Capítulo 19. Fénix.
Jimin se había derrumbado muchas veces en su vida, pero aquel día sintió el mundo tambalearse bajo sus pies como si un terremoto de gran escala sacudiese su vida sin remedio.
Allí en medio del desierto, con la única compañía de las hermosas e impasibles dunas egipcias, Jimin lloró sintiendo un dolor en el pecho que no paraba de asfixiarle. Un príncipe egipcio, una reencarnación. Su mente daba vueltas y vueltas con cada escena que acababa de protagonizar minutos atrás, luchando por entender como era posible todo aquello, como él, un joven de Corea podía ser aquello que Yoongi afirmaba.
Miró su cicatriz sentado en la arena. La fina linea blanquecina que apenas se veía antes ahora estaba rojiza y palpitante en su mano, la misma mano que ahora era adornada por una joya milenaria y preciosa que le compungía el pecho cuando la mirada.
Llevó su mano izquierda al anillo y sin saber muy bien que sentir lo agarró de su base para deslizarlo por su dedo y quitárselo, pero un calor intenso le abrasó y el anillo se aferró más a su dedo. Lo dejó por imposible y se limpió las lágrimas de sus mejillas que brotaban sin parar por la frustración y la gran mezcla de sentimientos.
Débil y enfermo como se sentía, su mente viajo hacia su madre y las lágrimas se acrecentaron cuando se paró a pensar en lo mucho que echaba de menos sus cálidos abrazos y sus sabias palabras en momentos como aquel.
–Eres un fénix, Jimin, resurges de tus cenizas-le decía siempre. Jimin solo era un niño entonces. Se secaba las lágrimas y volvía a coger su maletín de dibujo para volver a asistir a sus clases. Y así fue durante años, día tras día y semana tras semana. Luego creció, su madre enfermó y un día oscuro de Octubre, murió.Él dejó las clases, porque aunque era un fénix, también tenía derecho a llorar y aquello le recordaba demasiado fuerte y demasiado doloroso, que su madre jamás volvería a dibujar a su lado.
Durante años no volvió a coger un carboncillo, pero un día, un tierno Taehyung de diecisiete años, le pidió ayuda para hacerle un dibujo a su otro amigo Jungkook del cual su mejor amigo llevaba un par de años enamorado. Se sentó en la mesa del salón de la casa de su amigo y con manos temblorosas miró la pieza negra que esperaba a ser utilizada.
-Puedes hacerlo-animó Taehyung con ojos esperanzados. Recordó el rostro de su madre, con aquella sonrisa infinita y su manos se movieron solas, comenzando a trazar sobre el papel.
Jimin era un fénix, se sentía un fénix y todos a su alrededor habían visto lo valiente que era, pero aquel dolor que sentía en ese momento y que desgarraba su alma, era tal que no se veía capaz de soportarlo.
Nunca se había enamorado hasta ese momento. Sus relaciones anteriores habían sido cortas y demasiado fáciles. Aquello era un nuevo obstáculo. Uno alto y doloroso. Se había sentido en lo alto de la montaña con Yoongi, tocando el cielo con los dedos y en aquel momento se sentía hundido en el infierno, como si el solo recuerdo de tantos sueños y promesas le apretase los pulmones ahogándolo.
Recordó el festival de Kayinat Haya al que había asistido con Yoongi. Recordó las sonrisas, la ofrenda que hicieron a los dioses Isis y Osiris, como en el fondo de su alma Jimin había pedido que ese chico de mirada profunda y pelo rubio como el sol, con aquella bondad infinita, se fijase en él y correspondiente aquellos incipientes sentimientos que comenzaba a surgir por aquel entonces. Y recordó la promesa que le hizo, prometió no mentirle, incluso cuando ya le estaba mintiendo. Y él lo creyó.
Sonrió cínicamente con las lágrimas secándose por el calor en sus mejillas y se levantó de allí sacudiéndose el pantalón de la fina arena que se le había pegado y contemplando a lo lejos la excavación. Se dio la vuelta y caminó en linea recta durante largos minutos para salir del desierto de Hadid mientras seguía atormentándose con los recuerdos y los sucesos anteriores.
