Capítulo 24 "Heridas que no sanan"
Si había algo que pudiera hacer... si el destino del mundo estaba en sus manos... con gusto las alzaría para que hicieran con él lo que fuera necesario para preservar la vida de los demás... un pensamiento demasiado desprendido de su propia persona, al considerar que hasta el momento... la vida que llevó parecía un soplido en un segundo durante la vida de un gigante.
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Capítulo 24 "Heridas que no sanan"
Cuando se trata de sufrimiento, no solamente el dolor de las heridas sobre la piel puede volverse avasallador... la impotencia, la necesidad, las dudas, la angustia... son otro tipo de dolor. Y muchas veces al no saber cómo reaccionar al respecto los comportamientos que adquirimos nos hacen desconocidos ante los ojos de los demás.
-¿Estaré... muerto?...
-Creo que esa sería la peor opción en este momento. –Escuchó... ¿Su propia voz? –se volteó de inmediato a comprobar el insólito suceso. Efectivamente pudo reconocerse en la persona que le hablaba, pero al mismo tiempo las diferencias eran muchas. ¿Quién era esa persona que se parecía tanto a él? Dio un par de pasos para poder mirarlo más de cerca.
-Yo... pude sentirlo... que de cierta manera... ya te conocía. Aunque lo tenía enfrente no podía verlo con suma claridad, los ojos le fallaban al tratar de enfocarlo, por lo que estiró la mano para tocarlo pero aunque pareciera la distancia entre ellos no era nada, estaba demasiado lejos como para llegar a él, por lo que retrajo el brazo a su posición inicial. –Alistair... -pronunció finalmente su nombre, al comprender que el motivo de su secuestro era precisamente la persona que tenía ahora enfrente.
-Puedo ver que lo comprendes.
-Aunque me cuesta demasiado aceptarlo... bajó la mirada, plateada que tembló por unos segundos y apretó los puños sin notarlo.
-No es algo que cualquiera pueda comprender... pero por lo mismo debes tomar todas tus fuerzas y escucharme... -habló serio y hasta con cierta ínfula de mandato el príncipe, por lo que el Kirigaya levantó la mirada hacia él nuevamente.
-¿De qué se trata todo esto?... ¡¿Qué son todas esas visiones?! –se llevó las manos a la cabeza perturbado el espadachín negro.
-No son visiones... son recuerdos... y es precisamente a ellos a los que debes prestar mucha atención. Porque la historia se está repitiendo... ¡No puedes permitir que vuelva a ocurrirle lo mismo a Stacia!
-Stacia... -separó los labios al recordar el rostro de la mujer en sus memorias y compararlo al instante con el de su amada. -...Asuna. Yo... no permitiré que nada malo le suceda... ¡Yo protegeré a Asuna! ¡No es necesario que me lo digas!
Ante sus palabras, Alistair ladeó la cabeza, por lo que su flequillo cubrió un tanto de sombra sus ojos y sonriendo en una mueca prosiguió. –Todos tenemos esa expectativa... proteger a la mujer amada con la vida misma de ser necesario... pero a veces la fuerza no es suficiente para lograrlo... el destino tiende trampas... de no ser así... ¿Por qué estás aquí hablando conmigo? No tienes idea de donde estás... porque justo ahora somos solo una existencia dentro del universo... sin poder alguno...
Kirito levantó sus manos a la altura de su rostro y las observó por unos instantes. Él tenía razón... ¿De qué se trataba eso? ¿Dónde estaba? Si en un principio se pensó muerto y ahora sabía que no lo estaba.
-Tienes que volver –le habló el príncipe con rectitud. –Y cuando lo hagas... debes juntar la Excalibur... de lo contrario no podrás hacer nada.
-¿Juntar la Excalibur?... Pero eso... -se llevó las manos al pecho. –Ya no está... ellos me la quitaron... -le respondió confundido.
-Sólo un alma que conozca el verdadero amor será capaz de fundirla. –finalizó con aquellas extrañas palabras a sus oídos.
-¿Qué?... –sus pensamientos ya no pudieron seguir fluyendo, al sentirse muy pesado y cansado de repente por lo que cerró los ojos.
Mientras el sonido de gritos y llantos apenas y alcanzaban a llegar a su subconsciente.
