Capítulo 18. What dreams are made of.

Cuando esa mañana Yoongi y Jimin se despertaron casi a la vez asolados por las pesadillas, ambos se dieron cuenta de que su vida estaba a punto de cambiar para siempre, pero ninguno alcanzaba a saber el nivel de certeza que tendría aquello.

La noche anterior, Jimin y Sammi habían aterrizado en El Cairo agotados de tantas horas viajando y esperando en las dos escalas que habían realizado en el vuelo. Como había prometido, Yoongi estaba ahí para recogerlos y llevarlos de nuevo a Hadid.

Cuando dejaron a su amiga en su habitación, ellos se desplazaron a la del mayor. A pesar del cansancio ninguno podía dormir, eran un manojo de nervios allí acostados en aquella cama. Eran dos almas perdidas en un sinfín de sentimientos y encontradas en uno solo. Eran besos y caricias, miedos y pasión.

Yoongi lo besaba como si fuese la última vez que lo hacía y Jimin como si tuviesen todo el tiempo del mundo.

Y cuando el joven cayó presa del sueño que le atenazaba por el viaje y los cambios horarios, el mayor se dedicó a contemplarlo durante horas, por si huía, por si no volvía a verlo...por si era la última vez que podía contemplarlo allí, durmiendo sereno a su lado.

Le sorprendió el alba pensando en ellos, cumpliendo la promesa que un día se hicieron, ese para siempre que hasta ese momento había sido tan lejano. Se imaginó con Jimin, viviendo juntos, pasando tiempo en Corea con sus familias y sus amigos, besándose en su propia casa hasta acabar haciendo el amor en cualquier lugar de su hogar y se imaginó el futuro, ellos dos eligiendo unas vacaciones, descubriendo nuevos hallazgos arqueológicos,  paseando de la mano por la playa, con una niñita alegre chapoteando a lo lejos en el agua. Porque...¿y si sus miedo eran infundados? ¿y si resultaba que por una vez era un si en su vida?

-Supongo que no has dormido en toda la noche verdad-murmuró Jimin aún con los ojos cerrados. Yoongi sonrió levemente.

-Estaba demasiado ocupado contemplándote, príncipe-comentó remarcando la última palabra. Yoongi lo veía así, más príncipe que nunca. Jimin se quedó en silencio con la piel de gallina bajo las sábanas esbozando una pequeña sonrisa y resistiéndose a abrir los ojos.

-Hoy es el día-murmuró con tranquilidad cuando su cabeza reaccionó acordándose de lo que estaba por ocurrir ese día.

-Hoy es el día-repitió Yoongi. Un escalofrío los recorrió a los dos de pies a cabeza.

-¿Podemos retrasarlo un par de horas? Tengo algo que hacer en El Cairo-anunció Jimin posando su mirada adormilada en los ojos oscuros y profundos de Yoongi. Este asintió con una sonrisa.

-Podemos hacer lo que tu quieras, que para eso somos los jefes-sentenció el mayor acariciando con cariño la mejilla del chico.

Durante largos minutos se dedicaron a hablar en susurros como si no quisiesen romper la magia de aquel momento y más tarde, a una hora más decente, se levantaron para prepararse y salir de camino hacia la capital egipcia.

Jimin no le dijo nada a Yoongi de lo que pretendía. Cuando llegaron a su destino le indicó que aparcase delante del ayuntamiento y se dirigió a la recepción donde muy amable preguntó por el comité. Recibió justo la respuesta que esperaba.

-El comité se encuentra reunido y no puede recibirle ahora-comentó la recepcionista lanzándoles una mirada de desdén.

-Perfecto-murmuró. A grandes zancadas, con Yoongi pisándole los talones como si se hubiese vuelto loco y los gritos de la mujer a sus espaldas atravesó las puertas hacia la sala de reuniones del comité que tan bien conocía y volvió a atravesar las puertas de la sala como una autentica fiera.

-¡Jimin! ¡Yoongi!-dijo sorprendido el señor Osman levantándose de su silla. ¿Qué hacéis aquí? ¿No deberíais estar en la excavación?-preguntó un poco confundido.

-Señor Osman, perdóneme por esto-contestó el muchacho en coreano. El hombre siguió mirándolo con aquella mueca de extrañeza en la cara, pero no se interpuso en su camino cuando sacó una carpeta de su bolsa y la apretó entre sus manos.  Yoongi permaneció en silencio analizando cada paso del chico.

-Intentad quitarnos la excavación ahora-dijo con voz gruesa dejando los papeles en la mesa con un golpe sordo delante de todos los miembros del comité que lo miraron sorprendidos por aquel arrebato. Nadie dijo nada y Jimin se dio la vuelta para marcharse.

-Que tengan un buen día-volvió a decir con una sonrisa cínica. Luego agarró a Yoongi de la mano para que todo el mundo allí presente los viese y lo arrastró por los pasillos hacia afuera del ayuntamiento.

Se despidió de la recepcionista que había intentado impedirle el paso con un gesto chulesco y salió arrastrando a Yoongi que seguía sus pasos anonadado. Caminaron en silencio hacia el todoterreno y cuando se subieron en él, ambos dejaron ir un suspiro que habían estado conteniendo durante todo el rato. Se miraron fijamente y luego los dos rompieron a reírse a carcajadas.

-¿Estás loco? Nos van a echar de Egipto-dijo el mayor sin poder dejar de reírse. Jimin se llevó la mano al pecho y abrió los ojos como platos.

