Capítulo X
—Ha amanecido más temprano de lo habitual el día de hoy —saludó Mr. Dominick a Miss Clarke, en un "afortunado" encuentro en el pasillo, cuando la joven se dirigía a su habitación. Para su sorpresa se encontraba animado.
La institutriz detuvo su andar, posicionándose frente a él, notando que iba perfectamente arreglado, con vestuario apropiado para la equitación.
En ese momento, advirtió la segunda "gran" diferencia con su fraterno. Mr. Dominick vestía de manera distinguida y su aspecto general era impecable, "aburguesado". En tanto, Mr. Andrew, era de porte más descuidado, bohemio, con aquella aura propia de un artista. Claro que, sus modales, sus gestos, incluso su léxico, revelaban que tras la fachada extravagante se encontraba un verdadero caballero. Y aun así, a pesar de sus disparidades, ambos tenían ese misterioso y oscuro atractivo que despertaba prohibidas pasiones en más de un corazón joven.
››Y he notado que ha conocido usted a mi hermano —señaló, tajante.
Miss Clarke recordó también lo susceptible que era Mr. Dominick y lo rápido que podía cambiar de ánimo, rasgo de su personalidad que la exasperaba por completo. No obstante, su comentario y la nueva postura adoptada, indicaban connotaciones más preocupantes.
—No es que piensa Mr... —inició ella, percatándose de su descuido.
—Le ruego Miss, no pretenda adivinar mis pensamientos; tampoco subestime mi inteligencia. Reconozco la bata de mi hermano cuando la veo. A menos que haya cambiado sus iniciales a "A.B" ¿"Ava Burns" quizá? De ser así, no puedo decir que no le siente—ironizó.
La governess estaba perpleja ante tamañas acusaciones. Mr. Dominick no solo la acusaba de haber insultado su intelecto (de nuevo), sino que insistía en atacarla y le impedía defender su honor. Además, estaba segura de que ese "Burns" no solo hacía alusión a la "corriente" de un río. Pero de vulgar ella no tenía ni un pelo e iba a demostrarlo, aunque eso le costara su empleo.
—Está usted en lo correcto Mr. En efecto, se trata de la bata de su hermano. Pero, no la llevo puesta por la razones que sugiere; y no, no pretendo adivinar sus pensamientos, solamente estoy interpretando sus palabras y el tono en el que las dice —espetó, con determinación—. Anoche...—prosiguió, pero fue interrumpida una vez más.
—No debe contarme sus actividades nocturnas Miss, en particular si involucran a mi hermano. Al fin y al cabo, es el amo de "Whispers House" —soltó, con frialdad. Su talante era mordaz.
—Lo es, al igual que usted y yo soy solo una sirvienta más en la mansión.
—¿Eso cree? —inquirió, enarcando una ceja.
—Mi oficio no me otorga un rango distinto al de los demás empleados y estoy sujeta a las mismas reglas que ellos. También estoy muy consciente de que debo rendirle cuenta de mis actividades a mis Señores, en particular cuando estas pueden prestarse a una mala interpretación, una que ponga en tela de juicio mi reputación —sentenció con firmeza, elevando su tono.
Tal vez por mero asombro ante la capacidad pulmonar de la que era capaz Miss Clarke, quizá por la culpabilidad provocada por su juicio prematuro (uno que había sido expresado de forma pasional, irracional), Mr. Dominick guardó el suficiente silencio para que ella pudiera exponer su versión de los hechos.
››Anoche llegué a la habitación de su hermano por error. Al igual que Miss Aurore, padezco del "mal del sueño". Mr. Bradley no hizo más que esperar hasta que despertara y pudiera volver por mis propios medios a mi alcoba. En cuanto a la bata, su hermano es lo suficientemente caballeresco para entender que una dama educada no debe estar deambulando por una casa familiar en un atuendo poco apropiado, que puede suscitar rumores ponzoñosos —alegó, incisiva.
—Ya veo...En ese caso, le pido acepte mis más cordiales disculpas Miss —Reverenció ante ella—. Me doy cuenta ahora que actué de forma exacerbada, lamento haberla ofendido y cuestionado de algún modo su intachable reputación —expresó.
Se oía sincero y, sin embargo, su actitud le seguía doliendo, al punto de sentir un vacío en el pecho. Por otro lado, ella entendía de equivocaciones. Se había formado una idea errónea de ambos Señores. Mr. Andrew no era el monstruo que había imaginado, ni resultaba tan intimidante o malgeniado como había sugerido su hermano y Mr. Dominick...bueno, él seguía siendo un individuo difícil de interpretar, pero algo le decía a la joven que su personalidad volátil y su temperamento pasional lo volvían una persona de cuidado.
—Disculpas aceptadas. Ahora, debo ir a mi cuarto a alistarme para comenzar con mis labores matinales—declaró, manteniendo la guardia alta.
