aguas melancólicas.

El amor no era algo que realmente muchos pudiesen presumir, ya que, encontrar a cierta persona especial era increíblemente difícil, esto siempre había sido dicho por muchas personas a lo largo de todo el Japón antiguo. Pero llegaba a haber excepciones, como cierta gran excepción situada en la era taisho.

El matrimonio que se conformaba de Rengoku Kyojuro y Tomioka Giyuu siempre había sido algo que muchas personas deseaban. Ambos eran importantes y grandes pilares además de un matrimonio amoroso, unido y siempre dispuesto a apoyarse en todo.

Pero justamente ahora, en ese momento, apoyo era lo principal que Tomioka Giyuu buscaba.

—Giyuu, cielo, ¿pasa algo?—. Rengoku miraba a su esposo sentado en el engawa algo pensativo. —Desde que regresaste de con Shinobu en la tarde estás algo extraño—.

El chico de oscuros cabellos sintió a su marido a su lado, junto con la bella vibra que él le transmitía, así que tomó la suficiente valentía como para suspirar y después de aquello; hablar.

—Todo está bien, pero...—. El rostro de Kyojuro ahora mostraba una ligera preocupación.

—¿Seguro que estás bien, cielo?—.

—¿Recuerdas que hace unas semanas hablábamos sobre el tema de tener hijos?—. Aquello salió de su boca con algo de miedo, ya que le aterraba la reacción que pudiera tener su contrario.

Rengoku simplemente sonrió besando la mano derecha de su esposo mientras asentía con la cabeza.

—Claro que lo recuerdo, ¿pasó algo con eso?—.

Tomioka asiente con la cabeza aún temeroso, causando un susto en el chico rubio que estaba junto a él, quien acarició sus mejillas.

—Oye...quiero que sepas que te amo y nada de lo que pase en nuestras vidas hará que deje de amarte—. Kyojuro junto su frente junto a la de Tomioka, quien sonreía un poco más tranquilo ante tales palabras. —Si no quieres decirlo, está bien, pero solo quería que supieras eso y estuvieras un poco más seguro de hablar—.

—Bien...—. Tomó una bocanada de aire antes de proseguir hablando, un poco más tranquilo gracias a las palabras de su esposo, cabe mencionar. —Estamos esperando un hijo, cielo—.

La expresión del chico a su lado cambió a una de sorpresa en pocos segundos, Giyuu estaba asustado a más no poder, pero aquel sentimiento se vio apagado al ver una enorme sonrisa en el rostro de su contrario.

—¿Estoy embarazado?—.

—Kyojuro...tú no lo estás—. Suspiró. —Pero yo si—.

Silencio.

Silencio era lo que ahora se escuchaba, pero pronto, los miedos de Giyuu se esfumaron cuando el rubio se acercó a él, abrazándole.

—¿D-De verdad hay un bebé nuestro creciendo dentro de tu barriga?—. Habló emocionado y con unas notorias ganas de llorar, pero fue cuando miró a Tomioka que le era imposible no llorar mientras le abrazaba. —Cielo, es la mejor noticia que me pudiste haber dado...Gracias, gracias por darme la oportunidad de convertirme en padre—.

Mientras tanto, Tomioka simplemente acariciaba el amarillento cabello que su pareja tenía, al mismo tiempo que se calmaba a sí mismo, ya que todo había salido bien.

—Creía que no te tomarías bien la noticia, amor—.

—¿Bromeas?, ¡esto es lo mejor que me pudiste haber dicho después de que me dijiste el "acepto" al momento de casarnos!—. Y así, volvía a tener su cabeza encima del plano abdomen de su pareja. —Dime todo lo que sepas, ¿cuántos meses tienes?, ¿tienes ideas de nombres?, ¿ya sabes si será niño o niña?, ¿cuando nacerá?—.

—Oye, oye, más despacio—. Se burló de su marido mientras volvía a reír acariciando su cabellera. —Tengo 6 semanas al parecer, hice la cuenta—.

Los ojos de Kyojuro se iluminaron justo después de escuchar aquello y rápidamente fue a hacer un pequeño calendario con las cuarenta semanas que Giyuu gestaría a su hijo dentro suyo, comenzando a tachar cada semana que pasaba empezando desde la semana seis, ya que de verdad quería conocer a su hijo cuanto antes.

Rengoku Kyojuro estaba bastante impaciente por conocer a su hijo en camino, y eso le hacía increíblemente feliz.

Vamos a tener que avisarle a Oyakata-sama que nos retiraremos un tiempo, en especial tú, no puedes pelear ni arriesgarte tanto ahora mucho más, que tienes un bebé dentro de ti—.

—Hey, no soy una frágil estatua de porcelana, aún puedo valerme por mi mismo—.

—No por mucho—. Bromea Kyojuro.

