Capítulo 11 "De Bandida a Princesa"

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WHITE BUTTERFLY

Capítulo 11 "De bandida a princesa"

-¿Qué... estás diciendo?... –estaba completamente consternada, las palabras que había escuchado salir de sus labios no eran normales... era imposible que lo fueran. Se quedó parada frente a él, mientras la cola de su avatar de Caith Sith se erizó un poco sin que lo notara. Apretó los puños en espera de su respuesta.

-No tengo por qué repetirlo... -la miró frío por unos segundos para luego pajar la mirada, el peso de sus acciones no le permitían siquiera contemplarla y menos aún al ver que sus ojos le reclamaban una explicación, asomándose la petición a ellos en forma de llanto. Se dio la vuelta y extendió las alas.

-¡¿A dónde crees que vas?! –corrió rápido hacia él y alcanzó a tomarlo del brazo, abrazándose de él y llevándolo a juntar contra su pecho, en señal que no estaba dispuesta a dejarlo ir.

-¡Silica! –trata de soltarse.

-¡Noo!

-¡¿Qué acaso no lo entiendes?! –se sacudió más fuerte, de un momento a otro, el brazo del que estaba agarrada desapareció y por la velocidad, se vio obligada a retroceder un par de pasos en busca de equilibrio, para terminar cayendo sentada en el pasto. El joven de cabellos negros que para esos momentos usaba una gabardina roja propia de los Salamander la miró preocupado de pensar que la hubiera lastimado. Pero no se atrevió a decir nada, después de haber sido él el mismo provocador.

-Yo sé... que tú en verdad no quieres hacerlo... ¡Si lo hacemos entre los dos, sería mucho más fácil! –le grita ella desde el suelo.

-No... -niega con la cabeza, pero la frustración de pensar que las palabras que ella le decían eran completa verdad, se apoderó de su rostro y de sus orbes grises que enseguida se hicieron agua. Al verlo la chica se levantó rápido y sola del suelo y llegó a su lado a abrazarlo sin pensarlo dos veces, rodeándolo sobre los brazos, atrapándolo completamente contra ella.

-Me dijiste que esto no nos detendría... ¡Me dijiste que íbamos a estar juntos sin importar lo que sucediera! –entierra su cabeza sobre el pecho del joven. –No estás solo...

-Silica... Keiko... no está dando resultado... -se siente perder las fuerzas por unos segundos, por lo que ambos caen arrodillados en el suelo.

-¡¿Kazuki-san?!

-No te preocupes... -trata de apoyarse con sus propias manos en el suelo.

-Voy a ir al hospital a verte... esto no me gusta nada... -lo mira preocupada.

-¡No! Te dije que no... quiero que me veas así... -trató de sostenerle la mirada, pero sus ojos temblaron y bajó la misma ante ella.

-Otra vez estás hablando de manera irracional... -lo mira comprometida tratando de que la comprenda. –A mí... no me importa cómo te veas... sólo... quiero estar contigo... que tomes mi mano cuando la necesites... ¡No puedo más!, ¡No puedo estar aquí fingiendo que nada sucede! Voy... voy a decirle la verdad a Kirito-san también... -sus palabras sonaron un poco más severas.

-No puedes... ¡Me prometiste que no lo harías! –intentó nuevamente moverse.

-Y fue una tonta promesa... -se levantó dejándolo apoyado en el suelo. –Te veo del otro lado... -se limpió las lágrimas y buscó en su menú la salida.

-¡Silica! –no pudo terminar de rogarle porque ya había desaparecido.

Tras dejarlo, lo primero que vio al abrir los ojos en la realidad fue el techo de su habitación, su cuarto, su lugar, su pieza... el único sitio donde podía ser ella misma sin temor a ser juzgada, esconderse del mundo y ahogarse en sus preocupaciones que debía exteriorizar en ese mismo instante o implotaría. Las lágrimas se le salían a quejidos, por lo que se llevó una almohada al rostro. Después de todo lo que le había dicho no debería ser la primera en derrumbarse, pero la presión era demasiada.

Mientras tanto...