-Me va a explotar el corazón-dijo únicamente. -Habrán pensado que me he vuelto loco-añadió.

-Pues a mi me has puesto como una moto-soltó Yoongi de repente. Jimin se inclinó hacia él juguetón y dejó un rápido beso en sus labios.

-Como diría Sammi, no seas básico, Yoon-reclamó Jimin haciéndose eco de lo que siempre le decía su amiga. Soltaron otra carcajada estúpida por aquella absurda situación y cuando se calmaron, Yoongi arrancó el coche y se pusieron en camino hacia Hadid para recoger a su amiga y comenzar con aquello que tanto habían esperado.

Recogieron a Sammi casi una hora después de salir de El Cairo y se dirigieron hacia el desierto contándole a su amiga lo que Jimin había hecho. Sammi rió a carcajadas en el asiento trasero durante todo el trayecto, que se le hizo demasiado corto.

Cuando llegaron todo estaba igual que siempre pero parecía totalmente diferente. La gente pululaba por allí preparándose para el día largo y duro que les esperaba, ajenos a todo lo que Yoongi sentía y contenía. Ajenos a lo que podría pasar ese día en ese agujero bajo el suelo.

-¿Estás bien?-preguntó Jimin a un abstraído Yoongi que se había quedado con la vista puesta en la zona acordonada sin bajarse del coche. Solo asintió y procedió a abandonar el vehículo al vez que Jimin se bajaba del asiento del copiloto.

-Todo está preparado Yoongi-dijo el señor Abdel cuando llegaron junto al equipo.

-Gracias señor Abdel-dijo sinceramente el arqueólogo palmeando ligeramente la espalda del hombre, que se retiró a juntar al equipo para que los dos arqueólogos al mando de la excavación hablasen a sus trabajadores antes de empezar.

-¿Me haces los honores príncipe?-preguntó Yoongi dejándole vía libre para hablar. Con emoción y una dulce sonrisa en su rostro, Jimin asintió y dio un pasito seguro hacia delante para dirigirse a su equipo que ya se concentraba en torno a la entrada de la tumba y en torno a ellos.

-Bien, ha llegado el momento, en unos minutos haremos la primera incursión a la cámara funeraria del príncipe Meryatum, espero que todos hayáis descansado bien ya que podríamos estar ante uno de los grandes descubrimientos de nuestra era. Tanto Yoongi como yo y llegados a este punto, queremos agradeceros a todos vuestro arduo trabajo y vuestra pasión para ayudarnos a encontrar al príncipe. Seguiremos el mismo protocolo que la última vez, con la única excepción de que no entrará nadie excepto nosotros dos y el equipo de derribo, el cual saldrá en cuanto caiga la losa. Nadie verá nada hasta que Yoongi y yo demos el visto bueno ya que no sabemos en qué estado se encontrará la tumba, el sarcófago o incluso el cuerpo-explicó moviendo las manos para apoyarse en su discurso.

Yoongi trago saliva a su lado. No había caído en ese pequeño detalle. Como estaría todo aquello después de tantos años y tanta historia pasando por encima de aquel desierto. Miró de reojo a Sammi y la preocupación se instaló en su estómago de nuevo cuando vio a la chica frotarse las manos presa de la incertidumbre.

-Y ahora os hablo yo, como Jimin, no como jefe, os hablo como amigo, como persona que no puede estar más agradecida de como me habéis acogido y me habéis tratado desde el principio. Gracias por estos meses, este descubrimiento también es vuestro-dijo haciendo una pausa. Aquello sonaba demasiado personal, como si se hubiesen convertido en una pequeña familia con un propósito y Yoongi sonrió hacia su equipo con un pequeño nudo de emoción en la garganta.

-Ahora, vamos a comenzar-añadió simplemente el mayor.

-Por Meryatum-gritó Akram desde el grupo reunido frente a ellos.

-Por Meryatum-repitió el resto del equipo.

Jimin sonrió y miró a Yoongi que se contagió de aquella bonita expresión.

-Ve indicándole al equipo por donde empezar, tengo que hablar con Sammi-pidió el mayor cuando Jimin se acercó hacia él.

-No voy a empezar sin ti-aseguró el joven agarrando su mano para apretarla un segundo. Yoongi asintió y lo vio bajar con gracia por las escaleras para perderse por el extenso pasillo de la tumba.

Se acercó lentamente a su amiga que se había quedado parada en el mismo lugar que había ocupado mientras Jimin hablaba y contempló su cara con la preocupación cruzando sus bonitos ojos verdes.

-Yoon-gimoteó ella. Su amigo la agarró de la mano con la suya temblorosa.

-Tranquila, pase lo que pase ahí dentro, oigas lo que oigas, no entres, ni dejes a nadie entrar hasta que yo salga, y si no salgo...recuerda que te quiero mucho pequeña y dile a Hobi y a los chicos...-empezó a decir Yoongi. Su amiga sollozó asustada al oír aquello.

-No te despidas-pidió ella poniendo su dedo índice sobre los labios del chico que calló por el contacto. Yoongi agarró con cariño su muñeca y dejó un beso dulce allí donde podía sentir latir su asustado corazón.

-Es un hasta luego, te lo prometo, solo quiero que sepas que existe la posibilidad y que estés preparada para ello-explicó Yoongi quitando una lágrima que se deslizaba por la mejilla de su amiga.

-No os voy a perdonar a ninguno de los dos si no salís por esa puerta sanos y salvos ¿me oyes?-amenazó la chica conteniendo las lágrimas. Se le rompía el corazón solo de pensar en perderlos a los dos.

