Jeden



-...
Mierda.
Mierda, mierda, mierda.
La reputísima madre, ¿adonde me trajeron?

Lincoln miró a su alrededor, apenas vislumbrando las cada vez más lejanas luces traseras de la van y las siluetas de los altos árboles en la densa oscuridad. Sus instintos le decían que debían ser ya pasadas las diez de la noche, pero no tenía forma de saber. En los bolsillos de su gruesa campera naranja fluo, cortesía del pésimo gusto de la tía Ruth, quedaban alguna que otra barra de cereal y una solitaria barra de chocolate, cosas que había agarrado ante el presentimiento de que algo andaba mal. Ahora se encontraba en un ¿bosque? solo y hambriento.
Debía racionar bien su comida, sobre todo considerando que no estaba acostumbrado a hacerlo.

-¿Mala suerte? ¿Es enserio? ¿Tan terca es que no puede ver que no es perfecta? Cuando salga de acá van a ver, seguro que a la poli le va a encantar esta historia...

Pese al optimismo de Lincoln de asumir que saldría de ese lugar en algún momento, pasó una semana y él seguía allí, en un camino que sabía que llevaba a la salida, pero que no podía ver, y por lo tanto, tampoco recorrer. Pasaba el rato cantando canciones para sus adentros, reviviendo memorias con sus amigos e imaginando las mil formas de quemar su casa con todos adentro, casi tuvo un orgasmo imaginando eso.
Al tercer día se había quedó sin alimento, y tuvo que recurrir a unos frutos de las ramas bajas del árbol más cercano a él. ¿Eran comestibles? Por lo visto si, su organismo los había digerido sin problema. ¿Sabían bien? Joder, no, pero comida es comida, y prefería eso a morirse de hambre. Con el paso de los días, logro deducir que había un par de cosas que eran certeras:
Uno: en algún punto del futuro iba a dejar de encontrar estos frutos ya que cada vez le costaba más encontrarlos, lo que era una mala noticia, ya que eran su único alimento.
Dos: la única diferencia entre el día y la noche era que de día podía ver su mano... si la ponía a dos centímetros de su cara, lo que resultaba relativamente útil para encontrar sus preciados frutos si esforzaba los ojos, además más o menos se había acostumbrado a la oscuridad.
Tres: había bajado bastante de peso, lo notaba porque su ropa le quedaba holgada en lugares donde antes le quedaba normal.
4: olía mal. Muy mal.
Pese a todo, su optimismo seguía en pie, hasta que el noveno día pasó algo que alteró la monotonía de su vida en el bosque. Despertó con una migraña que no lo dejaba ni pararse, y que duró todo el día. El único movimiento que hizo durante ese día fue pararse para agarrar tantos frutos como pudo y volver a tirarse al suelo, agotado por el monumental esfuerzo. Esa noche, apenas y pudo pegar el ojo, lanzaba no gritos, sino alaridos de puro dolor.

El día siguiente no fue mucho mejor, la intensidad de la migraña había bajado un poco, pero aumentó por la noche, llegando a niveles mayores a los del día anterior. Para él, ninguna esperanza quedaba en pie, y lo único que hizo fue rezar a todos los Dioses habidos y por haber (pese a que nunca había sido religioso) que lo encontraran.



-Vamos, no seas terca...
-...
-Puede ser que no te agrade la idea, ¿pero podrías hablarme por lo menos?
-...
-Sé que preferirías estar en casa escuchando música o haciendo otra cosa, pero está bueno salir y pasar tiempo juntas de vez en cuando, ¿y que mejor manera de hacerlo que acampando?
-Ma, sabes que odio acampar, además, esta muy oscuro aquí.
-Bueno, para eso están las linternas que traje, además seguro que con la cantidad de árboles que hay aquí, debe haber una cantidad de pájaros increíble.

La madre apagó la radio, para el disgusto de su hija, ya que justo andaban dando una canción de "The Who" y bajó las ventanillas, para disfrutar el sonido de... la nada misma. No se escuchaba un mísero pájaro. Decepcionada pero con el orgullo intacto, decidió mantenerlas así. Anduvieron un par de minutos más en silencio.

-Ma, ¿escuchas eso?

Ella intentó escuchar, pero estaba demasiado concentrada manejando para prestar atención.