Prosiguieron con su tarde, bastante tranquila y pacífica, siendo inundados con la reciente noticia de su bebé en camino, lo cual los había llevado a tener otro tipo de pláticas, las cuales iban a tener por al menos un par de meses más, sintiéndose la felicidad de la pareja en el ambiente.

El brillante sol de la mañana ahora estaba haciéndose presente, y el de azabaches cabellos se había despertado bastante temprano solamente para preparar un rico bento, el cual creía que sería lo suficiente para una misión de siete días, aunque conociendo a su esposo, le duraría solamente un día.

Por el otro lado, Kyojuro estaba recién levantándose debido a que dejó de sentir el calor de su esposo al lado suyo, y ahora estaba tachando una semana más de su pequeño calendario, ya que no tendría tiempo de hacerlo una vez estuviera ocupado dentro de aquel misterioso tren. Después de haberlo concluido, lo guardaba en uno de sus bolsillos mientras terminaba de doblar los futones y asear su habitación, todo aquello para que el de azulados ojos no tuviera que agacharse ni mucho menos.

—Kyojuro, cariño, está listo—. Sonrió gentilmente Tomioka, su esposo no tardó mucho en estar en la mesa, agradecer por sus alimentos y proceder a desayunar mientras hablaban sobre un par de cosas.

Entre ellas, la misión en la que Rengoku estaría adentrándose.

—¡Qué rico!—. Dio un pequeño grito, típico de él, mientras escuchaba la adorable risa proveniente de su marido. —No entiendo como no me habías dicho que cocinabas tan bien cuando apenas comenzábamos a salir, cielo, esto fácilmente podría llevarnos a ganar un premio—. Bromeó recordando aquel momento donde quedó totalmente impresionado al saborear las dotes culinarias de Giyuu en su primera semana como novios, cuando aún pensaba que no cocinaba para nada.

—Quería sorprenderte, no juzgues al Giyuu del pasado—. De igual forma, una pequeña sonrisa estaba presente en el normalmente serio rostro del chico,  y es que aunque le costara aceptarlo, el único que podía sacarle una sonrisa especial, era Kyojuro.

—Todos los días contigo son una sorpresa, Giyuu—. Se acercó al chico de negros cabellos para dejar un pequeño beso en su cabeza.

—Y créeme que ser tu esposo siempre es una sorpresa de igual forma—. Comenzó a reír aún teniendo a Kyojuro encima de él. —¿Vas a extrañarnos?—. Añade con un pequeño puchero en su rostro.

—¿Acaso crees que no extrañaré a mi adorable esposo y a mi futuro hijo?—. El de rubios cabellos le miró fingiendo estar algo dolido. —Me lastimas, cielo—.

Tomioka simplemente comenzó a reír besando las mejillas de su pareja, dios, lo amaba tanto, y estar varios días sin él iba a afectarle.

—Cariño...por favor no te lastimes, quiero que vuelvas bien—. En medio del pequeño abrazo que ahora tenía con su esposo comenzó a sollozar algo tembloroso, ocultando su rostro en el hombro ajeno.

—Giyuu, cielo, mírame—. Con delicadeza levantó su rostro, para así mirar sus bellos y azulados ojos. —Voy a estar bien, mi luna, voy a cuidarme, nada puede contra mi, llegaré en una semana y verás que todo saldrá bien—. Volvió a besarle, continuando en un cálido y tierno abrazo.

—Sabes que aquí voy a estarte esperando, sol mío—. Continuaron abrazados un poco más antes de que llegara el momento en donde Rengoku tomara sus cosas y se despidiera de su esposo y futuro bebé, comenzando su camino hacia la estación de trenes, donde estaba el tren el cual le llevaría a su destino, dejando a Tomioka solo.

Rengoku Kyojuro era un reconocido cazador de demonios, destacaba la gran mayoría de veces entre sus demás compañeros pilares por su muy conocida actitud, siempre manteniéndose positivo ante todo, animando a cualquier persona que se le acercase y sonriendo siempre, además de que siempre solía comer bastante.

Aquello, era lo que todo mundo conocía de Kyojuro.

Pero con su esposo, lograba tener actitudes nuevas, que con nadie más que con él había podido mostrar.

Kyojuro era un hombre increíblemente cariñoso, siempre queriendo estar cerca de su pareja, dejando mimos en todo su cuerpo, era alguien que ponía apodos extremadamente adorables a su marido muy seguido, y claro , era alguien que disfrutaba de los momentos de intimidad que tenía con él.

Y con eso, recordó un dato muy importante.

Estaba por convertirse en padre.

Revisó aquella pequeña tabla en el papel que tenía guardado dentro de su bolsillo y miraba detenidamente todos los números que había puesto, Giyuu estaba haciendo un trabajo excelente con mantener sano a su primogénito, y eso le hacía sonreír.

—Apuesto a que Tomioka-san y usted van a ser increíbles padres—. Un joven de cabello pelirrojo sonreía alegremente hacia su mayor, quien agradecía con una nerviosa sonrisa.