-...Por favor...
-...Kirito-kun
-...Te lo pido...
Poco a poco cual se fuera acercando al emisor de aquellos llamados, podía escucharlos con más claridad. Mientras todo a su alrededor se volvía sensible a su presencia, las voces, el olor del campo, el tacto de su mano entrelazada con la de alguien más... una sensación que conocía muy bien, el tamaño y calidez de aquellos finos dedos que lo apretaban con fuerza. Al instante en que el dolor pulsante que atravesaba de su espalda hacia su pecho lo hizo abrir los ojos de golpe, para luego apretar los párpados con fuerza. ¿Qué le estaba pasando? Podía sentir como si fuera atravesado por una barra de hierro incandescente.
-¡Aggghhh! –profirió y con ello sintió hervir su garganta. Y apretó con la poca fuerza que le quedaba la mano que lo sostenía.
-¡Kirito-kun! –abrió grandes los ojos la Yuuki y tomando un vaso con agua que estaba al lado de la cama, sobre la mesita, le levantó la cabeza con una mano y se lo sostuvo sobre los labios ayudándolo a beber, pero después de un par de sorbos la derramó por lo que se la apartó y la colocó donde yacía en un principio. –Despertaste... -le pasó la mano por la frente, sintiéndola fría y adornada por varias gotitas de sudor, que habían empapado casi por completo sus cabellos oscuros.
-Tengo... que llegar... al castillo... el bebé... -le dijo divagante, aunque estaba viéndola a los ojos.
-...Kirito-kun... eso pasó hace algunos días... llevas dormido varios días... -le habló serena mientras se controlaba a sí misma.
...Asu...na... -pareció finalmente comprender y la miró con los ojos muy abiertos, para ver como los de ella se desaparecían en lágrimas que rápidamente la inundaron y sin soltarlo de la mano, se arrimó a él, colocando su frente al lado de su hombro, a sabiendas lo delicado que se encontraba. Al sentirla llorar apretó fuerte los dientes y los párpados, mientras llevaba su otra mano a encontrar los cabellos castaños que tanto amaba y acariciarlos tratando de brindarle consuelo.
-Perdóname... perdóname... por no... llegar a tiempo... -ante sus palabras sintió como apretaba más el agarre de sus manos y hundía más su rostro entre la almohada y su hombro. Haciéndolo sentir tan débil e impotente ante la pérdida y ante el sufrimiento por el que pasaba ella que sus mismos ojos empezaron a gotear.
Cuando llegó el momento del cambio de turno para cuidarlo, la puerta se abrió y la persona que entró, vio la imagen de la pareja tomada de la mano, mientras se habían quedado dormidos con sus rostros apoyados en el otro, mientras uno yacía en la cama y la otra sentada justo al lado en una silla. La puerta volvió a cerrarse.
Habían sido cinco días de recuperación... de las tragedias tratando de aligerarse y de otros sentimientos que se revelaron con la misma cicatrización de las heridas.
La puerta de otra habitación se abrió y cerró enseguida, dejando observar a un pelinegro de faz idéntica al que recién acaba de dejar, dormido sobre la cama, por lo que se acercó hasta el mueble y sentándose sobre este, terminó por acostarse de lado junto a él. Al sentir el movimiento a su lado, los ojos grises se abrieron y se encontraron con los castaños al instante.
-¿Qué sucedió?... –preguntó extrañado de que volviera tan rápido.
-Ella... se había quedado dormida a su lado... no quise molestarla...
-¿Ella?... –pregunta tratando de confirmar de quien cree se trata.
-Asuna-san... -no pudo bajarle la mirada al mencionarla, como comúnmente lo hacía, esta vez... quería... necesitaba ver en sus ojos que escuchar aquel nombre no lo estremecía, pero no pudo... terminó por desviarle ella misma la mirada y dándose vuelta, le dio la espalda, no quería verlo... ver como su rostro se preocupaba o sorprendía por enterarse de aquella información.
-¿Qué sucede?... –bajó la mirada a sabiendas de lo que ocurría.
-No es nada... creo que aún yo... sigo cansada por todo lo que sucedió, -cerró los ojos.
-Silica... -la llamó pero no obtuvo respuesta. –Keiko... -insistió ahora haciendo uso de su verdadero nombre.