-Lo hablamos luego-aseguró el joven intentando demostrarle convicción. Sammi solo asintió y lo dejó marchar con mucho pesar en su corazón.

Yoongi se deslizó lentamente sobre la arena del desierto y después de suspirar profundamente, bajó lentamente por las escaleras ante la atenta mirada de su amiga. Miró hacia el cielo como si quisiese guardar la luz del sol en su cabeza y un único pensamiento cruzó su mente mientras se internaba en los decorados pasillos.

"Ahmet, te confío mi vida"

Caminó con cuidado de no tropezar con ninguno de los artilugios de excavación por allí desperdigados y atravesó la antecámara del tesoro ya vacía para acercarse a Jimin que explicaba con paciencia al equipo por donde quería empezar. Se colocó a su lado y lo escuchó con aquella calma que a él le estaba poniendo tan nervioso.

-Podemos empezar- avisó Yoongi. Jimin lo miró a los ojos y asintió despacio.

-¿Estás contento? Has encontrado a Meryatum-susurró cuando los trabajadores golpearon la pared con el cincel y todo allí abajo retumbó.

-Estoy tan nervioso-contestó únicamente. Rozaron sus hombros con una pequeña sonrisilla y saltaron las chispas entre ellos cuando empezaron a ver caer la piedra por los martillazos.

-Te lo mereces-contestó Jimin. Y en ese momento se dio cuenta de la verdad absoluta que acababa de decir. Yoongi se merecía aquel descubrimiento, se merecía todo lo bueno que le estaba pasando y que estaba por venir, porque si alguien había creído en un imposible y había perseguido sus intuiciones, sin duda ese había sido él.

-Nos lo merecemos-corrigió Yoongi sin retirar la vista de la piedra. Jimin asintió y supervisaron el desprendimiento de la gruesa pared de caliza.

Casi en un parpadeo la losa de entrada cayó sumiéndolos a todos en una nube de polvo y cascotes. Tosieron por el material que se metía en sus pulmones y cuando la nube que los envolvía se disipó, Yoongi se las arregló para que el equipo saliese y los dejase a solas tan silenciosamente como fue posible.

-¿Estás bien?-preguntó acercándose un poco para cerciorarse de que el chico estaba bien.

Jimin asintió y cuando se recuperó, una melodiosa voz se metió por sus oídos y llegó punzante a su cerebro. Se incorporó asustado y Yoongi lo miró confuso porque esa voz no solo había llegado a los oídos del joven, sino que él también había podido escucharla. Alta y clara. Llamando a su dueño, porque si, aquella voz tenía un dueño y ese dueño dio un par de pasos inseguros hacia adelante para meterse por el pasillo.

Yoongi actuó rápidamente para agarrarlo del brazo antes de que se alejase más.

-¿Lo has oído?-preguntó Jimin hipnotizado mirando fijamente a Yoongi. El mayor asintió con el aire atascado en sus pulmones.

-Vamos-demandó Jimin sin dejarle otra opción.

Ambos se metieron por el estrecho túnel, tan juntos que podían tocarse sin la necesidad de hacer nada más que seguir andando.

Yoongi estaba muy nervioso. Sentía la joya milenaria que había heredado en cada una de sus vidas pesar en el bolsillo de su pantalón y a Jimin a su lado respirando entrecortadamente. ¿Qué era aquello que hacía el aire tan espeso y agobiante?

Escuchó al joven esbozar una especie de gemido lastimero cuando la linterna iluminó la caja funeraria que contenía el sarcófago. Lo estaba sintiendo, estaba seguro, lo estaba sintiendo como él sentía una presencia acompañándoles a cada paso, como sentía él a Ahmet al final del túnel.

Lo contemplaron en la distancia, ambos en silencio y con la respiración entrecortada.

Cuatro diosas Isis protegían el enorme rectángulo de mármol grabadas en él y lo demás estaba decorado con una gruesa lámina de oro y una tapa aparentemente pesada que se sellaba con un par de cierres dorados a cada lado.

Jimin sintió al momento la necesidad extrema de tocar aquella enorme caja de mármol y oro que siseaba aquellas palabras antiguas que no conseguía entender muy bien.

Con la linterna en la mano Yoongi se alejó mirando todo a su alrededor mientras sentía aquella fuerte conexión tirar de él. El dolor en la palma de su mano se acrecentaba con cada paso y el polvo de la estancia se metía por su nariz ahogándolo. La sensación de asfixia solo se disipó cuando el haz de luz enfocó algo semienterrado en el suelo.

-Jimin, mira-dijo en voz baja. A pesar del tono en que lo había dicho, el joven acudió a su llamado y mareado como estaba fijó la vista en el suelo donde Yoongi señalaba.

-No deberíamos tocar nada-murmuró el joven. Yoongi se agachó hasta rozar la caja con la mano y una fuerte descarga le hizo retirarse hacia atrás asustado. En su bolsillo, el anillo comenzó a desprender un intenso calor que atravesó su ropa.

-¿Jimin?-preguntó mirando al muchacho que no quitaba la vista de la caja semienterrada en la arena del suelo. Este no le contestó y Yoongi supo que algo estaba pasando. Quiso llevárselo lejos de allí, vivir sus últimos momentos juntos y perdidos por el mundo, pero cuando contempló la mirada oscura del chico clavada en el objeto y lo vio agacharse para recoger la caja, supo que ya no había vuelta atrás y que a partir de ese momento ya nada sería igual.

