Capítulo XXXV (Final)

A su alrededor, la negrura engullía frenética el viejo mobiliario, los anticuados adornos, las antigüas lámparas... arrastrando los despojos a través de las insondables grietas de la casa.

En otras circunstancias, Miss Clarke hubiera corrido con la misma fatídica suerte, pero su camino estaba signado por una fuerza mucho más vigorosa. Pese a ello, el miedo había cedido frente a la aparición de un sentimiento más noble: amor. No amor romántico o pasional, como el que sentía por Mr. Dominick, o como el tipo de cariño que experimentaba por sus compañeros de oficio o por los niños, sino que se trataba de amor fraternal.

Ava no tenía hermanos —luego de su alumbramiento su madre había tenido una infección que la había dejado estéril— pero, tras presenciar la reconciliación entre los herederos Bradley, se había dado cuenta cuánto deseaba uno. Aunque ese tipo de afecto, nacido del lazo irrompible que genera la sangre y el hecho de haber compartido un mismo útero, le había sido negado, a través de sus Señores había recordado que, por más complejas que resultaran las relaciones, en la postrera hora nada importa, excepto la familia.

Por eso no lo había dudado, cuando el espectro de Miss Elizabeth se materializó en el Gran Salón, en el momento exacto en el que el nuevo sismo tenía lugar, lo siguió a sus dominios, abandonando aquella relativa seguridad. Supo que debía ser ella la encargada de llevar adelante el ritual que pusiera fin a esa pesadilla. En el peor de los casos, abandonaría el plano terrenal con la certeza de haber hecho lo correcto. 

Llegó entonces hasta la Sala de las Estatuas. Si aquel espacio había sido aterrador en el pasado, en ese momento su aspecto rayaba lo macabro. Las mayólicas parecían haber retornado a la vida por obra de aquellos espíritus malignos, responsables de mover los hilos que sacudían sus extremidades inanimadas. Destazados cuerpos de blanco yeso se arrastraban y gemían por el tétrico suelo, mientras en lo alto, brumosas sombras ondulaban en una danza sincrónica, acompañando sus pasos.

Se aproximó hasta el sitio donde Ms. Paige había trazado la marca de bruja y extendió la mano para presionar el centro del diseño, justo sobre el adoquín sobresaliente, provocando que aquella porción de pared que ocupaba el dibujo, cediera. Empujó la granítica pieza, perfectamente maleable, y develó el acceso hacia el sótano.

En esa ocasión, el descenso le pareció más ligero y rápido (tal vez la cercanía del infierno causaba ese efecto, o quizá eran sus ansías revueltas las que provocaban la sensación de que el tiempo transcurría de forma veloz).

Cuando llegó al subsuelo, la escena la sobrecogió. La habitación había cambiado por completo.

"Ms Paige tenía razón, todo está destruído." Se dijo, al tiempo que sus vivaces ojos recorrían cada rincón de la penumbrosa estancia.

Las runas sacras estaban desechas, al igual que la marcha de bruja que sellaba la puerta de acceso al pasadizo que conducía a las entrañas del infierno, los cirios de salvia se encontraban apagados, dispersos sobre la derruída mampostería, aunque el recinto estaba iluminado con el fulgor de nuevas brasas, un fuego nacido del mismo inframundo, que se filtraba por el tenebroso pasaje parcialmente descubierto.

"¿Por qué no se ha abierto del todo?" Meditó y no demoró en obtener respuesta.

El símbolo celeste, aunque difuso, todavía era visible sobre la roca.

—No has terminado el trabajo —oyó susurrar a su perpetua acompañante.

Un escalofrío heló su sangre. Pero, no fue aquella voz de ultratumba lo que le generó tal estremecimiento, pues ya estaba acostumbrada a escucharla tanto despierta como en sus sueños, sino el tenebroso descubrimiento.

—¡Esto no puede ser posible!—exclamó, aterrada—. ¡Fui la responsable del desastre! —reconoció, invadida por los recuerdos.