-No me llames así, cuando estamos en una situación tan rara como esta... es extraño...
-Silica entonces. –le dijo tratando de hacerla reír, al usar un tono divertido.
-Lo lamento... -al escuchar como su dulce voz se quebraba, el pelinegro se levantó un poco hasta quedar sobre ella y mirarla. –Fue mi culpa... -apretaba con fuerza los párpados.
-¿De qué estás hablando?... –regresó a su seriedad, inyectada ahora de preocupación, por lo que la tomó del hombro y la giró por completo, dejándola espaldas contra la cama y él apoyando la mano al otro lado de la cintura de la chica.
La posición la sonrojó. ¿En qué momento habían llegado a eso?... ¿Cómo, cuando se sentía tan extraña consigo misma? Al tenerlo tan cerca, subió sus dos manos, a tomarlo por las mejillas y le acarició el rostro en reiteradas ocasiones.
-...¿Keiko?... –hizo caso omiso a lo recién hablado y la llamó como más le gustaba hacerlo, ahora preocupado por aquella extraña actitud. –Sé que fui duro contigo... cuando regresamos... decirte que fue terrible que hayas llamado al dragón poniéndote en peligro... pero me asusté mucho al ver las heridas que tenías... verte la frente sangrando y los raspones... no me gustó nada... si es por eso por lo que estás así...
Ante sus palabras, los ojos de ella se llenaron de lágrimas y negó con la cabeza.
-¿Entonces?...
-A decir verdad... me gustó mucho que me regañaras...
-¿Eh?... no sabías que eras Maso...
-¡Nooo! –le gritó avergonzada, para luego retirar sus manos del rostro amado y limpiarse las lágrimas. –Es porque tú... sólo regañas a las personas que te importan...
-Pero claro... y... tú eres la que más me importa... -Sus palabras tocaron el punto fijo y ardiente del asunto, por lo que la chica volvió a cerrar fuerte los párpados y se llevó las manos al rostro.
-Por favor no me digas eso...
-¿Pero qué pasa?... ¿A qué viene esto?...
-Lo sabía... y lo acepté... -al escuchar el inicio de su próximo discurso lo entendió, el tema del que nunca hablaban... pero no desistió de su actitud y se mantuvo en la misma posición dispuesto a escucharla y enfrentarla.
-Sabía que tu amor le pertenecía a alguien más... que tu corazón había sido tan lastimado que aquel sentimiento era el único que te ayudó a sobrevivir durante todo ese tiempo... y yo... durante el tiempo en que pasábamos juntos...no sé en qué momento... eso dejó de importarme... sólo quería pasar mis ratos contigo... pero quizás... todo eso fue no más que un gran y terrible error... ¡Fui tan ingenua que llegué a pensar que tú podrías llegar a sentir lo mismo que yo!
-...Keiko... -trató de apartarle las manos del rostro, algo en él le gritaba en un interior que no quería seguir escuchando eso.
-¡Pero nada de lo que yo creí llegó a hacerse realidad jamás! ¡No fui más que una ilusa viviendo un cuento de hadas que no existía! –gritaba mientras luchaba contra la fuerza de él, para mantener sus manos sobre su rostro, pero al no poder resistir más la fuerza se dio por vencida.
Lo había dicho... y estaba avergonzada por lo mismo, respiraba agitada por todo lo que había gritado y las lágrimas no dejaban de salir, por lo que en un impulso lo separó de ella y levantándose rápidamente de la cama, se dirigió hacia la puerta, pero a un paso de llegar a la perilla, sintió como el chico la atrapó contra él, rodeándola con los brazos sobre el pecho y la cintura, apretándola con fuerza.
-Por favor... perdóname... déjame explicarte...
-Cuando me desperté... lo primero que quería ver eras tú... pero... como siempre... solo estaba Pina... y cuando pregunté por ti... me dijeron que estabas en la habitación con Asuna-san... -se llevó las manos a los ojos y se dobló sobre sí misma, el dolor y los celos finalmente la desbordaron.
-No... pero no es como tú crees... por favor escúchame...
-No... ya no puedo... suéltame... ¡Por favor suéltameee! –le gritó desesperada por lo que al escucharla, el pensar que él era el causante de su inestabilidad lo hizo soltarla de inmediato, dejándola salir corriendo de la habitación, dejándolo parado frente a la puerta.
