002
❝No quería hacer esto por medio de una carta.
Supongo que no tenía el valor de decírtelo en la cara, o no quería que me vieras destrozada, como si aún me quedase algo de orgullo.
Tómalo como quieras, ambas razones son válidas.❞
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LEHIGH VALLEY,
PENSILVANIA; 1988
7:45 pm
Mavis tragó saliva con dificultad.
—Jack.
—¿Sí?
—Pásame un cigarrillo.
Tan pronto como tomó el cigarrillo, lo encendió (siempre guardaba un encendedor en sus bolsillos) y se lo colocó entre sus labios entintados de negro. Inhalaba y exhalaba una y otra y otra vez, lo suficiente como para volver a respirar con normalidad y liberar un poco de tensión. Casi instalaba una mano sobre su pecho, como para comprobar que sus pulmones estuvieran ejerciendo su función correctamente, pero eso lo haría más evidente y no quería eso, no quería que Jack se enterara de lo que estaba ocurriéndole. Cerró sus ojos con fuerza: sentía un ligero mareo. De la nada, sus manos comenzaron a sudar y su estómago se volvió un nudo. Miró por unos instantes hacia arriba, hacia el cielo nocturno, deseando con todas sus fuerzas que su oscuridad la tragara viva.
Sí, ser devorada viva por la negrura de la noche sonaba a un buen plan. Era mejor que el que se estaba ejecutando.
No sabía qué demonios había pasado. Hace unos instantes estaba sumamente convencida de que podría hacerlo. Claro, no sería perfecto, estaba consciente de ello; pero, carajo, con ahínco y unos tragos quizá podría llegar a sentirse como una adolescente común y corriente por lo menos una noche de su desgraciada y penosa vida, y disfrutaría de la fiesta aun cuando muy en el fondo sabía que su cordura se estaría carcomiendo con el pasar de las horas; sin embargo, eso no le importaba demasiado si eso significaba ver feliz a Jack. ¿Y qué pasaba ahora? Estaba luchando contra cada partícula de sí misma para no sufrir un ataque de ansiedad en plena acera, enfrente de esos papanatas bebidos hasta el culo. Sí, esos papanatas que eran ignorantes de su situación y de todos modos juraban odiarla, y ella, simplemente por eso, correspondía muy bien el sentimiento. No necesitaba más mierda en su vida.
Dios, un día de estos terminaría vomitando bilis.
Por otro lado, nada de esto le había pasado por alto a Jack. Conocía a Mavis —¿conocía a Mavis?— y, como era usual, comprendía por sí solo que ella trataría de ocultar cualquier señal de angustia. Se sintió miserable entonces, ya que no tenía ni idea de cómo ayudarla. ¿Siquiera sería buena idea que ella se enterara de que él sabía lo que sentía? Después de todo, ella estaba fingiendo estar tranquila, y alguien que finge busca precisamente eso: hacer creer algo que no es verdad. ¿Ella querría que él actuara como si nada pasara, que se mantuviera al margen? No lo sabía y, honestamente, tampoco lo entendía. Hace unos momentos ella ya había declarado que estaba bien con eso, ¿qué ocurría ahora? ¿Acaso le mintió? Eran demasiadas preguntas que jamás tendrían respuestas, porque no se atrevía a obtenerlas. Nunca se consideró muy bueno para lidiar con circunstancias como estas, muy pocas veces sabía qué hacer y era frustrante como la mierda. Pero si algo entendía, era que a nadie le gusta sentirse acongojado, sobre todo a alguien como Mavis. Ella no necesitaba más mierda en su vida.
Con bastantes dudas en la cabeza, Jack tomó la mano de su novia. Primero con suavidad, esperando una reacción de su parte. Nada, ella se mantenía perdida en sus pensamientos. Enseguida afirmó el agarre con un fuerte apretón, y notó como ella volvió en sí y lo volteó a ver, con una mirada que no sabía descifrar, pero que se sentía increíblemente vacía. Apretó otra vez, con más intensidad y un cariño innegable, transmitiéndole todo el amor posible y diciéndole que todo estaría bien sin decir nada en realidad. Porque, ya sabes, necesitaban escuchar eso de vez en cuando. Mavis le sonrió, pero era una sonrisa rota.
Una bofetada. Así se sintió. Bastó con esa sonrisa cargada de dolor para que, de repente, él se viera a sí mismo como un verdadero monstruo. Fue como si todo ese tiempo hubiera andado por ahí con una venda sobre los ojos. Quería gritar, se sentía tan impotente. ¿Cómo había sido tan imbécil? ¿No fueron suficientes las lágrimas derramadas y las incontables veces que ella le replicó un no? ¡Por todos los dioses! Ni siquiera la madrastra de Blancanieves era tan maldita, ¿o sí? Dios, se iba a volver jodidamente loco. Es decir: a su lado tenía a la persona que más amaba en toda la extensión del espacio y el tiempo sufriendo por culpa suya. ¡Por culpa suya! ¿Qué clase de novio era? Uno tan bueno como tener granos en el culo, claro que sí.
