Capítulo 23 "Escape"


Si había algo que pudiera hacer... si el destino del mundo estaba en sus manos... con gusto las alzaría para que hicieran con él lo que fuera necesario para preservar la vida de los demás... un pensamiento demasiado desprendido de su propia persona, al considerar que hasta el momento... la vida que llevó parecía un soplido en un segundo durante la vida de un gigante.

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Capítulo 23 "Escape"

Era como permanecer perdido, sabiéndose solo y sin el menor sentido sobre lo que sucedería... sobre cuáles deberían ser sus actitudes... sólo se limitaba a caminar en la espesura de aquella fachada de neblina que se extendía frente a él. Lo había sentido antes... aquel día en que el juego de SAO terminó y vio con sus propios ojos como el castillo flotante de Aincrad desaparecía al desmoronarse bajo sus pies.

Los cabellos oscuros se sacudían con la pequeña ventisca que soplaba, mientras su mirada perlada se notaba abrillantada por el reflejo de los alrededores.

-¿Estaré... muerto?...

-Creo que esa sería la peor opción en este momento. –Escuchó... ¿Su propia voz? –se volteó de inmediato a comprobar el insólito suceso. Efectivamente pudo reconocerse en la persona que le hablaba, pero al mismo tiempo las diferencias eran muchas. ¿Quién era esa persona que se parecía tanto a él? Dio un par de pasos para poder mirarlo más de cerca.

-Yo... pude sentirlo... que de cierta manera... ya te conocía.

INICIO DE LOS TIEMPOS

-No, vector-sama... no están por ninguna parte... es como si la tierra se los hubiera tragado... -le reverencia un plebeyo.

-Aún no puedo creer que hayan usado esa explosión en mi contra... -aprieta los puños en reiteradas ocasiones.

-Es que sólo a ti se te ocurre hacer volar el lugar... que está completamente cubierto de tierra y polvo... -lo mira seria y cruzada de brazos Solus.

Mientras Terraria los observa discutir, sin mencionar una sola palabra, más que recordando una y otra vez las palabras con que las recibió el dios oscuro en su regreso de las catacumbas.

-"!Ese maldito no solo la desvirgó, yo mismo lo escuché de los labios de Stacia!¡La impregnó con su horrorosa semilla de cabro"

-Impregnada... Stacia-sama... -pensaba sin poder tranquilizarse, a sabiendas que ella conoció la verdad de su amor desde un principio.

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El par de encapuchados se escondían tras un muro, en un pequeño callejón, viendo pasar a la guardia real, mientras respiraban agitados por la escapatoria en progreso.

-Por un momento pensé que los guardias nos encontrarían... -le tomó del brazo con fuerza, sin notarlo le estaba transmitiendo todo su nerviosismo.

-Tranquila... que por el rumbo que vamos... seguramente podremos adelantarnos lo suficiente como para perderlos de vista. –puso su mano sobre la de ella. Para momento seguido ladear la sonrisa y levantar la mirada.

-¿Qué?... –abrió los ojos preocupada.

-No te asustes... es sólo qué... -no puede proseguir, al tapar su propia boca para contener la risa que ver como el rostro se le coloreó de azul a su amada.

-¡Quítamelo! ¡Quítamelooo! –se llevó las manos a la cabeza y empezó a sacudirse.

-Por favor Stacia-sama... le suplicó se tranquilice y guarde la fiel compostura que la caracteriza... -le pone la mano en la cabeza, ante una ojimiel, que lo mira sin comprender y asustada. –Es solo una pelusa... jeje... -se la quita y la sopla lejos.

-¡¿Ehhh?! ¡Me asustaste por eso?! –le golpea el pecho con el puño. -¡Eres un idiota! –volvió a pegarle, a la segunda vez, el caballero perdió un poco el balance y se dejó caer contra la pared tras suyo. -¿Ali? –extiende su mano mostrándose preocupada, mira entonces que ella misma ha sido la causante del desbalance, pero estaba tan acostumbrada a reprocharle de esa manera y sentirlo tan imponente y fuerte que no lo dudó en volver a cometer la misma hazaña. –Por favor perdóname... -le colocó una mano en la mejilla, a lo que él le sonrió. –Soy una tonta... acabas de salir de la prisión... mírate cómo estás... yo no quería... -las lágrimas empiezan a asomársele.

-Stacia... -le despejó la frente como suele hacerlo, pasando su mano entre los cabellos de su flequillo. – Me... tropecé con esa piedra... -se la señaló con el dedo índice extendido. A lo que ella se sonrojó al darse cuenta de la gran muestra de preocupación que había dado. Y él como era su costumbre... salía con alguna tontería para aligerar el ambiente.

