⳼♛- Ángel - ♕⳹
Era extraño volver a sentir un aire que no fuese terroso o lleno de la tensión en el campo, sino que se sintiese más liberado y tranquilo.
Respiraba intentando guardar cada detalle en mi memoria del día en que por fin había salido de la base.
Byeong se había ido con su pareja, no sin antes entregarme su número de teléfono para mantenernos contactados, y Hana había estado etiquetándome en cosas de Twitter e Instagram.
Hice una ligera mueca al notar la gente que había aceptado de amigas.
Prácticamente había sido dejado a mi suerte para caminar hasta mi casa, y no era molesto, pero esperaba ver aunque fuese a mi madre para poder saludarla... me llenaba de intriga cuánto habrían crecido mis hermanitos en el tiempo que no estuve.
El paisaje era por completo otoñal, digno del mes que corría: octubre, y era hasta alegre ver las decoraciones de Halloween alrededor del lugar en cada casa. Aún cuando Corea no era mucho de festejar tales cosas, sí que se divertían a su manera con muchos festivales.
Y si yo no me agregaba en las oraciones, es porque nunca me había sentido parte de Seúl, de Pekín, de nada.
Comencé a chiflar una de las pocas melodías que conocía, puesto que mi padre nunca había gustado de que escuchase música. Decía que aquello daba la oportunidad de distraerme, o de "afeminarme".
Tonterías suyas.
Yo había forjado mis propias ideas y gustos aún bajo su tutela.
Fue al escuchar un canto susurrante que me detuve ante la entrada de una escuela y guardé silencio completo.
Sin querer quedarme con la intriga, avancé hacia donde el sonido me indicaba que la voz provenía. Extrañamente, mi pulso se había acelerado, y mi respiración había comenzado a pesar. Sentía un extraño efecto invadir mi cuerpo, como si el de una droga tratase, y me creí por completo anonadado al verlo.
Cabellos rojizos con las raíces negras, algo largos, caían cubriendo sus mejillas, pero no del todo sus labios, eran bastante rositas aún con lo agrietados que se veían. Y joder, no ayudaba que en el preciso momento en que los veía, hubiese pasado su lengua sobre ellos para humedecerlos.
Su piel era blanca, mas algo amarillenta, y podía jurar que, de tenerlo cerca, sería un poco más bajo que yo –la idea de aquello me removió dentro de un modo extraño–. Sus manos delgadas eran algo digno de lo que cualquiera señalaría para un pianista, y su cuello... mierda, ¿qué tan extraño sonaba hallarme encantado con su cuello? La "manzana de Adán" se movía con ligereza, no siendo tan notoria viendo a simple vista.
Y el motivo principal de mi extraño sueño era su voz, como el canto de cualquier sirena, como en todas aquellas absurdas ideas míticas sobre ellas. ¿Quién diría que me tocaría atestiguar sobre la existencia de un tritón?
Acariciaba a un pequeño gato de pelaje café con machas blancas, y le cantaba mientras reía ante lo juguetón que éste se volvía, meciéndose entre sus dedos. Sonaría extraño decir que juraba haber sentido mis labios picando mientras lo veía ser feliz.
—Tenías hambre —Lo escuché decir, y mi corazón saltó como si quisiese ir en seguida a las manos de aquel que, aún cuando no lo tenía, parecía haberme robado aquel órgano con el que se decía vivir. ¿Sería tonto si dijera que me sentía vivo aún sin él?—. ¿Cómo te llamaré?... —Pensaba, en un tono alto y agudo que me había querido hacer reír porque hablaba solo, pero sin estarlo realmente debido a la compañía del animal—. ¿Qué te parece: "Baekdu"? Lo escuché en una historia; y en un café "cercano", ¿no te gusta?
Era lo más lindo que había visto en mi vida. Y sentía que mi diabetes empeoraría con sólo verlo, era una ternura.
—¡Dan! —La voz de una pequeña niña pareció sobresaltarnos a ambos, exceptuando al pequeño gato que seguía ronroneando—. ¡Apúrate, Junnie necesita ir al baño!
Lo escuché gemir como si aquello lo hubiese tomado por sorpresa, y no mentía, conmigo también lo había hecho. Lo miré esperando a su siguiente movimiento, notando que había agachado la cabeza algo rendido y suspirado como sin más opciones.
—Bien, Baekdu, mi hermana se está orinando. Así que, esta tendrá que ser nuestra despedida. —Sonreí al escucharlo, viéndolo acercarse a la cabeza del animal y dejar un pequeño beso, uniendo sus frentes y cerrando los ojos un momento—. Te visitaré mañana, traeré comida suficiente por si se te ocurre chismearle a tus amigos.
Lo vi levantarse, y de tan inmerso que me encontraba, no noté la lata que había pateado al moverme un poco. El animal había salido ahuyentado, y yo me había colocado sentado cerca del árbol del lugar haciéndome el tonto, voltee a verlo con sigilo cuando él miró a mi dirección.