Cuando llegó a los límites del desierto con la carretera se dio cuenta de que había huido sin nada. Había dejado su bolsa en el coche de Yoongi y lo único que llevaba a mano era su móvil que había estado vibrando con insistencia en su bolsillo y unas cuantas monedas. Ignoró todos aquellos mensajes y llamadas de un único dueño y llamó a un taxi que no tardó demasiado en aparecer.
Se montó en el asiento trasero, le indicó la dirección al conductor en una mezcla entre su torpe árabe y su inglés con acento extranjero y se dejó caer con pesar en el asiento del vehículo.
Durante el corto trayecto de unos veinte minutos, se dedicó a mirar por la ventanilla donde había dejado reposar su cabeza. Todo a su alrededor pasaba demasiado rápido y sin saber muy bien porque aquello le trajo recuerdos desdibujados sobre un caluroso verano egipcio en un pequeño oasis desértico, con los labios hinchados por los besos y el cuerpo sudoroso y agotado por el amor.
-¡No!-gritó intentando parar aquel sinsentido. El taxista dio un frenazo y paró en medio de la carretera vacía. Lo miró como si viese un fantasma y Jimin gimoteó como pudo una disculpa para que el hombre siguiese adelante.
No volvió a descentrarse, no volvió a dejar la mente en blanco en lo que quedaba de camino por miedo a dejarse llevar de nuevo y volver a asustar a aquel pobre hombre que había sido tan amable. Cuando pagó y se bajó del coche, lo vio desaparecer de allí para incorporarse a la carretera.
Se quedó un segundo allí contemplando todo a su alrededor con lastima y miró la hora en su móvil. La foto de Yoongi en el festival que llevaba de fondo le atravesó el alma y tuvo que bloquear el móvil antes de que las lágrimas volviesen a derramarse de sus ojos.
Apenas era mediodía y él ya se sentía agotado. Quería meterse en su habitación y desaparecer, así que atravesó con prisa los pasillos y abrió la habitación en la que se había hospedado desde su llegada a Egipto.
Y cuando entró y cerró de un portazo soltando el aliento que había estado conteniendo, solo pudo quedarse quieto en la puerta. ¿Por qué aquel lugar tan suyo, tan cálido y tan lleno de colores se sentía tan frío? Supo la respuesta sin pensarla.
-Porque no perteneces aquí-se dijo en voz alta. Agitó la cabeza y se dejó caer con pesar en la cama.
Unos minutos después se dio cuenta de que se estaba volviendo loco dando vueltas y vueltas a la cabeza allí tumbado sin hacer más que sollozar como un cachorrillo. La rabia y la ira se hicieron con su alma por un momento y se levantó como un relámpago dirigiéndose hacia su armario.
Enfadado sacó sus maletas y las arrojó abiertas sobre la cama. Irse a Corea sería la solución, si, la solución a todo, acabar con Yoongi, acabar con Meryatum y refugiarse en casa con sus amigos, su padre y la vida que había tenido hasta ese momento.
Un gruñido interno resonó en su cabeza con aquellos pensamientos.
-¿Desde cuando eres un cobarde?-preguntó una diminuta vocecita en su cabeza que sonaba con el mismo todo de su voz. Parpadeó confuso y soltó la ropa que llevaba en las manos que cayó sobre la maleta. Estaba harto y cansado de todo aquello y no se reconoció cuando en un arrebato golpeó con furia su ropa que voló desperdigándose por toda la habitación. Rompió a llorar de nuevo viendo todo aquel desastre que él mismo acababa de preparar, pero no se detuvo a recoger ni organizar cuando sus pasos ausentes lo llevaron hasta el baño.
