ɪ. ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏ ᴀɴʜᴇʟᴀᴅᴏ




•✦───────────•✧ NOTA DE LA AUTORA:

¡Hola, gente hermos@! Les saludo deseándoles buenos días, tardes o noches, según la hora en la que estén leyendo esto.

Sé que este capítulo ya se había subido hace mucho tiempo, pero empecé a corregirlos, para darles una redacción mejorada y tratando de hacerlos más extensos. 

Espero que los disfruten y ofrezco una disculpa por haberles entregado muchos capítulos mal escritos. No se preocupen si no miran sus comentarios, corregí algunas líneas y se movieron a los comentarios generales.

Los amo, gracias por su apoyo.

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23 de septiembre del 2005

Penitenciaría ADX, pabellón de mujeres



El sonido metálico de un objeto golpeando los barandales de su celda y los gritos de las vigilantes anunciando el inicio del día interrumpieron el sueño de Alexandra. Era costumbre despertar a las reclusas 30 minutos antes de que algún guardia las escoltara al comedor.

La melliza usaba en ese tiempo para reflexionar sobre sus decisiones; ya había pasado un año en prisión. Sabía que si los atrapaban les darían un par de años por estafar, pero al ser condenados por homicidio no tenían salida.


—Un maldito día más—murmuro para sí misma antes de hacer una pequeña marca en la pared. —Mierda . . . vete . . . vete . . . vete—la chica dio un brinco a su 'cama' cuando vio a una araña bajaba del techo.


La voz del guardia hizo que a Alexandra regresara a la realidad, para que se apartara de su lugar, permitiéndole al oficial realizar una revisión de 'rutina'. No era como si escondiera una llave de la celda debajo de su cama o alguna obra de arte escondida por algún rincón, pero no se podía quejar ya que conocía las consecuencias si lo hacía.


—Manos a la pared y separa las piernas—ordeno el guardia revisando que no sacara nada de la celda.


La melliza siguió las instrucciones al pie de la letra, de mala gana, pero decidió hacerlo, con las manos en alto, espero a que terminaran de revisarla para validar que no llevara algún objeto al comedor. Una vez satisfecho, le indicó que se diera la vuelta y la condujo fuera de la celda.


—¿Disculpa, sabes si me concedieron el permiso para ver a mi hermano? —pregunto la chica con esperanza de que trajeran a Eduardo del pabellón de los hombres.

—Eso no lo tienes que ver conmigo. —se limitó a decir el hombre mientras la empujaba hacia el comedor.

—Bueno . . . es que dijeron que lo podría ver y eso fue hace seis meses—informo Lexie tratando de ir más lento para obtener respuestas.

—Niña, no eres la única reclusa aquí—expreso el oficial harto de discutir lo mismo con la chica. —Además, ¿Por qué deberíamos de tener algunas consideraciones con una mata policías?

—Hemos hecho muchas cosas . . . pero de eso somos inocentes—aseguro la castaña con un tono lleno de confianza. —No voy a dejar de molestarte hasta que me dejen ver a mi hermano.

—Si . . . claro todas aquí son inocentes—el hombre rio sarcástico antes de empujar con fuerza a la melliza al comedor, haciendo que otras reclusas gritaran por el acto.


Ella solo se levantó con la frente en alto, retirando el polvo y los restos de comida que se habían pegado a su ropa, no iba a darle la satisfacción a ese hombre de verla derrotada. Desde pequeña aprendió a ocultar sus emociones hacía los extraños así que esta vez no sería diferente. Así que sin perder un segundo más, comenzó a caminar hacia los mostradores de comida, teniendo un plan para tener algo sabroso en el menú.


—Hola, quiero comida kosher, por favor—pidió la chica esperanzada que la táctica que había aprendido de las películas fuera real.

—Tenemos carne, fideos y guisantes. —la cocinera se limitó a decir, ya estaba harta de que todos los días intentara algo nuevo solo para conseguir comida con algo de sabor.

—Es una cuestión religiosa—Alexandra mintió, en realidad no creía en nada, pero ante tiempos desesperados . . . medidas desesperadas. —Y el tío Sam dice que tienes que darla cuando te la piden.


La mujer solo negó con la cabeza estirando la mano con una bandeja llena de comida con un aspecto bastante dudoso, a lo que Lexie rechazo cuando lo vio.


—En realidad, es cierto. —intercedió una reclusa llamada Galina, apoyando a la castaña, a pesar de lo ocurrido hace un año.

—No tenemos. —la cocinara seguía negando a buscar lo que le pedían.

—La comida Kosher está en el fondo del congelador. —Reznikov señalo al fondo de la cocina. —Donde ha estado por meses, porque nunca nadie la pedía, cuando comían la rica y nutritiva comida rusa . . .. pero ahora a esto hemos llegado—dijo tomando la charola en el mostrador antes de retirarse.


La morena no tuvo otra opción más que darse la vuelta para buscar lo solicitado de mala gana, por primera vez en un año se había salido con la suya, pero esperaba que fuera la última. Lexie tomo la bandeja de comida con un rostro victorioso antes de darse la vuelta, contemplando el escenario, pensando en el mejor lugar para comer.

