28. Siempre tu favorita y nunca la elegida.
ABBA - The Winner Takes It All (1:50 - 2:19)
Escucho la voz de Jeny llamándome cuando las puertas del ascensor se cierran, pero no respondo. Lo único que hago es intentar silenciar un poco los sollozos, pero no lo consigo del todo y sé que ella debe haberme escuchado porque sus pisadas se acercan hasta dónde estoy.
—¿Drea? Drea, ¿qué se supone que estás...?
Se calma cuando entra en la habitación y ve mi estado. No sé exactamente como luzco, pero no me debo ver bien. Con mi cara hacia el enorme ventanal en mi habitación que proyecta las luces de la ciudad, mi cuerpo acurrucado en posición fetal y mis manos sujetando una almohada con fuerza contra mi pecho.
Otro sollozo se escapa de mis labios.
Me limpio las lágrimas, aunque no sirve de mucho porque Jeny ya las vio y de todas formas me ha visto en peores circunstancias.
—Oye, ¿qué sucede?
Jeny camina hacia la cama y se sienta en el filo, mirándome con atención, pero yo no respondo.
Reprimo otra ola de lágrimas que amenazan con desbordarse de mis ojos, no estoy dispuesta a romperme delante de nadie.
—Dijiste que ella sentía lo mismo —la acuso—. Pero no es así, porque se va a casar con Spencer.
Me terminó de secar las lágrimas y miro a Jeny.
—Me dijo que Spencer le propuso matrimonio. Se va a casar.
No sé cómo lidiar con esta situación. Cómo reaccionar al respecto. Intento comparar esto con la vez que me enteré que Emilia se iba a casar, pero no es igual. Está vez se siente y duele un millón de veces más.
Es insoportable. Ni siquiera puedo respirar.
Aunque no puedo culpar a Jeny por darme esperanzas, por muy ciegas que hayan sido.
—Dioses, soy tan jodidamente estúpida y cobarde. ¿Cómo podría creer que Jazmín sentiría algo por mí? ¡Ni siquiera le gustan las mujeres! Y si le gustaran no creo que le guste yo. Porque Jaz se merece algo mejor de lo que yo podría darle. No la culpo, de verdad, por elegir a Spencer.
Llevo mis dedos hacia mí pecho, los latidos de mi corazón son lentos y dolorosos.
—No, no digas eso. No te desprecies de esa manera, sabes que Jazmín no piensa así de ti, y si ella no te quiere de la misma forma que tú la quieres a ella, es su perdida porque eres una persona maravillosa.
Me encojo de hombros casi con indiferencia y Jeny suelta un suspiro. El silencio se apodera de la habitación mientras cierro los ojos y me sumerjo en mi dolor.
Me quedo en la cama sin querer moverme.
Le pido a Jeny que no deje pasar a nadie, ni siquiera a mi madre. No tengo las fuerzas o energías para enfrentarme a ella. Porque este dolor sordo que siento en mi pecho y solo va en aumento, me está drenando mis fuerzas.
—Tienes que levantarte de la cama, llevas tres días ahí —me dice Jeny al quitar el edredón de mi cuerpo, me quejo e intento mantenerlo sobre mí, pero ella es más fuerte—. Vamos, levántate. ¡Drea!
No quiero levantarme, al menos aún no. Creo que lo mínimo que merezco es poder sentir este dolor y lidiar con él a mi manera.
Porque realmente me duele.
He sentido dolor antes, con la carrera que he tenido, con mi padre, con mis abuelos, dolor que me causó Henry y su disquera, pero nunca he sentido un dolor de esta magnitud. Nunca un dolor que me debilitara de esta manera, hasta reducirme a la sombra y el caparazón de la persona que una vez fui.
—Tienes una reunión con Regina Black en una hora. ¿No estabas empeñada en comprar la disquera? Bueno, debes levantarte de esa cama para que eso sea posible.
Solo me muevo para tomar un poco del champán rosado que trajo Jazmín ese día. Lo traje conmigo a mi habitación, de alguna manera me he estado aferrando a él, tratando de hacer que dure el mayor tiempo posible y solo tomando pequeños sorbos. Aunque ahora, el champán tiene un sabor agridulce mientras cubre mis papilas gustativas.
Solo otro recordatorio de la conversación que sucedió en la terraza.