Allí se deshizo de toda su ropa que estaba llena de arena y se metió en la amplia bañera que hasta ese momento nunca había utilizado. El agua rebosó por los bordes cuando se sentó completamente desnudo en el fondo de esta y el vaho denso del baño lo asfixió por un momento. Se dejo ir en lágrimas, sacando todo aquel dolor que le producía la mentira de Yoongi y todo aquel miedo que le producía lo que acababa de descubrir.
-Un príncipe-murmuró en el silencio solo roto por el barullo de la calle y el chapoteo del agua acompañando sus movimientos. -Un príncipe-volvió a decir con pesadez. Cerró los ojos y se recostó sobre el borde.
Jimin no supo cuánto tiempo estuvo allí echado, pero cuando se quiso dar cuenta su estómago gruñía pidiendo comida, su piel estaba arrugada y el agua se había enfriado tanto que le hacía tiritar.
Salió mojándolo todo y se envolvió es su albornoz. Por primera vez en todo el día se sintió sereno y medianamente tranquilo.
Llamó al servicio de habitaciones y una amable muchacha le atendió y tomó nota de su comida. Un rato después, el joven devoraba con ansia un plato de arroz y verduras sentado en su escritorio aún envuelto en el albornoz.
Una llamada interrumpió el espeso silencio en el que estaba sumido y cuando vio el nombre en la pantalla, dejó de comer y atendió con prisa.
-Señor Osman, dígame-contestó limpiándose la boca con una servilleta.
-Jimin hijo, ¿estás bien?-preguntó el hombre evidentemente preocupado.
-Solo me encontraba un poco mal y me he venido a descansar al hotel, perdone que haya dejado la excavación así como así...-comenzó a excusarse Jimin. El hombre chistó al otro lado de la linea para que le dejase hablar.
-No tienes que excusarte de nada, sé lo que ocurre y no voy a juzgarte, sé que estarás muy confuso-comentó el hombre comprensivo. Jimin suspiró.
-¿Lo sabe?-preguntó con curiosidad.
-Desde el principio, por eso te llamo. No voy a meterme más de lo que ya estoy metido y es tu decisión hablar con Yoongi o no, pero quería dejarte una cosa que creo que te vendrá muy bien en estos momentos-explicó con aquella voz pausada que daba tanta calma. -¿Puedo verte mañana a primera hora en la excavación?-añadió.
-Claro señor Osman, le veré allí, no voy a dejar de ir a trabajar-aceptó el joven.
-Una cosa más, Jimin-dijo el señor Osman llamando su atención.
-Dígame-contestó él únicamente.
-Sientas lo que sientas, recuerda quien eres y entonces podrás saber quien fuiste-aconsejó sabiamente el hombre. Quería recordarle que después de enterarse de quién era realmente, para conocer a esa parte de si mismo, solo necesitaba ser quien había sido hasta ese momento.
-Si, gracias señor-murmuró Jimin realmente agradecido por aquella llamada.
El hombre se despidió y colgó el teléfono bajo la atenta mirada del chico rubio que lo miraba abrumado sentado en una silla bajo la carpa.
-¿Como está?-preguntó en voz baja. El hombre lo miró y se agachó a su lado.
-Creo que intenta comprender-dijo solamente intentando encontrar las palabras exactas que no dañasen más a aquel pobre y delicado chico. Lo miró y siguió viendo a aquel aprendiz, aquel que tantas veces le había contado sus teorías y que tantas ganas había puesto a su creencia. Yoongi lo miró de vuelta y asintió un par de veces apretando los labios.
-Al menos ha dejado de llorar-murmuró Yoongi cabizbajo acariciando con delicadeza el anillo en su dedo anular.
Después de toda la tarde tirado en la cama mirando el techo, pudo sentir la llegada de Yoongi que se paró al otro lado de la puerta. Este se levantó indeciso y contempló por la mirilla como el rubio caminaba indeciso por el pasillo con su bolsa marrón en la mano. Levantó el puño un par de veces al lado de la puerta pero no llegó a tocar. En cambio dejó la bolsa del joven colgada del pomo de la puerta miró hacia arriba como si supiese que Jimin estaba allí y con un suspiro agotado se adentró en su habitación cerrando la puerta con cuidado.
