Prólogo

Abigail había esperado encontrar ese resultado al ver la prueba de embarazo, pero, de igual forma, la sorpresa casi la derriba, las lágrimas de emoción recorrían sus mejillas como un torrente hasta caer al suelo. Un bebé se formaba en su vientre desde hacía tres meses sin que ella o Sam lo supieran, o siquiera lo sospecharan, aunque deberían haberlo sospechado, dados los obvios síntomas que había sufrido y que ambos habían atribuido a un simple malestar.

Sin importar qué tan tarde era, dejó el test de embarazo en su bolsa y salió de su casa en dirección a la de Sam, en aquel instante ella era incapaz de pensar, simplemente se dejaba llevar por su euforia y la idea de la emoción que tanto Sam como ella iban a sentir.

Iban a casarse, y tendrían un hijo o hija que los llenaría de orgullo.

Era afortunado que en la reserva donde vivían todo estuviera cerca entre sí, de ese modo nadie necesitaba un auto mientras no tuviera que ir a Forks. Fueron apenas un par de minutos de ansiosa caminata lo que tardó en llegar a la puerta de la casa de Sam. Abigail frotó las palmas de sus manos contra su pantalón de mezclilla, las dudas comenzaban a asomarse en su mente, pues no se había detenido a considerar lo que iba a suceder si Sam no quería tener hijos tan pronto, no era que fueran tan jóvenes, al menos eran mayores de edad, pero ni siquiera se habían casado aún...

Golpeó la puerta un par de veces, inhalando grandes bocanadas de aire, pero no hubo una respuesta de Sam, así que caminó a la ventana, esperando ver a través de ella algún indicador de que élestaba en casa, no quería tener que llamarlo por teléfono, arruinando así la sorpresa. No tuvo que haberse preocupado por eso, fue ella quien resultó sorprendida.

La ventana tenía vista directa a la sala, donde, en la comodidad del sofá, Sam compartía una sesión de besos con alguien a quien reconoció como Emily Young, la prima de Leah, la mejor amiga de Abigail. 

Emily era una linda chica, amable y alegre, ambas eran un poco parecidas, lo que hacía sentir irritada a Leah, que juraba que en cualquier momento Abigail la reemplazaría por ella, después de todo, eran más afines. La chica acababa de regresar a la Reserva después de años de estudiar en el extranjero, lo que la volvía probablemente la mejor educada en el lugar, dado que todos los demás habían asistido a la modesta escuela pública de allí. 

Era enfermizo, en aquel instante se sentía enferma, tanto que creyó que podría vomitar en cualquier momento, las lágrimas querían volver a salir pero se esforzaba por retenerlas, no quería llorar si no eran lágrimas de felicidad.

Tomó de su bolso su teléfono celular, tratando de hacer caso omiso a la prueba de embarazo que allí había. Marcó el número de Sam, vio a través de la ventana como él revisaba y veía su nombre en el identificador para después dejarlo a un lado y besar nuevamente a Emily. El corazón de Abigail se resquebrajó aún más con aquella escena, pero no se detuvo, no tendría la maldita consideración de permitirles amarse felizmente mientras ella miraba por la ventana, muy embarazada y con un ferviente odio recorriendo su torrente sanguíneo.

Marcó una vez, dos veces, tres veces, cuatro, cinco, seis, y a la séptima vez, él finalmente se dignó a atender.

—¿Abigail? —preguntó, su voz estaba ronca, y si no fuera porque lo estaba viendo en aquel instante, se habría disculpado, creyendo que lo había despertado.

—Estoy afuera de tu casa, necesitamos hablar —dijo, tan secamente como podía—. Emily puede quedarse si quieres.

El corazón de Abigail dio un salto violento al decir el nombre de Emily, la jodida prima de su mejor amiga, que se había involucrado con un hombre comprometido. 

La llamada se cortó pero Abigail sabía que él abriría la puerta, la había engañado, pero igual conocía a Sam mejor que nadie en el mundo, así que sabía que debía sentirse culpable en aquel instante. Ojalá la culpa hubiera llegado antes, ojalá no fuese la culpa de haber sido atrapado si no del acto en sí.

