Epílogo

—Han hecho un gran trabajo en este lugar —felicitó Mr. Long, luego de tomar asiento en el confortable sofá del acogedor saloncito.

A continuación, apoyó su maletín sobre sus piernas, pues la mesita estaba ocupada con la vajilla y los utensilios propios del té de la tarde y retiró una pila de documentos de su interior.

—La casa es pequeña, pero Ava ha sabido darle un toque hogareño—reconoció Mr. Dominick, desde su amaderado sitial ubicado frente al Colegiado.

—El mérito no es solo mío, cariño. Además, hay que reconocer que todas las casas en Stratford son portadoras de esa calidez —señaló la dama a su lado, recordando la primera impresión que había tenido al llegar a ese mágico lugar, hogar natal del afamado dramaturgo inglés.

Por otro lado, siempre estaría agradecida con Mr. Gastrell, el caballero amigo de Mr. Dominick, por su enorme generosidad. Además de proporcionarle alojamiento en su casa de húespedes, había tenido a bien conseguirles oficio (a su cólega como restaurador en el museo y a ella como maestra en la escuela del pueblo). Incluso, había empleado a Miss Grey y Ms Cook en su casa familiar. Había sido sencillo,  por tanto, tomarle afecto a ese hombre fortachón, de corazón tan grande como su robusta figura.
Cuando era posible, ella y Aurore no dudaban en agasajarlo con aquellas galletas de pasas caseras que tanto le gustaban y que contribuían a que su barriga se siguiera ensanchando. 

La niña había madurado mucho en pocos meses, un crecimiento apresurado a causa de las vertiginosas circunstancias, y se había vuelto más apegada a ella, al igual que había estrechado el vínculo con Mr. Dominick, a quién todavía reconocía como su tío (la verdad sobre su origen aún estaba lejos de ser develada, como parte de una promesa que ambos habían hecho a la memoria de Mr. Andrew).

A la joven se le encogió el corazón al evocar el amargo pasado que emergía través de los ojos de aquel parlanchín hombre de Oxford.

La última vez que lo había visto cara a cara había sido en aquella fatídica fiesta. Había transcurrido tiempo desde el evento, aunque por mucho que se esforzara en olvidarlo, sus memorias todavía estaban frescas.

La muerte de Miss Kirby había sido el preludio de la tragedia y la primera de muchas otras ausencias.

Su corazón no terminaba de sanar a causa de las heridas ocasionadas por la muerte de Mr. Bradley y de Miss Paige. El primero había entregado su vida para salvar a su consanguíneo de las garras del leviatán, mientras que la anciana se había sacrificado para rescatar al pequeño Robbie del incendio que se había desatado en la propiedad tras el cerramiento del portal infernal.

Al parecer, la sugerencia de Mr. Dominick en un momento de desesperación, había sido oída por el satírico destino y por las oscuras fuerzas que signaban los eventos en "Whispers House", pues la ruinosa mansión había sido arrasada por las llamas.

Por desgracia, las brasas también habían consumido los cuerpos de dos sus seres amados, dejando poco más que un cúmulo de cenicientos despojos por recolectar.

—Dirá usted el motivo de su visita...—apremió Mr. Dominick.

Las ansias lo habían estado carcomiendo, al igual que a su compañera, desde que habían recibido el llamado del Contador.  En especial porque, aunque larga había sido la charla, poca información relevante había soltado.  

No obstante, la pareja había cavilado al respecto, llegando a la conclusión de que cualquiera fuera la información a comunicar, debía estar relacionada a la noticia que la polícia les había dado días atrás.

Después de una minuciosa invetigación, las autoridades habían determinado que Mr. Andrew había sido una víctima más del fatídico incendio acontecido en los sótanos de la vieja casa, precisamente en la zona de calderas, y que no existía prueba alguna que señalara que ambos sucesos no se hubieran originado por accidente, de forma natural. Así que, cerrado el análisis policial, había llegado el momento de la lectura del testamento y reparto de los bienes entre sus herederos.

—Por supuesto, lo mejor será ir al grano —admitió, tras erguir la postura y acomodarse los gruesos lentes sobre el puente de la nariz—. Me hubiera gustado que Mr. Short estuviera aquí presente —dijo, en alusión al abogado de la familia Bradley, que curiosamente era su primo por parte de madre y aún más extraño hacía honor a su apellido debido a su corta estatura—. Pero, su licencia laboral se lo impide. Resulta que su esposa ha dado a luz a su primer hijo y un viaje tan largo le hubiera restado tiempo en compañía del pequeño vástago—añadió.

Evidentemente aquello de "ir al grano" era solo una metáfora para el hombre diestro en números y todavía más dúctil en palabras.

»Además, confío en que no habrá problema alguno en que sea yo quien lea la última voluntad y testamento de su hermano. Después de todo, he estado presente el día de la redacción de este documento, como así también me he encargado de organizar sus finanzas y bienes los últimos tiempos; de hecho no descarto en el futuro incursionar en leyes. ¡¿Qué les parece?! —rió, nervioso.

