7. ¿Y si estaba destinado a suceder?
Hozier - Unknown (2:52 - 3:50)
La probabilidad de encontrar a alguien específico en una ciudad como San Francisco depende de muchos factores: tamaño de la población, la densidad poblacional y el grado de movilidad. Pero, si consideramos la población total de San Francisco, que es de alrededor de 880,000 personas, la probabilidad de encontrarte con una persona en particular en la ciudad es baja. Muy baja.
De todas formas, si hacemos unas aproximaciones basadas en estadística y probabilidad, se puede decir que la probabilidad de encontrarte con alguien en particular en San Francisco es de aproximadamente
Había tan solo 1 posibilidad entre 400,000 de volver a ver a la rubia de ese día, y por alguna razón, conseguí ese 1.
—¡La mujer que me salvó de la policía! —dice ella con emoción, saltando un poco y sonriendo de forma aún más amplia.
Sí. El mismo brillo en sus ojos azules, la misma calidez que parece salir de cada poro de su cuerpo. El rosado en sus mejillas salpicadas con pequeñas pecas y el mismo tono de azul.
Creo que podría reconocer esos ojos azules en cualquier lugar.
—¡La mujer que me besó para escapar de la policía! —respondo.
¿Qué más se supone que debo decir?
Comentar que desde ese día la he estado buscando entre la multitud sin entender porque lo hago, suena un poco precipitado.
—¡¿Qué?! —preguntan Colin, Remy y mi hermana al mismo tiempo.
—Es una historia muy divertida. Verán, yo estaba caminando por la calle cuando vi...
Mientras la escucho hablar mi mente va hacia ese día y recuerdo la historia del dueño del perro, la policía y, sobre todo, recuerdo el beso.
Fue un beso corto. Demasiado para mí gusto. Ni siquiera me dio tiempo a procesarlo.
—Jaz, te juro que no entiendo cómo sigues metiéndote en este tipo de problemas —le dice Remy.
¿Jaz? ¿Es su nombre o un diminutivo?
—Oye, yo no busco los problemas. Los problemas me buscan a mí. Oh, pero que grosera soy —dice la rubia mirando a Remy, y después gira su rostro hacia mí, dando unos pasos en mi dirección—. Soy Jazmín Dawson. Es un gusto conocerte.
Jazmín.
Las flores de jazmín tienen muchos significados: pureza, honestidad y sinceridad. También significan amor, compasión y lealtad. Las flores de jazmín también simbolizan paz, unión, bondad y alegría.
¿Simbolizas todo esto, Jazmín? —me pregunto en mi mente mientras la observo.
—Drea Reagan —le digo, mientras estrecho su mano.
Jazmín suelta una pequeña risita y se para en la punta de sus pies haciendo un gesto con su mano que no logro entender del todo.
—Oh, lo sé. He escuchado tu música, es excelente. Fui a un concierto tuyo en New York y lo amé... Oh, hice magdalenas. ¿Te gustaría una magdalena? ¿O algún otro postre? Puedo hornear lo que gustes. Haré lo que quieras.
Mi ceja izquierda se eleva y la punta de mi lengua recorre mi labio inferior casi al mismo tiempo que una sonrisa felina se plasma en mis labios al escucharla.
Oh, Jazmín. Si supieras lo que me viene a la mente al escucharte decir eso.
—¿Lo que yo quiera?
Me la imagino envuelta en cuerdas o en seda negra: suave y sumisa. La imagino en mi cama, aunque jamás he dejado que nadie a parte de mi se acuesta ahí. Pero justamente en mi cama es donde la imagino, con su cabello rubio extendido sobre la almohada, cabeza hacia atrás y ojos nublados de placer.
Ella, por supuesto, no tiene idea de hacia dónde van mis pensamientos y es lo mejor.
No alcanzo a decir nada porque Lennox me toma del brazo y me lleva hacia su habitación, comentándole a los demás que necesita hablar conmigo en privado.
Pongo los ojos en blanco porque ya sé lo que dirá.
—No.
Levanto las manos en señal de rendición.
—¿Qué? No hice nada.
—Drea, te conozco, deja de coquetear con la hermanastra de Remy.
Ahí es cuando caigo en cuenta que la rubia es la hermanastra de Remy. Todo este tiempo ella ha estado muy cerca. Hemos cruzado caminos sin encontrarnos. La buscaba entre la multitud y ella estaba a unos pasos de mí.
Desde aquella vez dónde la "salvé" de la policía y hasta este momento, ¿cuántas veces yo llegaba cuando ella se iba o me iba cuando ella llegaba?