-Esta vez... no te golpearé porque estás lastimado... -lo soltó y se sacudió las manos en señal que ese asunto estaba resuelto.

-Me alegra... te veo más tranquila, -le tomó la mano, -ahora ya podemos seguir –se asomó, sacando la cabeza por la entrada del callejón.

-¿Más tranquila?...-Pensó la princesa y no pudo evitar bajar la mirada a sus manos juntas, notando como la de él, cubría casi por completo la suya, dándole una enorme sensación de protección, para seguidamente levantar su mirada a ver su espalda, ancha y fuerte, donde sus ojos le llegarían a los homóplatos del joven. –Nunca me percate de lo alto que era...

-¿Stacia?...

-¡Stacia! –oyó finalmente y su voz la trajo de vuelta a la realidad. -¿Estás bien? ¿Quieres que nos sentemos? –la miró preocupado.

-No... no, para nada... es sólo que me quedé pensando en otra cosa perdón. –le sonrió, -en todo caso el que debería descansar eres tú... -frunció el seño en preocupación.

-Pues... ya le había dicho al herrero que si las cosas se ponían así... iba a pasar a verlo antes de regresar a Overworld, así que una vez ahí... podremos descansar.

-¿El herrero? –abre los ojos intrigada.

-No pensarás que iremos el camino entero desarmados...

Ella sin hacer reproche alguno, le siguió por todos los callejones de la ciudad de Centoria hasta la salida en el puente. La noche había caído y las antorchas se miraban a lo lejos, el centro de la ciudad era un caos, entre las destrucciones de los establos e irrupciones en las casas en búsqueda de la diosa.

-Esto no puede estar pasando... ¿Por qué están haciendo esto?.. –junta las manos en rezo contra su pecho la princesa.

-Debemos darnos prisa... -le colocó la mano en el hombro, sabiendo que no era una decisión fácil para ella.

-Yo lo sé... pero la gente... todos ellos no tienen la culpa de lo que está pasando... los únicos culpables somos... -se le derramaba una lágrima y aprieta los puños.

-¿Somos nosotros?... –pregunta parándose al lado de ella Alistair. -¿Acaso la culpa no recaería en las personas que prendieron el fuego a esas casas?... ¿Acaso no es culpa del rencor insólito que poseen los corazones de esos que se hacen llamar dioses? ¡Si la gente está sufriendo, es por culpa de ellos Stacia! Más aún... por la culpa de ese sujeto... Vector...

-Vector... mi hermano sigue con esa obsesión dentro de la cabeza... que lo enloquece y no lo deja vivir... ni pensar con claridad... -se lleva ambas manos al rostro tras sus palabras, dejando a un Alistair en total sorpresa y anonadado.

-¿Qué dijiste?... –la tomó por los hombros y la volteó hacia él.

-Si no te había mencionado nada... fue precisamente por la repulsión que ese tema genera... -baja las manos de su rostro, exponiéndolo enrojecido ante él.

-Ese sujeto... es tu hermano... -trata de recuperar un poco de aire. –Pero si él... Pero si él dice que te ama... -las palabras de Alistair fueron demasiado para ella, enseguida se llevó nuevamente las manos al rostro sin poder controlar el llanto inminente.

-¿Stacia?... –la abrazó contra su pecho y colocó su mentón sobre su cabeza. -¿Estás bien?... ¿él...? –Miles de preguntas le cruzaron por la mente queriendo averiguarlas todas de una vez, pero su intención no era en ninguna medida sofocarla y hacerle recordar actos del pasado que pudieran perturbarla... por ella... y por su estado.

-Sí Ali... -respondió ella inquiriendo en el silencio de su amado. –Vector... intentó... -la pausa acrecentaba la incertidumbre en el pecho del caballero. –Hacerme daño... por eso lo desterraron hacia las tierras oscuras...

Alistair sabía que de los labios de la princesa no saldrían palabras recargadas de odio ni rencor y estaba consciente que ese daño al que pudo referirse no se llegó a cometer, porque él fue el primero y el único en estar con ella. La abrazó si podía aún más fuerte, para luego tomarla del rostro y besarla sin previo aviso.

Tomándola por sorpresa pero siendo correspondido al instante, sus manos pequeñas y temblorosas, se metieron bajo su capucha, rodeando la cintura masculina, sintiendo el contacto de su calor recolectado dentro de la manta, para poco a poco ir acercándose a él y rodearlo completamente con sus brazos, al juntar sus pechos contra el final del tórax del príncipe.