A la carrera, Jimin abrió la puerta, cogió su bolsa y volvió a cerrar. Se sintió estúpido por aquello.
Abandonó la bolsa sobre el escritorio y cerró la ventana para después deslizarse bajo las sábanas y taparse con ellas hasta la cabeza a pesar del calor.
No pudo dormir en toda la noche. Desde que había salido de aquella tumba y la voz incesante de su cabeza lo había abandonado por completo dejándolo a su merced, un sentimiento nuevo había aflorado en su cuerpo. Era como si Ahmet se hubiese conectado con el de alguna forma, pidiéndole auxilio, haciéndole entender que aquello que había visto se trataba solo de la cruel realidad que su pasado había vivido.
Estiró el brazo y el peso del anillo le recordó que seguía ahí. Había intentado quitárselo, pero algo dentro de él se removía inquieto mareándolo por completo como si lo impidiese. Lo observó allí en la oscuridad, dorado y brillante como si fuese nuevo, tan pegado a su cuerpo como si siempre hubiese pertenecido a ese lugar.
Cuando los primeros rayos de sol atravesaron su ventana se lamentó en alto. Le esperaba un día largo por delante.
Había quedado con el señor Osman de verse a primera hora así que se vistió con desgana y contempló su reflejo agotado en el espejo antes de abandonar la habitación.
-Más que un príncipe pareces un fantasma-dijo aquella voz dentro de su mente. Gruñó cuando se dio cuenta de lo parecida que sonaba a su propia voz.
-Que ideal, el fantasma de un príncipe. Estás muerto, deja de darme la tabarra-replicó para si mismo. Ahmet le devolvió el golpe con un punzante dolor en su sien y Jimin salió por el pasillo refunfuñando mientras se colocaba la bolsa en el hombro.
Se montó en un taxi que estaba estacionado a la entrada del hotel y le pidió que le acercase a las inmediaciones del desierto. Se mantuvo entretenido mirando sus redes sociales para no repetir el episodio del día anterior, y sin saber muy bien como, el señor Osman ya le estaba esperando a la entrada del desierto de Hadid cuando llegó.
-Yoongi le habrá avisado-pensó.
El hombre se acercó al cristal del conductor y le dijo algo en árabe que lo hizo sonreír y así se marchó de allí dejándolos a solas. Jimin caminó y se paró a su lado a lo que el hombre palmeó amistosamente su espalda.
-El comité acaba de pagar tu viaje en taxi, por las molestias ocasionadas-dijo seriamente el señor Osman. Jimin abrió los ojos y el mayor comenzó a reírse a carcajadas.
-¿Como estas, Jimin?-preguntó envolviéndolo en un cálido abrazo. El chico se dejó acoger y se sintió bien por un momento.
-Impactado, no le voy a mentir y molesto con Yoongi por habérmelo ocultado-contestó siéndole totalmente sincero.
-Te entiendo, pero tienes que entender porque lo hizo, el miedo que tenía de perderte y las cosas que aún no te ha contado-comentó el hombre asintiendo un par de veces
¿Aún hay más?-preguntó Jimin agobiado. Con una sonrisa condescendiente, el señor Osman asintió.
-Le pedí un par de días para aclararme, se que va a respetarlos porque Yoongi es un hombre...maravilloso y se que va a respetarme, pero necesito pensar con claridad, porque siento que me ha ocultado la parte más importante de mi vida y de nuestra relación y me siento un poco traicionado-explicó con calma dejando salir por primera vez con alguien todo lo que llevaba dentro. El señor Osman lo miró y asintió despacio comprendiendo.
-Y es totalmente entendible, tienes mucho que asimilar y por eso quería verte antes de que empiecen a llegar todos, ven, acompáñame-pidió el hombre desplazándose por el lugar. Caminaron durante unos minutos y se encontraron frente a la tumba de Meryatum que estaba cerrada a cal y canto para evitar intrusiones indeseadas.