Durante su año en prisión, Alexandra había hecho algunas amistades, aunque no es como si tuviera muchas opciones. Era mejor llevarse bien con las otras reclusas o formar parte de un grupo que pudiera protegerla en caso de problemas. Tomó su charola de comida y decidió sentarse con Emma Swan, una reclusa que no solía entablar muchas conversaciones. Emma era callada y distante, justo lo que ella necesitaba en ese momento. Después de algunos minutos de silencio mientras ambas comían, Emma decidió iniciar una conversación.


—Te ves terrible Alex—comentó Emma sin despegar su vista de la charola.

—Gracias por el cumplido, pero ya te he dicho que no me llames Alex. —la melliza le recordó con una mueca, ese apodo le traía malos recuerdos.

—Apenas puedo recordar lo que comí ayer, así que no esperes mucho de mi—la rubia bromeo soltando algunas risas, pero se detuvo cuando vio el rostro de su amiga—Ok . . . Entonces creo que deberíamos de hacer un club de 'odio a los hombres'.

—Esa es una buena opción, la mayoría de las reclusas se unirán a nosotros. —menciono Lexie al recordar todas esas mujeres que estaban ahí por culpa de sus exparejas. —Tal vez así dejarían de mirarme así.

—Bueno . . . voy a admitir que tu 'bienvenida' duro muy poco—Swan se sinceró ante los ligeros moretones que traía la chica.

—Si, supongo que tendría que cobrarles por ser su saco de box personal. —Alexandra continuó el juego de la rubia. A pesar de que podía defenderse, seis reclusas contra una no era algo fácil de vencer.


Ambas mujeres comenzaron a reír, disfrutando de esos pequeños momentos donde podían escapar de su cruda realidad.


—Ya solo te quedan unas semanas, ¿verdad? —preguntó la melliza con curiosidad, aunque en el fondo ya sabía la respuesta, esa hubiera sido su condena si no los hubieran incriminado de algo diferente.

—Sí . . . acabo de cumplir dos años, cinco meses y dos semanas. —Emma se limitó a informar, era consciente de la situación de su amiga.

- ¿Y qué harás cuando salgas? ¿Vas a buscarlo o algo por el estilo? - Alexandra no se animaba del todo al preguntar. Cuando Emma recién ingresó, ella estaba embarazada. Al parecer, su exnovio le tendió una trampa en algún robo, pero no sabía toda la historia, solo había escuchado algunos rumores.

- No lo creo. ¿Qué podría ofrecerle? Además, ya debe de tener una familia y pedí una adopción cerrada, dudo que quieran darme informe alguno. Primero tengo que retomar mi vida, no lo sé, tal vez buscar un empleo, mi abogado dijo que ese idiota me dejo un escarabajo amarillo como compensación - se sinceró Emma

—¿Escarabajo?, vaya nombre, mi madre decía que en México los llamaban vochos—Alexandra rio al recordar las historias que la mujer les contaba, junto a la costumbre de golpearse que tenía con su hermano.

—Si . . . bueno y tú, ¿Cuánto más te quedarás aquí? —pregunto la rubia con cierto interés, jamás habían hablado de esos pequeños detalles.

- Oh, sí. Ya casi, solo 29 años más - rio con amargura Alexandra.


Swan sonrió con los labios aplanados, como si las palabras se hubieran quedado atoradas en su garganta, sintiéndose un poco incomoda por el comentario de su compañera. Antes de poder decir algo que la animara un guardia indico que se formaran para salir.


—Si te soy sincera voy a extrañar la avena insípida de prisión - bromeó Emma, tratando de aliviar el ambiente tenso. —Y ni hablar de la buena compañía —añadió con un guiño antes de retirarse.

—Si fuera eso verdad dividirías la condena conmigo—argumento Alexandra con una sonrisa nostálgica, en realidad la iba a extrañar, pero se alegraba por ella.


La chica estaba a punto de formarse con las demás reclusas hasta que una oficial se acercó a ella reteniéndola un poco, provocando un grito de emoción colectivo, como si esperaran una pelea o algún correctivo.


—¿Ahora que 'hice'? —Lexie pregunto frustrada, perdería sus horas en el patio.

—Tienes visitas, sígueme. —ordeno el vigilante señalando la dirección contraria.

—¿Esto es por la visita de mi hermano? —la melliza hablo con esperanza en su voz, llevaba un año sin verlo.

—No tientes tu suerte, cállate y camina—el oficial guardo silencio aumentando la velocidad de sus pisadas.


Durante el trayecto, miles de teorías pasaban por su mente: ¿Quién podría ser? ¿El director de la prisión? ¿Algún abogado? ¿El idiota de su exnovio? ¿Alguna exreclusa? Aunque no lo creía, porque lo último que haría una persona al salir de ese lugar sería regresar.