Jimin agarró la caja sin saber muy bien que estaba haciendo, pero sentía que aquello que contuviese le llamaba como un imán aacercarse. Se irguió y la mirada del mayor clavada en sus movimientos lo inquietó y alivió a partes iguales.

Cuando abrió la caja, Yoongi se acercó un par de pasos. Reconoció a la perfección el rollo de papiro enroscado que contenía la caja y vio a su lado un pequeño saquito en el que supo lo que había sin necesidad de abrirlo. Vio al joven tomar el papiro que se partió por la mitad, podrido por el paso del tiempo en aquella jaula de madera y se asustó cuando la mitad cayó al suelo desperdigándose. Cuando lo abrió y vio aquellos símbolos que tanto había estudiado se extraño al poder leerlos todos a la perfección sin necesidad de pararse a pensar y sintió el dolor en el corazón y en la mano donde reposaba su cicatriz incluso justo antes de comenzar a leer.

"Esta es la promesa de un siervo, enamorado de un príncipe, que dio sentido a su vida. La promesa de reencuentro para el príncipe Meryatum II. Porque fue designio de dioses que aquel día sagrado, cuando sus ojos me miraron por primera vez, sentí que no lo olvidaría en mil vidas"- leyó Jimin aferrado a aquel papiro partido por la mitad mientras un ligero temblor sacudía su cuerpo. Algo extraño lo estaba asfixiando y tenía muchas ganas de echarse a llorar. Yoongi solo lo miró tragando saliva. Le ardía la cicatriz, le ardía el corazón por el amor y el dolor entremezclando y el anillo pesaba en el bolsillo de su pantalón.

-Que bonito, es una pena que se haya roto y no poder leer nada más-Se quejó en un murmullo el más joven sin apartar los ojos del pequeño papiro. Sabía que algo no estaba bien y cuando sus ojos se toparon con los de Yoongi una sucesión de imágenes inconexas le sobrevino turbando su mente y su cuerpo sin remedio. El mayor carraspeó y le quitó el objeto de las manos para dejarlo en uno de los huecos de la pared. Cuando se volvió de nuevo hacia Jimin el chico tuvo la certeza de que pasaba algo, pero cuando le preguntó solo obtuvo silencio.

-"Y así fue, viví todas mis vidas buscándole a él y regresé para contarle que en la última lo encontré. Con la maldición de un hermano y su dolor por la pérdida, mi única esperanza es él y su amor superviviente al tiempo, puro, fuerte y real como lo fue desde el momento en que lo vi por primera vez"-Murmuró Yoongi con un ligero temblor en su mano.

-¿Cómo lo sabes?-preguntó Jimin inseguro y aunque en el fondo ya lo sabía porque él también lo sentía, se mantuvo firme mirando al hombre que le quitaba el aliento.

-Jimin...hay algo que tengo que contarte...sobre mi y sobre...ti-dijo el arqueólogo con un tono demasiado incómodo. -Pero antes, saca lo que hay en la caja-pidió en un susurro.

Mecido por aquella voz, Jimin movió sus manos automáticamente como si no fuesen suyas y abrió aquella cajita sintiendo una molesta vibración por todo su cuerpo.

Una pequeña bolsita marrón de piel descansaba en el fondo de la pequeña caja con algo pesado en su interior y Jimin la cogió como si fuese el tesoro más valioso que podía encontrar.

-Jimin tu y yo...no somos solo tu y yo...-comenzó a decir el mayor mientras lo veía manipular absorto la pequeña bolsa.

-No es posible-cortó el joven con una mueca insegura mientras deshacía el hilillo que rodeaba la bolsita de piel y sacaba la joya que se encontraba en su interior. Un anillo dorado con un escarabajo egipcio tallado en lapislázuli cayó sobre la palma de su mano, allí donde la cicatriz picaba más que nunca.

Lo contempló con seriedad y el anhelo de deslizar esa joya en su dedo le quitó el aire de los pulmones. La voz de Yoongi irrumpió en el silencio de la tumba.

-¿Sientes la necesidad verdad? ¿Sientes la necesidad de ponértelo?-preguntó apretando muy fuerte la mandíbula al hablar.

Jimin asintió débilmente.

-Hazlo-ordenó Yoongi. El joven lo miró asombrado por aquel tono y negó con la cabeza

-Ahmet...hazlo, sabes que es lo que deseas-volvió a decir con voz gruesa.

-¿Como sabes...?-Comenzó a preguntar el joven sin quitar la vista de la valiosa joya. Yoongi chasqueó la lengua y cambió el peso de una pierna a la otra mientras metía la mano en el bolsillo delantero de su pantalón. Agarró con fuerza el objeto que había llevado escondido durante tanto tiempo y lo sacó para después de unos segundos mostrárselo a Jimin. Este boqueó como un pez fuera del agua cuando vio la joya exactamente igual a la que él sostenía en su mano y lo miró a los ojos muy fijamente, conectando, hilando sus ideas en su cabeza con el corazón alborotado.

El mayor no dejó de mirarlo y se acercó un par de pasos hacia Jimin que retrocedió asustado sin quitar la vista de las dos joyas gemelas. Yoongi suspiró entrecortadamente y con su mano derecha, deslizó el anillo con el escarabajo azul por su dedo anular para volver a mostrárselo al joven que mantenía su expresión aterrorizada.

Un intenso pitido lo hizo tambalearse, y el sueño...su sueño, ese que había revivido tantas veces se materializó ante él cuando Yoongi entrelazó sus manos.