-¿Como te sientes cuando estás aquí?-preguntó de pronto el hombre parándose en seco ante las escaleras de entrada. Jimin se lo planteó un segundo. De todos aquellos sentimientos que alborotaban su cuerpo, ¿Cómo se sentía estando allí?
-Enfermo y Meryatum...lo siento dentro de mí con mucha más fuerza-explicó el muchacho con una mueca seria en su cara.
-¿Y como está?-volvió a preguntar el hombre con curiosidad. Jimin dio un par de vueltas al anillo en su dedo antes de contestar.
-Alterado perdido, quiere a Yoongi cerca cuanto antes-rechistó con un suspiro cansado.
-Quiere a Kadid...pero tendrá que calmarse de momento hasta que tu tomes una decisión-sentenció el hombre más para el príncipe que para el propio Jimin. Un siseo molesto escapó de los labios del joven que se tapó la boca avergonzado.
-Perdón, es él, cambia mi humor como le da la gana-se disculpó Jimin avergonzado. El señor Osman soltó una pequeña risita y siguió caminando para alejarse de la tumba.
-La cuestión es que yo venía a enseñarte una cosa, hay un documento oficial en el museo de El Cairo, del que seguro que has oído hablar en la carrera. Se trata de la Lista Real de Sakkara ¿Te suena? -explicó el hombre con mucha solemnidad como si hablase de algo realmente valioso. Jimin asintió firmemente a su pregunta.
-Se trata de la lista que clasifica más de trescientos monarcas en dinastías y ¿sabes cual es el último que aparece?-volvió a preguntar. Un gemido ahogado salió de los labios de Jimin que cerró los ojos un segundo con Ahmet apretando los puños con fuerza.
-Mi hermano Ramsés-afirmó Jimin con el príncipe hablando por él.
-Eso es, Ramsés II. He pensado que os vendría bien a los dos leer lo que se dice en este documento, a uno para conocer y al otro para recordar-comentó el hombre sacando de su bolsa un montón de folios encuadernados. -Es una copia de la lista-añadió pasándola a la manos del joven que la cogió con cuidado.
-Muchas gracias señor Osman-agradeció Jimin sinceramente. El hombre palmeó su espalda y siguieron caminando por los alrededores. Se quedaron allí un buen rato charlando de todo lo que se les ocurría que no tuviese que ver con aquella situación y un buen rato después mientras Jimin le prometía a aquel hombre que buscaría tiempo para pasar un rato con él en el museo, la gente comenzó a aparecer por la excavación con Yoongi a la cabeza.
Ambos se miraron con sentimientos encontrados y apartaron la vista del otro con sus respectivas reencarnaciones luchando por reencontrarse en medio de aquel desierto en aquella calurosa mañana.
-He pedido los permisos para las nuevas poleas y estarán aquí en unos cuatro días, ahora os dejo que sigáis trabajando-Anunció el hombre en voz alta para los recién llegados. Jimin le dio las gracias de nuevo con la mirada y el hombre sonrió hacia él. Todo el mundo se distribuyó por sus zonas para comenzar a trabajar y Jimin se estableció en la zona de restauración para alejarse de la tumba.
-Sammi, yo me quedaré esta mañana aquí fuera preparando la mezcla de parafina para aplicar al ataúd, díselo a Yoongi por favor-pidió el joven a su amiga que pasaba por allí. Ella asintió levemente y siguió su camino.
Durante un buen rato se mantuvo allí, bajo la pérgola cercana a la tumba, trasteando entre botes de líquidos de diferentes colores y pipetas, pesando componentes intentando ser totalmente exacto hasta que sintió a Yoongi más cerca que nunca aquella mañana y levantó la vista de su trabajo. Se mantenía recto a la entrada de la tumba, casi sin atreverse a entrar en aquel lugar y para su sorpresa, parecía extrañamente calmado.