¿Qué iba a decirle? ¿Qué es lo que no era verdad?... Si estaba muy consciente que se debatía entre los tres heridos, cuando era el momento de entrar a verlos. Retrocedió un par de pasos y cayó sentado sobre la cama, para luego apoyar los codos en las rodillas.
-...Keiko... -después de unos segundos, se levantó y salió de la habitación, pero dio solamente un paso y se sorprendió al ver a la chica parada al lado de la puerta, recargada contra la pared.
-Debemos terminar con esto... -le dijo al levantar la mirada hacia él, al verlo asomarse.
-No... es... es cuestión de que hablemos, por favor... entremos. –le brindó la mano, mientras la miraba preocupado.
-¿La amas?... –le preguntó directa, sin tomar la mano que estaba frente a ella y parándose derecha, para luego terminar de limpiarse las lágrimas. Mientras una leve mueca de sonrisa se iba dibujando en su rostro, al ver la reacción que provocó en él su pregunta. Los bellos ojos grises que tanto le gustaban la miraban con una expresión de culpabilidad y sorpresa, mientras los labios que tantas veces había besado en busca de su calidez, yacían separados y temblorosos. -¿Lo ves?... No puedes siquiera negarlo... -lo pasó de largo, entrando de vuelta a la habitación y cerrándole la puerta de azote tras él.
Una vez adentro, las fuerzas que había recolectado para enfrentarlo se disiparon como humo y recargándose sobre la puerta se deslizó hacia el suelo entre sollozos.
El pelinegro apenas y se empezaba a reponer de la impresión, estando apoyado contra el otro lado de la puerta, cuando la arquera del grupo apareció frente a él al cruzar el pasillo.
-¿Kazuki? ¿Qué haces ahí? Ya está todo listo para que salgamos... -lo miró extrañada al notar que no le prestaba atención. -¿Puedes avisarle a Silica?
-Ella... -habló finalmente al ver que la figura de la chica seguía parada frente a él. –Ella no se siente bien... lo mejor es que no vaya
-Oh... ¿Pero está bien? ¿Ya le dijiste a alguno de los médicos? –Puso la mano en la puerta con intenciones de abrirla.
-¡Sí!... dijeron que no era nada... sólo que debía descansar... -la miró fijo a los ojos, con la mirada de metal oscuro impasible.
-...Correcto –dio un paso hacia atrás la chica de puntería y siguió su camino, dándole una mirada de reojo al caminar.
Al mismo tiempo, en la habitación del espadachín negro, ambos habían despertado en la impresión de que la tarde estaba arribando.
-No puede ser... se supone que debían venir a cambiarme el turno... que vergüenza... seguramente no dijeron nada porque me quedé dormida... -lo mira y le sonríe, para luego sacar la compresa de agua del recipiente y tras exprimirla colocársela en la frente. –La fiebre no baja ni un poco...
-Quizás fue porque estabas babeando. –Le contestó con una pequeña sonrisa.
-Sí quizás... -respondió por inercia, para inmediatamente entender su comentario. -¡Baka! ¡Yo no babeo!
-Jaja... -se detiene un momento al sentir el dolor en su herida por la risa. –Claro que lo haces. –Prosigue con su juego, pero el dolor no lo deja por mucho. –Asuna... perdóname... -buscó su mano al tanteo sobre la cama hasta que la encontró y al hacerlo la apretó con la fuerza con la que contaba.
-...Ya dijiste eso una vez... no es necesario que lo repitas...
-Lo diré las veces que sea necesario...
-Kirito-kun... han pasado... tantas cosas... cada una más confusa y diferente de la anterior... que a veces he llegado a preguntarme si... esta persona que está frente a ti sigo siendo yo... o quién se supone que soy ahora...
-Lo que creo... es que si hemos pasado por tanto... es porque podíamos soportarlo... al perdernos y encontrarnos... es cuando nos descubrimos verdaderamente y esto que somos ahora... es lo que fuimos una vez... pero con más vivencias...
Su comentario la hizo sonreír, mientras una lágrima traicionera se le asomó. Al notarlo Kirito sonrió, la dulzura de la mujer frente a él, que tanto amaba seguía intacta.