Pero no todo se trataba de sonrisas y felicidad.

Rengoku estaba aterrado.

Aterrado no por convertirse en padre como tal, le asustaba demasiado el estar propenso a convertirse en un padre como el suyo, era lo que menos quería para su adorable pequeñito.

Claramente, las inseguridades sobre su papel como padre se hacían presentes, pero de igual forma, existían las preguntas inocentes sobre su bebé, como sobre sus características físicas visibles, si sería niño o niña, lo que su hermano diría al saber aquello, entre otras cosas más, las cuales hacían que el rubio sonriera. Miró atentamente el paisaje que el tren le brindaba, suspirando tranquilamente mientras se mentalizaban sobre lo que obviamente ocurriría en el viaje, dejando que sus pensamientos intrusivos se fueran de su mente para así poder estar totalmente concentrado a la misión a la que estaba por ir, y de la cual saldría totalmente victorioso.

Un par de horas más tarde, cuando la noche había caído, Kyojuro estuvo frente a varios demonios de aquel mismo tren, acompañado de una de las lunas superiores, quien para su sorpresa, era quien controlaba aquel tren con dicha actividad demoníaca, y fueron todos esos demonios los cuales Rengoku derrotó sin ningún problema, pero claro, le habían dejado herido, aunque victorioso.

Por un momento, todo fue perfecto.

El joven ya sonreía satisfecho, imaginándose nuevamente a su pareja cuando llegase de la misión, aquella imagen mental le ponía ansioso, quería verlo cuanto antes.

Pero fue allí, donde ocurrió.

Akaza, la luna superior número 3, para ser exactos. Un demonio al cual aquel rubio, aún con graves heridas en su cuerpo, se enfrentó de una forma valiente, siempre viendo hacia enfrente, encendiendo su corazón y dando todo de sí mismo, pero de todos modos, aquella luna era mucho más fuerte que él cuando estaba más vulnerable físicamente hablando, ya que después de un buen rato entre combates, propuestas con las cuales Kyojuro no dudó en negarse y demás, había quedado bastante malherido en el abdomen a causa de este mismo demonio.

Justo ahora, Tanjiro llora a mares, al mismo tiempo que Inosuke y Zenitsu niegan que lo hacen, pero también lloran, en silencio, pero lo hacen.

—Jóvenes Kamado, Agatsuma, Hashibira—. Suspira pesadamente. —Por favor, díganle a Giyuu que me perdone, que me perdonen él y mi bebé por no volver a casa...no podré verlos nunca más, ni conoceré a mi hijo, no lo veré crecer, y no saben lo arrepentido que me siento de eso...Pero por favor díganle que nunca deje de sonreír, no saben como amo su sonrisa, como lo amo a él, es mi sol, mi luna, mis estrellas...Y que también, amo a nuestro bebé, la muestra más fehaciente de nuestro amor—.

Una sonrisa se aloja en su rostro, y era allí, donde los llantos de los más jóvenes se intensificaban.

¿La razón?, muy fácil, ya que era donde la vida de Rengoku Kyojuro comenzaba a pasar frente a sus ojos mientras su típica y enorme sonrisa permanecía en su rostro justo antes de colapsar y ser bañado por los rayos del sol de un nuevo día.

¡Rengoku Kyojuro está muerto!—.

Aquello fue mencionado por uno de los cuervos que solían acompañar a los cazadores de demonios, al mismo tiempo que el dichoso pilar de la flama yacía hincado en el piso, siendo acompañado del amanecer.

Para Giyuu, esperar pacientemente a su esposo era algo que solía hacer seguido, y no era algo que le afectara demasiado, ya que sabía lo fuerte que él podía ser, aunque ahora mismo, sentía algo extraño en sus adentros. Estaba preocupado, bastante ansioso por verlo, como si hubiera algo que le preocupara a más no poder, una corazonada quizás, o algo en su estómago que podría estar relacionado con el bebé.

Miró la pequeña mesa que estaba en el centro de su hogar, había preparado un par de onigiris para cuando su esposo regresara, pero lo que ahora estaba preocupándole era que no había ningún rastro de él. Siendo allí cuando los pensamientos e inseguridades comenzaban a hacerse presentes en su cabeza.

¿Y si realmente no estaba listo para ser padre y escapó antes de poder ver a su hijo?

¿Tenía alguna otra familia?

¿Dejó de amarle?

El pelinegro sacudió lentamente su cabeza al tener en mente todas esas preguntas que le estresaban, sabía y confiaba en que Kyojuro no era así, por lo que decidió continuar esperándole mientras miraba los árboles que rodeaban su tranquila casa al mismo tiempo que una de sus manos pasaba cariñosamente por su vientre, el cual no había realmente ganado volumen, pero saber que allí dentro crecía su hijo, le ponía feliz.