El intenso sol de Julio en el desierto reflejaba en su pelo claro como un diamante. Pudo ver a lo lejos como el tatuaje de Yoongi lucía libre y a la vista de todos aquella mañana, y dentro de su pecho Ahmet aulló cardiaco por ver su nombre marcando la piel de su gran amor. Lo demostró con un pinchazo en el corazón que hizo a Jimin bufar frustrado y apartar la vista de él.
-Le dejaré que me lo explique todo y le perdonaré solo si te quedas quietecito-murmuró Jimin dirigiéndose a sí mismo. Con un gruñido Ahmet contestó en su cuerpo peleando contra su resistencia.
-Yo también le quiero así que cálmate, intentaré solucionar todo este lío-pidió de nuevo. Y asi, lo sintió disiparse, dejándole tranquilo un momento.
Se dio la vuelta para seguir trabajando pero no consiguió volver a concentrarse en la mezcla de parafina, así que lo dejó por imposible y se sentó en una silla apartada a leer la copia de la Lista Real de Sakkara que le había prestado el señor Osman. Leyó durante largo rato sin mayor interrupción que la de algún trabajador que se sentaba a su lado a descansar o le preguntaban alguna cosa. Un rato después Sammi se sentó a su lado en silencio.
-¿Está interesante?-preguntó la chica. Jimin asintió hacia su amiga con una pequeña sonrisa.
-¿Has encontrado algo sobre tu hermano?-volvió a preguntar la chica en voz baja para que nadie más le escuchase. Jimin abrió los ojos enormemente cuando escuchó aquellas palabras y se volvió ligeramente hacia su amiga sintiendo como el enfado comenzaba a brotar en su pecho.
-¿Lo sabías?-preguntó perplejo. Sammi lo miró con expresión culpable y preocupada.
-¿Samara, lo sabías y no me dijiste nada?-volvió a reclamar Jimin. Sentía la ira fluir por su cuerpo contra su amiga y sentía a Ahmet enfadándose poco a poco a la vez que lo hacía él.
-No era cosa mía decírtelo-alegó la chica alarmada.
-¿Y si hubiese sido al revés? ¿Se lo hubieses dicho a él?-gritó Jimin levantándose de la silla hecho una furia. Dio un par de pasos como si fuese un león enjaulado y luego volvió a dirigirse a ella.
-Eh, baja el tono y no me hables así-chilló Sammi de vuelta encarándose también al chico. Este retrocedió un par de pasos y cerró los ojos apretando los puños.
Jimin se sentó de nuevo en la silla en la que había estado hasta ese momento y ambos se quedaron en silencio durante largos minutos mientras volvía a tomar control de su cuerpo.
-Perdona...-dijo Jimin dejando escapar un suspiro. -Estoy irascible y Ahmet no me ayuda-añadió intentando explicarse con Sammi.
-¿Qué le pasa?-preguntó la chica con curiosidad acercándose un poco a su amigo.
-Quiere sentir a Kadid cerca y me está volviendo loco-explicó encogiéndose un poco de hombros.
-A Yoongi también le pasa a veces, está tan normal y de repente necesita verte o estar contigo para sentirse mejor-añadió la chica sin saber muy bien como sentirse con aquella conversación.
-¿En serio?-preguntó el chico. Sammi asintió apretando los labios. -Ha tenido que ser duro controlarlo durante...tanto tiempo-añadió el chico comprendiendo por fin como se había tenido que sentir durante tantas vidas cargando con el mismo pesar con el que él cargaba en ese momento.
-Si, supongo que así es como se siente-afirmó la chica sin saber muy bien que decir. Volvieron a quedarse en silencio. Un silencio cómodo cargado de sentimientos revoloteando por allí.
-¿Tengo que llamarte alteza ahora?-bromeó la chica de la nada. Jimin la miró y rió levemente avergonzado por su arrebato anterior.
-No...por favor, suena demasiado...-comenzó a decir entre balbuceos
-Grande-sentenció la chica con una pequeña sonrisa. Jimin asintió.