Así como sucede al despertar de un hondo letargo, las vivencias acontecidas en esos "tiempos blancos", comenzaron a llenar su mente. Se vio a sí misma destruyendo los tótems que había ocultado en su cuarto y se visualizó bajando al sótano para arruinar el ritual de protección. Claro que aquellos actos no los había cometido a voluntad, sino bajo la influencia de alguien más, de aquella presencia fantasmagórica que la había acompañado desde que había pisado "Whispers House", misma que había logrado tal conexión con ella, que eventualmente había conseguido tomar control de sus actos.

—Me preguntaba cuando te darías cuenta—dijo Elizabeth, manifestándose.

—Me has estado manipulando todo este tiempo —espetó Ava, presa de ese dolor inexorable que a veces provoca la verdad—. Hiciste que confiara en ti, que sintiera empatía por tu infortunado pasado, incluso fingiste ayudarme cuando esas horribles sombras aparecían... Pero todo fue una mentira. Lo único que querías era que me abriera a ti para tomar posesión de mi cuerpo y así cumplir tus viles propósitos —acusó, apretando los puños a los costados.

Su forma incorpórea protegió a la Señora de "Whispers House" de un golpe certero.

—Cuando lo expones así suena como si fuera la única villana aquí —murmuró la fantasmal presencia, ladeando la cabeza. Sus ojos negros, cual túneles interminables, escrutaron el alma de la contraria.

—¿Y acaso no lo eres? —cuestionó, Ava.

—Es posible…Pero, tampoco puedes eludir tu propia naturaleza —comunicó Elizabeth flotando hacia ella. Sus lánguidas falanges rozaron el contorno de aquel anhelado rostro de carne y hueso—. Sabes bien que, así como te sentiste identificada con la luz que hay en mí, también lo hiciste con mi oscuridad.

—¡Mientes! —expresó Miss Clarke, repeliendo el contacto. Sin embargo, se sintió caer  nuevamente en su sugestivo encanto— Yo jamás... —inició, pero fue interrumpida.

—Jamás te sentiste tentada a entregarte a Dominick, aún cuando no estuvieras casada, ni tuvieras una relación formal. Tampoco consideraste, ni por un segundo, irte con él de esta miserable casa y dejar todo atrás. Ni te regocijaste cuando la sombra que lo acechaba el día de la fiesta terminó tomando la vida a esa pretenciosa mujerzuela con la que estaba comprometido —señaló, esbozando una sonrisa hueca, abismal.

La governess cerró los ojos, sintiendo como la oscuridad que la rodeaba la iba aplastando hasta volverla más pequeña.

››Te conozco mejor de lo que crees, querida. Sé perfectamente cuáles son tus anhelos más profundos, tus deseos prohibidos... Aunque te esfuerces en negar que el mal forma parte integral de tu esencia, tus pecados no desaparecerán.

La acusada inspiró profundo antes de abrir los ojos.

El entorno había cambiado considerablemente. El sótano había transmutado en una parcela del abominable bosquecillo que rodeaba la mansión.

Ava conocía bien aquella fracción vegetal, poblada de árboles fantasmagóricos de retorcidos troncos rugosos y ramales yertos, cuyos oscuros nudos adoptaban la forma de rostros humanos de angustiosas expresiones. Pudo sentir la familiar sensación de la húmeda turba revuelta bajo sus manos y de la hojarasca marchita, removida por robustos gusanos alimentados desde la muerte misma. Reconoció también la siniestra quietud que acechaba aquel sitio melancólico, opaco, donde tantas veces la habían llevado sus pesadillas. Mas, en ese momento, en el entorno reverberaba el eco de voces perdidas, murmullos que se deslizaban entre los putrefactos tallos y las hojas mustias, para acercar a sus oídos secretos valados.