Tengo que decir que sus ojos eran mucho más lindos de frente. Oscuros, casi al punto de no distinguirse pupila alguna y capaces de tocar los extremos del párpado inferior y superior, haciéndolos ver grandes y adorables.
Su rostro me había parecido conocido por un segundo, pero me había concentrado tanto en detallarlo, que el lunar casi invisible bajo su ojo parecido a una mancha logró quitarme toda duda: él era único, otros dos lunares más en cada lado de su rostro posicionados en lugares distintos de sus mejillas que se veían gorditas, pero sin quitar el aspecto afilado de su cara junto a esa barbilla suavecita que era enmarcada por la mandíbula algo cuadrada.
Me llamaban a querer apretarlas y así hacer resaltar incluso más sus labios pomposos.
—¡Jeon Dan Black, Junnie se terminará por orinar!
—Por la mierda, MinJi Jeon, ¡ya voy!
Mordí mi labio y me recargué contra el tronco del árbol en cuanto se fue tras dictaminar que el ruido que había llamado su atención no era importante. Y me permití reír tras reconocer lo tonta que había sido su conversación con su hermanita.
—Jeon... —susurré, y mi voz había salido ronca tras analizarlo—. Jeon Dan Black —suspiré, no queriendo perderme mucho en las ideas que habían comenzado a surgir en mi cabeza sobre su apellido—. Eres un jodido ángel y creo que ya me tienes rendido.
Cerré mis ojos y no ignoré el maullido a mi lado, voltee a ver topándome inmediatamente con los ojos verdes de Baekdu.
—Hola, minino... ¿El ángel también te afectó? —recibí otro maullido de respuesta, y tomé al animal en brazos—. ¿Sabes? No soy de gatos, pero tengo un hermanito que creo que sería muy feliz al adoptarte. Sólo tendré que convencerlo de hacer toda una estrategia mañana para que puedas despedirte como se debe de la belleza de hace un rato, ¿estamos?
Ronroneo en mi brazo tras acercarme a acariciar su cabeza, y suspiré levantándome. No quedaba ya muy lejos mi tramo a casa, y realmente me sentía más cómodo dirigiéndome a ella tras notar que toda tensión se había ido de mi cuerpo.
Fue cerca de la casa que caminé con más lentitud y sigilo, encontrando en la casa vecina a la dueña de esta justo afuera. Me hizo recordar las veces que de pequeño –antes de la llegada de mi padre–, me divertía yendo a molestar a su jardín y a imitar a los pajaritos en cada jaulita colgada en sus paredes.
Ella hablaba con otro chico, uno que veía alto y bastante delgado, estilizado, y la punzada en mi corazón me llevó a caminar un poco más rápido. Sonreí con levedad tras decirme que "no era él, no podía haber crecido tanto hasta parecer de más de sus 12 años".
—Sí, mamá y papá están en Pekín visitando a mis abuelos por todo este fin de semana —sonrió, y fue tras hacerlo que confirme que era así.
La señora iba a contestar, eso, hasta que tras una mirada fugaz a mi costado logró identificarme y quedó pasmada, captando la atención de mi hermanito que en seguida volteó a mirarme.
—¿Quién...? —No había terminado de decir aquello, cuando sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y corrió hacia mí—. ¡Seonnie!
Solté con rapidez al animal en mis brazos, que cayó con agilidad sobre la acera sin buscar separarse más que para dar espacio a mi hermano, que saltó e inmediatamente fue apresado por mis brazos, lo eleve en el aire y lo sentí aferrarse a mi cuello.
—Eres tú... D-de verdad eres tú, no es un sueño, no- No otra vez.
—Soy yo, volví... estoy en casa.
Lo escuché sollozar con más fuerza y sentí mis ojos picar, llevándome a cerrarlos y permitirme atesorar el tiempo que había pasado lejos de él, de ellos.
Porque era consciente de que tenía gente por la cual volver desde que había sido ingresado en aquella base. Y eran mis dos pequeños hermanos.
Creo que, quizá, la vida no era tan mala después de todo.
La puerta fue tocada y me erguí con rapidez, jadeando.
—¿Qué mierda...? —susurré pasmado.
—Seong-ah, la comida —la vocecita de mi pequeño hermano Li Jie llegó a mis oídos, y tragué agradecido de haberle puesto seguro a mi puerta antes.
Noté la erección que se alzaba en mis pantalones.
—Gracias, cachorro, bajaré en un momento. Dile a tu hermano que no se estrese tanto.
Escuché como el niño bajaba de lo más feliz tras chillar, y me permití sonreír antes de colocarme a pensar lo que haría con la situación en mis pantalones. Y eran dos opciones:
Me masturbaba, o me bañaba con agua helada.
Jadee cubriendo mi rostro.
No me había puesto duro con la idea de follar a un chico que apenas si había visto. No, por la mierda que no lo había hecho.
Me levanté rendido de mi cama y entré al baño.