-Kirito-kun... si aceptas... esto... -abrió los brazos hacia él, indicándole que lo que tiene frente a él es lo que le puede dar. Sin pensarlo un segundo, Kazuto se acercó a ella y la abrazó contra con él con fuerza.

El sentimiento que le transmitió con ese abrazo fue en verdad increíble y hermoso, como si le dijera que no importaba lo que sucediera, él iba a estar ahí para ella, no importando de quien se tratara. Era la segunda vez que la abrazaba de esa forma, pero muy al contrario de la primera... donde en un principio se sintió sorprendida, ahora desearía que el momento no terminara jamás, sentir el cuerpo del joven junto al suyo la reconfortaba, su calor tan familiar y amistoso, su olor tan característico y atrayente, podría pasar ahí por horas, entre sus brazos se sentía protegida y amada, no importando si a la que amaba fuera otra forma de si misma, podía con eso, porque en su ser... también estaba empezando a sentirlo, aquella necesidad de su contacto, de sus palabras. Un sentimiento que no había tenido por nadie.

Levantó su rostro hacia él, quien al sentirla moverse, bajo la mirada hacia ella, encontrándose con sus labios levemente separados y su respiración oral visible al aire por la humedad; Una invitación a cerrar los ojos y recorrer el camino aprendido hacia sus labios, convirtiéndola en presa de sus besos una vez más. Haciéndola sentir que no había más lugar en el mundo que pudiera llamar hogar... más que estando a su lado.

-¿Papi?... ¿Papi?... –el sonido de la voz de la pequeña llamándolo desde dentro, los separó, se miraron uno enamorado y feliz y la otra sorprendida y ruborizada.

-¡Es Hime!, ¡Se despertó! –trata de llevarla hacia adentro de nuevo y la toma por la mano para hacerlo, pero ella tira de él impidiéndoselo. -¿As...? –se queda pensativo por un segundo del nombre que iba a pronunciar, habiendo aclarado hace poco que las cosas deberían tomarse con calma y como son. -¿Asagi? –le pregunta.

-Tengo... miedo... después de todo yo...

-eres su madre... -le responde con una sonrisa alentándola. Al escuchar esa palabra un sentimiento que no podía saber a ciencia cierta de qué se trataba se apoderó de su corazón. Era verdad... ella era su madre... la madre de las dos...

De un momento a otro Hime se llegó a parar bajo el lumbral de la puerta del jardín, para enseguida reconocer a Kazuto y correr a sus brazos. -¡Papi! –lo abrazó con fuerza. Ante una Asuna que apenas y podía creer lo que veían sus ojos, en verdad era idéntica a Yuuki pero con color de cabello y ojos distintos... a pesar de haberla visto dormida hace unas pocas horas... el hecho de que pronto podría rodearla entre sus brazos con la misma intensidad que rodeaba ella a su padre, la llenaba cada vez más de emoción, era como si no soportara más la ansiedad de saber lo que se sentía, por un momento estiró el brazo hacia ella, pero lo retornó. Acción que el Kirigaya notó, por lo que se apresuró a separar a su pequeña de él y mirarla a los ojos, que bajo la luz de la luna y el clima tempestado la hacían lucir aún más pálida e indefensa. Se arrodilló a su altura.

-Hime... ¿No has visto... que ha venido alguien?... –le pregunta despacio.

-Sí... ay una niña –señala hacia adentro de la casa, donde se observa como Yuuki está parada bajo el lumbral de la puerta observándolos. Al verla, ambos padres se miraron, el momento de confrontar todo había llegado, por lo que Kazuto le hace una seña a Yuuki para que se acerque a él y ella sorprendida por el llamado llega tras unos cuantos pequeños pasos.

-Ella es Yuuki... -se la presenta a su hija, quien aún está de espaldas a Asuna, quien parece temblar ante la emoción e incertidumbre del momento.

-Ho... Hola... -la saluda, pero aún sin comprender.

-Yuuki... ella es Hime, -las presenta entonces a la inversa.

-¡Hola Hime-chan! –la saluda más animosa.

