Capítulo XXVIII

—Por favor, tome asiento Miss —solicitó el detective Saunders, que se encontraba en el escritorio de Mr. Bradley.

La jovencita hizo lo propio, ubicándose frente a él. Su blanca faz estaba perlada por un fino sudor y manos temblaban a causa de la impresión desencadenada por los recientes eventos.

¿Por qué su querida Señora había tenido un destino tan trágico? ¿No había sido suficiente castigo haber vivido condenada al desafecto de aquellos hombres de los que se había enamorado?

La muchacha reconocía que Miss Kirby había sido una dama de caracter díficil, pero sospechaba que esa coraza la había creado para resguardar su corazón, para no volver a resultar herida. En el fondo la consideraba una buena mujer. En varias oportunidades, la había visto llorar a causa de sus desventuras amorosas y eso la volvía vulnerable. Además, a ella siempre la había tratado bien… Tal vez podía sonar rigurosa o exigente, brusca en sus demandas, pero se había asegurado de que jamás le faltara vestido, techo o comida y eso era mucho más de lo que una joven húerfana podía pretender.

Y si después de toda una vida de infortunios románticos había hallado a un hombre decente a quien amar y con quien tenía una auténtica oportunidad de cumplir su sueño de casarse —aunque fuera a costa de los deseos del caballero— ¿quién era ella para cuestionar su accionar? 

Miss Chambers sintió que no podía juzgar a su ama, pensó que después de lo vivido merecía ser feliz. Además, Mr. Dominick tampoco merecía su entera compasión. Quizá era más decente que otros pretendientes, menos ambicioso e impúdico, pero cada vez que tenía oportunidad la menospreciaba, como si fuera un cero a la izquierda, como si no valiera nada. Jamás se había puesto en su lugar, nunca se había esforzado por entenderla, ni había hecho un mínimo intento de querarla… Por eso, ella haría justicia a su memoria y no tendría piedad.

—Ha realizado usted una acusación severa Miss Chambers, así que le preguntaré: ¿tiene pruebas de que Mr. Dominick es el responsable de la muerte de la Señorita Kirby? —dijo el detective, sin mayor preámbulo.

—Si con pruebas se refiere a episodios donde el caballero maltrataba a mi Señora, sí —afirmó la mujer, con seguridad.

La respuesta desconcertó al condecorado agente y lo obligó a cambiar el rumbo del interrogatorio.

Era su deber profundizar en la relación de la pareja, pues en esta podía hallar los factores desencadenantes del hecho.

—¿Con maltrato se refiere violencia física, golpes...? —ahondó.

—No precisamente. Pero he sido testigo de la manera dura en la que le hablaba Mr. Bradley cuando estaban en privado —enfatizó la chica.

Era bastante normal que la servidumbre espiara a sus Señores para mantenerse al tanto de sus actividades, por lo cual no le pareció extraño que la muchacha conociera esos detalles.

—¿Ha amenazado Mr. Dominck a su Señora alguna vez? ¿En qué consistían esas conversaciones? —interrogó, destinándole una mirada analítica a la chica, acentuada por sus pobladas cejas entrecanas.

—Cuando estaban a solas él se mostraba despectivo con mi ama, apenas le dirigía la palabra y cuando lo hacía era para manifestarle sus aspiraciones de no contraer nupcias con ella —expuso.

—Quiere decir que Mr. Dominick no quería casarse y, sin embargo, esta celebración se organizó con motivo de anunciar su compromiso. Asumo entonces que se trataba de un matrimonio arreglado. ¿Es correcto?

—Podría decirse... Los hermanos de ambos estaban interesados en una alianza familiar, pero mi Señora amaba sinceramente a Mr. Dominick y deseaba casarse con él. Si no hubiera sido así, Mr. Kirby no hubiera aceptado la relación. A él le importaba mucho el bienestar de su hermana —explicó.

—Entonces, según lo expuesto, únicamente Mr. Dominick expresaba rechazo ante la idea del matrimonio e interpreto que recurría a amenazas para hacerla cambiar de parecer ¿estoy en lo cierto?—volvió a preguntar. Necesitaba hechos concretos para poder proceder—. Y recuerde que cualquier declaración en falso puede ser usada en su contra —remarcó.

Los orbes de la aludida se abrieron como platillos. ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar?