-Eres tú...tus manos-murmuró casi sin aliento. El más mayor solo pudo asentir lentamente y acariciar con dulzura la cálida mejilla del joven que estaba petrificado en el sitio.

-Cariño ponte el anillo-pidió con amabilidad -Te ayudaré a comprender te lo prometo-añadió como si hubiese tenido pensado como iba a pasar todo aquello desde hacía mucho tiempo.

Atolondrado y casi con las lágrimas desbordando de sus ojos, Jimin deslizó aquella hermosa joya por su dedo anular. La cicatriz en su mano dolió como si estuviese abierta y quiso gritar.

Primero todo se volvió negro a su alrededor, pero luego un calor demasiado conocido y una suave brisa se colaron por su cuerpo. La imagen que su mente proyectó lo hizo tambalearse y caer sobre los brazos de Yoongi que lo acogió con anhelo y cuidado.

"El calor del desierto ese día era insoportable. La única brisilla que corría allí, a la orilla del peligroso Nilo, removía el cabello trenzado de una nerviosa pero sonriente Sitre que portaba un precioso ramo de tiernos crisantemos y lotos en sus manos.

A ojos de todo el mundo aquello sería una aberración, pero cuando Kadid se lo había pedido, ella no había dudado ni un segundo en acudir. Estaba nerviosa, mucho y no dejaba de mirar a cada lado moviendo su bonita túnica blanca de fina gasa bordada.

Vio aparecer a lo lejos los dos chicos a los que esperaba. Kadid sostenía a Ahmet del brazo, ya que tenía los ojos vendados y tanteaba el terreno para no caerse. Avanzaron hacia ella y cuando llegaron la risita de Sitre alteró al príncipe.

-¿Sitre?-preguntó. -Kadid, déjame ver ya, por favor-pidió nervioso.

-Que impaciente-replicó la chica mientras veía al mayor intentando desatar el nudo del paño que cubría los ojos de Ahmet.

-El otro día me dijiste una cosa y se me quedó grabada en la cabeza. No podía dejarlo pasar y cuando se lo comenté a Sitre quiso ayudarnos. Tu y yo no vamos a poder casarnos de cara a la sociedad, pero quiero unirme a ti de cara a los dioses si aún lo deseas-explicó el mayor con un ligero temblor en su voz.

-Pero...-dijo únicamente. Kadid frunció sus labios y se acercó a él con aquella sonrisa que lo desmontaba.

-Solo si tu lo deseas, Ahmet-dijo el chico.

El joven príncipe observó a la muchacha, sonriente y luego posó los ojos en él, su mejor amigo, el amor de su vida, su futuro elegido sin imposiciones, aquel a quien se había entregado en cuerpo y alma, su vida entera. Y supo que él era su pasado, su presente y su futuro y que nunca amaría a nadie como amaba a Kadid. Su cabeza se movió afirmativamente cuando comprendió que jamás podría entregarle a nadie todo lo que podría entregarle a él.

Sitre dio un par de saltitos sobre la arena consolidada de la orilla y dejó ir un gritito de júbilo que los hizo sonreír. Perdido en los profundos ojos de Ahmet, Kadid ni siquiera era consciente de que su príncipe acababa de aceptar aquella proposición.

Sitre se acercó a ellos y con un gesto cariñoso pasó el ramo de delicadas flores a las manos del príncipe que la miró como quien mira un tesoro. Sitre. La que iba a ser su esposa, la que sería su reina en unos días y a la que habían condenado a su lado a una vida no deseada. Su mejor amiga. Sitre era un verdadero tesoro.

-Empezaremos con los votos, Kadid, empieza tú y luego Ahmet te seguirá-explicó la chica. Kadid asintió y acercó a su amor a su lado para luego volverse a mirarlo.

-Príncipe Meryatum Ahmet II, señor de Egipto, señor de mi corazón, te tomo por esposo, porque ha sido designio de los dioses enamorarme de ti y porque se que la diosa madre Isis te entregará a mi sin oposición cuando compruebe que nuestro amor único y puro sobrevivirá más allá del tiempo-prometió el más mayor sin quitar la vista del príncipe. Este tragó saliva ante aquellas palabras y sus ojos se aguaron cuando Kadid retiró un mechón de su negro cabello de su frente. Ahmet miró a su amiga que le indico con una sonrisa y un asentimiento que era su turno.

-Kadid, sacerdote del templo de Amón, el de la bondad infinita, señor de mi corazón, te tomo por esposo, te entrego mi vida a pesar de los deseos impuestos en mi como príncipe. Te doy mi cuerpo y mi alma para que sea tuyo, ahora y siempre en todas las vidas que los dioses nos den, para que nunca nos falte del otro y siempre seamos la mitad y el complemento que el otro necesite-dijo Ahmet pensando lentamente cada palabra para que fuesen las adecuadas.

Ambos se sonrieron cuando el menor terminó de hablar y su amiga se acercó de nuevo a ellos. Rebuscó entre su túnica y una brillante daga dorada resplandeció bajo el sol.

-Sitre, es tu turno-indicó Kadid. La chica asintió al borde de las lágrimas y se dirigió al príncipe primero.

-Dame tu mano, Ahmet-pidió con una sonrisa. Él sonrió y extendió la mano hacia su amiga con la palma hacia arriba.