El beso se intensificaba con cada segundo que pasaba, al punto de saborear sus lenguas entre sí, cuando un silbido les llamó la atención, por lo que se separaron.

-¡Te tardaste! –levantó la mano Alistair a la persona que recién llegó, mientras esta aterrizaba en la grama las patas del pegaso negro.

-No es fácil conducir tan largo camino con tu pegaso... -se sobó el trasero la chica de cabellos rosas.

-¿Tú... eres el herrero?.... –la miró desconfiada Stacia.

-Stacia... ella es Elizbeth. –la introduce el representante de Overworld.

-...Mi diosa. –Se arrodilla ante ella la chica recién llegada.

-Por favor... ponte en pie... -le pidió al sentirse indigna de tal reverencia. Muchas cosas habían pasado en su vida, que habían cambiado por completo la percepción que tenía de sí misma.

El sonido de las cigarras orquestando la noche fue interrumpido por el relincho del pegaso, que se levantó en dos patas para luego empezar a caminar hacia atrás.

-¿Qué sucede Sirrah?... –Se acercó a él su dueño y acarició su hocico con ternura.

-Alistair-sama... -llamó entonces su atención la herrera, el príncipe al voltear hacia ella, se sorprendió la expresión de horror que se apoderó de ella, por lo que volteó inmediatamente a ver en la dirección en que señalaba.

Las flechas surcaban el oscurecido cielo, brindándole iluminación constante, en secuencias interminables y agrupadas, acortando cada vez más la distancia con ellos.

-¡Nos alcanzaron!

-Alistair... -volteó a verlo su amada, era cierto que bajo circunstancias normales tomaría todo el valor del que estaba hecha y enfrentaría al enemigo sin lugar a dudas, pero en una situación como esa... cuando el enemigo es su propia gente... su reino... ¿Qué hacer?

-Elizbeth... ¡Toma a Stacia y huyan en Sirrah! ¡Nos veremos donde acordamos! –le dio instrucciones a la pelirosa, mientras tomaba a Stacia por la cintura y la ayudaba a subir al pegaso negro.

-¡¿Pero qué estás diciendo?! ¡De ninguna manera me voy a ir! –le replicó, una vez ya estaba subida en el animal.

-¡No es momento para discutir Stacia! –prácticamente la silenció con la forma en que le gritó, mostrándole su autoridad y determinación.

-¿Pero qué dices?... ¿Por qué no vienes con nosotros? –trata de comprender Liz.

-Debo desviarlos... de seguir por el camino que van, nos volverán a encontrar... esta persecución no puede seguir... no podemos arriesgar a la otra aldea... ¿Recuerdas el lugar al que iríamos no?

-¡Pero eso está en Overworld! ¡Ellos nunca nos dejarán pasar!

-¡Sirrah sabrá que hacer! –Una vez las dos estuvieron arriba del pegaso, el príncipe le pegó una palmada y con eso, dando un par de saltos en carrera despegó.

-¡ALISTAAAIIIRRRR! –Stacia no pudo soportar la angustia de verlo quedarse, mientras ellas se alejaban cada vez más en dirección del cielo.

Los ojos de ambos se mantuvieron en contacto todo el tiempo posible hasta que la distancia los apartó por completo.

-¡Regresa! ¡Por favor regresa! ¡No puedo irme! ¡No puedo dejarlo! –le rogaba a la herrera, sin embargo ella solamente apretó los párpados y los dientes, de igual modo luchaba consigo misma para cumplir la orden que el príncipe le había dado y su deber en ese momento, no era otro que llevar a la diosa sana y salva hasta el castillo en Overworld.

Habían pasado varios minutos para que las súplicas de Stacia dejaran de escucharse, su mirada triste y derrotada miraba hacia el lomo del pegaso, descubierto frente a su vestido.

....

La noche había caído... la madrugada casi pasaba y el guerrero había logrado finalmente alcanzarlas... el júbilo que sintió su corazón al verlo era indescriptible. Pero había cumplido su promesa, había regresado a ella.

-Cuando íbamos montadas en Sirrah... Elizbeth me contó cómo fue que lo encontraste y el por qué de su nombre.

La luz se había tornado bastante tenue, el amanecer estaba pronto a su arribo y se perfilaba perfectamente por la ventana, no querían ser vistos, no querían que se supiera de su presencia en el castillo, al menos no aún, no esa noche... la primera noche que podrían pasar juntos sintiéndose unidos y a salvo... dejando el cuidado de sus espaldas solamente al destino, al darse por desaparecidos del reino de Underworld y sin señas de haber ingresado al mundo de origen del príncipe.