¿Estaba exigiendo demasiado? ¿Acaso él estaba en su derecho? Para Jack era una petición insignificante e incluso justa; no obstante, era evidente que para Mavis la cuestión iba mucho más allá de sus amigos, de la fiesta en sí, y hasta de él mismo.
Entonces, ¿la culpa era suya?
Porque, por más despreciable que sonara, ya era demasiado tarde para echarse para atrás, ¿no?
Un chillido alborozado interrumpió sus pensamientos. Lo reconoció en un dos por tres.
—¡Jackieee! —Mavis se giró hacia donde provenía la exclamación, por instinto, y estudió con la mirada a la persona que estaba gritando como si le estuvieran quitando una uña del pie.
A pesar de estar a una gran distancia de la chica, pudo reparar en que se trataba de una hermosa (muy hermosa) rubia de abundante melena, la cual meneaba de un lado al otro, casi como si estuviera demostrándole a alguien lo saludable y sedoso que estaba (y ese alguien podría ser Eugene, según lo que escuchó). La chica era poseedora de una alegría patente, provocada por la presencia de su novio. Mientras se acercaba a toda velocidad desde el pórtico hasta donde ellos se encontraban, con los brazos en el aire, alargaba la última vocal de el apodo de Jack en una nota absurdamente aguda, tanto así que lograba resaltar por encima de la música.
Sabía quién era. Jack le había hablado de ella.
Era Rapunzel, esa idiota.
Cuando la susodicha llegó hasta él, no lo pensó dos veces antes de lanzarse a los brazos de su mejor amigo y abrazarlo como si no lo hubiera visto en siglos —siendo correspondida, por supuesto—, importándole muy poco la presencia de Mavis.
«O sea, sigo aquí, ¿eh?»
—Basta, basta, no seas tan dramática. Nos vimos esta misma mañana, ¿sabías? —le dijo Jack a Rapunzel en un tono sarcástico mientras se separaba con calma de la chica y, contrastando con sus palabras anteriores, le daba un breve beso en la frente, acción que no pasó desapercibida para Mavis—. Y otra cosa: te he dicho un millón de veces que odio que me llames así.
—Sabes muy bien que sí, sí soy dramática —respondió ella, reincorporándose y ladeando su cabeza con una sonrisa divertida—. Y yo te he dicho un millón de veces que me importa un pito si te gusta o no, Jackie. ¡Oh! Hablando de pitos, ¿viste lo bien que se ve hoy Eugene? Dios mío, quiero que me golpeé en la cara con esa mierda.
—Ey, no quiero ser tío todavía.
Comenzaron a hablar con despreocupación y viveza, como era común entre ambos amigos, mientras que Mavis, bueno, se mantenía al margen. ¿Qué podría aportar ella a la conversación? Como si su escasez de habilidades sociales no fuera suficiente problema. Jamás había visto a esa rubia, mucho menos hablado con ella. Sabía lo que tenía que saber de Rapunzel gracias a las anécdotas que Jack le contaba, donde se escapaban de clases para fumar detrás de los arbustos, donde iban al autocine después de la escuela o donde se quedaban de ver en la casa del otro para escuchar esos viejos cassetes olvidados en el sótano y para charlar hasta que la luna y las estrellas salieran de su escondite. Rapunzel trataba bien a Jack, y eso lo agradecía en una magnitud infinita. Mavis había concluido, pues, que Rapunzel era una buena persona.
«Cualquier maldito ser humano que haga sonreír a Jack se merece el título de "buena persona", en realidad. Mierda, incluso, si pudiera, yo misma haría las medallas.»
Tal vez valdría la pena intentar formar la amistad que su novio tanto quería entre ellas quién sabe por qué —gajes del oficio, podría suponer—. Sin embargo, había algo más ahí.
Mavis nunca se había considerado como una "novia celosa". Lo cierto era que, si bien jamás estuvo en demasiadas relaciones amorosas serias, tampoco le importaba o interesaba estarlo, ya que en ningún momento le interesó esa clase de compromiso. En general, detestaba las ataduras, sobre todo las sentimentales. No hace falta evidenciar que con Jack fue desastrosamente diferente. Estaba descubriendo nuevas sensaciones a su lado. Por lo tanto, tampoco iba a negar que sentía cierto disgusto cuando Jack le dedicaba más de cinco minutos de atención a alguien que no fuera ella.
Jack le dedicaba más de cinco minutos de atención a Rapunzel, por supuesto. Sin embargo, Mavis no iba a tomarse las molestias de repartir la culpa. Las únicas culpables de sus celos eran sus estúpidas inseguridades y aún así, no podía evitar lo inevitable.
Entonces, Mavis carraspeó.
—Así que tú eres Rapunzel, ¿no? —cuestionó, y enseguida le tendió la mano a la susodicha con una expresión estoica—. Soy Mavis, la novia de Jack.
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Escribir sobre parejas inseguras desgasta un montón mentalmente, te juro.
¿Qué les pareció este capítulo? Lo siento algo flojo :(
All the love!
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