—Que podría llegar a ser un buen abogado —decretó Mr. Dominick. "Seguramente convencería a todos en el jurado por cansancio."
Analizó Miss Clarke—. Y, al respecto, en absoluto me incomoda que realice la lectura. Tal como ha mencionado, usted ha sido el hombre de confianza de la familia Bradley desde hace años— elogió el joven, aumentando el ego del contrario, si cabe—. Proceda usted.

—Claro, y que bueno que lo tenga presente Mr., porque mucho de lo que está contenido aquí me involucra directamente—mencionó el vocero, señalando la apergaminada hoja—. Iniciaré la  lectura: "Yo, Mr. Andrew Benjamín Bradley, en pleno uso de mis facultades mentales....

Tiempo después.

—Entonces, mi hermano le ha dejado "Whispers House", o lo que queda, a usted —resumió Mr. Dominick cuando el letrado hubo terminado.

—Básicamente, mas como habrá interpretado, la cláusula establece que la propiedad no puede ser habitada, mucho menos vendida. Y respecto a lo primero, cabe añadir, que en mi sano juicio se me hubiera ocurrido ir a vivir a ese sitio, con todo el respeto que se merece su hogar ancestral —aclaró el Colegiado—. Pero, en resumidas cuentas, su hermano me ha solicitado la administración de esas tierras, bajo explicita solicitud de que me encargara de que nadie más haga uso de estas. Esto los incluye a ustedes, debo recalcar... Lo siento —aportó, algo atribulado.

—No tiene por qué —comentó Miss Clarke, depositando la taza de té vacía sobre la charola—. Creo que hablo por mí y por Dominick cuando digo que no es del interés de ninguno retornar jamás al lugar que tanto dolor nos ha causado.

—Así es, Mr. —acompañó el caballero—. Nos ha quitado usted un peso de encima con la noticia.

—Ejem —carraspeó Mr. Long, inquieto—. Es "grato" saberlo. Aunque más le alegrará a usted y a su esposa...

—No estamos casados, y si es tan amable, preferimos el término compañeros —peticionó Miss Clarke con una sonrisa, que se ensanchó aún más tras advertir el gesto de alarma en el rostro de aquel hombre tradicionalista.

"Por qué no me sorprende. Debí haberlo previsto desde que la vi usando ese transgresor atuendo." Meditó Mr. Long dirigiendo una mirada inquisitiva a la falda pantalón que lucía aquella hermosa dama de espíritu libre y mente progresista.

Era un hecho que la mujer le había tomado cariño a la cómoda prenda desde que la había utilizado para montar, aunque había adaptado los bombachos para un uso continuo en el hogar.

—Por supuesto… En ese caso, le contentará saber a usted y a su "compañera", que Mr. Andrew no ha tomado una decisión arbitraria cuando redactó este peculiar testamento, ni ha pasado sobre sus derechos como legítimo heredero. Pues, pese a que no le ha dejado la casa o las tierras circundantes, fue muy explícito al  solicitar que fuese usted quien se hiciera cargo de las propiedades  de la familia en Gales...

—¿Se refiere al patrimonio de nuestra madre? Pensé que esos bienes estaban perdidos —profirió Mr. Dominick, contrariado—. Estaba al tanto de que mi padre lo administraba y había invertido parte de la dote en el negocio carbonífero...

—Y no se equivoca, su padre hizo uso de esta, como era su derecho, pero su madre tuvo la astucia de conservar algunos de esos bienes parafernales solo para ella. Mi difunto prógenitor, descanse en paz—Se persignó el Contador—, se ocupó de llevar las finanzas de la Señora Bradley, establecidas en sus capítulaciones matrimoniales... Por tanto, esa parte del patrimonio no pudo ser tocada por su esposo.

—¡Vaya! —exclamó el heredero, preso del asombro.

Miss Clarke sonrió, embargada por un sentimiento empático hacia aquella suegra perspicaz y visionaria que jamás tendría, mas hubiera estado encantada en conocer. 

—Eso mismo dijo su hermano cuando le presenté los  documentos catastrales y registro de otras posesiones, el día de su fiesta de com... Bueno, el día de esa infortunada velada. Por cierto, me veo en la obligación de disculparme por llegar sin previo aviso a "Whispers House", de haber sabido que estaban en una celebración —"Y que esta acabaría de manera tan trágica" Pensó—, hubiera aguardado a otro momento para hacer la visita. Pero, confieso que estaba tan entusiasmado cuando di con el hallazgo revisando viejos archivos de mi padre y conociendo la apretada situación económica en la que se encontraba su familia no me importó abandonar mis ocupaciones y marcharme a la brevedad para darles tan excelsa noticia —adjudicó.

