus extrañas actitudes.

—¡50 flexiones, desde cero, ahora! —el golpe de la madera contra el suelo me hizo estremecer, llevándome a estar en posición tan pronto como la orden fue soltada.

Fue al menos que, de alguna forma, entendí el porqué de mi existencia no fuese importante para ellos. Para nadie.

Y tras tantos años de entrenamiento, ocupando mi mente en cosas que no creí que me tocarían aún, nunca había pensado sobre mi gusto con respecto a quien me atraía, y supongo que con seis años de edad no debería de hacerlo.

En ese tiempo lo único que me importaba era el pequeño a mi lado, de cabellos oscuros un poco más claros que los míos y ojitos iguales a los de mi padre.

Mi pequeño hermanito tenía tres años, y desde que nació había sido a quien yo cuidaba siempre, mis padres no estaban tan presentes debido a sus ocupaciones. O la favorita de mi padre: torturarme.

Pensar que en unas horas, el mismo llegaría para ponerme la hostigosa rutina que había impuesto desde que llegó me fastidiaba. Y lo peor es que había incrementado desde que el hombre se percató de que me molestaban en la escuela.

A diferencia de lo que yo habría añorado –si de tenerle cariño al hombre se hablase–, no actúo como un padre preocupado, no. Me obligo a pasar más tiempo "entrenando" para así no quejarme por el más mínimo golpe.

Era una mierda.

Por ahora, disfrutaba del hecho de que mi hermanito nació despertando cada instinto protector en mi señora, y ella se había empeñado en no obligar a la pequeña criatura a mi lado al mismo paso de torturas que yo. Pero... ajá, conmigo no se aplicaba lo mismo.

—¡Seong-su! —el hombre gritó incluso antes de entrar a la casa, y noté a mi hermanito encogerse en sí mismo, deseando llorar.

—Tranquilo, ellos no- Él no te hará nada. Corre con mamá y limpia tus lagrimitas, bebé... Cuando sea de noche puedes venir a dormir conmigo y llorar lo que quieras, ¿sí? —Había hablado tan rápido que sentí que en algún momento me mordería la lengua.

No había nada de malo en que mi hermano llorase, pero sabía que si el Señor lo veía, habría terribles consecuencias. Aunque eso significara discutir con mi Señora.

—Se-Seonnie...

Sonreí enternecido al verlo hipar alzando sus bracitos hacia mí. Era notable que la idea de separarse de mí no le gustaba. Tomé su mejillita y junte nuestras frentes en esa característica forma de mostrar cariño y perdón de los conejos, y lo miré a los ojos.

—Estaré contigo tan pronto esto termine, ¿de acuerdo? Seonnie estará bien. —No había razón para que detestara las mentiras, después de todo, se habían convertido en mi día a día. Las pisadas del hombre eran claras en las escaleras, por lo que, con el nudo forjándose en mi estómago, hablé aún dificultando todo—. Ahora, ¡corre!

El pequeño asintió, y tan pronto como lo ordené, huyó de mi habitación hacia la de mi Señora –su madre–, dejándome en completo silencio, respiré con más fuerza buscando tranquilizarme, y deseando frenarme a tomar el frasco de pastillas para mi medicación puesto a que ya me tocaban.

Había estado tan entretenido jugando que lo había olvidado.

Distinguí entonces más pisadas en las escaleras, y me contuve de fruncir el ceño, de extrañarme aún en la protección de esas cuatro paredes a las que aún no ingresaba. Él no gustaba de gestos, no gustaba de nada que me delatara como el niño que era.

Así que cuando mordí mi lengua, fue para poder mantener mi rostro sin expresión alguna cuando la puerta fue cerrada y ahora había dos hombres además del que se decía mi padre enfrente mío.

—Seong, saluda ahora mismo, muchacho. —Me puse de pie irguiéndome por completo y llevando mi mano a mi cabeza, el movimiento me había mareado debido a lo rápido que me había movido, pero no pude tomarle importancia. No con él en mi cuarto—. Ellos son el cadete Wang Cheng, y Bae In-su, un preso de la prisión.

Respiré con fuerza no deseando preguntar lo que pasaba por mi mente, y simplemente me quedé en silencio, esperando, ignorando la mirada del último mencionado sobre mí. A pesar de que la misma estaba comenzando a molestarme.