La joven se sentó a su lado sobre la cama aún sin soltarle la mano que él le cogió.
-...Asuna... ¿qué es lo que me pasa? –preguntó directo, por lo que ella suspiró pero se dispuso a contestar de la misma manera.
-Merlín-san... dice que es una herida fulminante... -su rostro se inundó de preocupación sin notarlo, por lo que los ojos grises la miraron sorprendidos.
-¿Qué significa eso?...
-Es una herida de magia... como la espada de la muerte Arondight te atravesó... la herida no sana... solamente... empeora... pero... estoy segura de que encontraremos una manera de revertirlo... -lo miró tratando de transmitirle esperanzas.
-Así que... están hablando de eso... -se escuchó desde la puerta la voz de la francotiradora, por lo que Kirito volteó a ver, mientras Asuna bajó la mirada en señal de molestia. Desde aquel día no se habían vuelto a dirigir la palabra, la verdad es que no sabía cómo, ni qué decirle o si valía la pena sostener una conversación nuevamente.
-Sinon... -la recibió el espadachín, que enseguida notó la falta de empatía de su esposa, por lo que volteó a verla sin comprender.
-No sabía que ya habías despertado... me da mucho gusto. –Prosiguió la peliceleste. –Sólo vine a informarle a Asuna que ya nos vamos.
-¿Se van? –volteó entonces hacia ella la Yuuki. -¿A dónde?
-Lo que te dije la otra vez era cierto... voy a recuperar la Excalibur... Merlín dijo que eso ayudaría a Kirito a sanar, entonces debemos ir por ella...
-¿Pero por qué entonces no me dijiste nada?... ¡Yo también tengo que ir! –ante su reclamo, la chica Asada sonrió de lado.
-Lo mejor será que tú te quedes a cuidar a Kirito mientras no estamos
-¿Qué quieres decir con eso?... ¡¿Estás insinuando que no tengo la fuerza suficiente como para ir a pelear?! –se puso de pie.
-...Asuna... -El pelinegro la llamó al notar como soltó su mano para pararse.
-Pues... por los recientes acontecimientos lo dudo... -habló seria para que desistiera pero no hizo más que provocarla.
-Yo podría acabar contigo en este instante... -la miró molesta y hasta acelerada.
-Hhmm... -su comentario la llevó a arquear una ceja. –Compruébamelo ahora mismo entonces.
-No... ¿Qué están diciendo?... –trató de sentarse Kirito, pero el dolor era demasiado y cayó acostado nuevamente en la almohada. –No están hablando en serio...
-Espera por favor... enseguida regreso. –Asuna le dedicó una sonrisa y luego salió de la habitación, seguida de Sinon.
Haciendo el recorrido hasta el jardín finalmente llegaron.
-Aún... sigo sin comprender como fue que escuchaste nuestra conversación el otro día. –la miró intrigada la arquera.
-Digamos que... con todo lo que pasó... tuve una pesadilla, necesitaba salir de ahí rápido... pero jamás me esperé eso... en serio.
-Fueron una palabras muy duras... pero todo pasó tan rápido... que ni yo misma pude medir mi propio dolor y los sentimientos que exterioricé... sin embargo...
-¿Aún sigues creyendo que tenías la razón? –una más calmada y analítica Asuna la observa.
-Lo que pasó con tu bebé... y lo que pasó aquella vez... hace 4 años... ninguna de las dos fueron tu culpa... pero... tampoco la mía... el sentimiento de impotencia... y la desesperación de ver a Kirito deseando haberse muerto contigo fue demasiado para mí... y esos preciados años que pasé a su lado... ya fuera lo que fuese... su amiga, su confidente... o hasta por algunos segundos su amante... son vivencias que no puedes quitarme... y no puedes culparme por eso... porque tú no estabas... y aunque el viviera adorando tu recuerdo, yo no podía dejarlo solo.
-¡Ya bastaa! –le gritó levantando las manos hacia ella. –Desde la otra vez vienes diciendo lo mismo... y no son cosas que yo pueda escuchar justo ahora... acabo de recuperar mi vida... sin saber cómo demonios he llegado hasta esto... haya pasado lo que haya pasado Shino... Yo lo amo... no podría imaginarme la vida sin él... y por eso todo lo que tenga que ver con él me importa...