—Hey, no debes preocuparte...papá es un gran hombre, y estoy seguro que él lo que más desea es ver que creces correctamente, cosa que estás haciendo, creces muy bien, y eres alguien fuerte... justo como Kyojuro—. Murmuraba a su abdomen al mismo tiempo que que miraba algo negro en el cielo llegando hacia el.

Entrecerró los ojos al no saber que era aquello, pero una vez estuvo más cerca, pudo notar que era un cuervo, sonrió ante aquello, ya que estaba creyendo fielmente en que se trataban de noticias de su marido y su victoria en aquella misión.

Rengoku Kyojuro está muerto—. Menciona el cuervo mientras ahora estaba sobre el hombro del pelinegro, para después posarse cerca de él.

Aquella noticia resonó en la cabeza del pelinegro. ¿De verdad había escuchado bien?

Rengoku murió en batalla peleando contra la luna superior número tres—.

La cabeza del chico comenzó a dar vueltas, deseaba no haber escuchado eso, era imposible que su marido hubiera muerto en batalla, no, simplemente no quería creerlo.

Las lágrimas rápidamente comenzaban a correr por su rostro al mismo tiempo que lloraba con fuerza, tirándose de rodillas en el piso sin realmente importarle quien lo estuviese escuchando cerca de su hogar, aquel lugar donde ambos eran felices, donde se demostraban todo su amor y donde decían que sería el lugar donde su hijo crecería.

Tranquilidad.

Lo único que Giyuu pedía en ese momento era tranquilidad y consuelo ante su importante pérdida.

Necesitaba a su esposo más que a nadie.

Kyojuro miraba hacia todos lados sin realmente saber que había pasado minutos atrás.

Sabía perfectamente que había peleado contra un demonio, pero no recordaba nada más que eso. Claro, además de haber quedado bastante malherido en aquella batalla.

Comenzaba a caminar lentamente en dirección a su hogar, ya que había recordado que Giyuu le esperaba pacientemente, y no solo él, sino que su pequeño fruto de amor también estaba esperándole, y claro, lo que él más deseaba era verles.

Kyojuro—.

Una voz femenina se logró escuchar a lo lejos, lo cual comenzó a desconcentrar al joven.

Kyojuro—.

Se volvía a escuchar, causando aún más confusión en el joven, quien ahora veía a su madre frente suyo.

—¿M-Madre?—. Realmente no podía creer lo que estaba viendo en ese momento.

—Kyojuro...todo lo que lograste hacer en todo este tiempo, ha sido increíble, y me enorgullece hasta donde has llegado—. Abrazó a su hijo, quien comenzó a sollozar aún estando en el abrazo.

—Madre...lo siento, pero no he podido cumplir ciertas promesas, como la promesa que le hice a Giyuu de que volvería a verlo—. Dijo como si de un niño se tratase, desahogándose llorando en los brazos de su madre mientras era consolado por ella.

—Aún puedes cumplir la promesa que le hiciste a tu esposo, Kyojuro—. Tomó al joven de amarillentos cabellos de los hombros, mirándole fijamente y secando una que otra traviesa lágrima que se había ido a su mejilla. —Lucha, corre, no mires atrás, sobrevive, yo sé que puedes hacerlo—.

Pronto, y sin haberse dado cuenta, el chico había comenzado a correr con rapidez, como si algo le estuviese persiguiendo mientras las lágrimas se intensificaban sin siquiera saber porqué, pero pronto miró que lo que realmente hacía era correr hacia una luz, recordando momentos, dulces momentos que había pasado con su familia, su esposo, su hermano, e incluso su madre y padre.

Y así, Kyojuro trataba de volver, volver de un viaje en el cual se había embarcado y parecía no tener salida.

Los ojos del chico se abrieron con rapidez, causando que su respiración estuviera agitada, ¿acaso había tenido una pesadilla?

Miró a su alrededor, parecía estar en una casa, pero no era su casa, Tomioka no estaba ahí, ni tampoco era su antigua residencia con todos los demás pilares

Se intentó levantar del futón cuando un fuerte dolor en su zona abdominal lo hizo desconcentrarse, por lo que algo confundido, decidió mirarse la zona, sorprendiéndose al ver cómo tenía el abdomen vendado con un par de hematomas alrededor de aquel vendaje.

—Me alegra que hayas despertado—. Una anciana se acercaba a Kyojuro con una pequeña mesa, al igual que con un poco de té caliente. —Llevabas casi dos semanas sin despertar, comenzabas a asustarme—.

La expresión de Rengoku cambiaba cada vez más, y ahora estaba sumamente confundido, sorprendido y asustado. ¿Quien era aquella mujer?

—¿Dos semanas?, ¿Quién es usted?, ¿Qué estoy haciendo yo aquí?—.

La anciana miró al chico con una ligera sonrisa, entregándole un té, buscando que con eso lograra relajarse un poco.

—Tus heridas no están totalmente sanadas, te enfrentaste a una de esas llamadas lunas—. Murmuró la mujer bebiendo su té.