-¿Estás feliz de que Yuuki esté aquí? –le pregunta su padre a la pelinegra a sabiendas que por lo tímida que puede llegar a ser no responda, pero se lleva una sorpresa al escucharla hacer una pequeña risita antes de contestar.

-Sí, mucho. –Responde al sentir la confianza que nace de la nada entre ellas, tal vez... al empezar a notar el parecido que tiene con ella, lo mismo que Yuuki, que la mira con grandes ojos abiertos.

-Entonces te gustará saber que ella trajo una sorpresa más. –le sonríe su padre a la de cabellos largos.

-¿Qué?, ¡¿Qué?! –se emociona, para luego ser tomada por su padre por los hombros y girada hacia atrás, para que mire a la persona que hasta el momento había estado sólo escuchando la conversación.

Al verla se quedó parada estática, lo mismo que la madre. Asociando el rostro de la mujer con el de la fotografía que tenía de ella y un pastel. Era el mismo...

Preocupado de que ninguna se moviera Kazuto alentó a la pequeña. –Es ella Hime... es tu mami...

-...¿Mami?... –la mira sin poder creerlo y las lágrimas le empiezan a circular por los ojos, al verla Asuna decide imitar a Kirito y ponerse de rodillas en la grama, al hacerlo prácticamente la invitó a que corriera a sus brazos y así lo hizo, llegando hasta ella para abrazarla con mucha fuerza por el cuello. Las lágrimas de la esposa del Kirigaya se circularon en un instante también, al sentir la fuerza con que aquellos bracitos la rodeaban necesitados de su amor y el calor que pudiera brindarle. La abrazó entonces también, sintiéndola pequeñita y débil entre sus brazos, pensando en lo injusto que había sido vivir de la manera en que lo había hecho durante todos esos años... perdiéndose de verla crecer... y sin saber que era la madre de Yuuki... el sentimiento de horror de haberla tenido tan cerca y no haber podido protegerla no la abandona, por lo que sin soltar a Hime levanta su mirada hacia Yuuki, quien aún está al lado de Kazuto.

-¿Asagi-chan... es su mamá?... –pregunta hasta ciertamente triste. Sin malicia, sin rencor... pero los celos la hicieron presa y las lágrimas se acumularon en su mirada gris.

-Yuuki... -Kazuto aprieta los puños y la toma en brazos, para acercarse a donde estaban Asuna y Hime. –Yuuki... Hime... hay algo que debo decirles... -ante su petición de atención, ambas niñas lo miraron ávidas de escucharlo. –Bueno yo... -no sabe ni por dónde empezar, pero al observar el rostro triste de Yuuki decide hacerlo por ella.

-Yuuki... sé que puede ser muy difícil... que lo entiendas ahora... igual que tú Hime... -ambas niñas lo miran sin comprender. –Pero hubo en señor malo... que por un tiempo... las alejaron a ti y a mamá de nosotros... y papi... no sabía... como hacer... -trata de explicar con todo su juicio pero los ojos se le nublaron en lágrimas también, a pesar que había tratado de permanecer fuerte para ser el pilar de todas, el hecho de tenerlas ahí reunidas junto a él... finalmente... le daba demasiada felicidad que no podía ni pronunciar palabra, por lo que se le llevó una mano al cabello y se despeino.

-¿Mami?... –parece recién procesar lo que dijo Kazuto la pequeña peliroja, por lo que voltea hacia Asagi, quien le asiente y le brinda el otro brazo para que llegue y la abrace. -¿Por qué?... ¿Por qué no me habías dicho?... Tú sabías... cuanto yo... -no puede seguir hablando porque las lágrimas no la dejan.

-¡Lo sé!, ¡Lo sé!, ¡Lo lamento tanto! –llora junto a ella la madre. –Pero... es que yo tampoco lo sabía...

-¿Papi?... –pregunta Hime desconcertada.

-Es tu hermana Hime... Yuuki y mamá... por fin han vuelto... -le explica y la abraza.

-...Yuuki... -recuerda entonces haber escuchado ese nombre en algunas ocasiones, pero haberlo comprendido hasta el día en que su padre le habló de su mamá al enseñarle su caja de tesoros. -¿El angelito?... –se separa de él y le pregunta, a lo que Kazuto asiente.

