brothers remembers
real life
❛ momentos de hermanos ❜
Lunes, 22 de febrero 2008
Jason y Alana, ambos con miradas ilusionadas, pasaron semanas contando los días para ir a las supuestas vacaciones familiares que les habían prometido. Pero cuando llegó el día, sus padres los dejaron en casa mientras ellos se iban solos, dejando únicamente una nota pegada en el refrigerador y un par de instrucciones.
Ambos niños, estaban sentados en la sala, mirando una vieja lista de películas que Alana había hecho semanas antes. La letra era desordenada, con títulos de comedias y películas de aventuras. Jason, tratando de alegrarla, señalaba los nombres con una sonrisa, proponiendo una “maratón de cine en casa” en su improvisado campamento de mantas.
—No es lo mismo —murmuró Alana con un puchero.
Jason, le revolvió el cabello.
—Quizá no, pero vamos a hacerla nuestra, Alana. Vamos a tener las mejores “vacaciones” de todas. —Le guiñó un ojo, y por un momento, logró sacarle una risa a su hermana.
24 de octubre 2008
Alana había pasado semanas esperando su cumpleaños, ilusionada con una pequeña fiesta. Jason, al ver la tristeza en sus ojos, decidió encargarse él mismo. Con los pocos ahorros que tenía, compró algunos globos y, usando un pequeño pastel que hizo con la ayuda de un vecino, organizó una fiesta sorpresa para su hermana.
Cuando Alana entró a la sala, vio el pastel, los globos y una tarjeta hecha a mano por Jason. Su hermano tenía una expresión de incertidumbre, esperando ver si a la pequeña sorpresa le gustaba.
—¿Te gusta? —preguntó, dándole un empujón suave.
Alana, con una mezcla de felicidad y tristeza, lo abrazó con fuerza.
—Eres el mejor hermano del mundo, Jason.
Pasaron la tarde entre risas, Alana se sintió más querida y acompañada de lo que nunca se había sentido con sus padres. Esa noche, se prometió a sí misma que, mientras estuviera con Jason, ningún cumpleaños la haría sentirse sola.
8 de diciembre 2008
En una noche de tormenta, Alana despertó, temblando por el sonido de los truenos. Su padre, molesto por el ruido, se negó a consolarla, dejándola sola en su cuarto. Jason, sin decir una palabra, fue a buscarla para que durmiera en su cama.
Jason la arropó y le contó historias inventadas hasta que la tormenta comenzó a sonar lejana. Alana se relajó, escuchando cómo Jason hacía ruidos extraños imitando a monstruos y héroes, haciéndola reír y olvidarse del miedo.
—No importa cuántas tormentas haya, yo siempre voy a estar aquí, ¿sí? —le dijo él en un susurro cuando ella empezó a cerrar los ojos.
Desde ese momento, cada vez que algo la asustaba o la hacía sentir sola, sabía que siempre podía ir a la cama de Jason. Él era su refugio, su puerto seguro en medio de cualquier tormenta.
07 de enero 2009
Cuando las cosas se pusieron realmente mal en casa, Jason y Alana idearon un “plan de escape.” Con una mochila llena de sus cosas favoritas y algo de comida, salieron de casa una noche, decididos a encontrar un lugar donde nadie pudiera herirlos.
Estaban en el parque más cercano, compartiendo una barra de chocolate a medias mientras planeaban dónde ir.
—Podríamos ir a la casa de la señora Ann, ¿te acuerdas de la vecina que siempre me da galletas? —sugirió Alana, con esperanza.
Jason, viendo que la noche se volvía más fría, puso su chaqueta sobre los hombros de su hermana.
—Tal vez. Pero quiero asegurarme de que sea un buen lugar para ti, ¿sabes? Un lugar donde estés segura.
Finalmente, se quedaron dormidos bajo un árbol, con Jason sosteniéndola para que no tuviera frío. Aunque no lograron escapar, aquella noche reforzó la promesa de Jason de cuidarla y protegerla, pase lo que pase.
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