—Bueno…Mr. Dominick no amenazó a mi Señora. Al menos, no tengo conocimiento al respecto —dijo, dubitativa. Era notorio que enfrentaba una contradicción interior—. Pero, fui testigo de las desdeñosas indirectas que le lanzaba siempre que mi ama sacaba el tema de la boda. Incluso, horas antes de la fiesta, le solicitó abiertamente que cancelara el compromiso, adjudicando que no la amaba. Además, en esta oportunidad, develó la causa real de tal desafecto...

—¿Y cuál era la causa? —apremió Mr. Saunders.

La conversación se estaba extendiendo demasiado y los años comenzaban a pesarle. A la espera de una respuesta, se dispuso a servirse un vaso de Whisky añejo y encendió un cigarro, para mantenerse despierto.

—Aseguró estar enamorado de alguien más. No dijo el nombre de la dama, pero asumo que ha de tratarse de una mujer joven y bella —especuló Miss Chambers.

—¿Qué hilo deductivo la llevó a hacer esas conjeturas? —quiso saber el detective, ante la peculiar declaración.

—El hecho de que Miss Kirby tenía lo que a cualquier caballero en su posición financiera le hubiera interesado. Hablo de su inmensa fortuna. Sin embargo, a Mr. Dominick no parecía ir tras el dinero. Por eso creo que las cualidades que debía tener la otra dama han de ser las que le faltaban a mi Señora: juventud y gracia.

Mr. Saunders pensó que Miss Chambers hubiera podido llegar a ser una buena detective, sino estuviera impedida por su condición femenina. Su poder analítico lo había sorprendido, empero había otras alternativas a considerar.

—Su lógica es buena Miss, pero no podemos descartar que la joven que ha capturado el interés de Mr. Dominick posee las tres características a las que hizo referencia: juventud, belleza y riqueza —argumentó, como muestra de su intelecto superior—. Sin embargo, más que averiguar los atributos de la dama en cuestión, me interesa que me cuente ¿qué hizo Miss Kirby frente a la revelación? ¿Por qué no canceló el compromiso de inmediato sabiendo que existía otra mujer? ¿Acaso no sintió herido su orgullo?

—¡Claro que sí! —exclamó Miss Bella. Parecía más afectada que antes—. Mi Señora estaba dolida, ya que Mr. Bradley fue muy cruel cuando hizo aquella revelación —evocó, apenada—. Pero, ella era una mujer fuerte e inteligente y estoy segura que preferiría soportar el peso de una infidelidad a ser señalada por toda la sociedad por romper un compromiso a su edad.

Mr. Saunders comprobó la evidente la devoción que sentía la criada hacia Miss Kirby. Pero se preguntó si las acusaciones surgían de la estima y el dolor que le había provocado ver que su ama era infravalorada, si tenían que ver con sentimientos de aversión, nacidos de algún exabrupto que había tenido con Mr. Dominick en el pasado, o si realmente poseía pruebas concretas que lo incriminaran como el asesino y aún no las había revelado. 

Era su trabajo desentrañar esa madeja que se había tornado tan enmarañada. Aunque podía advertir la punta que le ayudaría a desatarla.

—Lo que no comprendo es por qué su Señora ha esperado tanto para casarse —reflexionó, rascando su bigote—. Supongo que ha tenido propuestas antes y considerando que el amor no era un condicionante… 

—Han existido otros pretendientes claro, pero ninguno había valido la pena —se anticipó a decir la muchacha—. Y, aunque el cariño de Mr. Bradley hacia mi ama era igual de vago que el de la mayoría, el caballero fue mucho más decente y mesurado y creo que por eso conquistó su corazón.

—Era más decente, pese a esos malos tratos que, insinua, manifestaba de manera constante…—señaló, hábil. 

La aludida empalideció.

—Una cosa no quita la otra Mr. Él respetaba su pureza y, como dije, no parecía interesado en su dinero, pero la maltrataba de otras formas —refutó—. Aunque no creo que ella llegara a percibir completamente este desprecio. Lo amaba demasiado y su sentir la cegaba. Por eso insistía en casarse, sea por las buenas o por las malas...

—¡Vaya! Eso suena como la verdadera amenaza —señaló Mr. Saunders, sagaz.

A esas alturas resultaba bastante obvio el objetivo de Miss Chambers, que era similar al de su Señora: ambas estaban empecinadas con hacerle la vida miserable a Mr. Dominick.