—Respecto a eso, probablemente se le haya pasado a Ms Paige comunicarle que los niños no estarán hoy en "Whispers House". Tienen cita mensual con el... "doctor".
Dada la gran distancia existente entre la mansión y la ciudad, Miss Clarke supuso que era lógico que no fuese el médico quien debiera trasladarse. Un viaje semejante hubiera significado la perdida de todo un día de trabajo, tiempo que los Señores Bradley no estaban en condiciones de retribuir. No obstante, le pareció extraño el tono en el que su Señor se refirió al médico.
—Entiendo entonces que tengo el día libre.
—En efecto, mas si le interesan los cabellos, nuestros establos no carecen de ejemplares purasangre que no han sido montados hace algún tiempo —comentó.
¿Era aquella una invitación? No lo sabía con exactitud. Mr. Dominick era un auténtico enigma para la dama. Uno que juró resolver, ni bien se vistiera de manera apropiada.
La rectilínea imagen del horizonte se encontraba doblemente interrumpida aquella mañana. Las redondeadas cimas de las colinas que bordeaban la propiedad estaban bañadas por una bruma compacta que se derramada con ímpetu por el valle, reclamando aquellas tierras sombrías como propias.
Después de desayunar, Miss Clarke se había replanteado la idea de ir a los establos. No tenía mayores motivos, excepto conocer los ejemplares purasangre a los que había hecho alusión Mr. Bradley. Su gusto por los equinos se remontaba a su infancia y a los dorados días en la casa de campo familiar, donde había aprendido a montar.
Finalmente había salido de la mansión pero, aquel paisaje desalentador, había disipado su curiosidad y los deseos de avivar ajadas memorias.
Se detuvo a pocos metros de a las descuidadas caballerizas. El aroma a estiércol fresco se adhería en aquella atmosfera cargada de humedad y los restos de heno fresco se le pegaban a los tacones de las botas.
—Es un hecho que lloverá —afirmó alguien a sus espaldas.
Miss Clarke volteó hacia la desconocida voz con gesto de desconfianza.
"¿Acaso las sorpresas no acabarán más?" Pensó.
Una silueta esbelta, que podría haber pasado por alguna de las múltiples estatuas que adornaban los jardines de "Whispers House", la recibió.
—Me temo que no hemos sido presentados Mr. Ava Clarke, institutriz de los niños Bradley, a sus servicios —dijo, inclinando ligeramente la cabeza.
El extraño, que iba vestido con una larga gabardina negra y parecía formar parte de la misma niebla con aquel semblante melancólico (consternación nacida del ensombrecido éter y lo que este auguraba), posó sus orbes acerados en ella apreciándola por vez primera. Estaba extasiado.
—Patrick Kirby... Es todo... un honor conocerla —Correspondió al saludo, tocando el ala de su sombrero—. Sabrá disculparme Miss, pero por un momento me pareció que usted era...
—Ms Elizabeth Bradley —concluyó ella, con naturalidad—. No es la primera vez que me confunden con la Señora de "Whispers House" —aclaró—. Sin embargo, y sepa disculparme usted también pues le aseguro que no es falta de respeto en absoluto, no alcanzo a notar el parecido entre ambas.
—No hay nada que disculpar, de hecho, permítame rectificarme. En realidad, no tiene usted el más mínimo parecido físico con Miss Bradley, descanse en paz —Se persignó. Miss Clarke imitó el gesto. Siempre se le olvidaba esa parte—. Y pese a ello, ambas son el reflejo de la otra, en tanto a esencia se refiere...
—No lo comprendo.
—Quiero decir que ambas comparten este peculiar tono de ojos, y no solo eso, también la misma mirada, ese brillo que embelesa, como mirar al sol directamente... —Carraspeó al finalizar la oración— Con el mayor de los respetos, claro está.
Miss Clarke estaba acalorada ante el inesperado halago. Ella misma había llegado a la conclusión de que no había tal similitud física con Ms Elizabeth después de admirar su retrato y, sin embargo, no se había dado cuenta de que el parecido radicaba en el mismo rasgo que volvía diferentes a los hermanos Bradley. Una coincidencia de lo más curiosa, claro que ella sabía que el Señor operaba de formas misteriosas y por eso hacía largo tiempo que habían claudicado sus esfuerzos por intentar interpretarlo.
—Veo que ya se han conocido—declaró Mr. Dominick.
El flamante heredero, se aproximaba llevando consigo dos corceles purasangre, que amarró al palenque frente al establo.
"¿Conocerse?" Era una manera de decirlo. Lo cierto era que aquel individuo era un completo extraño para la institutriz. Apenas le había dicho su nombre y ella no había podido adivinar mucho basándose en su vestuario ya que estaba oculto bajo el impermeable. Solo una cosa era segura: por las formas en la que se había expresado y por sus muestras de cordialidad, se trataba de un caballero refinado.