—Tienes razón —admitió la institutriz en voz alta, focalizando sus orbes en los de la mujer que la acompañaba—. Ya no intentaré despojarme de mis sombras. Acepto que he tenido pensamientos impuros y sentimientos torcidos y que en numerosas ocasiones me sentí prisionera de esas emociones. Pero nunca hice nada que fuera en contra de mis principios. Por mucho que lo deseara, por más intensas que hubieran sido esas sensaciones, jamás cedí completamente a ellas.

—No por completo —observó la perniciosa aparición—, pero claudicaste lo suficiente para que esa semilla maligna germinara dentro de ti y las tinieblas que han eclosionado siempre te acompañarán, tal como sucede conmigo. ¿Acaso no te das cuenta de nuestras semejanzas? Las dos tenemos la misma clase de poder: somos portadoras de luz y oscuridad.

Miss Clarke miró a su alrededor una vez más; aquel funesto paisaje podía llegar a ser una perfecta representación de sus sombras interiores. No obstante...

—Tal vez todos los seres humanos tenemos esa dualidad de la que hablas, somos ese eterno claroscuro y lo que termina por inclinar la balanza hacia uno u otro lado son nuestras decisiones y acciones. Pero es evidente que últimamente tus elecciones fueron más terribles que las mías, pues esos desatinos te han conducido hasta donde estás hoy—argumentó, irguiendo su postura.

—¿A qué te refieres?

—A que si hay alguien que se miente a sí misma eres tú. Todavía crees que puedes controlarlo, que manejas al Maligno a tu antojo, pero hace tiempo que has terminado subyugada a su voluntad —adjudicó la joven.

—¿Qué insinuas con esto?—alegó el espectro, contrariado.

—Es simple, basta con que mires a tu alrededor. ¿Acaso no reconoces este lugar? —interpeló la mujer, realizando una señal abarcativa—. Estoy segura de que te resulta habitual a pesar de que ha cambiado desde que realizaste aquel diabólico ritual —puntualizó, advirtiendo en el rostro de su contrincante una veta de reconocimiento.

El ambiente volvió a alterarse. Una reminiscencia ancestral buscaba superponerse a la actual: la de un claro reverdecido, de foresta vivaz. Asimismo, en aquella arcana memoria, podía vislumbrarse uno de los pasajes montañosos que conducían al interior de las minas, cubierto en la actualidad por ramales esqueléticos y pútridos troncos.

—Pero... ¿Cómo?

—No eres la única que puede hurgar en los recuerdos de los demás, Elizabeth. Cada vez que escarvabas en mi mente, una parte de ti quedaba adherida a mí y, al parecer, este entorno detestable forma parte de tus memorias recurrentes —reveló la governess.

Cierto tiempo le había tomado a la joven desentrañar la totalidad de la historia, pero finalmente la verdad había aflorado desde aquella tierra maldita como uno más de sus fantasmas, uno más de aquellos cadáveres que en vano se esforzaba en sepultar.

››Lo que aún no tengo en claro es ¿por qué? ¿Fue por poder, ambición? ¿Acaso tu vida en "Whispers House" era tan miserable que tuviste que invocar al Maligno para cambiarla?

—¡Calla! —vociferó la parca entidad con voz tensa, gutural, al tiempo que sus pupilas relucían—. Mis razones no fueron tan egoístas. ¿Todavía crees que los Bradley hubieran subsistido después que ese mugroso minero decidiera contar lo que había descubierto en las minas? Tuve que silenciarlo para que este lugar no se volviera parte de un circo mediático, al igual que poco a poco me fui deshaciendo de las familias de los obreros que murieron en el accidente... Esos malditos cuervos que intentaron sacar tajada de su infortunada situación, devorando a quienes le habían dado sustento durante tantos años.

—¡No intentes ponerte de nuevo en ese rol, Elizabeth! —reprendió su congénere. No estaba dispuesta a dejarse engañar—. Al margen de cómo ocurrieron las cosas, te consta que era deber de los Bradley brindar consuelo a las familias por su pérdida, así fuese a través de una compensación monetaria... No, tus motivos estuvieron lejos de ser nobles. Estoy segura que desde que supiste de la existencia del portal, te sedujo la idea de controlar todo ese poder oscuro y puedo apostar a que no estaba en tus planes compartirlo.