—¿Por qué? Así podría dejarte el camino libre para que estés con Colin y dejes de estar sufriendo por él.
—Estoy bien.
Oh, Len. Puedes mentirles a todos, pero no a mí. He caído tantas veces de tantas formas diferentes, que conozco muy bien los distintos caminos que se toman hasta el abismo.
Ese oscuro camino que nos lleva a correr hacia nuestros métodos pocos sanos de supervivencia y, al igual que yo, Lennox cae en el consumo excesivo de alcohol mientras deja las pastillas que le recetó su terapeuta para ayudarle a controlar su ansiedad.
—Vamos, Len, sabes que no es cierto. Mírate, ¿cuándo fue la última vez que dormiste? Es obvio que te duele la situación que tienes con él, te duele que te ignore, te duele ver qué lo lanzaste a los brazos de Jazmín, te duele que mientas se aleja de ti, se acerca a ella. Te duele...
—¡Basta! Cállate, solo... Cállate. No sabes nada. Nada. ¿Quieres escucharme decirlo? Sí, me duele. Me duele tanto. Me está desgarrando por dentro y no entiendo de dónde sale todo este dolor, no entiendo porque me duele tanto. Y solo quiero que todo sea como antes, lo extraño y está ahí justo frente a mí, pero no lo puedo tener y es mi culpa, yo lo alejé. Fui tan cruel con él, Drea y no lo merece y duele. Duele.
El dolor es algo con lo que me puedo identificar, ¿el resto? No tanto.
Kelly suele bromear diciendo que estamos emocionalmente atrofiados, y sí, tiene razón. Lo estamos. No sabemos lo que sentimos y tampoco sabemos cómo expresar dichos sentimientos. Lo que sabemos es reconocer la derrota y las emociones que vienen con ella, porque es lo único que nos hicieron aprender.
—Len, no es justo para ninguno de los dos lo que estás haciendo. ¡Estás decidiendo por Colin! Es algo que no te corresponde y sí, yo sé que tú crees que sabes que es mejor, pero Len, solo estás asustada.
Descansa su cuerpo contra el mío y mis brazos, que están envueltos alrededor de ella, la sujetan con fuerza.
—Sí, tengo miedo. Mucho miedo, Drea.
—Mira, yo mejor que nadie sé de dónde vienes con todo el asunto del amor es una debilidad y toda esa mierda, y si soy honesta contigo, es verdad, a veces puede serlo. Enamorarse de alguien puede ser algo aterrador, a veces puede hacerte sentir patético y tonto. Pero, Lennox, si te enamoras de la persona adecuada y juntos encuentran la manera de hacer que funcione, todas esas inseguridades dejan de importar. Porque incluso si no desaparecen de repente, alguien que te ama como mereces, ayudará a eliminarlas.
Digo un montón de cosas que ni siquiera sé si son ciertas, pero parecen ser justo lo que mi hermana necesita escuchar. Porque, ¿qué se yo del amor? Mi mayor referencia es la relación toxica que tengo con Emilia. A veces ni siquiera logro sentir algo o todo lo que siento es una amalgama de malas emociones: odio, desprecio hacia mí misma.
No puedo enamorarme de nuevo, creo que entre Emilia y mi camino hasta la cima de la fama, perdí mi capacidad de amar.
—Todo va a estar bien, Len.
Limpio sus lágrimas con cuidado, sonriendo ante la forma que ella suspira. Dejo un beso en su mejilla y la vuelvo abrazar.
Tarareo la música chiquitita de ABBA porque a ella le gusta ese grupo y, al parecer, al igual que a mí, la música la ayuda a relajarse y a dormir porque se queda profundamente dormida en mis brazos. Y con cuidado la acomodo en la cama antes de salir de la habitación.
—¿Ella está bien? —pregunta Colin una vez que salgo de la habitación.
Es una Reagan, por supuesto que no está bien —estoy por responder—, pero es buena fingiendo lo contrario. Igual que el resto de nosotros.
—Sí, está algo cansada. Fue un día difícil en el trabajo —es lo que termino respondiendo—. Se quedó dormida. Cuídala, por favor.
La palabra por favor, sale más como una orden y advertencia, que, como otra cosa, y Colin capta el mensaje.
Le sonrío y me despido de él.
Antes de salir del apartamento busco a la rubia alrededor, pero no la veo por ningún lado. Una lástima, pero creo que es mejor así. ¿Quería verla de nuevo? Bueno, ya la vi y hay que seguir.
—Hola de nuevo —me saluda cuando salgo del apartamento.