-Pero entonces... mi padre... -sin deshacerse del abrazo de Asagi, voltea hacia el pelinegro, la otra pequeña.

-Sugou... no es tu padre de verdad... además... -baja la mirada buscando las palabras adecuadas pero no se le ocurre más que... - ¿Me dijiste que estaba bonito no? ¿O no te gusto para papá? –le pregunta tratando de hacerse el divertido.

-¡Si! –se le ilumina la mirada. –¡Por eso nuestros ojos son iguales! –se emociona y junta las manitas.

-¡Y los míos con los de mami! –se emociona Hime, al seguirle la corriente a su gemela recién encontrada.

Surgieron entonces las comparaciones, el color de los cabellos y el color de piel. De un momento a otro los 4 estaban dormidos acostados en la cama de Kazuto. El paso de las horas había sido imperceptible. Hasta que nuevamente los ojos avellana de la Yuuki se abrieron, cual en su interior tratara de procesar todos los acontecimientos.

Frente a ella, el rostro dormido del joven nuevamente... así como lo había visto hace poco. ¿Qué era lo que había en él que la atraía tanto?... –Suspiró y se le quedó mirando un rato más, para luego bajar la mirada a las dos pequeñas que yacían distanciándolos... o más bien... ¿uniéndolos?... Todo lo que estaba ocurriendo era tan novedoso para ella que era de esperarse que no pudiera conciliar el sueño. Sin duda... esas tres personas acostadas junto a ella eran muy especiales para despertar aquella enorme maraña de sentimientos dentro de su pecho. –Asuna... -repitió nuevamente su propio nombre olvidado y dándose la vuelta, centró su mirada en una fotografía que tras el encuentro, Hime había traído desde su habitación. Se trataba de ella, con cabellos largos, frente a un pastel de cumpleaños. Se veía hermosa.

-¿Por qué?... ¿Por qué tuviste que irte?... ellos... seguramente serían mucho más felices teniéndote a ti a su lado... -cerró los ojos algo decepcionada de sí misma y se enterró bajó las sábanas. ¿Cómo una persona como yo?... ¿Cómo una bandida puede volverse una princesa?...

La oscuridad que la rodeó y a la cual terminó sucumbiendo se intercambió rápidamente por los vivaces rayos del sol mañanero. El sonido de las cacerolas y utensilios de cocina, además de sin duda el invitante olor a desayuno, terminaron despertándola.

-¿Do... qué?... –se levantó aún con los cabellos enredados por las múltiples vueltas que dio sobre la almohada.

-¡Mami! ¡Mami! ¡Ya está listo el desayuno! –llegan corriendo a la habitación y acto seguido se le tiran encima de la cama las pequeñas.

Todo parecía se trataba de un típico despertar hogareño, tal vez un retrato que a su costumbre no se adaptaba de buenas a primeras, pero que sin duda estaba dispuesta a aceptar y unirse.

Tras unos minutos y unos jalones de las niñas llegó a sentarse al comedor.

-Por favor... perdóname Kirito-kun... se supone que yo tengo que hacer el desayuno... pero tú... -lo mira apenada, para luego sorprenderse al ver que llevaba un mandil.

-Jaja tranquila, nadie dice que sea tu obligación nada y a mí me encanta hacerle de comer a la familia. –Le sonríe, para luego darle la espalda y seguir con su cometido, un tanto deprimido, pero tratando de darse ánimos, la actitud se refleja en su rostro que lo gobierna una sonrisa decidida.

-Oye... por casualidad... ¿no tendrás algunas fotografías? –le habla desde atrás. Pero su pregunta lo sorprendió, por lo que volteó rápido hacia ella.

-¿Fotografías?

-Sí... ya sabes... de nosotros... -No entendía cómo había tomado el valor para decir tal cosa.

-Pues...

-¡Mi papi tiene un álbum!, Pero está guardado. –le responde Hime.

-Oh... ya veo –le agradece con el gesto, la explicación a su hija.

