Escena 3

—¿Por qué vas a llamarlo? —la pelirroja frunció su ceño cuando vio cómo la de cabellos plata empezaba a marcarle a su novio. La bella sonrisa de Elizabeth iluminó la habitación en la que ambas estaban pasando el tiempo y finalmente el tono es espera en su oído la hizo reaccionar.

—Pará agendar nuestra cita—liz frunció aún más su ceño.

—Bien, nena, no quería decírtelo, pero...—Elizabeth miró a su mejor amiga con interrogativa al no comprender sus palabras. A su compañera le tomó solo cinco segundos el acomodarse bien en la cara, tomar las manos de la platinada y luego cambiar su expresión a una llena de pena y preocupación. ¿Qué mierda? —Prefiero decírtelo ahora a que sufras después—

—Liz, me asustas. ¿Qué sucede? —su expresión era realmente sería, lo que le iba a decir la tenía con él corazón latiendo a mil por hora, tan nerviosa estaba que decidió colgar su teléfono y mejor esperar hasta que su charla de chicas terminará para volver a marcarle a su pareja

—Nena, entiende, Meliodas se va a aburrir de ti—Elizabeth casi se suelta a reír por eso. ¿Por qué le diría eso? Meliodas la amaba, jamás iba a aburrirse de ella ni en esa ni en otras mil vida. Eso él se lo había dejado muy muy claro. Al ver que sus palabras habían tenido el efecto contrario en la albina, la peli roja aparento un poco más las manos contrarias y clavo sus ojos azules en los de su mejor amiga—Por favor ellie, lo digo por tu bien, necesitas despertar—

—Liz basta, se que lo dices porque te preocupa que meliodas me haga daño, pero él es un hombre increíble y además...—

—Podrá ser muy increíble, pero tu eres una niña de casa—Elizabeth alzó la ceja confundida. ¿A que venía eso? Si, sus padres la sobreprotegian mucho, no la dejaban salir a fiestas ni tomar, era un ratón de biblioteca, en su familia estaba prohibido fumar y además la música alta era algo que sus padres y hermanas detestaban. Le había costado mucho que aceptarán a meliodas en su vida ya que ellos dos eran polos opuestos. Meliodas siempre tenía una cerveza en la mano, tenía la risa más escandalosa que podrías escuchar nunca, siempre es el alma de cada fiesta a la que va y la música que escucha siempre está al máximo volumen. Eran distintos. Ella una niña de casa, él un joven liberal y por eso es que lo amaba tanto.

—Amiga, de verdad, no entiendo a qué viene esto pero...—

—Elizabeth. ¿De verdad no lo ves? —la mirada llena de tristeza en los oídos de su mejor amiga causaron un efecto inmediato en el corazón de elizabeth. Empezaba a asustarse, liz no solía poner esa mirada a menos que fuera algo que de verdad la agobiara—Meliodas va de fiesta en fiesta y a ti no te dejan salir, él escucha música fuerte y tu baja, Él tiene su vida sexual activa y tu aun no tienes tu primera vez, él fuma y toma y tu odias el olor a cigarro o a persona alcoholizados...—

—Bueno, eso es cierto, pero...—

—Nena, por mas genial que meliodas sea, en algún momento va a aburrirse de ti. A él le gusta la acción, bailar, cantar hasta el amanecer, divertirse con sus amigos y luego correr por las calles como si fuera un niño pequeño y, seamos realistas, tú jamás le podrías dar algo como eso—los labios de la platinada se fruncieron. Eso era real, él era un espíritu libre e indomable, le encantaba socializar y portarse como un niño pequeño con sus amigos, a ella no le permitían salir y había llegado un punto en el que él le había dejado de preguntar si gustaba acompañarlo a una fiesta. ¿Acaso empezaba a aburrirlo?—Su vida sexual es activa, se ha acostado con sus novias anteriores y tu no tienes experiencia. ¿De verdad crees que vas a complacerlo cuando se te acerque a ti con esas intensiones? Lo vas a decepcionar tanto que seguro no querrá volver a tocarte—los ojos azules de Elizabeth se llenaron de lágrimas.