La puerta se abrió lentamente, casi con precaución. Sam miró los ojos de Abigail, rojos e hinchados por el llanto de felicidad, pero que ahora él creía que eran debido al dolor, y no le sorprendía, pero la verdad era que él nunca quiso lastimarla. Sam había amado a Abigail, aún la amaba, pero ahora Emily era su sol, el centro de su universo, y Abigail había pasado a ser no más que la luna, que pese a ser hermosa era constantemente opacada por el brillo ajeno.

—Ya se fue —dijo Sam, tratando de que su voz sonara suave, sin embargo, seguía siendo tan brusco como siempre, lo que alteró un poco más a Abigail.

Abigail se preguntó a sí misma si él sería suave con Emily, si lograría ser dulce y tierno como solo era con ella en ocasiones especiales, se preguntó qué había en Emily que hacía que ella fuera olvidada de aquel modo, pero sacudió su cabeza para apartar esas ideas, pensando en que era solo una aventura y era solo sexo.

¿Era tan poco lo que aquella chica creía que merecía? ¿Estar con alguien comprometido y que no había hecho ni el intento de dejar a su verdadera prometida? ¿A alguien que la sacaría por la puerta trasera? Ambos, tanto Sam como Emily, le daban pena, pero quizá más Emily, porque al menos ahora ella sabía que se merecía más que promesas vacías. 

Ambos pasaron al interior de la casa, evitando, obviamente, la sala, donde Sam y Emily habían estado.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó directamente, deseando acabar con todo lo antes posible, para que, así, cuando ella ya no pudiera más, Sam no estuviera para verla llorar.

—Estoy enamorado de ella, la amo —dijo Sam, tan brutalmente como acostumbraba a decir las cosas siempre.

Abigail se quedó paralizada, como si la hubieran convertido en piedra. Esperó escuchar que ella no le prestaba suficiente atención o que quizá se había aburrido de ella, esperaba reproches y críticas que ella podría decretar como mentiras para que, al menos, él supiera que toda la culpa era suya, que era él quien los había destrozado. Pero no esperaba que la amara, no esperó que le dijera que, mientras estaban juntos, y mientras ella imaginaba su brillante futuro y le entregaba todo de sí, él se había enamorado de alguien más.

— ¿Y yo?

—Abigail, yo aún te quiero, pero...

Abigail no pudo más, la primer lágrima cayó.

—Me quieres, pero ya no me amas —dijo, haberlo aceptado en voz alta causó una gigantesca grieta en su corazón, era horrendo, todo era horrendo en aquel instante.

—Hay que terminar con nuestro compromiso —dijo, pero Abigail lo conocía, así que pudo leer perfectamente lo que estaba implícito, él planeaba casarse con Emily.

Abigail prácticamente se arrancó el anillo del dedo, desesperada y desconsolada, lo arrojó al pecho de Sam, que lo sujetó antes de que este cayera. Limpió la solitaria lágrima que había caído hacía unos momentos, no iba a llorar aún.

—Eres un monstruo —dijo ella, lo más cínicamente que podía, y, por primera vez desde que ella había llegado, Sam verdaderamente se sintió herido.

Abigail no comprendía el trasfondo de sus palabras, pero aún así se sintió un poco menos rota al ver la expresión dolida de Sam, sabiendo que aún era suficientemente importante para que sus palabras pudieran dañarlo.

Salió de la casa sin mirar atrás, aferrándose a su bolso y con una mano sobre su vientre, tratando de alejarse lo suficiente antes de comenzar a añorar aquel amor que había tenido, caminó en la profundidad del bosque y cruzó un arroyo, deseando ser capaz de lastimarse para así llorar por un buen motivo, pero no podía, por su bebé... Su bebé...

En ese instante Abigail se sintió final, completa y verdaderamente rota. ¿Todo eso había sido su culpa? ¿Qué había hecho ella mal para que Sam la dejara? ¿Había sido su culpa que ese bebé se quedara sin su padre?

Cuando algo la derribó, tan rápido que apenas vio un destello, y la mordió tan fuerte y dolorosamente que Abigail se sintió morir, ella, incapaz de forcejear, sintió que merecía aquello, pero que, a diferencia suya, su bebé merecía tener una vida.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top