—Miss Clarke —saludó el recién llegado con solemnidad. Mas, su actitud cambió al dirigirse a su congénere—. ¡Por todos los cielos Patrick! ¡¿Nadie te ha dicho que te ves cada vez más viejo?!
—¿Y a ti nadie te ha dicho que estás cada vez más amargado? —declaró el interpelado, con gesto serio.
Después ambos se fundieron en un largo abrazo. Al soltarse, estaban riendo.
Miss Clarke pudo darse cuenta entonces que aquel individuo era un viejo amigo de la familia, al menos un buen amigo de Mr. Dominick, a quien trataba de forma peligrosamente confiada. Pensó además que su presencia allí estaba de sobra. Resultaba una obviedad que era Mr. Kirby a quien estaba esperando Mr. Bradley para ir a montar.
—Si me disculpan Señores, he de retirarme —anunció de pronto—. Vine aquí para conocer aquellos ejemplares que mencionó en la mañana Mr. Bradley, y ya me he dado el gusto de admirarlos. No ha exagerado usted en su descripción, ciertamente son magníficos...
Dicho aquello, la dama se dispuso a partir. No había dado ni dos pasos cuando una sensación de añoraza y congoja comenzó a germinar en su pecho.
Tener que renunciar tan pronto a la imagen de un Mr. Dominick feliz era frustrante.
—¿Se marcha tan pronto Miss? Pensé que su presencia aquí significaba que había aceptado mi invitación a montar —señaló Mr. Bradley, en tono apesadumbrado. Al parecer ambos compartían similares pesares—. Si no sabe hacerlo, y no lo considera inapropiado, podemos compartir silla, pero si no le interesa...
—Acepto encantada —expresó la joven, como si las palabras le nacieran desde lo profundo del alma.
Al instante se arrepintió por la efusividad manifestada.
¡Ni que fuese tan emocionante compartir su día de descanso con aquel pomposo joven! Pero, debió admitir que había sido un lindo gesto de su parte invitarla, así fuese para lavar las culpas que lo aquejaban por el exabrupto de la mañana.
—Sin embargo, no quisiera que mi presencia incomode a Mr. Kirby. Tal vez quieran hablar de cosas propias de caballeros —aventuró.
—Oh no Miss, no debe preocuparse por mí, estoy aquí de paso. En realidad, he venido a "Whispers House" por otros asuntos y le aseguro que, aunque mi apellido provenga de una estirpe de caballeros, esto es lo más cerca que me encontrará de un caballo.
—Patrick es todo un temeroso de los equinos —aportó Mr. Dominick, con una sonrisa socarrona.
—No es miedo querido amigo, solo les tengo respeto. Digamos que prefiero admirarlos de lejos —explicó, observando por el rabillo del ojo a los potrillos que relincharon a la par, como si supiesen que eran el tema de conversación.
—Si tú lo dices —masculló su compañero, risueño—. En fin, puedes seguir a la casa. Mr. Cook te atenderá como te mereces, aunque ciertamente dudo que él quiera verte. Mi hermano sigue en confinamiento estricto —indicó.
El semblante de Mr. Bradley volvía a marchitarse como el entorno.
—Lo sé, pero aún no pierdo las esperanzas. Algún día hará como Rapunzel y saldrá de su torre. Te lo dice este caballero de brillante armadura —comentó Mr. Kirby, rompiendo la tensión.
Tiempo después se encaminó a la casa, llevándose consigo parte de la lobreguez del ambiente.
—Entonces, ¿qué purasangre prefiere?
La mujer examinó ambos corceles, dignos descendientes de sementales orientales. Su musculatura era sólida, sus dientes sanos, su pelaje brillante, uno castaño y el otro bayo. Era casi irreal verlos ahí parados, vigorosos, enérgicos, listos para correr a todo galope. No parecían pertenecer a aquel lugar plomizo y ruinoso.
—La yegua, la de pelaje negro —decidió, haciendo alusión a la purasangre que yacía dentro del establo.
La potranca estaba inquieta y no había parado de relinchar y agitarse dentro del corral desde que había percibido que no sería incluida en el paseo y continuaría encerrada.
Mr. Bradley, en tanto, permaneció rígido después del comentario.
››¿Hay algún problema con ella? ¿Tiene alguna objeción Mr? —inquirió la joven, preocupada ante su silencio.
—En absoluto... Excepto que no nos compete esa decisión. Storm escoge por quien será montada— reveló, al fin.
—Me parece justo. Sin duda es una temeraria. Un alma libre que no desea ser amedrentada, ni sometida contra su voluntad —señaló la institutriz con sagacidad—. Supongo entonces que tendré que preguntarle —añadió.
Luego giró sobre sus tacones y se adentró, digna, a la caballeriza.
—En eso se parece a usted... —oyó murmurar a sus espaldas.
La afirmación era cierta. Storm se parecía a Miss Clarke, ambas portadoras de una fuerza interna que, con desesperación, buscaba ser liberada.
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