Jazmín está sonriendo, parada contra la pared y sosteniendo su teléfono en la mano, la cual deja caer a un costado con la pantalla aún encendida. Ladea un poco la cabeza y algunos rizos rubios caen contra su cara, ella los aparta en un rápido movimiento de su mano antes de dar un paso hacia mí.
—Te estaba esperando —me dice—. Y ahora que lo digo en voz alta suena como si te hubiera estado acosando. Lo cual no he hecho. Lo juro. No soy una acosadora.
Su sonrisa es tan brillante como la recordaba y su aura sigue siendo cálida. No era algo de solo aquella vez, es parte de quien es Jazmín.
Y las alertas se encienden en mi cabeza.
—Serias una linda acosadora —murmuro y ella se ríe, de forma ligera y con un sueve sonrojo en sus mejillas llenas de pequeñas pecas—. Antes, cuando nos conocimos, ¿dijiste que sabías quién era yo?
Asiente con la cabeza.
—Sí y te juro que no te estaba acosando.
—Entonces, ¿también sabías que era hermana de Lennox y que suelo venir a este apartamento?
Es un poco decepcionante y un ligero golpe a mi ego, saber que ella tenía conocimiento de quién era yo y no hizo nada por encontrarme mientras que yo estaba buscándola en cada rubia que veía en la calle. Deteniéndome cada vez que veía una cabellera similar a la suya.
Pero da igual, como me estado repitiendo, es solo una rubia más.
—Sí, por eso me quedé aquí —responde—, sabía que de forma eventual te vería. Solo debía ser paciente.
—¿Perdona?
—Le pregunté a Remy por ti y él me dijo que ya me estaba imponiendo con mi presencia a Lennox y que no lo haga también con sus hermanas.
Pero qué metido me salió Remy.
Nota mental: decirle a Katie que Remy se quejó de uno de sus platillos para que lo castigue.
—Remy sabe que me encanta tu música y tú —me sigue contando ella—, por eso me pidió que me mantenga lejos. Dijo que lo último que querías era una fan atrás de ti.
—Así que también te encanto yo, no solo mi música. Interesante, Jazmín. Esas son declaraciones muy fuertes.
Noto casi al instante que no entiende el trasfondo de mis palabras y que su oración, es solo la declaración de alguien que aprecia mi trabajo como cantante. ¿A mí? No, no podría apreciarme y mucho menos estar encantada conmigo, con quién soy en realidad y no solo la imagen de Drea la cantante que ama estar en el escenario y siempre tiene una respuesta que deja a los demás confundidos.
Esa no soy yo, no en su totalidad, es solo una capa de todo lo que realmente forma mi persona.
—No te estoy molestando ahora. ¿Verdad? Porque si es así, lo siento. No pretendía...
—No —la interrumpo—, en lo absoluto. Me agradas.
Parece complacida con mis palabras y su rostro se ilumina aún más.
—Gracias, Drea. Espera. ¿Te puedo llamar, Drea?
—Tú puedes llamarme como quieras. Incluso podrías llamarme cualquier noche si deseas.
Le doy a Jazmín una sonrisa descarada y Jaz me devuelve una media sonrisa, frunciendo un poco sus cejas.
—Oh, no. No te preocupes, no te molestaré por las noches, entiendo que debes tener un día ocupado y seguro deseas descansar en las noches. Además, no tengo tu número para llamarte.
Oh, Jaz.
Niego con la cabeza y le extiendo mi teléfono.
—Anota ahí tu número —Jazmín obedece y anota su número en el dispositivo antes de devolvérmelo—. Y cuando te escriba tendrás mi número privado por si deseas llamarme.
—¡Por supuesto que te llamaré!
—Y podríamos ir a un lugar privado.
Le guiño un ojo y Jaz se ríe.
—Por supuesto, entiendo, eres una estrella. No puedes ser vista por ahí con cualquiera —finaliza ella con una amplia sonrisa.
No puedo evitar reírme y negar con la cabeza.
Es tan dulce e ingenua.
—No voy a llamarte —confieso, porque al verla no puedo mentirle y dejar que espere algo que no va a llegar—. Y esto sonará cliché, pero, no eres tú soy yo. No soy una persona particularmente buena, soy egoísta. Lo soy como amiga, hermana y en general y tú pareces una buena persona, así que, como consejo, mantente lejos de mí. Será lo mejor para ti.
Me despido con la mano y me obligo alejarme de ella, a pesar que hay algo casi magnético que me quiere mantener anclada al piso frente a Jazmín y su sonrisa que podría iluminar un país entero.
Es solo una rubia más —me recuerdo.