-Ahmet, mi gran amigo, yo Sitre II de Nubia, tu futura esposa, señora de Egipto...hoy te rechazo y te entrego a Kadid, porque se que la diosa madre, Isis me perdonará reconociendo vuestro amor, para que viváis la vida que os ha sido arrebatada sin derecho-comenzó a recitar la chica mientras con la ligera daga que había sacado infringía un ligero corte en la mano del joven príncipe que no había dejado de mirar ni un segundo a su amiga. Sitre miró a Kadid que le entregó su mano de la misma manera que Ahmet había hecho y la chica lo miro a los ojos con una sonrisa.

-Kadid, mi hermano de otra sangre, yo Sitre II de Nubia, futura señora de Egipto, hoy rechazo a este príncipe al que me han destinado, para que lo colmes de felicidad y de gracia, sabiendo que Osiris, dios, padre y juez soberano me perdonara por faltar a la promesa que hice con mi pueblo, para que viváis la vida que merecéis y que os ha sido arrebatada-volvió a recitar.

Con la daga realizó el mismo corte superficial en la mano de Kadid que le guiño un ojo antes de volverse hacia su amor. Sitre cogió las muñecas de ambos chicos y dejó las palmas de sus manos a una distancia prudencial antes de alejarse un paso hacia atrás para darles intimidad ante la unión sagrada que estaba por realizarse.

-Te quiero-dijo Kadid mirándolo a los ojos y agarrando la mano sana del muchacho con la suya donde llevaba el anillo que él mismo le había entregado.

-Te quiero-repitió el príncipe al borde de las lágrimas juntando sus manos con las de Kadid para que la sangre que brotaba de sus respectivas heridas se juntasen en una sola. Un hilo invisible unió aquellas sangres y un rugido gutural en el cielo provocado por un trueno ennegreció el cielo.

-¿Puedo besarte, mi amor?-murmuró Kadid ajeno a nada más que no fuese el hermoso chico que agarraba sus manos con devoción. Este sonrió emocionado con una sonrisa tan amplia que iluminó el enorme desierto y asintió absolutamente feliz.

Sus bocas se juntaron en un beso que lo selló todo para siempre".

Todo se tambaleó a su alrededor cuando abrió los ojos en la oscuridad. Un haz de luz olvidado a su suerte iluminaba el suelo y la comodidad de unos brazos lo acogía y lo sacudía levemente para espabilarlo. Pero todo estaba en silencio, todo estaba en absoluto silencio. Por primera vez en toda su vida su cabeza estaba en silencio. No escuchaba nada y sus ojos solo veían el vacío. Un vacío negro y asfixiante con solo el rostro de desdibujado de Kadid gritando su nombre.

-¿Jimin? ¿Estás bien?-preguntó Yoongi meciéndolo en sus brazos levemente. -Cariño respóndeme-pidió nervioso.

Jimin enfocó la vista y durante largos minutos permaneció absorto en la irrealidad. Como si algo lo impulsase, su mano acarició la tersa y suave piel del rostro del mayor. -Kadid...-susurró. Como si aquello lo devolviese a la realidad, se incorporó entre los brazos de Yoongi que lo sujetaban firmemente y se arrastró por el suelo alejándose de él como un gatito asustado.

- Cariño, no te alejes de mi, no me mires con esos ojos...-pidió Yoongi agobiado mirando aquel rostro principesco convertirse en la viva imagen del miedo cuando lo miraba.

-¿Quien eres?-musitó Jimin perdiendo la voz a cada palabra. Sentía la boca pastosa y le dolía todo el cuerpo solo por intentar articular un par de palabras.

-Soy yo Jimin, soy Yoongi-aclaró el chico recogiendo del suelo la linterna para dejarse ver entre su claridad.

-No entiendo...yo...estabas...eras tu todo el rato, me llamabas...-comenzó a decir Jimin entre balbuceos.

-Ahmet-dijo Yoongi terminando su frase. La mención de aquel nombre le puso los pelos de punta al joven que jadeó asustado.

-Si, tu me dijiste...¿Quién soy? Tu sabes quien soy-afirmó. El mayor asintió despacio.

-¿Todavía no te has dado cuenta Jimin? Eres la reencarnación de un príncipe de Egipto. La viva imagen de que el amor todo lo puede. Eres tú, Meryatum, Ahmet, mi único y verdadero amor-explicó Yoongi. Por primera vez lo decía en alto delante de Jimin, por primera vez desnudaba su alma y la dejaba al aire a merced de ese joven a quien realmente pertenecía su corazón.

-Pero...no puede ser. ¿Qué está pasando?-volvió a decir. -Solo tenía 17 años...¿Qué pasó?-preguntó intentando comprender.

-Te lo contaré, solo deja...-pidió Yoongi dando un paso hacia él. Jimin lo miró temeroso y el mayor solo pudo suspirar con frustración.

-Enfermaste...tuberculosis pulmonar...he tardado años en saberlo con exactitud estudiando los síntomas-dijo solamente. El solo recordar aquello lo derrotaba por completo. En aquellos años, la enfermedad solo era enfermedad, se llevaba a quien quería y daba igual porque esas personas ya no estaban. Eran enterradas lejos por el riesgo que suponían y olvidadas en la historia. Como él...como Ahmet.

-Nuestro amor era prohibido, Jimin, desde el principio y lo fue hasta el final. Tu hermano Ramsés estaba desolado por tu perdida, y en su infinito odio no me permitió asistir a tu cortejo funerario, ni siquiera supe donde te enterraron y quedé maldito y condenado a vagar toda la vida en tu búsqueda, recorriendo mil vidas que no eran la nuestra. Maldijo nuestro amor y consideró tu muerte un castigo divino a nuestra osadía y a nuestro reto a los dioses. Cuando te fuiste, lo único que me quedó de ti fue este anillo y esta cicatriz-explicó. Terminó mostrándole la palma de su mano con el anillo que ahora lucía en su dedo anular donde siempre lo había llevado.