Al llegar, pudo ver a un hombre alto, alrededor de 1.85 metros, compleción media, con un traje negro y una mirada seria que al parecer trataba de intimidar. Sin embargo, ella creció en hogares temporales, rodeada de muchos bravucones, así que no era una persona que se asustara con facilidad.

Ella solo se limitó a verlo y, con una sonrisa burlona dijo - Por si no lo ha notado, no estoy en posición de comprar alguna aspiradora, enciclopedia o algún tiempo compartido. Pero gracias por su consideración


—Soy Aaron Hotchner, agente del . . . —el hombre intento presentarse, pero Alexandra lo interrumpió.

—Déjeme adivinar, del FBI ¿Cierto? —menciono Lexie con aires de grandeza, su 'trabajo' les dio la capacidad de diferenciar a simples policías a alguien con un puesto más alto—Por la forma en la que está atento mis movimientos y expresiones. Su vestimenta aburrida que solo grita oficina, el hecho de que hoy no sea día de visitas y, bueno aquí estamos, ¿Acaso estoy en lo correcto?

—Creí que eras una estafadora, no una perfiladora . . . Pero ahora entiendo por qué nunca los vincularon a ningún robo. —informo Hotch poniendo su portafolios en la mesa de visitas—Toma asiento, solo estamos esperando a alguien más.

—Escuche . . . agente . . . señor oficial no me interesa saber si van a incriminarnos en otros casos o si planean chantajearnos con lo mismo. Puede irse, no volveré a pasar por esto de nuevo—dijo la melliza con un tono irritado.

—Incriminarnos . . . . . . chantajearnos, hablas en plural. —Aaron expreso mirándola fijamente. —Las personas suelen hacer lazos por medio de experiencias y se fortalecen mientras se repitan, por eso incluyes a tu hermano en estos momentos a pesar de que no está a tu lado.

—¿Está diciendo que mi hermano y yo solo nos llevamos bien por los robos? —cuestiono la chica molesta ante esa locura, compartían más que delitos. —No sabía que era mi psicólogo. ¿Quiere sanar mis traumas de la infancia también?


El sonido de las celdas se escuchaba de fondo junto con las voces de otros oficiales, al parecer estaban transfiriendo a una nueva reclusa, carne fresca para las otras.


—Puerta abierta—anuncio un vigilante haciendo que la melliza volteara.


Fue en ese momento que lo vio, después de un año sin verse, él estaba ahí, con una barba que jamás se habría dejado porque decía que no era su 'estilo'. Ahora se veía más musculoso, tal vez sacaba sus frustraciones con el ejercicio.

Ellos no dejaban que nadie más que ellos los viera llorar, pero en ese momento no les importó la presencia del agente del FBI. Lágrimas se acumulaban en los ojos de Alexandra, ella solo quería correr a abrazar a su hermano y pedirle perdón por lo ocurrido. Sin embargo, la idea de que él la rechazara, la hizo retroceder.

Mientras que Eduardo solo sonreía al volver a ver a su hermanita, sentía que su corazón volvía a latir al ver a que estaba a salvo, bueno . . . quitando los moretones de su rostro. Miraba sus ojos rojos por la emoción y era como si estuviera viendo a la misma niñita de cinco años que lloraba porque se cayó de la bicicleta o esa adolescente rebelde de quince años que se agarró a golpes con un niño solo porque había insultado a su hermano.

Recordó su primer robo, la primera vez que la vio desvalijando un auto, la primera vez que robo una cartera, la vez que le rompieron el corazón y él se quedó consolándola hasta que se quedara dormida. Él jamás podría odiarla, ella era su debilidad y sabía que él era el de ella.


—Lexie—el mellizo susurró sintiendo sus manos temblar.


Aunque era una palabra simple, casi insignificante para muchos, para ella fue la señal para que se acercara a abrazarlo. En ese abrazo, todas las dudas sobre si existía algún tipo de odio o rencor hacia ella desaparecieron.


—Lo siento . . . lo siento, esto es mi culpa—Lexie no paraba de disculparse, sintiendo que un ataque de ansiedad estaba por venir. —Es que . . .. yo . . . creí que . . . —decía algunas cosas que no tenían sentido debido a la falta de aire.

—Shhhhh . . . Shhhhh . . . estoy aquí enana, no llores—Eduardo la arrullo para intentar de calmarla justo como cuando era pequeña. —Te voy a sacar de aquí . . . lo prometo—le murmuro al oído, teniendo un plan en mente.


Después de un año, al fin estaban teniendo ese encuentro anhelado. El momento era tan emotivo, pero fue interrumpido cuando el agente Hotchner se aclaró la garganta, ganándose una mala mirada de los hermanos. Recobraron su porte de seriedad; no querían que el agente tomara ventaja de su vulnerabilidad y retomara el asunto que traía al FBI hasta ellos.


—Lamento interrumpirlos, pero esto es importante - informó el agente Hotchner mientras tomaba asiento. —Vidas dependen de esto. —trató de usar la empatía para poder obtener su cooperación.


Nota: Espero que les gusten los guiños a otros personajes.

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