Escena 9

Su respiración estaba agitada y su pecho subía y bajaba con rapidez como si estuviera corriendo un maratón. Sus ojos desbordaban en lágrimas, admirando como el cuerpo de la albina se alejaba de él, con miedo y repulsión.

—E-Espera Eli, esto no es...—

—¡Aléjate!—grito la princesa con horror—¡Eres un demonio! ¿Cómo pudiste hacerle eso a un inocente?—

—¿Qué?...—el aire abandono sus pulmones al ser acusado de tal cosa, luego miró a su alrededor y se descubrió con las manos ( o más bien, garras) manchadas de sangre fresca y algunos trozos de carne en la punta de los dedos, desvío la mirada para ver a un humano brutalmente asesinado en el suelo. Luego vio a otro y a otro y a otro hasta que se dio cuenta de que era una larga fila de cadáveres tanto de niños como de adultos tirados a sus pies.

Entonces fue cuando comprendió el terror en la mirada de su amada. No sabía cómo, ni sabía porque había causado tal...masacre, no recordaba nada, ¿Qué había sucedido?

—Eli...—

—¡No, aléjate!—el dolor que le estaba causando el desprecio de su amada lo hizo doblarse hasta quedar de rodillas. Su corazón ardía de sentir como ella le temía y su alma que partía de solo ver cómo repudia su presencia.

"No, no por favor"

Había perdido mucha gente a lo largo de sus 3000 años de vida, justo cuando había ganado amigos, justo cuando podía estar con su amada, ¿Justo en ese momento perdía el control?

¿Creíste que podrías escapar de mi?— una voz grave y conocida que lo dejo helado en su lugar, su padre, el rey demonio, ¿Por qué escuchaba su voz? No, era imposible, ¡Se supone que estaba sellado!. Su primer instinto fue ponerse enfrente de la princesa para protegerla, pero apenas dio un paso al frente ella retrocedió asustada—Tu mente y tú cuerpo siempre serán mios, yo te cree—soltó una risa burlona y Meliodas pudo sentir como la oscuridad se movía en su interior, tomando vida y moviéndose a su antojo como una estúpida marioneta—Aunque quieras deshacerte de mi, una parte de mi poder siempre vivirá en tu interior

—Ya basta, detente—luchó contra si mismo, tratando de contener la magia maligna que la voz de su padre trataba de sostener.

No, si dejaba que saliera, Elizabeth...

—¡Ya basta!—gritó desesperado

—¡Meliodas!—

Abrió sus ojos y se sentó de inmediato con la respiración agitada y un sudor frío recorriendo su rostro. Podía escuchar el sonido de sus corazones acelerados golpeando contra su tímpano y dio un brinco del susto cuando sintió una mano en su hombro. Rápidamente tomó su espada, que permanecía a su lado y la alzó buscando defenderse de la oscuridad.

—¡Tranquilizate Meliodas!—parpadeo varias veces, esa no era la voz del rey demonio, era la voz de...de Elizabeth, de su diosa—Calma, deja la espada—obedeció, lentamente bajó el arma hasta dejarla de nuevo a un lado de la cama y se recostó permitiendo que las cálidas manos de su amada lo abrazaran.

Pronto todo regreso a su mente de golpe. La guerra santa, la pelea contra su padre con ayuda de todos sus amigos, volverse el rey demonio, salvar a su hermano, matar a su padre y finalmente liberar a su amada y a él de la maldición.

Todo había sido una pesadilla, no había peligro, él no era un peligro. El alivio que sintió al pensar en todo eso hizo que sus músculos lentamente comenzaran a relajarse y su respiración se fuera tranquilizando de poco a poco.

—¿Qué soñaste?—le preguntó Elizabeth con voz dulce. Meliodas sintió la garganta seca de solo recordar la horrible sensación de la culpa y el dolor que le causó ver temor en los ojos de la albina y no pudo evitar el escalofrío.

Alzó sus brazos temblorosos para estrujar el delgado cuerpo a su lado, aferrándose con fuerza a las curvas de su mujer y hundió su rostro en medio de sus cremosos senos. No quería recordar, quería olvidar, quería dormir en paz en brazos de la mujer que amaba y quitarse esa horrible sensación del pecho. Negó con la cabeza y Elizabeth comprendió que no quería hablar de eso.

La estrujó un poco más fuerte, rogándole en silencio amor para que el dolor en sus corazones dejara de atormentarlo.

La mitad diosa entendió perfectamente lo que su amado quería y alzó sus manos para comenzar a acariciar sus hebras de oro, al instante pudo sentir como su pequeño cuerpo comenzaba a temblar y continuo con sus cariños con aún más cariño.

—Tranquilo, solo fue una fea pesadilla que no se hará realidad—susurro— Estoy aquí contigo, sigo aquí y no me iré— y Meliodas se sentía tan agradecido por eso, porque no sabía en que pozo tan profundo del infierno estaría en ese momento si ella jamás lo hubiera salvado de su propia maldad.

—Te amo—murmuró contra su piel, siendo escuchado por la diosa que soltó una risita dulce y se inclinó hasta dejarle un beso en su cabello. Eso fue suficiente para que la sensación de dolor se fuera definitivamente de su pecho.

—Yo también te amo—

*
Me surgió la idea justo ahorita y necesitaba escribirla.

Hace mucho no tenía una idea para un mini escrito melizabeth.

Por cierto, lamento si algo en la redacción está mal o no se siente bien, hace mucho no escribo sobre ellos jaja así que espero puedan tener paciencia en lo que me vuelvo a acostumbrar un poco.

En fin, lamento faltas de ortografía y espero les guste

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top