-¿Porque lo tienes tú?-preguntó el joven con el corazón latiéndole alborotado. Tenía tantas preguntas y se sentía tan confuso con el revoltijo de sentimientos que no sabía ni por donde empezar a digerir y a preguntar.

-Los llevabas el día en que te conocí, solo éramos unos niños entonces y los llevaste los dos hasta el día en que te besé por primera vez, luego no los volviste a llevar y un día me lo regalaste. Cuando te marchaste de nuestro lado, nuestra amiga Sitre se encargó de que permaneciese a tu lado durante toda la eternidad y yo no pude separarme del mío que ha ido apareciendo en mi vida de una forma u otra cada vez que me reencarnaba para seguir buscándote-explicó tocando su anillo y quitándoselo para ofrecérselo a Jimin que lo miró con recelo. -Recuerdo tu sonrisa mientras quitabas uno de tus dedos y me mirabas a los ojos diciéndome...-Yoongi paró de hablar cuando vio al joven cerrar los ojos con fuerza y tocarse débilmente la cabeza. Un recuerdo fortuito cruzó la mente del joven, doblegándolo a su voluntad.

-Así estaremos siempre juntos-recitó como si una voz en su cerebro se lo chivase por un pinganillo.

-¿Lo recuerdas?-preguntó Yoongi con el corazón latiéndole a mil por hora por aquel recuerdo.

-Algo me lo ha traído a la mente-murmuró apoyándose levemente sobre sus rodillas. Se sentía agotado tanto física como psicológicamente.

-¿Lo entiendes Jimin? eres tú y siempre serás tú...siempre seremos tu y yo. Da igual donde estemos mi amor, siempre nos encontramos, hemos vivido cinco vidas antes de esta y nuestro destino siempre ha sido conocernos-explicó Yoongi aceleradamente. Vio al chico con los ojos totalmente perdidos en una de las paredes de la sala iluminada solo por la luz que desprendía la linterna.

-Pero no es posible-volvió a decir el joven cerrándose en banda.

-Claro que es posible, te he buscado durante muchas vidas y te he encontrado aquí, en nuestro hogar...Ahmet estamos juntos de nuevo-dijo Yoongi acercándose al joven para intentar tomar su mano.

-¡No!-exclamó Jimin echándose hacia atrás. Yoongi retrocedió un par de pasos dejándole espacio y Jimin se chocó con el enorme rectángulo de oro que estaba extrañamente en silencio desde que había salido de su ensoñación.

-¿Qué?-preguntó el mayor extrañado. Una punzada de dolor atravesó su corazón.

-Me mentiste-afirmó Jimin sonriendo cínicamente. -¿Recuerdas como te pedí que no lo hicieras y me juraste que jamás sería así?-preguntó con el mismo tono irónico.

-No te mentí, no podía explicarte quien eras, que éramos...hubieses pensado que estaba loco, pero ahora que lo has visto...-comenzó a decir el mayor. Jimin lo interrumpió llevándose las manos al cabello.

-No hagas esto Yoongi, te lo pido por favor-dijo con voz ahogada casi rogando. Nunca se había sentido con nadie como con Yoongi, jamás había sido tan feliz desde que su madre falleció y no necesitaba aquello, solo necesitaba seguir como hasta ese momento.

-¿Que no haga qué?-preguntó el mayor un poco confuso.

-Esto-gritó Jimin señalando con sus manos todo a su alrededor.  -Joder, tirar a la basura lo nuestro por esto, ¿tu crees que merece la pena?-añadió sin dejar de mirarle a los ojos. Aquella mirada penetrante y oscura llegó hasta los huesos del mayor provocándole un escalofrío.

-Pero Ahm...-dijo Yoongi. Se calló un segundo y se dio cuenta de que le había llamado por su nombre antiguo.

-Me llamo Jimin-dijo el chico firmemente. Yoongi tragó saliva y asintió.

-Escucha cariño...-comenzó a decir. Jimin no le dejó un segundo y se irguió delante suyo.

-No, escúchame tú, he visto lo que he visto y vale, puede que sea como él, sea Meryatum o Ahmet o como se llame este príncipe, pero esto me hace entender muchas cosas y ahora se porqué estás conmigo. Si por una absurda coincidencia del destino lo que he visto es real y yo soy él, solo estás conmigo por eso, porque soy él, no porque me quieras a mi. Estabas tan obsesionado con encontrarle porque a quien en realidad amas es a él, no a mi, Yoongi, no a mi- escupió desesperado. Y esas palabras no solo atravesaron el alma de Yoongi que aguantaba como podía las lágrimas que le provocaban los ataques de su chico, sino que rompió el suyo propio en pedazos, que dolió tanto dentro de su pecho que pensó que se desmayaría en ese momento.

-Creo que lo estás malinterpretando todo, llevo meses intentando pensar que solo te quería por eso, pero no, mis sentimientos por ti son reales, se han mezclado con el amor que sentía por Ahmet y es aún más fuerte. Tu me has inspirado Jimin, siendo como eres ahora y como eras antes me has completado, te he amado durante todas las vidas que he vivido y hasta ahora no había tenido la oportunidad de decírtelo, por favor, déjame que te cuente...-explicó Yoongi con desesperación. Jimin solo gruño haciéndole callar.