—Se equivoca, Miss Kirby era incapaz de amenazarlo para que se casara a la fuerza —mintió, intentando reparar su error.

"Claro, para eso contaba con las presiones que ejercían sus respectivos hermanos." Recordó el oficial.

››Además, mi Señora dejó claro que era mejor casarse por las buenas y le recordó que su matrimonio sería hasta que la muerte los separe. Pero creo que al decir esto último marcó su propia sentencia.

—¿Por qué lo piensa? —interpeló el oficial. 

—Porque en ese momento miré a Mr. Dominick a los ojos y tuve la sensación de que había hallado la respuesta que buscaba para terminar con la boda. La única manera de librarse por completo de mi Señora era asesinarla. Por eso estoy segura de que él lo hizo... ¡Él la arrojó por las escaleras! —sollozó, histérica.

Al fin todo cobraba sentido. Tal como lo había supuesto el detective, la joven no tenía prueba alguna que incriminara al hijo de su buen amigo. Pero, la impotencia y frustración que sobrevenía a la muerte y el desgarrador dolor por la pérdida de un ser amado, exigía hallar un culpable.

Sin embargo, había una última pregunta que hacer antes de dar por concluído aquel absurdo interrogatorio.

Se inclinó sobre el escritorio, abriendose paso entre la nubecita de humo que se había creado en torno a su figura, para observar de cerca a su interlocutora y dijo:  

—Entonces su acusación de homicidio se basa en las sensaciones negativas que le provocaba Mr. Dominick cuando discutía con su ama y, a parte de esta última escena, en donde advirtió parcialmente desde la puerta entreabierta una "presunta" mirada malintencionada, no hay un indicio concreto que la respalde: ni amenazas, ni violencia física... —resumió, sin aguardar una confirmación.

››Lo que deseo preguntarle para finalizar es: ¿vio usted a Mr. Dominick Bradley empujar a Miss Kirby por las escaleras? Le consejo que se tome el tiempo que necesite para pensar Miss, porque de su respuesta depende el futuro de un hombre de bien, pero también está en juego su propio devenir. Si descubro que ha hecho una acusación en falso, usted tendrá serios problemas legales —advirtió, riguroso.

Su expresión era sinónimo de rectitud, su imponente postura de rígidez.

La joven intensificó el llanto. Pero él no podía permitirse flaquear, ni iba a ser manipulado.

—Yo...yo...No lo vi —confesó la chica, rindiéndose a la verdad.

—Ha tomado usted la decisión correcta —felicitó el detective, extendiéndole un pañuelo para que secara sus lágrimas—. Eso es todo, Señorita Chambers. Le haré saber si es necesario que preste una nueva declaración, aunque a mi criterio todo ha estado lo suficientemente claro. Gracias por su disposición y por favor cierre la puerta al salir —puntualizó.

Instantes después, una mortificada Miss Bella, abandonaba el recinto.

Mr. Saunders soltó una última bocanada de humo, aliviado, al tiempo que posaba la vista en el retrato de su viejo amigo. El increpante patriarca de la familia Bradley le destinaba una mirada aguda desde la pared principal.

¡Cuánto se parecía Mr. Dominick a él en sus rasgos y expresiones! Tanto como su hermano a su madre… Ambos representaban las jóvenes versiones de sus difuntos padres.

El robusto oficial se recostó en el asiento, cautivo de la melancolía que acompañaba la edad. 

Le esperaba una larga noche, aunque imaginaba que después de haber interrogado a esas dos jovencitas tan ambiguas —y a la vez tan similares—, el resto de los invitados no le darían tanto trabajo.

A partir de ese punto se limitaría a preguntar a los interpelados si habían visto a Mr. Dominick empujando a Miss Kirby por las escaleras, para no dar lugar a opiniones y conjeturas surgidas desde los sentimientos de afecto o desafecto hacia los involucrados en el hecho. En especial, no daría mayor lugar a las declaraciones manifestadas por mujeres. ¡Siempre terminaban por complicar las cosas!

"Todo era más sencillo en el pasado" Evocó nostálgico, alzando el vaso de Whisky a medio llenar.

—¡Por los viejos tiempos! —expresó, en un brindis imaginario con el hombre del retrato y por un momento le pareció ver que su antiguo amigo le sonreía, cómplice, desde lo alto.            

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top