Es mi auto, camino a casa, saco mi teléfono y abro la aplicación de notas para empezar a escribir un par de letras que parece que no quieren salir de mi cabeza. Me exigen que las escriba y justo eso hago.
Al llegar a mi Pent-house veo a Emilia esperándome.
—Me has hecho esperar mucho, mi corazón.
La veo y recuerdo los jóvenes que éramos cuando empezamos en esta mierda y como todo fue en picada tan pronto como nuestra música empezó a tener éxito. No había nadie que nos dijera que eso estaba mal, que nos haga ver lo estúpidas que estábamos siendo. Solo éramos dos jóvenes tratando de escapar del mundo y lidiar con la fama.
Éramos jóvenes, estúpidas y estábamos algo rotas. Una terrible combinación en el mundo que vivíamos.
—¿Qué quieres?
—Ver como estas. Tu gira se acerca y eso nunca es bueno. ¿Ya tuviste tu reunión con Henry?
maldigo al recordar que tengo una reunión con Henry Bauer.
Henry Bauer es el tipo de persona que cualquiera llamaría cruel. Disfruta el recordarme que tiene control sobre mí y mi carrera, y que si tengo éxito es gracias a él y mi cara bonita. Que no tengo talento suficiente y ahí afuera hay muchas mejores que yo.
Pero no son yo.
Él también disfruta al recordarme que es dueño de mis discos y no importa las ofertas que haga, él se rehúsa a venderme mi trabajo.
—No, creo que es pasado mañana. No estoy segura. Y si viniste para hablar de eso, no estoy de humor.
Es él quien vende noticas falsas cuando se enoja conmigo, cuando hago algo mal para castigarme. Noticas que van desde acostarme con hombres al azar que acabo de conocer esa noche, hasta engañar a parejas con las que nunca tuve nada.
¿Por qué? Le gusta vender mi imagen de chica mala. La rebelde. La oveja negra.
Esa es la imagen de mí que le funciona y no la va a soltar, sin importar el peso que conlleva para mí el sostener dicha imagen.
¡A la mierda mi salud mental! El dinero que él pueda ganar al explotarme es más importante.
—Vine hablar contigo sobre algo, pero ahora que te veo, ya no importa. Ya no quiero que hablemos.
Abro la puerta y me quito el abrigo, escuchando como Emilia la cierra y dejo mis botas a un lado.
Ella me alcanza y me detiene, recostando mi espalda contra la pared más cercana.
—¿Y ahora qué quieres?
Hay algo en nuestra relación que siempre ha sido tóxica. Un pequeño gran detalle que me dispuse a ignorar porque me sentía atraída a ella como un imán. Pero, dejando a un lado la atracción que podamos compartir entre nosotras, sin importar las mentiras que ella diga, no entiendo como cada vez que ella toca la puerta, yo la dejo entrar.
Cada vez, sin falta.
He empezado a pensar que es algo inevitable, porque he intentado resistirme durante años, pero es inútil. Es un ciclo que hemos estado repitiendo desde que nos conocimos y nos hicimos amigas: "Las mejores amigas de la industria musical", nos llaman los medios. Si tan solo supieran.
—Sabes lo que quiero, Drea.
—Dilo. Dime que quieres.
Miénteme —pienso—. Miénteme porque me gusta como suenan tus mentiras.
—A ti —susurra contra mis labios—. Solo tú.
—Y aun así estas de novia con él.
Sus manos comienzan a bajar por mi cuerpo, vagando de una forma que muestra cuanto me conoce, porque sabe justamente donde tocar y presionar para hacerme ceder ante ella.
—Lo hago por las dos, para protegernos.
—No. Lo haces por ti, yo sigo jodida y lo sabes.
Se ríe, de forma amarga.
—¿Y crees que yo no?
No se detiene y sonríe antes de quitarse la blusa y bajar el cierra de su falda, dejándola caer a sus pies y pateándola lejos antes de volver acercarse a mí.
—Fóllame —susurra, juguetona, clavando sus uñas en mi piel mientras besa mi cuello—. Fóllame como si fuera tuya.
Sus labios besan con ímpetu la piel de mi cuello y clavícula.
—Conoces las reglas, Emi, nada de marcas.
—¿Por qué? —me desafía.
No respondo y sonrío, antes de tomar su mano y llevarla hasta el sofá y empujarla ahí para sentarme en su regazo. Sonríe contra mis labios y lleva sus manos a mi cintura para acercarme a ella, pero no parece ser suficiente.
Ambas queremos más.