Todo lo que estaba sintiendo, la enorme conexión con Yoongi, con aquella joya que seguía en su dedo, la asfixia que sentía solo de respirar aquel polvoriento aire de la tumba, no hacía más que agobiarlo y no dejarle pensar con claridad. ¿Quería quedarse y seguir trabajando allí? ¿Abandonar su sueño y volver a casa? ¿Pensar y afrontar lo que acababa de descubrir?

-Necesito pensar, aléjate de mi un par de días y si puedes respetar eso, entenderé que debo darte la oportunidad de explicarte antes de que cometa alguna tontería que no quiero hacer-pidió Jimin haciendo lo posible para alejarse de él en ese mismo momento.

-¿Vas a volver a Corea?-preguntó de pronto Yoongi interrumpiendo el soporífero silencio que allí reinaba.

-¿Debería?-preguntó el joven con ironía. El rubio abrió mucho los ojos asustado cuando lo vio girarse para irse.

-No, no tenemos tiempo para esto-intentó rebatir Yoongi. Vio a Jimin volverse y encararlo, más enfadado y rabioso de lo que lo había visto nunca.

-Si, si tenemos tiempo, me lo debes-contraatacó Jimin con fuerza. El mayor negó con la cabeza.

-No lo entiendes-intentó rebatir Yoongi. Vio una lágrima resbalar por la mejilla del joven que se la limpió sin pudor.

-Por favor déjame ir-gimoteó el chico.

-Jimin...-suspiró el arqueólogo. -No te vayas otra vez-pidió conteniendo las lágrimas que comenzaban a picarle en los ojos.

-Necesito pensar Yoongi...solo necesito estar todo lo lejos de ti que nos permita nuestro trabajo durante un par de días...¿puedes entender eso?-preguntó Jimin apretando fuerte las manos a lo largo de su cuerpo. Se sentía cabreado y triste, pero también se sentía débil y enfermo desde que habían puesto un pie en la cámara funeraria.

-No te vayas-pidió de nuevo estirando la mano con el anillo para intentar tocarlo. El joven negó con la cabeza y se alejó de nuevo.

Jimin salió a grandes zancadas de aquella cámara que lo estaba asfixiando, con Yoongi intentando pararlo a su espalda, rogándole por favor que se detuviese, que entendiese, pero no lo consiguió y vio al chico precipitarse hacia las escaleras de la entrada.

-¡Jimin! ¿Qué pasa?-preguntó Sammi saliendo a interceptarlo. Siguió caminando con prisa para salir de allí mientras su amiga lo seguía.

-Yoongi pasa, le pedí que no me mintiese nunca-dijo simplemente. Samara se paró en seco y se giró hacia la tumba donde un par de trabajadores sujetaban al arqueologo que sollozaba débilmente. Se soltó de los hombres y avanzó un poco más parándose cerca de Sammi que acudió en su ayuda.

-Por favor, Jimin-pidió agotado cayendo sobre la arena demasiado caliente de aquel desierto. Se asfixiaba, sus pulmones apenas recibían el aire que débilmente cogía su cuerpo y supo que no aguantaría mucho más.

-Por favor...no nos queda tiempo-volvió a decir. Pero no obtuvo respuesta, porque lejos de allí, el desolado arqueologo que acababa de descubrir que era un príncipe, se desplomaba de rodillas sobre las dunas con el rostro lleno de lágrimas.

"-Sitre no puedo, no puede trasladarse así, esperaremos un poco más-replicó el joven a la demanda que su amiga le había planteado. Esta negó con la cabeza y los accesorios de su cabello repiquetearon entre ellos por el movimiento.

-Si os quedáis va a pasar algo, tengo un mal presentimiento, tenéis que iros ya-advirtió muy seria.

-Está enfermo, necesita descansar, me mandó ayer una nota y he intentado acceder a sus aposentos, pero Ramsés ha colocado un par de guardias que vigilan la salud de su hermano y no puedo entrar-explicó el joven Kadid.

Sitre rechistó enfadada y pateó la arena con sus impolutas sandalias. -Yo tampoco he podido acceder, temen que sea contagioso. -He oído que hay un brote de algo entre los esclavos y la gente del pueblo; Dicen que destruye los pulmones y se lleva a la gente en cuestión de días-murmuró la chica. Su piel se erizó con cada palabra.

-Me estás asustando-declaró Kadid mirando de reojo a la chica.

-Solo nos queda rezar porque no sea eso que dicen-murmuró la chica. El joven le dio la razón con un ligero asentimiento de cabeza"

Hola a todos!

Ya estamos aquí...qué os voy a decir, si me permitís un segundo necesito pararme a respirar.

He contenido el aliento durante todo el capítulo, mientras lo escribía, mientras lo corregía...este condenado capítulo me ha hecho llorar lágrimas amargas. Pero bueno, esto tenía que pasar y tenía que ser así porque si nos ponemos por un momento en el lugar de Jimin, ¿Cómo refaccionaríamos nosotros si nos cuentan esto?

Quiero dedicaros este capítulo a todos vosotros, a ti que me lees intensamente, que votas, que comentas o que simplemente estás ahí disfrutando de las idas y venidas de estos maravillosos personajes y espero que aunque haya terminado el capítulo como ha terminado, os haya gustado y os esté encantando este fanfic que es tan mío y que es tan vuestro

Sin más que decir, ahora si, me despido por el momento y espero traer el siguiente capítulo lo más pronto posible.

Nos leemos en el siguiente.

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