Sana observó la escena en la que JiSoo llegaba desde la ventana de su dormitorio. Estaba segura de que pronto ocurriría una tormenta debido a su ausencia en la ceremonia de bienvenida, pero no tenía ningún interés en saludar la razón misma por la que se había visto obligada a tomar el nombre de su hermano en primer lugar. Puede que JiHyo alguna vez haya sido una amiga, pero JiSoo ahora parecía simplemente un doloroso recordatorio de la vida que Sana se había visto obligada a vivir.

Como si fuera una señal, las puertas de su habitación se abrieron de golpe, revelando a su madre claramente muy agitada. Sana puso los ojos en blanco ante la dramática entrada, sabiendo de memoria la reprimenda que recibiría en un segundo, incluso antes de que se hubiera dicho.

—¿Dónde estabas? ¿Cómo no pudiste saludar a tu prometido? ¿Realmente deseas avergonzarnos así el primer día de su visita? — La reina la regañó.

—Bueno, dado que ella no es realmente mi prometida, no pensé que fuera necesario saludarla.

—Sabes lo que quiero decir, ella es tu responsabilidad ahora, Yuta—. Dijo su madre.

—No la quiero. Seguí con esta mascara por ti, pero estoy harta y cansada de este juego. ¡Y mi nombre es Sana! — Gritó la joven.

—Tranquila niña, alguien podría escucharte. Sabes muy bien que no debes usar más ese nombre.

Sana sintió que las lágrimas amenazaban con escaparse de sus ojos, pero las contuvo, deseando responder más con ira que con tristeza. Odiaba todo eso, odiaba no ser más su propia persona. Ella había aceptado la petición de su padre por deber y culpa, pero por mucho que la atormentara la muerte de su hermano, no podía aceptar que debía perder toda su identidad.

—Es mi nombre, mamá. Es lo que soy, no importa cuánto desees que sea diferente. Puedo dejar la máscara puesta para todos los visitantes si así lo insistes, pero me niego a aceptar el uso de la misma en mi propio dormitorio. — Sana argumentó.

—Muy bien, Sana. Solo asegúrate de que Yuta esté listo para esperar la cena en una hora y listo para encantar a la princesa JiSoo y saludar a su prometida como lo hace un hombre honorable.

—Bien, lo tendré listo—. Dijo la chica con despecho en su voz, sin mirar a su madre en absoluto mientras la mujer mayor salía de la habitación.

Tan pronto como la puerta se cerró, dejó caer las lágrimas y finalmente dejó salir todos sus sentimientos. Con manos temblorosas tomó su almohada y la golpeó contra la pared repetidamente, con tanta fuerza que pequeñas plumas blancas comenzaron a volar. Dio pasos suaves hacia su balcón, se agarró a la barandilla mientras miraba hacia abajo, y una vez más se encontró deseando haber sido ella la que se hubiera resbalado.

No es que realmente importara, ella estaba muerta de cualquier manera.

—Tiene que prepararse, alteza—. Dijo su doncella después de que habían pasado muchos minutos.

—Gracias, Momo. ¿Qué me pongo hoy?

—Un traje sencillo. Pensé que sería lo más cómodo. También creo que sería prudente usar la barba durante todo el verano, de lo contrario la princesa podría sospechar. Te estás convirtiendo en una mujer muy guapa, ¿sabes? Es una pena. debemos ocultarlo. — Informó Momo mientras levantaba el traje que se esperaba que usara Sana.

Momo fue la encargada de hacer que Sana pareciera un hombre. Tenía bastante talento para el maquillaje y el peinado, y hasta ahora había hecho un buen trabajo haciendo que la ilusión funcionara. Aunque Sana hubiera preferido que no hubiera ninguna ilusión, pudo apreciar el arduo trabajo que implicaba la mascarada. Momo también había sido una gran amiga para ella y se había convertido en uno de los pocos aliados que Sana sentía que tenía.

—Gracias, Momo. Pero sí, creo que es una buena elección—. Respondió Sana, tomando el traje en la mano.

Se vistió rápidamente, asegurándose de que su físico femenino estuviera bien cubierto bajo las capas de ropa. Luego se sentó en la silla junto a su tocador y se entregó a Momo, quien peinó y rizó ligeramente su cabello castaño de longitud media y le pegó una barba a juego en la barbilla. Después de un tiempo se parecía mucho a lo que imaginaba que habría sido su hermano ahora, por supuesto habían compartido algunos rasgos, siendo sus ojos verdes azulados los más obvios. A Sana también le habían concedido los pómulos altos de su madre, pero desafortunadamente rara vez tuvo la oportunidad de lucirlos adecuadamente. Sin embargo, la cara que pone en el espejo vestida así se parece mucho a la de su padre.

—¿Estás listo? — Preguntó Momo.

—No, pero tengo que estarlo. Supongo que es hora de conocer a JiSoo.

—Bueno, por lo que he oído, se llevaban bien cuando éramos pequeñas. ¿No debería ser divertido volver a ver a tu amiga?

—Estoy seguro de que hubiera sido muy agradable si las cosas siguieran igual que en aquel entonces, pero muchas cosas han cambiado desde entonces. Ahora soy una persona completamente nueva, ¿sabes? — Dijo Sana, un poco más duramente de lo que pretendía. — Mis disculpas, estoy un poco nerviosa por el hecho de que todo esto de repente se haya vuelto tan real. Era más fácil fingir y lidiar con todo esto cuando sabía que no necesitaría verla, pero ahora ella está aquí, y eso significa que realmente no hay manera de salir de toda esta terrible experiencia.

—Lo sé, alteza. Lamento que todo esto le esté pasando—. Momo dijo mientras terminaba el trabajo de maquillaje y dejó las brochas sobre la mesa.

—Gracias, me alegro de tenerte al menos aquí—. Sana dijo honestamente, sosteniendo la mano de la chica por un momento antes de levantarse.

Con una última mirada en el espejo, respiró hondo y salió de la habitación, preparándose para lo que estaba por venir. Pronto se vería obligada a sentarse en una habitación y pretender ser alguien que nunca podría ser realmente, pero durante unos segundos más mientras caminaba por los pasillos del castillo podría ser simplemente Sana.

Durante unos segundos, Minatozaki Sana volvió a existir.

Pero entonces las puertas del comedor se abrieron para ella y su sonrisa se desvaneció cuando sintió que se escapaba una vez más.

—Su alteza real, el príncipe Yuta, ha llegado—. Dijo su mayordomo cuando ella entró.

Y así comenzó la mascarada.

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