-Hime... ve a traerlo –le indica con un movimiento de su cabeza que puede ir a sacarlo de su habitación. Hecho que muy raras veces se daba, por lo que sin pensarlo dos veces, la pequeña asintió y salió corriendo.

-¿En serio tienes un álbum?, jaja que extraño... que un hombre imprima las fotografías y las guarde. –Lo mira divertida desde la mesa.

-Bu... bueno... en realidad... no es mío...

-¿Entonces de quién? –lo mira curiosa Yuuki.

-Jajaja, sólo bromeaba... por supuesto que lo hice yo... -baja la mirada y sigue con sus labores.

Al finalmente tener el mencionado libro entre sus manos, Asagi lo comprendió, aquella colección... era de Asuna...

Para mi amado Kazuto-kun... la verdad no sé qué tan cursi ó anticuado pueda resultar esto...

Pero quería obsequiarte este recordatorio de los lindos momentos que pasamos juntos para que sepas lo feliz que me haces.

Te ama...

Asuna...

-¿Te gusta ver fotografías? –se sentó a su lado con la taza del café con un humeante olor a recién hecho.

-Estás más alto... -responde sin más, al ver la fotografía que les tomaron en el parque tras el encuentro con las gemelas rubias. Luego voltea a verlo, lo que lo sonroja, al sentirse comparado con su yo más joven.

-...A... algo... -se encoje de hombros. Sin embargo su nerviosismo se disipó al escuchar el timbre.

-¿Una visita? –preguntó Yuuki.

-Bueno... no estamos esperando a nadie... -se levantó sin muchos ánimos el padre y abrió la puerta. Encontrándose con la chica de cabellos oscuros y gafas.

-Sino...

-¿Podemos hablar?... –preguntó con voz temblorosa ante la situación. Encontrándose parada en el lumbral de la puerta de la entrada del apartamento, en donde el sonido de las risas de las niñas se escuchaba prácticamente hasta el pasillo tras de ella. El Joven de cabellos negros lacios, la miraba sorprendido. No esperaba verla... o tal vez... el verbo no era precisamente ese... temía tener que enfrentarla, luego de las innumerables escenas de aproximación que habían tenido últimamente. Pero no se comportaría como el cobarde que definitivamente no era, la chica frente a él, no lo merecía.

A pesar de la extraña relación que se había entablado entre ellos desde un principio, ella se había convertido en el bastón que lo sostuvo durante todo ese tiempo. Cuando más la necesitó.

-Claro... pasa... -se hizo a un lado de la puerta para abrirle espacio.

-¿Es en serio?... –le sonrió molesta, a sabiendas que aunque no tuvieran nada que ocultar, hablar dentro de su casa se sentiría bastante incómodo.

-¿Quién es Kirito-kun? –se asomó tras su esposo la peliroja y abrió grandes los ojos al ver a la mujer recién llegada.

-Ho... Hola –la reverenció la joven Asada, a lo que ella hizo lo mismo, pero enseguida volteó a ver hacia Kazuto para que las presentara, seguramente era otra persona más que conocía y que ahora no recordaba.

-Perdón, las presento, ella es Asada Sino, es... una amiga muy querida de ambos –la presenta con una sonrisa.

-Mucho gusto. –Le sonrió la Yuuki.

-Y ella... es Asagi, -dijo con un dejo de tristeza en la mención, actitud que ambas notaron, la mencionada bajó la mirada algo confundida. En verdad le había gustado que la reconociera como quien es... sin embargo, dentro de ella, la sensación de qué con prácticamente obligarlo a llamarla así lo lastimaba, le desagradaba.

-No sabes la alegría que nos da a todos que estés de regreso. –le sonrió sincera Sino.

-¿Quieres pasar? –le preguntó entonces la anfitriona. –Kirito-kun... ¿por qué la tienes aquí parada en la puerta? –se llevó las manos a la cintura y lo miró reprochante.

-¡No!, ¡Pero si yo! –estaba por explicarle Kazuto, cuando fue interrumpido por la visitante.

-No es mi intención molestarlos... quería que habláramos de algunas cosas pero... venir a molestar con asuntos de trabajo es feo... más que es fin de semana... -las excusas se fueron acabando poco a poco.