-¿Donde está Yoongi?-preguntó sorprendiendo a Sammi que sonrió.
-Ha venido el hermano de Akram de visita, son amigos desde hace tiempo y está enseñándole la excavación-explicó ella buscando al aludido con la mirada.
-Muy bien, iré a buscarlo, creo que necesito hablar largo y tendido con él-dijo Jimin con una sonrisa tímida y avergonzada.
Sammi asintió y se levantó con una pequeña sonrisa. -Todos te entendemos, entiéndenos tu a todos Jimin, pero sobre todo entiéndelo a él, que es el que realmente lo ha pasado mal y te ha buscando durante tantísimo tiempo-pidió la chica acariciando las manos del joven entre las suyas. El joven asintió y se encaminó entre los trabajadores preguntando por el arqueologo.
Ahmet revoloteaba dentro de su pecho con alegría e incertidumbre y eso a Jimin le hacía sentirse realmente tranquilo y extrañamente feliz. Comprendía a su otra parte y quería terminar de comprenderlo con lo que Yoongi tuviese para decirle.
La cicatriz en su mano picaba bajo la luz del sol, pero el color rojizo del día anterior era ahora un rosáceo dulce que le recordaba quien era.
-Soy un príncipe-murmuró incrédulo con una pequeña sonrisa mientras se dirigía hacia las dunas más alejadas donde le habían dicho que se encontraba Yoongi.
-Eres un príncipe-repitió tranquilamente Ahmet haciéndole sonreír aún más ampliamente.
Y en ese momento Jimin entendió que todo ese bamboleo de emociones y toda esa locura que estaba viviendo siempre había estado allí. Siempre se había sentido ligado a las lejanas tierras de Egipto aún a miles de kilómetros de allí y sus sueños, que ahora ya comprendía de dónde venían, siempre le habían estado diciendo quien era en realidad. Comprendió que aquellas respuestas que tanto había buscado, aquel hombre en sus sueños, estaba a un solo paso de ser la realidad que siempre había querido encontrar.
Buscó a Yoongi con la mirada y una bonita sonrisa que quería regalarle cuando le viese para decirle que realmente ya no estaba tan enfadado.
Y aquella sonrisa se esfumó en un segundo de su rostro cuando encontró al joven arqueólogo siendo abrazado por un chico un poco más allá en su campo de visión. Porque era un abrazo demasiado íntimo y demasiado cálido y eso no le gustaba a Ahmet, pero tampoco le gustaba a Jimin. Carraspeó incómodo y los dos jóvenes se separaron.
-Jimin, ¿me buscabas?-preguntó el arqueólogo con una mueca esperanzada. El joven de su lado preguntó algo en árabe y Yoongi asintió tranquilamente. Ahmet dentro de su pecho gimoteaba totalmente celoso y tiraba de su cuerpo para que se marchasen de allí inmediatamente.
-No, ya no...-respondió molesto en coreano para asegurarse de que el otro hombre no se enterase de nada.
-Jimin...-dijo Yoongi como si buscase retenerlo. Se adelantó un par de pasos hacia él pero fue Ahmet el que tomó control y los alejó un poco de su alcance.
-Si me disculpas, tengo mucho que hacer-dijo únicamente el más joven. Yoongi agachó la cabeza y Jimin se dio la vuelta para marcharse.
-Si...perdona-murmuró el joven arqueologo alejándose. Jimin y Ahmet bufaron enfadados a la vez y se marcharon de allí para volver al trabajo.
Trabajó de mala gana lo que quedaba de mañana y se marcharon pronto por la tarde. El príncipe dentro de Jimin no dejaba de patalear y soltar improperios contra todo el mundo y Jimin no podía controlarlo, lo que hacía que sus celos se acrecentasen juntando los de los dos en un sentimiento horrible de incertidumbre y malestar.
El amanecer de aquel tercer día no fue mejor. Se sorprendió a si mismo caminando automáticamente por los jardines del hotel como un león enjaulado. Ahmet reclamaba su espacio en su cuerpo y gimoteaba a cada rato en su cabeza por no tener cerca a Yoongi.