—Pero él me ha dicho que no...—

—¡Olvida lo que te ha dicho! —objeto en voz alta la pelirroja—¿Ver películas y series en tu casa? ¿Invitaciones a cenar o comer? ¿Salir a caminar al parque? ¡¿Bailar vals?! —Grito esto último sacudiendo a la adolorida albina a la cual se le había ido el aire al empezar a notar eso. Era cierto, cada que lo invitaba a su casa para hacer su rutina, meliodas soltaba un suspiro detrás de la línea y aceptaba con poca emoción. Aveces lo veía bostezar mientras veían una película o cerraba sus ojos y soltaba suspiros largos, se aburría con ella...ella era aburrida...ella lo aburría a él—Nena, en nuestros tiempos eso es anticuado. Meliodas quiere a una mujer que salga con él, una con la que pueda durar hasta el amanecer en fiestas, una en la que pueda llevar en su moto durante la madrugada, una chica que tome al igual que él y, por supuesto, que tenga más experiencia en cuanto a sexo se trate—el silencio que siguió después de esas palabras fue cortado por los dulces sollozos de la dama albina. Era cierto, muy cierto. ¿Cómo pudo ser tan estúpida como para pensar que Meliodas la amaba tal y como era? Ella no era suficiente para él, se merecía una mujer más valiente, que no sea tan llorona, que sea aventurera. Una mujer como...como...

Como liz...

Diez minutos después su "mejor amiga" ya se había ido de su casa dejándola con el corazón destrozado y las dudas dando vueltas por su mente, todo lo que liz dijo era cierto, no lo merecía, ella era tan poca cosa para alguien como él. Era tan niña de casa, que había sido estúpida al enamorarse de alguien como su amado blondo. El sonido de su teléfono timbrado la hizo salir un poco de su mundo tristeza, contestó sin fijarse el nombre y el corazón casi se le sale al escuchar la voz masculina al otro lado de la línea.

—¿Esta todo bien, nena? —era meliodas, había visto que tenía una llamada perdida y no dudo en marcarle de regreso. En solo tres segundo el rubio de ojos verdes pudo darse cuenta de varias cosas y eso lo hizo tomar las llaves de su motocicleta, colocarse un suéter rápido sin preocuparse por ponerse camisa debajo y ponerse los zapatos tan rápido que sin querer se puso uno rojo y uno negro. En primer lugar, su elizabeth estaba llorando sin consuelo y odiba verla llorar, una cara tan hermosa no merecía llorar así. La segunda, era que no le había contestado con su mismo entusiasmo de siempre y eso le causó un mal sabor de boca, ¿que le pasaba a su hermosa novia?. La tercera y última, fue que ella seguía con la respiración agitada y se escuchaban sonidos raro como si su mano estuviera temblando tanto que la bocina del teléfono chocaba a contra su pendiente azul, estaba nerviosa y eso lo asustó. Quizá estaba teniendo una crisis de ansiedad y no tenía a quien le ayudara a regularse, si era eso entonces debía de ir corriendo para ser su soporte—¿Elizabeth? ¿Me estas asustando cielo?—

—Meliodas...—la voz rota de su chica lo hizo detenerse a tan solo unos pocos centímetros de la puerta. Se quedó quieto escuchando atentamente a lo que le fuera a decir y espero paciente a que ella sorbiera por la nariz y se aclarara un poco la garganta—¿Me amas?—en toda respuesta, el blondo sonrió con ternura y se aferro aún más al teléfono.

—Por supuesto Elizabeth, en esta y más vidas, siempre te amaré—Él no recibió respuesta de regreso. Apenas ella escucho esas palabras corto la llamada colgando sin dar explicaciones y le dio la motivación suficiente a Meliodas para salir de su casa y luego colocarse su casco.

Iba a ir a su casa a consolarla, iba a darle esos abrazos que ella le daba cuando se sentía roto y luego la iba a llenar de esos besos cálidos que calaban el alma. Porque eso amaba él de ella, su timidez, su valentía, su determinación, su inocencia. La amaba tanto que no sabía que iba a ser si perdía a un ser tan puro como Elizabeth.

No la merecía. Ella era perfecta, tan perfecta que ya estaba planeando como pedirle matrimonio el año próximo

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