Y pronto, todo comenzaba a cobrar sentido para Rengoku, comenzó a recordar el cómo había estado en batalla con aquel demonio, Akaza. Vaya que le recordaba, y así, estando bastante tranquilo ahora que sabía que estaba vivo, decidió comenzar a conversar con la mujer.

—¿Por qué decidió ayudarme?—.

La anciana dejó en la mesa el pequeño vaso con té para luego suspirar y continuar con su platica.

—Mi hijo también era un cazador de demonios, falleció ya hace tiempo intentando vengar al demonio que mató a su padre, que por cierto era uno de los cuales al que te enfrentaste—. Su mirada comenzaba a verse  con una total nostalgia. —Desde el día en que perdí a mi hijo, comencé a ayudar a los cazadores de demonios en situaciones como en la que te encontré a ti, porque en sus ojos, puedo verlo a él, y sé que lo único que merecen es continuar viviendo, lo más que puedo hacer por ustedes es cuidarles y ayudarles con lo que pueda mientras ustedes estén en situaciones como éstas—.

Kyojuro sonrió con calidez, realmente no se esperaba que existiera una persona de un corazón tan noble como lo era aquella mujer.

—Usted es una persona increíble, de verdad, todos mis compañeros estarán totalmente agradecidos con lo que ha hecho por mi, cuidarme y estar conmigo en este tiempo, mi esposo y mi futuro hijo estarán más que agradecidos con usted—. Sonrió, causando sorpresa en la mujer.

—¿Estabas casado?, no me imaginaba que alguien tan joven como tú tuviera una vida de casado, y ni mucho menos que estuvieras a punto de convertirte en padre—. La mujer de igual forma alzó una enorme sonrisa, estando aquella sonrisa acompañada de una que otra traviesa lágrima. —Lo siento, recordé a mi esposo y mi hijo, eres muy afortunado, Kyojuro—. 

—Y es gracias a usted que voy a volver con ellos, le hablaré de usted a mi esposo, y a mi bebé también —. Y con sumo cuidado, el de rubios cabellos, se acercó a abrazar a la mujer, quien sintió la calidez del joven mediante ese tacto, y simplemente continuó sonriendo en aquel abrazo, para que después de unos minutos, ella se levantase y regresara con una caja.

—Esta caja son las cosas que aún conservo de mi hijo, más que nada son cosas de cuando él era niño, además de su haori, y esto—. Sacó un amuleto extraño de la caja. —Quiero dártelo a ti, mejor dicho, a tu hijo. Este amuleto para protegerlo de las malas energías, demonios y además guiarlo por buen camino—. Sonrió dándole eso al joven, quien gustosamente y con respeto, recibió el presente.

—No puedo recibir esto, es...importante para usted y no podría tener algo tan valioso—.

—De verdad que tu historia me conmueve, verte es como volver a ver a mi hijo, acepta esto, por favor—. Y ahora, la mujer acercaba sus manos junto a las del rubio, dejando dicho amuleto en las manos ajenas para luego sonreírse mutuamente.

—Sinceramente... no tengo manera de agradecerle todo lo que ha hecho por mi, pero desde lo más profundo de mi corazón de verdad que se lo agradezco—. Cerró su mano haciendo una pequeña reverencia hacia la mujer.

Y así, pasaron días de pláticas y muchas cosas más, Rengoku, con sus heridas ya totalmente sanadas, se retiraba de la casa de aquella mujer bastante temprano, esperando así pronto llegar con su esposo.

—Cuídate mucho, Kyojuro, no dejes de tener esa chispa tan brillante que tienes, ni de ser ese joven generoso que se preocupa por los demás, cuida a tu familia, y ahora vela por ellos.

El rubio asentía con la cabeza, empezando con su camino hacia su hogar y claro, sin estar exento de encontrarse con más demonios en el camino.

Pero a todo esto, siempre había alguien en su mente, motivándolo a volver.

Giyuu.

—Rengoku-san nos dijo que lo ama, lo ama con locura, y que es su luna, igual que su hijo, que es la prueba más clara del amor que le tiene—. Decía cierto joven pelirrojo, mientras miraba a su superior, su cara había cambiado completamente, ya no se miraba como alguien serio, ahora se veía triste, con un profundo dolor. —También nos dijo que su sonrisa es lo más bello que sus ojos habían visto, nos pidió que por favor, no pierda la sonrisa que él tanto amó—.

La tristeza que el de negros cabellos sentía claramente no era para menos, le habían avisado que su esposo, el hombre que juraba que era el amor de su vida, ahora había muerto, y que ahora él y su bebé estaban solos.

—Gracias, Tanjiro—. Tomioka se levantó de cierta mesa con cuidado y algo desinteresado por la petición que su marido le había hecho haciendo referencia a su sonrisa, la cual por obvias razones no tenía intenciones de mantener. Y justo ahora, estaba yendo hacia donde había una pequeña madera, madera que tenía escrita el nombre de su esposo, acercándose a ella con un incienso, el cual encendió y colocó cuidadosamente.