Besa mis pechos, mordiéndolos de forma provocativa, pero sin llegar a lastimarme y chupando mi pezón hasta que consigue hacerme gemir, algo que la hace sonreír y parece que es justo la reacción que esperaba conseguir.
—Te voy a marcar como si fueras mía —me dice con sus labios cerca de mi piel—. Y tú me vas a follar como si fuera tuya.
Quiero enojarme con ella —suele ser más fácil cuando no estamos en la posición que nos encontramos ahora—, pero, aunque podía fingir que sus palabras me molestan, no sirve de nada fingir ahora.
—No pares —le digo y ella en respuesta, me besa, con sus dedos aun vagando por mi cuerpo.
—Jamás.
Y ahí va otra mentira más.
El sol entra por el dormitorio de la habitación de invitados —nadie más que yo, duerme en mi cama—, sacándome de mi sueño.
Parpadeo para alejar el aturdimiento del sueño y escucho un ruido en alguna parte de este lugar. Me levanto, colocando una bata sobre mi cuerpo desnudo para cubrirlo.
—Buenos días, mi corazón —me saluda Emilia y yo pongo los ojos en blanco. Veo que ya está lista para irse, aunque pensaba que a esta hora ya se había ido, jamás se queda mucho tiempo—. Te hice el desayuno.
Presiona un beso en mis labios y acaricia mi mejilla antes de alejarse.
Me maldigo en mi mente porque el ciclo tóxico en el que damos vueltas, acaba de empezar de nuevo.
—Oh, estos retorcidos juegos que jugamos.
Jeny entrar después que Emilia se va y asumo que vino a despertarme y vio la ropa tirada por la sala, pero esta no sería la primera vez que ve a Emilia irse de aquí.
Espero el regaño que suele darme, pero no dice nada y la miro, esperando una explicación a su actitud.
—¿Qué sucede? —pregunto.
—Se va a casar —susurra, pero la alcanzo a escuchar.
Hay un silencio ensordecedor después de sus palabras. El aire se vuelve pesado y a mis pulmones les cuesta tomar el oxígeno suficiente, pero pienso que debe haber algo mal conmigo, tal vez estoy enferma. Es lo único que puede explicar el zumbido en mis oídos y la forma que mi cuerpo se paraliza de dolor.
Algo debió atravesar mi pecho y perforar mi corazón, de ahí el fuerte dolor.
—¿Qué? —pregunto.
No reconozco del todo mi voz: sueno destrozada y ni siquiera sé que es lo que estoy preguntando. Porque Jeny no necesita decir el nombre, yo sé de quién está hablando.
—Se va a casar —repite—. Salió está mañana en la revista Focus.
Eso es lo que ella venía a decirme.
No debería dolerme. Sabía que estaba con él y se supone que la he superado, que mi cerebro logró entender que Emilia no me quiere y que lo mejor es dejar de pensar en ella. Pero no es solo el dolor lo que me ciega, es la ira que arde y consume todo mi cuerpo al saber que estuvo aquí y no dijo nada.
—¿Con quién?
Yo sé la respuesta, pero quiero escucharlo en voz alta. Necesito escucharlo.
—¿Por qué quieres que diga algo que ya sabes? ¿Qué sentido tiene?
Lo hará real.
No es real hasta que alguien lo dice en voz alta. ¿No es eso lo que suelen decir?
—Dime. Necesito que lo digas.
Se va a casar.
Se va a casar.
Se va a casar.
Se repite en mi cabeza en bucle.
—Ella se va a casar. Se va a casar con él.
Estuvo aquí, besándome y diciéndome que la folle como si fuera mía, marcó mi piel diciendo que soy suya y se va a casar.
—¿Importa con quien se va a casar, Drea? Es tu mejor amiga, deberías estar feliz por ella.
No, no es mi mejor amiga. No hemos sido amigas por años.
Es solo una maldita manipuladora y egoísta a la que tuve la mala suerte de conocer y a la cual mi mente se rehúsa a olvidar.
—Por supuesto que importa —la admisión es pesada y se pudre en mi pecho. No es una revelación para ninguna de las dos, aunque si lo es la amargura con la que salen mis palabras—. ¡Importa porque no soy yo!
No me escogió a mí.
No se quedó conmigo.
Nunca consigo a la chica.
"La teoría de las probabilidades se emplea para predecir y entender los resultados de experimentos y observaciones. Por ejemplo, la teoría de la relatividad general de Einstein hace predicciones sobre lo que sucede cerca de agujeros negros, pero para verificar las predicciones de Einstein se necesitan observaciones, que tienen una probabilidad de ocurrir o no".
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