Habían llorado juntos esa mañana y Jimin se había sentido uno por primera vez desde que descubrió quien era y que estaba ocurriéndole. Habían llorado, los dos, Ahmet y Jimin, sintiendo el vacío en su cama y la cercana presencia de Yoongi al otro lado de la pared.
Intentó calmarse a si mismo pensando en otra cosas, pero Ahmet no soportaba aquello más y no sabía muy bien como ayudarse a que esa parte de sufrimiento intenso le dejase descansar un momento.
Salió de la cama y se puso una camiseta larga, una camiseta que había cogido por inercia del armario y que obviamente no era suya, pero no se la quitó. Aquel olor a jazmines, mezclado con arena del desierto y el olor particular de Yoongi los calmó a ambos durante minutos.
Jimin se acercó a su mochila abandonada por ahí a su suerte y sacó su cuaderno de dibujo y el pequeño estuche con sus carboncillos que siempre le acompañaba. Como si sus movimientos no fuesen suyos abrió la puerta despacio y se deslizó por el pasillo en total y absoluto silencio.
Como un autómata se presentó en los jardines traseros del hotel, aquellos que daban directamente a la piscina, tan tranquila y vacía a esas horas y se sentó en un banco tranquilo, con el príncipe dentro de su cuerpo adormecido por aquel embriagante olor de la camiseta. A él también le hacía sentir bien, en calma...como si todo fuese correcto y perfecto.
Había salido descalzo sin darse cuenta. El rocío de la mañana mezclaba en sus pies el frescor de la hierba con la calidez del sol que comenzaba a salir entre las dunas.
Pasó allí horas, y solo se levantó una vez las familias comenzaron a salir para ir a desayunar al comedor.
Y cuando se levantó, el estuche con sus útiles de dibujo cayó de sus manos sin poder evitarlo. Un dolor en el pecho lo dejó de rodillas en la fresca hierba que crecía en el jardín donde había estado sentado y se retorció como pudo para sostener el cuaderno que llevaba en la mano y no extender todas las hojas por allí también.
Ahogó un jadeo lastimero cuando Ahmet se retorció también dentro de su pecho y ambos se ahogaron por aquel dolor incesante que no les dejaba llegar el aire a sus pulmones. Intentó alcanzar su móvil que estaba apoyado en el banco y cuando lo rozó con los dedos el tono chirriante que había puesto para escucharlo comenzó a sonar por todo el recinto.
-Sammi...-gimoteó cuando contestó y su amiga gritó desesperada al otro lado de la linea. Se asustó mucho por la angustia de la voz de la chica y otro pinchazo en el estómago lo ahogo de nuevo.
-Jimin, tienes que venir, estamos en la habitación de Yoongi, no...no...está muy bien...-pidió la chica. El joven rechinó los dientes intentando respirar mientras escuchaba a su amiga ser presa de las lágrimas.
-¿Qué le pasa?-preguntó en un susurro ahogado e intentando recomponerse un poco volviéndose a sentar en el suelo mojado del jardín.
-Eso solo te lo puede contar él, solo...corre por favor-suplicó su amiga. Jimin colgó el teléfono y se recreó un segundo en Ahmet que se mecía débilmente en su interior. Lo llamó un par de veces pero el joven príncipe no contestó.
Hola a todos :)
Ya estoy aquí de nuevo, no se si ya habréis digerido y asimilado el anterior capítulo pero aquí estoy con un nuevo capítulo.
Se que ha sido un capítulo extraño, pero necesitaba contaros todos los sentimientos que corrían por la mente de Jimin y ahora de Ahmet y también hablaros sobre su unión, esa unión extraña de la que sabremos un poco más adelante.
Bueno, llegados a este punto solo nos quedan dos capítulos y el epílogo, nada más y Whispers tendrá su punto y final por el momento.
Espero que os esté gustando y me despido por hoy.
Nos leemos en el siguiente :)
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