-Por supuesto que no es molestia... ¿Verdad Kirito-kun? –aunque ella misma trataba de ser amable podía sentir una pequeña tensión en el ambiente. –Ustedes pasen y siéntense.

-¿Y tú que vas a hacer? –miró extrañado a su esposa.

-Anoche me fijé donde guardas el té... voy a preparar un poco –se fue con naturalidad.

-Tal parece que se está acostumbrando más rápido de lo que esperábamos –le comenta la Asada, mientras lo sigue hasta llegar a sentarse en la sala, en el mismo sillón donde sólo apenas unos días antes lo había besado, no podía ocultar que el recuerdo le había venido a la mente, frunció el seño.

-Sino... yo...

-Kirito... no estoy aquí por eso...

-¿Eh?... -¿En qué momento ella había supuesto que estaba pensando eso? ¿O es que si lo estaba pensando?

-En el momento en que ella reapareció... todo se esfumó... no tienes por qué pensar en eso...

-Pero las cosas no sólo se cortan de tajo y listo... es necesario hablarlas para saber que todo ha quedado cortado por lo sano. –Le responde serio.

-¿Cortado por lo sano? ¿Y el qué se supone que vamos a cortar?... si nunca hubo nada entre nosotros... fue... tan solo... un sentimiento que nunca terminó de ser... -se acomodó los lentes al sentir que las lágrimas se apoderaban de sus ojos.

-Sino...

-Déjalo así... al menos... los recuerdos me quedan... -le sonríe. –Kirito... si... no pasó nada entre nosotros... fue porque yo no quise... y eso me queda de satisfacción ahora... tal vez... si hubiera ocurrido más... no podría soportarlo... Pero ella... es tu novia... tu amada... tu esposa... y es algo que yo puedo comprender.

Asagi que venía con la bandeja en las manos, logró escuchar la última frase, por lo que se quedó unos segundos tras la puerta antes de entrar con ellos. Mientras el recuerdo avivaba en las memorias de los conversantes.

-¡Asunaaa!

Al escucharlo, Sino que se había quedado a dormir al lado de Hime, salió lo más rápido y sigilosa que pudo de la habitación de la niña y llegó hasta la de él, acercándose a la cama con premura y suavidad.

-Kirito... ¡Kirito!... –lo movió un par de veces para que despertara y lo consiguió. Los ojos grises se abrieron despacio y reconocieron de inmediato el entorno, por lo que se llevó ambas manos a la frente.

-....Sino...

-¿Estás bien?... fue sólo un sueño...

-Sí... sólo un sueño... -respondió decepcionado y sintiéndose terriblemente frustrado.

-Tranquilo... -le colocó una mano en la pierna derecha a la altura del muslo, por lo que sus dedos quedaron a unos centímetros de su intimidad, notando que se encontraba bastante abultado bajo su pantalón, lo que le supuso de inmediato que había tenido una erección a causa del sueño del que recién despierta. No se atrevió a decir más, aunque muy dentro de ella, todo aquello le parecía tan novedoso e interesante... él... había sido el primer chico por el que se sentía atraída de la forma en que él la provocaba. De cierta forma hasta su salvador, el héroe que la había rescatado de caer en la oscuridad y de la misma muerte. Así que todo lo que viniera de él, o lo que tuviera que ver con él le importaba, aún si se trataba de la primera vez que veía un suceso como ese y más aún provocado por otra mujer, dentro de un sueño.

-...Sino... -la llamó al ver que se había quedado pensativa con su mirada posada en su entrepierna, de la cual era consciente de su estado. Al escucharlo ella levantó la mirada hacia él. Aunque en un principio lo odió... se convirtió en su amigo, su confidente... y cuando lo notó ya estaba enamorada de él.

Ella se levantó de la cama y trató de permanecer inmune a la mirada y a la voz débil que le había dedicado. –Tenemos... que entrar pronto a GTO... escuché que en el club de Luka están ofreciendo una recompensa grandiosa para el ganador de los combates libres.