-Nop, nada de nada.

Un par de segundos más pasaron.

-Ahí lo oigo más fuerte. Parecen... ¿gritos?

La mayor la miró de reojo preocupada, y puso el vehículo en neutral para poder oír mejor. Ahí estaba, lejano y entrecortado, pero claro como el agua, gritos. Palideció un poco.

-¡Ma! ¿Que esperas? ¡Vamos, acelera!

Sin pensar por un momento que pudieran pasar peligro interviniendo en lo que fuera que estuviera pasando, empezó a trazar el camino de tierra cual piloto de rally, creyéndose Collin McRae. De repente, los gritos cesaron, así que tuvo que poner el vehículo de nuevo en neutral, dejándolo avanzar por su propia inercia, para poder prestar más atención. Estaban a más de dos kilómetros de la entrada/salida del bosque cuando lograron ver a alguien con campera naranja tirado a un costado del camino. Clavó los frenos, deteniéndose a mas o menos tres metros del cuerpo. Sam bajó del auto y salió disparada hacia la figura en el momento que se detuvieron. Le dió la vuelta, dejándolo boca arriba, y lo que vió, o mejor dicho a quién vio, la dejó pasmada, ni más ni menos que Lincoln Loud, hermano de su novia, Luna. Quedó boquiabierta un par de segundos, hasta que una débil voz la sacó de su trance.

-S-sam?
-Eh... si... ¡Ma! ¡Ayúdame a subirlo al auto! Tu tranquilo, ya te llevaremos a tu casa, sol...
-¡NO!

El repentino gritó sobresaltó a la rubia y a su madre, que se había acercado.

-Pero...
-Por favor, no, no, no...

Lincoln se quedo repitiendo "no" cual loro, y las Sharp se miraron entre si. Sin articular otra palabra, lo subieron a los asientos traseros del vehículo y arrancaron. Debieron avanzar un poco más hasta encontrar una zona donde pudieran realizar un giro en "U". Completada la maniobra, la madre de Sam intentó manejar lo más suavemente posible para no molestar al albino, que seguía acostado en la parte de atrás repitiendo "no".

-Y... ¿que haremos con el pues? -preguntó Sam.
-Llevarlo a su casa, ¿que más?
-Pero él pidió que no lo llevásemos allí...
-¿Y? Seguro lo dice porque se escapó o algo
-Claro, seguro se escapó y se metió dos kilómetros bosque adentro pensando que era buena idea -replicó sarcásticamente. -Tu no lo conoces, si se hubiera escapado habría ido a lo de algún amigo suyo.

A decir verdad, ella tampoco lo conocía tanto, nada más hablaba con él cuando iba a su casa y Luna lo arrastraba con ellas para que toque algún instrumento, pero no daba la impresión de ser el típico chico que se escapa de su casa ante cualquier pelotudez, o un chico capaz de caminar más de diez metros a decir verdad. La mayor suspiró.

-Bueno... supongo que podría hacer uso de mis dos años estudiando medicina y atenderlo en casa... solo por esta noche.
-Meh, algo es algo. Cuando se calme nos podría explicar que hacía por aquí.

Volvió a mirar hacia atrás, y vió que él se había dormido. Supuso que era una buena señal.
Luego de varios minutos de viaje, llegaron a su casa. Sorprendida por su bajo peso y asqueada por su olor, sam lo cargó hasta la entrada en lo que su madre abría la puerta. Ella decidió dormir en el sofá (que por suerte era de esos que se hacen cama) para poder dejar a Lincoln en la suya, que era más cómoda. Ya eran pasadas las 9, así que ambas se acostaron, sin embargo, Sam tardó en dormirse gracias a las preguntas que rondaban por su cabeza. ¿Porqué Luna no le había dicho que él no estaba? Había ido a su casa el día anterior, y todas actuaban como si nada. En cambio, por como apestaba, por lo sucio y flaco que estaba Lincoln, parecía que hubiera estado allí por más de un par de días. Ella no era ninguna Sherlock Holmes, pero aún así podía decir que allí había gato encerrado, y tenía miedo de lo que pudiera llegar a descubrir.


NdA: quería agradecer a AuntLupa , me impulsó a concentrarme y publicar esta historia de una vez. Te debo una birra man.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top