Sus heridas eran superficiales, pero aún así... la culpa no la dejaba tranquila, no podía mirarlo a los ojos, limitándose a sacar otras conversaciones, para no perder la confianza... sin embargo ver como la sangre se dispersaba en el agua al enjuagar los pañuelos la hacía sentirse culpable.

-Ya basta... no es necesario que lo hagas... -metió su mano en el mismo recipiente del que ella no sacaba su mano, habiéndola metido hace un par de minutos. No notó en qué momento se había quedado ida en sus pensamientos, por lo que él prosiguió con la conversación demostrándole que las cosas estaban bien. –Encontré a Sirrah cerca del nacimiento de agua que hay en el gran bosque de Overworld. –Sonrió al recordarse a si mismo más joven, viendo maravillado al pequeño pegaso negro. Justo como dice la leyenda... -ella levantó su mirada hacia él asintiendo, por lo que prosiguió. –Una de las estrellas que conforman la constelación de Pegaso es...

-Sirrah... -terminó la frase la princesa.

-Así es... -le afirmó él, mientras sacaba las manos de los dos del agua y las secaba con la manta de al lado. –Pero al mismo tiempo que es parte de Pegaso... lo es de Andrómeda... en ese momento yo... pensé en mi madre... creí que podría compartir eso con ella... ya que igual que Andrómeda... ella había pasado por algo parecido... -sus ojos se oscurecieron al pensar en eso. –Nunca la conocí... toda su vida... o por lo menos desde que yo recuerdo... estuvo encerrada en el calabozo... Jamás nadie mencionó una palabra al respecto... Se dicen dignos de cuidar estas tierras y a su gente... que Overworld no es un mundo de bestias pero...

Cuando se dio cuenta, estaba siendo rodeado por los brazos de su amada, con el rostro apoyado sobre su pecho, haciéndolo sentir reconfortado pero a la vez sumamente necesitado, la abrazó con locura, apretándola contra él mientras rodeaba su cintura y se sentía finalmente liberado, pudiendo expresar todo ese dolor que sentía reflejado con sus lágrimas que demostraban su final colapso ante esos sentimientos que guardaba.

-¿Es por eso qué te preocupaba tanto que me atraparan a mí?... –se agachó sobre su cabeza y besos sus cabellos oscuros. –Nadie va a separarme de ti...

-Stacia...

-No necesitas todo el tiempo pensar en protegerme... yo también soy fuerte... -se separó de él, para poner sus manos sobre sus hombros y verlo al rostro. –Confía en mí... -pasó sus manos de sus hombros a su rostro para luego acercarse y besarlo. El toque de sus labios fue suave y en extremo delicado, despertando su inquietud por probarlos nuevamente, cuando se trataba de ella nunca era suficiente. Tan hermosa... tan bella... tan auténtica y al mismo tiempo con una fuerza y un coraje que era capaz de compartirlo, que terminó por levantarse frente a ella, deshaciendo el agarre de sus manos a su rostro, que terminaron de deslizarse hasta caer sobre su pecho, para luego ser él quien la tomara por la cabeza, colocando sus manos extendidas desde la base de su cuello hasta atrapar sus cabellos entre sus dedos, su pulgar derecho había quedado tan cerca de sus labios al hacerlo, que no dudo en pasarlo por encima de los mismos.

ADVERTENCIA: LEMON

Stacia sintió como todas las conexiones nerviosas de su cuerpo explotaban en un instante, irradiando aquella sensación magnífica como punzada hasta su vientre. El príncipe la sitió estremecerse con su toque, al punto que separó sus labios y adentró la punta del dedo sobre su boca. No pudo soportarlo más, sacó su dedo para introducir su lengua y con ella todas las emociones que lo embargaban, los besos empezaron con gran intensidad, aún sin importar las cortadas que tenía en los labios. Para una vez hubo calmado su ímpetu mirarla a los ojos con cada nuevo beso que le daba, esperando con ansias sus reacciones, para observar como la princesa cerraba los ojos mientras sus labios se separaban entre pequeños jadeos, mientras besaba su labio superior, inferior, ambos. Mientras sus delicadas manos exploraban con un intenso toque sus pectorales como un ciego que recorre una superficie con sus dedos para reconocerla. Al mismo tiempo que entre jalones iba desabotonándole la camisa, la cual al instante de liberarlo le quitó con la ayuda él, para movimiento seguido sujetarla de la cintura y juntarla completamente a él, acariciarle la espalda y bajar hacia sus glúteos para tomarla con ambas manos y de un movimiento sin el mayor esfuerzo levantarla colocándola sobre su cadera.