—Resulta ser que no tolero ciertas cosas en esta casa, en la vida... Como que mis hijos terminen siendo unos maricas. —No pase por alto la mirada intimidante que me dio tras decirlo—. Es bien sabido que ante golpes, pueden ocurrir dos resultados: ser un hombre, o una nenita —se acercó a mi rostro y me puse incluso más recto de ser posible, reconociendo el gesto y no queriendo separar mis ojos del punto blanco en el que los había fijado hace rato—. ¡¿Crees que no te escucho llorar como un marica con tu puto hermano?! ¡¿Qué clase de hombre eres, soldado?! ¡Debilidades de esa clase no se aceptan bajo mi techo, y debido a que no puedo tocar a tu hermano por la extrañeza de tu madre —se levantó, desabrochando su cinturón y extendiéndolo con fuerza tras sacarlo. No obedecí al impulso que me obligaba a salir corriendo, me quedé ahí, con los ojos humedeciéndose de a poco—... me conformaré con enderezarte a ti!

No cerré mis ojos, no abrí mis labios en protesta, no me moví ni un centímetro. El hombre se fue detrás mío con paso lento y volvió a extender el cinto con aquel sonido al que ya me había ido acostumbrando.

—¡De rodillas, Jeon! —Lo hice, me coloque de rodillas y me desprendí de la camisa que me cubría. Coloque las palmas en mis piernas—. Mirada al frente... —aún cuando lo dijo entre dientes, era algo que ya entendía como un grito, así que obedecí, buscando un punto fijo que me ayudase a no pensar en lo que vendría.

Mi cabeza se bloqueó por completo cuando el ardor del golpe del cinturón golpeó en mi espalda.

Y no pararía en uno, lo sabía.

No se detendría hasta que la espalda me ardiera al punto de no poder dormir boca arriba en mi propia cama.

No había parado ahí, debí haberlo supuesto. A penas si había podido agarrar aire cuando los golpes se habían detenido, luchando con no derramar ninguna lágrima, cuando los dos hombres extra en la habitación me habían tomado de ambos brazos, levantándome.

—¿Te hablé sobre In-su, hijo? —Me dejaron sobre la cama, aquel cadete se concentró en apresar mis manos con esposas y yo seguía respirando de manera irregular tratando concentrarme. Era un estado al que ya me había acostumbrado después de sus golpes—. Es un excelente tatuador en carne viva, sin anestesia... —noté entonces como el hombre al que mencionaba sacaba de un pequeño bolso un bisturí y un encendedor, pasando el fuego por la cuchilla—, y me pareció correcto que tuvieses un recordatorio de por vida. Así, no permitirás ser tocado, ni tocarás a ningún hombre de forma... asquerosa.

Mis pantalones y boxer fueron bajados, y no hice nada. Simplemente apreté mis manos contra las esposas deseando controlar toda emoción.

No imaginé que el ardor sería horrible cuando el hombre se acercó a mí, y con la cuchilla, trazó por dentro de mis muslos sin ningún tipo de compasión.

Aguante el grito que desgarró mi garganta, y abrí los ojos al punto en que el aire caló golpeando en ellos, deseando soltar las lágrimas que guardaba.

Pero no podía.

La realidad en la que vivía no me lo permitía.

Ese día, el dolor en mi espalda y mis muslos, cerca de mis partes, fue suficiente para terminar desmayándome cuando los tres hombres dejaron mi cuarto. Había despertado hasta que eran las 9, y no había comido, no había hecho nada.

No lo haría. Después de todo, todos dormían a esa hora.

Así que simplemente subí mis pantalones y boxers ignorando el dolor en mis muñecas, en mi cabeza. Mi estómago ardía y me sentía aún peor por haberme saltado ya dos comidas, por no haber tomado el medicamento recetado.

Pero lo haría mañana...

Por ahora, me había acomodado en la cama ignorando todo dolor, cubriéndome bajo las sábanas, que agradecía, fuesen de un color más oscuro, puesto que así, mi hermanito ignoraría la sangre derramada.

Sonreí cuando la puerta se abrió y su pequeña cabecita se asomó con timidez.

—Ven, bebé —exclamé, sonriendo tanto como el cansancio me permitía, y él obedeció en seguida.

Me abrazó con fuerza, y aguanté el quejarme cuando las heridas en mi espalda quemaron retorciéndose.

Ignoré el dolor en mi pecho cuando mi hermano comenzó a llorar, y me quedé inmóvil, sabiendo que lo único que él quería era desahogarse.

A veces no podía ignorar la envidia que me invadía.

𝒥ℯℴ𝓃 𝒮ℯℴ𝓃ℊ-𝓈𝓊
🄀⒈
"弱點: Debilidad"

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