La aludida lanzó una fría carcajada.

—Reconozco que eres toda una experta en la lectura de las almas—admitió, enseñando sus dientes destellantes—. Deseas la verdad, entonces te la daré, al fin que de todas maneras lo descubrirás... Antes me preguntaste si mi situación en "Whispers House" había sido desafortunada y, en efecto, lo fue. Para empezar, jamás deseé casarme, mis planes de vida eran diferentes, tenía sueños, metas por cumplir, pero, como muchas otras mujeres, no tuve la oportunidad de elegir.

››Al principio, Andrew no aparentaba ser un mal esposo ¿sabes? Pero yo nunca fui una mujer de un solo hombre y no podía evitar desviar mi atención hacia otros lados —dijo y su interlocutora supo que, por primera vez, estaba siendo sincera—. Eso lo enfurecía claro, pero se contenía, la mayoría de las veces...

››Sin embargo, cuando aconteció el incidente en las minas, mi esposo cambió para peor. Se volvió esclavo de sus propias sombras, de sus adicciones y ese temperamento rebelde que siempre me carecterizó empezó a molestarle más.

››Tú misma fuiste testigo parcial de aquellas situaciones de maltrato. No manipulé esas evocaciones, aunque omití algunos de los eventos que acontecieron luego. Mientras que a Andrew le atormentaba el portal infernal hallado en las minas y se esforzaba por mantenerlo enterrado, yo encontré en esa oscuridad, la fuerza y la libertad que estaba buscando.

››Tal vez no fue el mejor vehículo, pero fue el único medio efectivo para lograr mi cometido. Comencé con mi padre, el principal instigador de mi desgracia, quien encontró descanso tras una muerte pavorosa y continué por mi esposo, que desde entonces vivió acechado por nuevos demonios, mucho más amenazantes y peligrosos que los propios.

—¿Y qué hay de Dominick? ¿Por qué lo volviste parte de tu venganza? ¿Acaso él también te había lastimado? —quiso saber Miss Clarke.

—No lo hizo directamente... Pero, aunque él comprendía mi esencia mejor que nadie, porque se asemejarse a la propia, no le molestó mirar para otro lado frente a las agresiones que ejercía su hermano, volviéndose cómplice. Hasta que ya no lo hizo y esa atracción que sentía por mí, ese deseo lascivo y vedado se incrementó, al punto de...

—Al punto de que te brindó consuelo al volverse tu amante, poniéndose finalmente en contra de su hermano —resolvió Ava. La historia era bien conocida para ella, aunque siempre era difícil decirla en voz alta—. ¿Y Aurore? ¿La niña también fue parte de tu plan? ¿La concebiste para causar mayor daño?

—Digamos que fue un efecto colateral y, sin embargo, buena resultó su llegada —admitió la dama.

En ese instante algo cambió en su semblante. Su compañera notó que su aura se tornaba ligeramente más clara.

—Ciertamente, porque esa pequeña es maravillosa, y puedo ver que en el fondo también lo sabes —indicó, ahondando en la mente de su contrincante—. Me doy cuenta de que aunque fuiste capaz de causar mucho mal en el pasado, nunca pudiste dañarla. Por eso, cuando el Maligno te exigió un pago por tantas concesiones, entregaste tu propia vida en lugar de la suya.

La impresionante imagen de Elizabeth, ahorcándose frente a ese mismo pasadizo donde había realizado el ritual satánico, la embargó y por unos instantes su empatía por ella volvió a hacerse presente. 

Se preguntó qué hubiera hecho en su lugar. 

Alguna vez, antes de que la contrataran como governess para trabajar en esa propiedad, se había pasado noches en vela pensando en sus alternativas. Sabía que en caso de no encontrar un trabajo respetable debería sacrificar su libertad y contraer matrimonio para costear la situación financiera de su familia, la cual había quedado en bancarrota tras la muerte de su padre. Esa realidad angustiaba y desesperaba a la joven, al extremo de obligarla a idear descabellados planes.