—Ni siquiera estoy seguro de qué tanto te gusten los hombres, Ángel, pero ya me tienes con sueños húmedos... —murmuré malhumorado abriendo la llave y quitando las prendas de mi cuerpo—. ¿Si te conozco? No, ni un carajo, pero qué locura pensar que me tienes excitado con la idea de morder tu cuello —choqué mi cabeza contra la puerta de la regadera y suspiré.
Tranquilo... Quizá no lo vuelvas a ver en tu vida, es sólo una atracción de la más normal.
A todos nos pasa...
Ignorando el hecho de que mi corazón se había sentido jalado hacia ese chico, sí, a todos nos pasaba. Era sólo un humano normal con necesidades normales de reproducción en búsqueda de placer.
Me tense en cuanto el agua helada bañó mi cuerpo. El frío no era de mi agrado si hablábamos de bañarme, pero mi costumbre era no quejarme por ello, por nada.
Tras años de entrenamiento, el mostrar "debilidades" ya no era algo que pudiese hacer con normalidad aunque quisiera. Siendo más comúnmente sacados con episodios de enojo o arranques para buscar estar fuera de todo lo que me rodeara.
Cerré los ojos y eché mi cabeza hacia atrás, intentando no calentarme con ningún recuento de mi sueño.
Pensar que un baño rápido funcionaría fue un gran error. A penas recordé lo que mi cerebro había imaginado, me había vuelto a poner duro allá abajo.
Maldije para mis adentros en cuanto eso pasó y yo ya estaba vestido, pero aprovechando que no era tan visible, más que un ligero levantamiento, decidí salir a comer, de todos modos, la elevación podría ser explicada con respecto a mi musculatura ganada.
—Buenos días, familia —había saludado, y tan pronto como pasó, Jie corrió a mis brazos y lo alce para que se aferrara a mi cuello. Me acerqué a mi otro hermano y dejé un besito en su cabeza—, ¿qué tal durmieron?
—Mal —contestaron ambos al unísono y fruncí el ceño.
—¿Por qué?
—Resulta ser que mi hermano mayor no leyó un cuento para mí como acostumbraba —echó su cabeza hacia atrás, casi llorando por lo que decía y suspiré algo cansado.
Había aprendido en esos dos días con ellos, que el menor a mí por tres años era más dramático que nada.
—Deja la telenovela, anda, ¿qué fue realmente?
Hizo un ligero gesto de molestia, y toque su frente para que masajeara el gesto, funcionando de inmediato.
Me gustaba no haber perdido el toque cuidándolo después del tiempo que no pase cerca de ellos.
—Verás, tal parece que HYBE tiene un nuevo plan misterioso del cual no se ha sabido nada todavía —comió de la fresa que se hallaba partiendo, y lo miré con atención mientras me miraba con las cejas juntas y los ojos entrecerrados. Li Jie asentía a mi lado, como si eso explicara el porqué tampoco él había dormido—, y los chicos de BTS se irán el próximo año, entonces-
La puerta fue tocada, y no esperé en soltar a Li Jie para que fuese a abrir.
En poco tiempo había entendido que mi hermano era un aficionado al K-Pop, y el otro, un aficionado a parecer un mono... eso, o era muy hiperactivo.
Escuché la palabra «papá» salir de los labios del pequeño demonio y me quedé en mi lugar tras ver a mi segundo hermano salir de la cocina para ir en dirección a nuestros progenitores.
Era extraño pensar lo mucho que la familia había cambiado, y eso se veía desde que observabas al segundo hijo. Se notaba desde su forma de vestir y sus gustos, inclusive en el más pequeño que era un gritón sin remedio.
Algo punzaba de forma dolorosa en mi pecho.
Toda sensación de aturdimiento desapareció al verlo cruzar la cocina.
—Seong-su —dijo mi nombre, demorando en cada sílaba, y no evité erguir lo poco que me había enjorobado por la sorpresa—. Tiempo sin verte.
—Lo mismo digo, señor...
No fue sorpresa para nadie cuando no me fue dado ningún abrazo, y únicamente me fue avisado, en la cena, sobre mi aceptación para formar parte de la tan conocida empresa de HYBE; por fortuna, mi hermano de en medio no se encontraba en esos momentos, demasiado ocupado investigando sobre ese nuevo proyecto, sino, habría pegado el grito en el cielo.
El enojo llegó a invadirme cuando también me fue avisado sobre la falsificación en mi edad para poder ingresar, y que me fuese advertido que no dijese nada sobre mi registro real.
"Se hace por dinero", eso habían dicho, y sólo me tocó asentir en silencio porque, como siempre, yo era la jodida rata de laboratorio.
Ahora tenía 21 años.
Era extraño pensar que, de repente, había vivido más de lo que mi vida real acordaba. Pero no era incómodo, después de todo, así lo había sentido, siempre.
➠ 𝒥ℯℴ𝓃 𝒮ℯℴ𝓃ℊ-𝓈𝓊
🄀⒊
"活著: Vivir"
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