De pronto, Miss Clarke se sintió un poco indispuesta por haber destinado algunos malos pensamientos hacia aquel hombre verborrágico y conservador. Una vez más recordó las palabras que había compartido con el fantasma de Elizabeth en su última conversación: "todos los seres humanos somos un eterno claroscuro". Era verdad, en esa ocasión aquel caballero había sacado a relucir parte de su luz interior con semejantes confesiones.

Grande debía ser su aprecio hacia la familia y aún mayor su valía para aventurarse por aquellos territorios impropios en plena noche, considerando lo temeroso que era del Maligno.

Se preguntó qué diría Mr. Long si se enterara de la historia real que ocultaba aquella enigmática propiedad. Lo más probable es que rechazara el último  mandamiento de Mr. Bradley, renunciando a su labor a la brevedad. Porque una cosa era tener la impresión de que algo sombrío habitaba ese lugar, pero la certeza era un lastre muy duro de llevar y lógicamente no saldría de su boca palabra alguna que pudiera llegar a alertar o indisponer al erudito.

—Se lo agradezco Mr. —musitó Dominick—, y claro que queda usted dispensado. Mas, me pregunto por qué, si Andrew estuvo al tanto desde aquella ocasión de la existencia de esta herencia y considerando que la mayor carga que tuvo que soportar mi querido hermano fue la de nuestra infausta situación monetaria, no hizo uso de estos a la brevedad.

—Como le dije, nunca estuvo en sus planes volverse poseedor de tal capital. Desde el primer momento me pidió que hablara con mi estimado primo para que modificara el testamento y fuera usted el único heredero, beneficio que naturalmente se extendería a sus  hijos de los cuales es usted tutor legítimo, mientras me solicitó a mí encargarme del resto —puntualizó. Acto seguido, retiró otros documentos de la maleta.

»Le hago entrega oficial de los títulos inmobiliarios e inventario de los demás bienes y riquezas. Me permití descontar mis honorarios por los servicios prestados y establecí una cuota mensual fija, algo razonable, como pago por mis aportes futuros —expuso.

Tras ojear el cuantioso estipendio la fémina dedujo que Mr. Long se había cobrado no solo el trabajo, sino también el resto de las molestias y "favores", suministrados. Pero, aún así el patrimonio ascendía a un gran caudal entre bonos, tierras, propiedades y demás y estaba segura de que tanto ella, como los brillantes hombres de negocios que la acompañaban, sabrían cómo hacerlo crecer.

»Finalmente, le extiendo mis felicitaciones. Por otro lado, aunque sé que esto no compensa para nada su pérdida, confío en que la adquisición de esta fortuna le permita aminorar sus cargas económicas y aligerar otras preocupaciones —manifestó, con franqueza.

—Muchas gracias —atinó a decir nuevamente el aludido, afectado por la mezcla de emociones.

Tras advertir la aflicción asomando como densos nubarrones por los iris añiles de su amado, Miss Clarke supo que Mr. Long tenía razón, aquella herencia imprevista no aplacaría el inconmensurable dolor del luto, pero al menos traería algo de alivio, no solo a ellos, sino también a los pequeños, que podrían gozar de un devenir más próspero.

Poco después de arreglar el papeleo, el Contador se marchó de aquella pintoresca casita campestre con un regusto agridulce en el corazón, feliz de encontrar a la pareja unida y a los niños sanos, salvos y felices (pese a todo), pero preocupado por la pesada tarea que ahora recaía sobre sus espaldas.

Con premura, acomodó su cuerpo en toda su longitud, dentro del carruaje. Le esperaba un extenso camino por delante, pero a él jamás le habían disgustado los viajes largos, además podría aprovechar un poco más del atractivo paisaje. No todos los días podía disfrutar de la inagotable paleta de colores que ofrecían los días soleados, en el monocromático y brumoso Londres.

Sin embargo, el traqueteo del coche sobre el empedrado, la calidez ambiental y el arrullador sonido del ondulante río Avon, que lo acompañó gran parte del trayecto, generaron que sus párpados se cerraran y sus sueños lo llevaron lejos, a un sitio habitual y en definitiva menos grato.

"Whispers House", envuelta en un perpetuo manto nebuloso, las ruinas de la añosa mansión reposan al pie de una colina, donde nuevos fantasmas pululan entre escombros, presos de una nostalgia sempiterna y danzan, melancólicos, en los deíficos jardines, santuarios para los puros de alma, mientras que otras sombras menos impolutas todavía se arrastran por sitios donde la luz del sol es negada, removiéndose agitadas en el corazón de las arcanas montañas, aullando en lo profundo de las minas, rodeadas por un frondoso bosque de árboles centenarios, que entrelazan sus copas en lo alto formando un impenetrable tapiz vegetal donde el místico viento queda atrapado, condenado a recorrer aquellos pasajes leñosos, girando entre las florecientes hojas, contando una y otra vez inéditos secretos, a veces con más intensidad que otras, pero siempre, eternamente, murmurando...

                           FIN.        

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