Escena 5

—Dejame ver si entendí bien—Ban se tallo el puente de la nariz con una clara mueva de enojo a la vez que el tic nervioso en la pierna de meliodas aumentaba—Elizabeth Goddess...esa Elizabeth Goddess que todos conocemos. Esa misma elizabeth que molestaste en secundaria, esa misma elizabeth que te molestó a ti en preparatoria y esa misma elizabeth que te cogiste durante toda la maldita universidad—

—S-Si—el blondo tartamudeo asintiendo con la cabeza y llevando una de sus manos hasta su boca para empezar a morder sus uñas. Zeldris también llevó su mano derecha directo a la frente incapaz de soportar la estupidez de su hermano y finalmente king se mordió el labio para evitar reír.

Ban prosiguió.

—La invitaste a salir y tienes una maldita hora para arreglarte y pasar por ella—meliodas asintió con la cabeza—Y el problema es...—

—No se si debo ir—todos los presentes soltaron sonidos de frustración. Ban le dio un golpe que tiro a meliodas, king se soltó a reír fuertemente y zeldris fue por una cerveza que tenía en el refrigerador. Era el colmo, ese maldito imbecil acababa de invitar a salir a una chica con personalidad hermosa...¿Y pensaba dejarla plantada?

—¡Eres un imbecil! ¿En serio planeas dejarla plantada? —

—N-No —el de ojos verdes se levantó del suelo con el ceño fruncido—Pensaba llamarle y decirle que tuve un compromiso y...—

—¡Inútil eso es peor! —grito el albino de gran tamaño apretando los puños incapaz de entender si era mejor golpearlo o sacudirlo con fuerza—¡Le vas a destrozar las ilusiones que se hizo! —

—¡No tienes que recordármelo, eso ya lo sé! —grito meliodas con la misma frustración que sus dos amigos y hermano menor sentían en esos momentos. Antes de que cualquiera de los otros tres presentes pudiera protestar por su estupidez, el rubio se dejó caer en el asiento en un suspiro profundo y luego clavo la cabeza en sus manos—Escuchen, yo no se si deba de ir, no porque quiera ilusionarla y luego abandonarla, sino que...me aterra—

—¿Te aterra? ¿La dulce ellie te da miedo?—king soltó una risa más completamente incrédulo de lo que meliodas había dicho y, a decir verdad, si era algo muy tonto. ¿Cómo carajos una persona tan dulce y atenta como Elizabeth podía causarle miedo? Era algo ilógico, completamente ilógico.

—No es que ella me dé miedo —meliodas lo miró unos segundos antes de volver a ocultar su rostro entre sus manos —Solo que, llevamos juntos desde primaria,eramos amigos. En secundaria fui un imbécil con ella y la moleste, en preparatoria ella se desquito conmigo molestandome y luego cuando nos hicimos adultos...la deseaba demasiado—los tres presentes se quedaron en silencio meditando lo que el blondo decía, al no recibir ninguna burla ni mucho menos un regalo meliodas supo que podía continuar—Pensé que todo se arreglaría después de pasar una noche a su lado, pero eso solo aumentó, el sentimiento en mi se volvió más grande de lo que pensé. Ya no podía pasar una noche sin estar a su lado, su sonrisa, nuestras pláticas, cuando se enojaba conmigo por mí actitud infantil—se detuvo un poco para suspirar y tomar aire—Dejó de ser sexo por placer y se volvió...—

—Hacer el amor—sorprendente mente fue zeldris quien terminó su frase. El menor se acercó hasta su hermano gemelo lo suficiente como para que él rubio sintiera su calor corporal y luego dejara de cubrir su rostro para ver a su hermano a los ojos. Lo que zeldris vio no fue al chico que le encantaban las fiestas, ni al irresponsable trabajador que aún así se salía con la suya y era el mejor en su empleo, vio a su hermano en realidad. Un chico que necesitaba el amor, comprensión y cariño que esa chica le ofrecía. Vio a un hombre completamente enamorado. Vio a un niño pequeño con ojos llorosos que era consolado por una niña pequeña de cabello plateado largo. Eso fue lo que vio y lo que lo hizo sonreír.

Antes de poder evitarlo, una lagrima traicionera se resbaló por la mejilla de meliodas. King dejó de reír al ver eso.

—Solo dilo ya—susurro zeldris, el lugar estaba tan silencioso que Ban y king lo escucharon. Meliodas lo miró una vez y una segunda lagrima se resbaló por su mejilla izquierda. El de cabellos azabache fue rápido a sentarse al lado de su hermano gemelo, mayor por solo unas horas y finalmente le coloco un brazo en los hornos como una forma de consolarlo—Te haces más daño al no aceptarlo—

—La amo—sus susurro fue bajo, pero lo suficientemente claro como para que todos lo escucharán y es que esa era la única verdad. Meliodas le tenía miedo al amor, había visto las peleas entre sus padres y había vivido el divorcio de estos mismos estando muy pequeño, luego su madre murió en un accidente automovilístico junto con su pareja y eso había causado que meliodas y zeldris fueran a vivir con su padre. Al estar ahí había visto cómo su padre llevaba prostitutas a su hogar en cortos períodos de tiempo, una tras otra, todas terminaban de la misma manera. Se sentía tan enojado con la vida que empezó a desquitarse con una alma hermosa, fue cuando empezó a molestar a elizabeth en secundaria con lo molesto que se sentía con su vida, se sentía aterrado de pensar que el amor se trataba de eso, peleas, dolor, muerte, sexo sucio y bizarro—La amo mucho y eso me asusta—Zeldris mas que nadie en esa habitación sabia la razón

En la preparatoria su padre cambió, le dio una enfermedad de transmisión sexual por lo que tuvo que olvidarse de coger como un loco y por primera vez en años empezó a ocuparse de sus hijos, eso lo hizo sentir bien por poco tiempo, dejó de estar enojado con la vida, pero fue en ese momento que Elizabeth empezó a molestarlo desquitandose con lo que le hizo en secundaria. Pará cuando ambos crecieron y él empezó a darse cuenta del valor de elizabeth como persona fue que poco a poco se dio cuenta de que la amaba, quiso disfrazar las mariposas en el estómago diciendo que era deseo sexual, quiso disfrazar su sonrojo diciendo que era calentura y quiso disfrazar sus noches de hacer el amor diciendo que era sexo causal.

Ahora tenía la oportunidad de abrirse al amor por primera vez, de disfrutar de ese hermosos sentimiento al lado de una persona maravillosa, pero el miedo a lo desconocido y a lo vivido en su infancia y adolescencia le susurraba al odio como un dragón traicionero.

Así era como se sentía meliodas en esos momentos. Asustado, sin saber que la chica por la que suspiraba estaba igual o más asustada que él, incapaz de saber si llamar para cancelar su cita o ir corriendo a la casa de su amado para hablar las cosas. No salir, no bailar, no tomar, solo ser un par de amigos charlando y confesando sus sentimientos.

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