-...¡Asu...na! –la voz del Kirigaya llegó a sus oídos al instante y abrió los ojos en gran sorpresa de tan solo imaginar que hubiera dejado la cama donde convalecía para ir en su búsqueda y al voltear... estaba ahí... sosteniéndose de uno de los pilares y al ver que lo vió, dio un par de torpes pasos, para volver a derrumbarse.
-¡Kirito-kun! –corrió hacia él y tomándolo entre sus brazos lo abrazó con fuerza mientras cerraba los ojos, al sentir el abrazo recíproco de él.
Ante tal acto, Sinon guardó su arco.
-Él necesita que estés aquí Asuna... es por eso que no puedes venir con nosotros... -terminó por decirle y fue entonces cuando la peliroja entendió todo aquel acto.
-Kirito-kun me necesita... a mí... no importa lo que haya pasado hasta hoy... seguimos siendo nosotros mismos... tal y como él me dijo...
La arquera terminó por marcharse, mientras ellos permanecían abrazados en el suelo. ¿Cuánto tiempo tenían de no sentir las respiraciones del otro sobre sus cuellos?... ¿De no saborear la delicia del contacto del cuerpo del otro?, de compartir su calor entremezclado de ternura...
-Asuna... -se separo ligeramente para poder verla a los ojos. –Estás aquí... eres tú... -los ojos plateados se inundaron en lágrimas al momento.
-...Kirito-kun... -le respondió con la misma necesidad entrañable y cerrando los ojos, dejó escapar las lágrimas de felicidad que se le acumularon, mientras en un ritual de reconocimiento, juntaron sus labios entre sí, justo como aquella primera vez... sintiéndose inseguros del entorno que les rodeaba, pero a sabiendas que en ella podía depositar su confianza y su vida, porque era la dueña de sus sentimientos y ella recibir los mismos, porque dentro de su corazón, el amor por él había aflorado desde hace ya... mucho tiempo.
-Volvamos adentro... -le indicó su amada, a lo que él asintió y con un gran esfuerzo denotado en su rostro, con ayuda de ella se levantó.
PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS
Desde el escape de las tierras del reino de Underworld habían pasado alrededor de 3 meses, la búsqueda por los príncipes fugitivos se había extendido alrededor de todos los reinos y especialmente en el reino del norte Overworld, algunos aldeanos afirmaban haber visto al príncipe en más de alguna ocasión en el mercado, con vestimenta totalmente diferente a su categoría, pero se tomaban todos aquellos comentarios como simples rumores.
Las tierras aradas al pie de la montaña, empezaban a dar fruto, las hojitas en ramilletes verdes desprendían un aroma a tierra fértil que alegraba las mañanas al nutrirse del sol.
En aquella cabaña, a unos cuantos metros del sembradío, el sonido de alguien llamando a la puerta, alertó a los habitantes sobre una inesperada visita.
Una mujer de hermosa cabellera castaña clara recogida en una frondosa trenza, cubierta por una pequeña manta, de vestidos largos y un mandil, abrió dejando entrar aún más luz a la fresca vivienda.
-Hola Cia-san, veo que como siempre estás hermosa y creciendo, -la anciana mujer que recién llegó le colocó una mano en el vientre, haciendo notar su estado.
-Sí... ¿Perdone... qué hace aquí tan temprano?... –la miró sin comprender su visita, pero la mujer no hizo más que verla y negar con la cabeza, para luego entrar en la casa con una canasta llena de hojas cultivadas y colocarlas en la mesa.
-Sí vengo es porque las primerizas como tú, siempre andan cometiendo toda clase de errores... ¿Y tu hombre? –le preguntó sin darle tiempo de reaccionar.
-¿Mi hom...? –su pregunta la sonrojó. –Mi marido... está indispuesto...
-¿Otra vez?...
Ante su pregunta sólo pudo sonreírle nerviosa.
-¿Sigues besándolo?
-¿Eh?... pues... -parecía que cada pregunta que salía de la boca de la mujer era para abochornarla cada vez más.
-Oh... por favor niña. –la miró ceñuda la mujer. Una pequeña anciana de cabellos canosos y rostro con muchas arrugas.