Para su suerte, el destino le había sonreído aligerando su carga. Pero, si las cosas hubieran sido distintas, si le hubiera tocado un mal matrimonio como el de Elizabeth, probablemente no podría dar crédito de sus buenas acciones.

Supo entonces por qué había sido tan sencillo para aquel fantasma conectar con ella y formar un vínculo. Ambas eran bastante similares, pero sus decisiones las volvían distintas al igual que el contexto había jugado un papel determinante. Por eso, más allá de su afinidad y comprensión, jamás podría ponerse en su lugar por completo.

Miss Clarke no podía olvidar que  Elizabeth representaba una amenaza para todas aquellas personas que amaba, a pesar de todas las imperfecciones y las sombras que empañaban esas almas desgraciadas, pues ningún individuo en esa casa se había tornado tan perverso y peligroso como esa mujer espectral.

—Ese acto de sacrificio te hubiera salvado, haciendo que la luz retornara a ti —continuó diciendo—. Pero, aun desde la muerte decidiste seguir sirviendo a una potestad oscura y ahora es demasiado tarde para cambiar... Lo siento —expresó, con honestidad.

—¿Qué está pasando? —preguntó Elizabeth, sintiendo que su esencia menguaba.

Acto seguido, desvió su vista hacia el suelo, percatándose de que estaba de pie justo sobre su propio pentagrama. Aquel diseño que había trazado años atrás para contener y controlar al mal, se volvía en ese momento su prisión.

—¡¿Por qué no puedo salir?! ¿Qué me has hecho?—aulló, revolviéndose dentro de aquel círculo constrictor.

—No he hecho nada. Esa celda la has construido tú sola...

Dicho aquello, comenzó a trazar  las runas sacras, mientras el espejismo memorial comenzaba a fragmentarse y la escena volvía a transformarse.

El sótano se materializó a su alrededor, mientras recitaba la oración santa que terminaría por contrarrestar el mal que poseía la mansión. 

Conforme pronunciaba la plegaria, un viento antinatural se alzaba y arrastraba las sombras hacia el interior de la brecha infernal.

Una vez más "Whispers House" empezó a temblar, ofreciendo resistencia, pero la fuerza de su clamor era poderosa. Tanto que, conforme el manto de tinieblas era consumido y arrastrado a su sitio de origen, dejaba al descubierto a los espíritus de los difuntos mineros que habían sido cautivos por ese mal, ánimas encerradas en cada sitio de aquellas tierras insanas, almas que al fin podrían hallar la paz. 

En medio del torbellino las puertas del recinto se abrieron y los hermanos Bradley, que habían intentado acceder al subsuelo sin éxito, por fin pudieron entrar.

—Miss, ¿se encuentra bien? —profirieron Mr. Dominick y Mr. Andrew casi al mismo tiempo, alzando su voz sobre el viento huracanado.

—Lo estoy. Pero, por favor, ayúdenme a sellar este cuarto—solicitó la joven.

Los fraternos se pusieron en acción a la brevedad y comenzaron a plasmar las marcas a lo largo y ancho del recinto para terminar de santificarlo.

Poco a poco, las fuerzas oscuras comenzaron a mermar, absorbidas hacia el interior del místico portal. Mas, cuando fue el turno de Elizabeth, su alma contaminada, transformada en un auténtico leviatán, buscó dar su golpe final.

—¡Jamás lo tendrás!—proclamó, en una nefasta promesa, sujetando el cuerpo de su ex amante por detrás, con intención de llevarlo con ella a los avernos.

La escena aconteció de forma tan brusca que ni siquiera Ava pudo  prever, menos evitar, aquel infausto desenlace. En menos de un párpadeo, Mr. Andrew se interpuso, quitando a su hermano del medio, mientras su propia esencia era capturada por aquella nociva fisura, antes de que la misma se cerrara por completo.

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