—También, pasamos a ver a Shinjuro-San junto con Senjuro-san—. Comenta el pelirrojo una vez vio que su mayor estuvo de vuelta en la mesa. —Él dijo que quería que tuviera esto...Sabe lo mucho que Rengoku-San lo amaba—.

Tanjiro dejó aquello sobre la mesa, deslizándolo hacia donde Giyuu se encontraba, quien algo extrañado, lo miró. Era algo pequeño, cubierto por un pañuelo color vino, por lo cual decidió quitar aquella tela cuidadosamente y una vez vio lo que era, comenzó a llorar con fuerza.

—E...Esto era el guardamano de su espada—. Giyuu sonríe entre lágrimas, llevando aquel objeto hacia su pecho y abrazándolo mientras continuaba sollozando. —Gracias...por todo esto, y por estar vivo...es lo único que tengo para decirte, Tanjiro—.

Sin pensarlo demasiado, el más alto se acercó a abrazar a aquel chico, quien con cuidado, acariciaba su espalda para así tratar de reconfortarse mutuamente.

Claramente, ambos estaban totalmente necesitados de la presencia de Kyojuro en sus vidas. Y vivir sin él, estaba siento un horrible y melancólico martirio para el esposo del rubio.

El sonido del agua era lo único que lograba escucharse en aquel recinto, donde de igual manera, la calma se apoderaba del mismo lugar, donde solo podía respirarse cierta tristeza y melancolía ahora.

Giyuu caminaba lentamente, invadido por el silencio, al mismo tiempo que una de sus manos se alojaba sobre su hinchado abdomen.

—Ya lo sé, ya lo sé, iremos a ver a papá, no seas impaciente, calma—. Murmuró mientras se acercaba cuidadosamente hasta una piedra, la cual tenía escrita el nombre de su marido, lugar donde simplemente Giyuu suspiró y con cuidado, se hincó a rezar.

Habían pasado aproximadamente ya 5 meses desde la dichosa partida de Rengoku Kyojuro, y desde ese día, el chico de tristes y azulados ojos había estado visitando la tumba de su marido

—Ya mi cielo, ya terminamos de estar hincados, perdón si te molesta, pero recuerda que lo hacemos por papá, ¿si?—.

Algo que el de negros cabellos había empezado a incorporar en su rutina diaria, era el hecho de conectar un poco más con su bebé, tenía ya 24 semanas y por lo que cierta mujer médico le había dicho, ahora su hijo no nato podría oírlo, lo cual tomó como una gran ventaja, ya que podía escuchar cada que le hablaba de Kyojuro, solo que pateaba demasiado en ocasiones como aquella, que era cuando iban a ver su tumba.

Giyuu se levantó con cuidado, ya que a palabras suyas, estaba enorme, apenas y podía ver sus pies, estaba bastante claro que su hijo también era hijo de Rengoku.

Una vez estuvo arriba, levantó la mirada y se encontró con un amable hombre, quien para su suerte, también era su superior.

—Giyuu—. Murmura.

—Oyakata-sama, disculpe la intromisión—. El de azulados ojos volteó hacia otro lado con rapidez justo después de haber hecho una pequeña reverencia hacia él, no queriendo mirar al hombre fijamente, porque a pesar de que él no podía mirarle, sabía que iba a terminar hecho un mar de lagrimas, justo como había estado siendo desde hacía meses.

—No, no, no te disculpes...Es comprensible que quieras venir a ver a Kyojuro—. El hombre suspiró. —Es difícil para ti, ya lo creo...¿Cómo te va a ti y al bebé?—.

—Estamos bien...ambos estamos lográndolo—. Nuevamente, posaba una de sus manos sobre su redondo vientre, soltando una pequeña queja después de ello, alertando al contrario. —Oh, nada de que preocuparse, sólo empezó a patear—.

—Quizás sepa que viene a ver a Rengoku-san—. Hablaba aquel tranquilo hombre mirando a Giyuu.

—Claro que lo hace, no para de patear en ocasiones así, es como tener a un pequeño Kyojuro dentro de mi—. Una risa seca salió de los labios de Tomioka, aún acariciando su vientre, pero ahora, tenía una mirada de tristeza en sus ya comúnmente apagados ojos. —Es como...si desde mis adentros, el bebé me motivara a seguir adelante—.

El rostro del más alto cambiaba con rapidez, lo cual lo hizo acercar una de sus manos al hombro del contrario, acariciando aquella misma zona en un intento de reconfortar al joven.

—Tomioka-san, no es solo el bebé quien quiere que siga adelante, somos todos los que lo conocemos, e incluso sabe que cualquier cosa que ocupe, vamos a estar aquí—. Una tranquila sonrisa ahora se alojaba en su rostro.
—Kyojuro es un héroe, trabajó increíblemente duro, porque gracias a él, ninguno de los pasajeros que se encontraban allí presentes murió. Él era increíble—.