-¿Eh? –se extrañó por el brusco cambio de conversación.

-Los combates libre son... lo que en este lado del mundo serían las peleas callejeras... sin armaduras, sin skills... peleas cuerpo a cuerpo.

-¿Y cuál es la recompensa de la que hablan? –pregunta ya intrigado.

-Un pase para conocer a un herrero místico... estoy segura de que es algo que te interesa.

-¿Un herrero?... Pero... creo que con la habilidad de Liz es suficiente...

-La verdad... se dice que ese sujeto es capaz de labrar instrumentos divinos... y tus espadas ya han sido leveleadas lo más alto que se puede. –le sonríe.

-Muy bien... iré, pero... esta vez no puedo llevar a Hime conmigo... -se queda pensativo.

-No te preocupes por ella... yo la cuidaré mientras tú no estás.

-Gracias... -dijo casi sin pensar, para luego levantar la mirada hacia ella. –Sino... ¿Por qué haces esto?...

-¿Eh?... –pregunto ciertamente nerviosa. Era verdad... la atmósfera pintaba completamente para otro escenario y ella como siempre... como ruta de escape cambiaba el tema hacia algo que según ella lo distraería al parecerle más interesante. Lo tenía recostado, solo y mirándola sobre la cama, en medio de una oscuridad helada que traslucía sus pieles a un delicado azul de claro de luna. -¿De qué hablas?...

Kazuto le sonrió al ver que eludía la conversación. Después de todo era mejor así... no tenía sentido provocarla y menos aún por una simple sensación de intranquilidad que le brotaba en el pecho. Había despertado de un sueño placentero y eso lo tenía muy molesto, pero el acto de ella de mirarlo de la manera en que lo hizo lo había de cierta forma reanimado.

-Por favor... trata de estar bien para mañana... dicen que los encuentros en el club de Luka se ponen agresivos, -se acercó a él con la inmensa necesidad de tocarlo que la recorría entera, le puso una mano sobre el pecho y lo miró tratando de encontrar en sus ojos la respuesta a lo que tenía que hacer... siempre que se sentía así recurría a las opciones que él pudiera darle, ¿Por qué tendría que esta vez ser diferente?

Kazuto no hizo más que ceder a lo que se venía, lo sabía... esa... no era su esposa... no era su amada... no se trataba de Asuna pero... cerró los ojos al sentir el contacto de sus labios con los suyos y los toques de las pequeñas manos sobre su pecho y abdomen le parecían de lo más dulces.

Pero había algo que no encajaba... por lo que la chica se detuvo.

El recuerdo fugaz pasó por su mente, de una forma tan clara que podía jurar que lo había vuelto a vivir.

-Gracias por todo... -Le respondió entonces Kazuto, por lo que levantó la mirada hacia él, sorprendida al escuchar su voz.

-No tienes que decir nada...

-Claro que tengo que hacerlo... Sino... si tu no hubieras estado a mi lado... claro que los demás tampoco me dejaron pero...

La conversación se había tonificado de una manera tan íntima que las manos de Asagi empezaron a temblar, no sabía si irse o quedarse y seguir escuchando... pero de seguir haciéndolo... estaba segura que de un momento a otro, pasaría justamente lo que le ocurrió.

El sonido de la charola con las tazas de té cayendo al suelo, los sacó de la zona donde se habían introducido junto a sus recuerdos, obligándolos a mirarla inmediatamente.

-¡Asunaa! –corrió hacia ella al instante Kazuto y la tomó de las manos.

Sino observó como Asagi la miraba angustiada sin siquiera comprender ella misma el porqué.

-¡Papi! ¡¿Papi ya viste?! –llegaron junto a ellos las pequeñas, que sin tomarle atención a la caída de la tetera junto a las tazas, tomaron a su padre, una de cada mano y lo halaron hacia la ventana. -¡¿Verdad que está bien bonito?! –mira emocionada Hime.

Mientras la mirada de Kazuto se abre poco a poco en la sorpresa.

-¿Pero qué... demonios?...

Continuará...

SAO, WHITE BUTTERFLY, Capítulo 11 "White Cosmos"

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