La princesa rodeo el cuello del caballero con sus brazos y continuó besándolo, a pesar de sentir el movimiento de los pasos en retroceso, hasta donde topó junto a la cama y sentándose a las orillas de esta, ella quedó acomodada sobre el regazo del pelinegro.

Los besos abandonaron sus labios y las sensaciones subían cada vez más dispersándose en todo su cuerpo al sentirlo inspeccionándola. Había desatado su vestido por la parte de encima y estrujándolo entre sus manos bajó despacio de sus hombros, exponiéndolos ante él para enseguida ser víctimas de sus besos al seguir el camino que dejaba su aliento desde su cuello.

Las emociones y los deseos que revoloteaban en su mente eran contradictorios, quería que continuara besándola hasta el infinito, pero al mismo tiempo quería ella hacerle lo mismo, atraparlo para sí por la eternidad y jamás dejarlo ir, convertirlo en suyo y declararse su dueña. Los cabellos oscuros se deslizaban entre sus dedos finos, mientras apreciaba como habían crecido sus mechones durante el tiempo que no lo tuvo junto a ella, para instante siguiente notar que los cuernos le habían aflorado, pero tuvo que soltarlos al sentir que él estaba tratando de bajar un poco más sus ropas pero para hacerlo efectivo ella debía sacar sus brazos primero, al hacerlo la débil tela que le servía de protección bajo sus vestimentas transparentaba sus pechos ante él.

-Será mejor... que me quite todo esto... -le dijo casi en un susurro, por lo que él asintió y tragando saliva cerró los labios y tomándola de la cintura se levantó junto con ella para ponerla en el suelo, al hacerlo inmediatamente el vestido se deslizó de su cuerpo, dejándola con el pequeño camisón que llevaba bajo solamente, mirándolo... ruborizada por la sangre bombeando al mil por hora dentro de su cuerpo y mirándolo de una manera indecorosa, si ella era una diosa... eso era lo último que pasaba por su cabeza en esos momentos, se había entregado por completo al amor... tal vez... el destino le dio a escoger entre dos futuros muy distintos...

Su amado... aquel guerrero que en un principio odiaba por las habladurías... el enemigo declarado de su tierra... aquel que en una ocasión bendijo... estaba parado frente a ella con toda su presencia vibrante y adictiva, con las cicatrices de las batallas estampadas en su piel y los frutos de su entrenamiento en sus marcados pectorales y abdomen, mientras todo su deseo y virilidad se reflejaba en el abultamiento de su pantalón.

-Stacia... por favor... -la tomó nuevamente del cuello y cintura acercándola por completo a él, de modo que pudo sentir todo lo que en un principio vio.

-Alistair... -separó sus labios en busca de los suyos.

-Por favor... tócame...

-¿Qué te toque?... –respondió sin dejar de buscar besarlo, sintiendo su aliento tan cerca que se volvía irresistible.

-Sé... que puede interpretarse como... una desfachatez... siendo quien eres... pedirte que me toques... Pero te necesito...

Al comprender a que se refería colocó las manos en su cintura también y poco a poco las fue subiendo sobre su abdomen mientras hacía presión sobre su piel. Sabía perfectamente de lo que estaba hablando... aquella sensación que él mismo le había proporcionado a ella al tomarla como lo había hecho, acariciarla y sentir como sus manos se movían entre su cintura, su espalda y sus piernas era tan placentero que hasta podría ser prohibido.

De un momento a otro los toques se volvieron recíprocos, llevándolos al punto de perder el equilibrio y caminar hasta toparse contra la pared, quedando ella de espaldas a esta y Alistar frente a Stacia. Quien tocaba con delicadeza y absorto sus pechos, estrujándolos entre sus manos en una búsqueda de propiciar placer al otro mientras se deleitaban con sus reacciones.

Abriendo un espacio entre su abdomen y el de él bajó su mano hasta sentir el miembro grueso y palpitante escondido tras las ropas de caballero.

La sensación lo descolocó y tuvo que apoya una de sus manos contra la pared, al mismo tiempo que buscó los labios de su amada.

Al poco tiempo todas las ataduras restantes se habían soltado y libres de toda prenda se encontraban acostados sobre la cama repartiéndose entre besos y caricias mientras la unión entre ambos se consumaba.

Era demasiado... sentía que él abarcaba cada espacio que había dentro de ella de tal forma que en cada roce... cada contacto de su piel contra su interior todas y cada una de sus células le anunciaban y exigían más de aquella cercanía.

Continuará...

SAO, White BUtterfly, Capítulo 24 "Heridas que no sanan"

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