—Claro que era increíble—. Giyuu esboza una pequeñísima sonrisa. —Él era la persona más bella que pisó esta tierra, simplemente su presencia, el hecho de que estuviera junto a mi era lo que iluminaba mis días...Y estar sin él, para mi...es lo peor que he sentido en mucho tiempo—. Ahora, el chico cierra sus ojos levantando su cara hacia el cielo, suspirando mientras sus manos bajan cuidadosamente hacia su abdomen.

—Vamos a mantener vivos los ideales de Kyojuro...merece que lo recordemos por todo lo que hizo. Créeme que estoy seguro que a él no le gustaría que sus decisiones fueran juzgadas o cuestionadas—.

—Claro que no voy a juzgarlo, lo amo, lo amé con toda mi alma...Pero vivir sin el amor de mi vida es tan difícil para mi—. Y ahora, sin planearlo realmente, había comenzado a llorar de nuevo. —Es como si hubiera perdido una parte de mi alma, una parte de mi, se fue con él—.

Con sus ojos llenos de lágrimas, continúa con el rostro viendo hacia el cielo, a la par de que ahora, mordía sus labios en un intento de callar sus llantos.

—Entiendo lo difícil que es para ti, Giyuu...¿Por qué no entras a beber té?, quizás eso te calme un rato—. El más alto nuevamente posaba una de sus manos en el hombro ajeno, sorprendiéndolo por detrás. —Necesitas estar bien, no solo por ti, el bebé necesita que estés bien—.

—Entraré en un rato...quiero estar solo un momento, ¿puedo?—. Su mirada melancólica volvía a hacerse presente sin siquiera haberlo planeado, al mismo tiempo que acariciaba su abdomen lenta y cariñosamente.

Kagaya suspira, a la par que se separa del joven, comenzando a alejarse un poco para darle su espacio.

—Te veré dentro entonces, toma el tiempo que necesites—. Y así, sin pensarlo más, se retiró.

Ahora quien suelta un suspiro es Giyuu, al mismo tiempo que continúa caminando en aquel amplio, silencioso y calmado jardín.

—No juzgo tus decisiones, Kyojuro, de verdad, si debías descansar, lo comprendo perfectamente—. Una de sus manos acarició lentamente la parte baja de su vientre. —Pero quiero que entiendas, que la luna no puede aparecer sin el sol—.

Los enfrentamientos hacia los demonios eran obviamente algo que siempre estaba presente en la vida de los cazadores, pero al mismo tiempo, el hecho de estar estar siempre en contacto con este tipo de criaturas, existía el riesgo de morir, siendo esto el pan de cada día de las personas como ellos. Aunque claramente, que este hecho fuera común en sus vidas, no le restaba la importancia a cada uno de aquellos enfrentamientos ni mucho menos, porque su vida estaba en juego junto con cada batalla, teniéndolo bastante claro.

Justo ahora, el joven de rubios cabellos, se encontraba en un intento de volver a casa guiado por los vagos recuerdos que tenía sobre el camino hacia su hogar, pero claro, el caminar de noche implicaba un enorme riesgo para él, ya que al ser un pilar, también estaba totalmente dispuesto a enfrentarse a cualquier ente demoníaco que se interpusiera en su camino.

Camina mientras es más consciente sobre que comienza a oscurecer al mismo tiempo que se empieza a adentrar en una aldea, sabía de su existencia pero no estaba consciente realmente de lo grande que era, una vez empieza a caminar cada vez más adentro de la misma, puede observar que quienes habitan allí son familias numerosas, generalmente con niños pequeños o inclusive bebés.

Kyojuro sonríe cálidamente al mismo tiempo que mira a las familias entrar a sus casas una vez el sol se había escondido, su corazón late con fuerza y se siente ampliamente conmovido por lo que visualizaba, definitivamente podía visualizarse en un futuro siendo un padre amoroso como lo eran padres que lograba ver, los cuales criaban con amor y cariño a sus hijos en aquella gran aldea. Quizás se hubiera quedado más tiempo si fuera de día y no tuviera como prioridad volver a casa, así que mientras continuaba con su camino en aquel cálido lugar, tomaba una nota mental de algún día dar un paseo por allí con su pequeño una vez haya nacido.

Su caminata continuaba, ahora estaba algo nervioso por la presencia de algo extraño cerca de él, el cansancio estaba apoderándose de él, así que internamente pedía a gritos que no se tratase de un demonio ni mucho menos, pero una vez se dio la vuelta, pudo visualizar claramente a un dichoso ente.

—Eres un pilar—. La criatura murmura con una traviesa risa al ver a Kyojuro, quien comienza a adoptar una pose defensiva, dispuesto a atacar. —Estoy seguro que matarte sería uno de los mayores logros que haría—.

