003 - bajo la lluvia.
probable presencia de ooc | una extraña maraña de ideas que junté
Cuando Mikey piensa en Draken, piensa en calma, en una ligera llovizna o en aguas turbulentas que pueden ser calmadas con un solo toque. Piensa en alguien consciente de lo que le rodea, en madurez a temprana edad y en alguien que puede soltar frases inspiradoras de vez en cuando.
Cuando Draken piensa en Mikey, piensa en caos, en una tormenta que es capaz de arrasar con todo si se lo propone. Piensa en alguien que se deja llevar por su imaginación, en vulnerabilidad disfrazada de actitud infantil y en alguien que, a pesar de todo, no quiere rendirse y sucumbir a la oscuridad.
Pero, Mikey también piensa que Draken a veces es demasiado soso. Y Draken, aunque no lo dice, también piensa en si Mikey alguna vez sentará cabeza para madurar de una buena vez.
Una tarde de Julio discuten. Tienen quince, los rostros llenos de lodo y Mikey cree que su amigo se ha doblado el tobillo al rodar por la ladera, porque eso explicaría su leve cojera. Se han agarrado a golpes y terminaron en medio de un prado alejado de la ciudad con sus bicicletas tiradas a un lado, no saben cómo ni tampoco recuerdan qué los hizo pelear, solo siguen la corriente porque el otro no ha dejado de gritar.
Hace frío; pero cuando se gritan a la cara cualquier tontería, de algún retorcido modo sus corazones se sienten cálidos.
-¡Eres un maldito idiota, siempre actúas como un mocoso engreído!
-¡Al menos no actúo como un estúpido y amargado adulto sin sueldo!
-¡Es mejor eso a seguir llorando solo porque tu comida no tiene una banderita!
Esto es patético, piensan. La lluvia comenzó hace ya un tiempo. Sus ropas están empapadas, las zapatillas demasiado sucias, sus peinados ni siquiera tienen forma.
-¡¿Sabes algo?! ¡Tu peinado es el más estúpido que he visto!
-¡¿Ah, sí?! ¡¿Me habla de cosas estúpidas el que se autodenomina "invencible"?! ¡No me hagas reír!
-¡¿Quieres que te vuelva a dar una paliza, Ryuguji?!
-¡Atrévete si...!
Esto no tiene sentido, piensa, Draken; pero últimamente las cosas parecen estar más extrañas que antes.
-No me digas así- ordena, rascándose la nuca con incomodidad -. Suena muy raro, Mikey.
Su compañero parece estar de acuerdo con él, ya que ahora está arrastrando sus zapatillas, manchándolas más si es posible. Ya no parece recordar que han estado peleando por quién sabe cuánto tiempo.
-Perdón, Kenchin- murmura. A pesar de que ha volteado el rostro, Ken puede ver que tiene las mejillas algo sonrojadas.
Ambos levantan la mirada hacia el cielo. Ha dejado de llover. No es como si automáticamente el cielo se hubiera tornado celeste con un arcoíris de fondo; pero el clima ya no luce tan molesto. Además, el sol se ha ido.
-Tenemos que volver a casa.
-Súbete a mi espalda, Mikey, buscaremos las bicicletas.
-...No te llegaste a lastimar el tobillo, ¿verdad?
-Dudo que sea grave- responde -. No te pongas así, lo digo en serio. Venga, sube.
No pasa mucho tiempo desde que comienzan a caminar cuando Draken siente los brazos de su amigo envolviéndolo con un poco más de fuerza.
-No creo que tu peinado sea estúpido.
Draken aún piensa que Mikey debería dejar de actuar como un mocoso de vez en cuando. Tal vez no ahora, no cuando lo está mirando de forma tan vulnerable o cuando está tan empapado.
-No creo que sea tan estúpido que te llames "invencible"- añade, entre risas, no está seguro de porque siente tantas ganas de reírse de repente. Sabe que Mikey se está aguantando la risa por el temblor en su cuerpo.
-Déjame en paz, adulto sin sueldo.
-...
-...
-¿Me recuerdas por qué estábamos peleando? Necesito darles una buena excusa a las chicas.
-No tengo idea.
-...
-...
-¿Quieres ir a comer algo?
-¡Maldición, sí! ¡Me muero de hambre!
Solo esperan que no vuelva a llover
»palabras: 635.
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