-Pues sí... aunque usted me dijo el otro día que no lo hiciera... él... -se encoje de hombros.
-Sabes bien que a los machos estos hay que tomarlos por los cuernos y frenarlos. –Sus comentarios cada vez más subidos de tono, la habían coloreado del rojo más encendido.
-Iré... a ver... si puede venir a atenderla... -se dio la vuelta.
-Stacia-sama... usted sabe que esto es por el bien de su alteza... -le dijo entonces la anciana, lo que la detuvo en su camino.
-Muchas gracias... pero por favor recuerde... que mi nombre es Cia...
-Stacia... ¡Staciaaa! –al oír la voz de Alistair llamándola, la anciana la miró con picardía, por lo que la princesa exhaló con resignación. Acto seguido fue por su amado y ayudándolo a llegar al comedor, lo dejó sentado sobre una de las sillas frente a la anciana.
-¿Qué demonios me pasa?... –se lleva una de las manos al rostro, tapándose los ojos. -¡Seguramente esto es por culpa de los malditos té de esa bruja! –exclamó sin haber notado la presencia de la mujer.
-¿Sigues con náuseas y mareos por las mañanas mi señor? –pregunta la visitante.
-Sí... esto es una maldición... -se detuvo en seco entonces y bajando la mano despacio de su rostro la observa. –Kaede... -¡¿Qué demonios me hiciste?!
-Jajajaja ¿A mí me reclamas?, en realidad todo esto se debe a tu mujer en espera mi señor... por todos es sabido que los malestares de las mujeres impregnadas se pasan a sus hombres por la saliva... ¡Les dije a los dos que debían dejar de besarse!
-¡Pero eso es imposible! –su rostro se coloreó de azul y tapándose la boca salió corriendo al cuarto de baño de vuelta.
-Debe haber algo que podamos hacer... -la mira preocupada Stacia.
-Por el momento prepararle un té con estas hiervas su alteza... -saca unas raíces retorcidas, a lo que la diosa sonríe de lado.
-¿Dijiste que esto pasará pronto no? –pregunta viendo como el agua ha empezado a hervir sobre los leños.
-Pues... comúnmente dura el principio de la espera... ya cuando el vientre crece más, va desapareciendo. –Sonríe al ver que con sus palabras, ella se llevó las manos al mismo y lo acarició. -¿Y tú cómo estás? ¿Te has sentido cansada? ¿Algún antojo? Si tienes antojos debes satisfacerlos de lo contrario el niño nacerá con cara de patata.
-¿Con cara de patata?... –se preocupó. –La verdad... que me da mucha ansiedad comer moras... moras bañadas con salsa de trufas.
-¡Eso es! ¿Y las has comido?
-Sí... Ali siempre va en busca de lo que le pido... pero la verdad que las moras que quiero... son las que se dan en los jardines de mi reino... claro que no podemos ir ahí... -toma el recipiente caliente con una manta y lo sirve en una taza.
-Si me lo hubieras dicho... yo hubiera ido hasta Underworld por ellas... -la voz del príncipe llegó hasta las dos, pero la más sorprendida fue la diosa que se llevó una mano al vientre.
-¡Se movió! –le sonríe alegre. –Cuando escuchó tu voz se movió.
-¡¿De verdad?! –llegó corriendo hasta ella y agachándose colocó su oído sobre su vientre.
-¿Pero qué estás haciendo?... te dije que se movió –lo mira divertida.
-Pues... imagínate que intenta decirme algo... como... "Quiero moras de Underworld"
-...Ali...
-Bueno... tal parece que el plan de dejar de besarse no funcionará porque están muy entusiasmados... -se levanta de la silla la anciana, -de todas maneras estaré viniendo con regularidad para ver como siguen los dos, por el momento les dejo las hiervas para hacer té contra el mareo, así que tomate una taza por la mañana Ali-san –le sonrió la mujer y tu cuida de no hacer ningún trabajo pesado Cia-san.
-Estaré muy al pendiente de eso. –le respondió el príncipe y ayudándola con la canasta, la llevó hasta la puerta donde la despidió.
Una vez cerró la puerta, se dirigió directamente donde su mujer y tomándola del rostro la besó.
-Rebelde...
-Siempre...
Continuará...
SAO, White Butterfly, Capítulo 25 "Trampa"
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