Ninguna palabra salía de la boca de Rengoku, quien simplemente trataba de mantenerse lo más alerta posible, no dejando que el cansancio y el sueño se apoderasen de él, debía defenderse, debía defender a toda la gente que vivía por ahí cerca, y más importante aún. Debía defender a su creciente familia, quienes lo esperaban pacientemente con cariño, como él mencionaba.

—¿Qué acaso no hablas?, Tu jefe no te permite hablar con demonios?—. Aquel ser continuaba burlándose del rubio, y al ver que este seguía sin hablar, fue cuando decidió dar el primer golpe, el cual fue esquivado por el joven. —Eres sumamente aburrido para ser un pilar, con más razón, quiero matarte rápido—.

Kyojuro se defiende, al mismo tiempo que por fin decide hablar, dispuesto a atacar al demonio, aún invadido por un millón de cosas que recorrían su mente y cuerpo, pero no podía dejarse ganar tan fácilmente.

—No me prohíben hablar con demonios, lo hago por voluntad propia en este momento—. Suspiró mientras cerraba sus ojos y apretaba su mandíbula con fuerza, sacando su katana. —Respiración de la flama, segunda postura: cielo en flamas ascendente—.

La criatura se sorprendía al escucharle hablar y claro, más específicamente decir aquello tan importante para poder llevar a cabo una de las respiraciones de su estilo, siendo atacado por aquel joven con cabellos de sol, quien ejecutaba la respiración con un ataque de abajo hacia arriba.

El obvio cansancio que había en Kyojuro, causaba que sus movimientos y ataques fueran lentos, dándole ventaja a aquel demonio quien aun con tonos burlones, decidía aprisionar a Rengoku con una mucosidad extraña, donde el chico moriría lentamente aprisionado aún.

Kyojuro respiraba agitado, al mismo tiempo que se dejaba caer de rodillas al suelo, sus ojos parecían vacíos y lo único que rondaba por su mente eran todas las esperanzas que tenía de volver a casa, las cuales se veían totalmente alejadas, dejándose llevar por todos los pensamientos negativos y resignándose a su pronta muerte, lo cual le hacía cerrar los ojos mientras yacía en el suelo y un par de lágrimas caían por sus mejillas.

Pero pronto, otra cosa llegaba a su mente. El amor que su pareja le tenía, el amor que ambos adultos jóvenes le tenían a su hijo en camino, y ese amor, esas esperanzas de ver a su amor crecer y aumentar cada vez más, motivaron a Kyojuro a levantarse firmemente, recordando que él es alguien que nunca se rinde y lucharía todo lo posible hasta el final de sus días.

Respiración de la flama, cuarta postura: ola de llamas ardientes—. Kyojuro ahora cierra sus ojos, suspirando y encendiendo su corazón mientras comienza a llevar a cabo dicha postura, recordando por quién hacía todo aquello sacrificio, y por quien estaba dispuesto a dar la vida con tal de tenerlo con bien.

—Giyuu, te prometo, que de la manera que sea, volveré a tu lado, me cueste lo que me cueste volveremos a estar juntos, mi luna, resiste, yo voy en camino—.

Se murmuraba al mismo tiempo que acariciaba con suavidad la empuñadura de su katana y ahora, con los ojos cerrados y llevando a cabo una de las posturas de flama, salía de aquel encierro y cortaba valientemente la cabeza a aquel demonio, dejando que el sol terminara de bañar el cuerpo de Kyojuro.

..............................

Hola hola! c:

Ay jesucristo, no tenía idea de que este día por fin llegaría AJAJAJJ, llevo muchísimo tiempo planeando este fic, y aunque es algo trágico, de verdad no saben el cariño que le he tenido y le he guardado durante todo este tiempo de su planeacion, aproveché que sigo en mi aislamiento pq me dio covid para poder terminarlo así que espero y les guste aaa;;;

Nos leemos pronto!
-Gabriela Novikòva, 14/01/22

aclaraciones!!

-la katana de Rengoku no se rompió ni se perdió, simplemente que lo único encontrado fue el guardamano de esta misma.

- esto será un two shot, es decir, que está conformado por 2 capítulos, por eso son tan largos JAJSJA, pero de igual forma, tengo planeado también un extra una vez el segundo capítulo esté publicado C:

- este fanfic lleva casi 2 años planeándose, pero hasta ahora se dio la oportunidad de publicarlo, aaa, y por eso mismo, decidí hacerle un pequeño fanart (lo publicaré una vez el segundo capítulo esté listo) y también una playlist, el link a mi perfil de spotify está hasta abajo de toda la información de mi perfil de wattpad, la playlist tiene el mismo nombre del fanfic, por si gustan escucharla SJASJAJ<3

-el engawa es como un balconcito chiquito afuera de las casas japonesas, donde luego la gente se sienta y así, déjenme les pongo una fotito de referencia AJAJDJDJ

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top