Pienso que esa terraza es otro lugar al que no podré ir en un muy buen tiempo porque no creo poder estar ahí y no pensar en lo que me dijo Jazmín.
Ella se va a casar.
—¿No has pensando en alejarte de ella por un tiempo? Tal vez regresar a Londres o algún otro lado. Si ella no te ama, si tú amor no es correspondido...
—Se que mi amor no es correspondido, pero me conformo con ser su mejor amiga, porque incluso esa pequeña parte de ella, es suficiente para mí, que no tenerla en absoluto en mi vida.
La foto de las dos que nos tomamos en la librería de Lennox el día de su inauguración hace ya varios meses, descansa en mi mesita de noche. Burlándose de mí y de lo que jamás podré tener.
Me debato entre darle la vuelta o ponerla en el primer cajón, pero no me puedo obligar hacerlo. No puedo obligar a mis extremidades a moverse y darle la vuelta aquella foto. Aquel recuerdo que ahora me causa tanto dolor. Pero en ese momento, cuando la foto fue tomada, estaba muy feliz. Ambas nos vemos muy felices en esa foto.
—Te estás torturando al seguir ahí.
—Lo sé, pero, estar con ella como su mejor amiga, aun sabiendo que jamás va a corresponder a mis sentimientos, es la tortura más dulce que estoy dispuesta a soportar.
Y vuelvo a llorar.
Lloro porque amo mucho a Jazmín y ahora tengo el corazón roto, ella lo rompió incluso antes de que pueda dárselo, y yo iba hacerlo. Planeaba decirle como me siento. Porque con la muerte de Henry y sin tener que lidiar con él y sus amenazas, pensaba que podía decirle como me siento, incluso sí ella no siente lo mismo.
Había planeado decirle que estaba enamorada de ella, pero ahora ya no importa.
—Vamos, levántate. Tienes una disquera que comprar.
Me obliga a levantarme de la cama y arreglarme para esperar a Regina.
Regina entra en el pent-house como si el lugar le perteneciera, no mira alrededor y simplemente camina hacia mí, con una mirada casi de aburrimiento en su perfecto rostro lleno de arrogancia.
No me saluda, ni siquiera hace el intento. Solo se sienta y abre una carpeta, y empieza a hablar de negocios.
Jeny, tenía razón —no es que se lo vaya a decir—, pero concentrarme en esto me ayuda a aligerar el dolor.
—Stefan está pensando en cómo puede chantajearte —comenta Regina—. Quiere saber de qué manera sacaría el máximo provecho de esta situación. No pensaste que lo hizo por ti. ¿Verdad? Porque odiaría romper esa burbuja. Aunque eso es algo que le reconozco, a pesar de lo basura que es, si hace algo como esto dónde parece que hizo las cosas por el beneficio de otro cuando en realidad lo único que a él le importaba es su propio beneficio, las personas piensan que ha cambiado. Pero no, él siempre buscará salir beneficiado de algo y está vez, tu fuiste solo un beneficio adicional.
Se levanta de dónde está sentada y camina hasta el mini bar, murmurando para ella por la escasa cantidad de buen licor que hay aquí, y se sirve un vaso de coñac.
—No, no confío en Stefan.
—No deberías.
Regresa hasta donde estoy sentada en el sofá, con ese aire confiado y se sienta cerca de mí, sin apartar su mirada de mi rostro, como si estuviera buscando algo.
Hay un brillo peculiar en la mirada de Regina que grita yo sé algo que tú no. Lo reconozco porque Stefan es igual.
El diablo los crea y ellos se juntan.
—Si no estás así por Stefan, entonces, ¿por qué? No, espera, ya se. Porque la rubia de la que estás enamorada se va a casar.
—¡¿Cómo mierda sabes eso?!
Se ríe.
—Ese es mi trabajo, Drea, saber todo sobre todos. Especialmente de personas para las que trabajo. En este caso tú.
Sonríe de manera felina, deja la bebida en la mesa de café y se inclina hacia mí.
—Yo puedo ayudarte.
—¿Cómo?
Realiza un leve encogimiento de hombros.
—Con lo que necesites. Sea lo que sea.
—¿Lo que sea?
Lo piensa un poco.
—Siempre y cuando no involucre a Silver Lab, mis negocios son con Davina Hart, no con los Baxter. No puedo tocarla a ella o sus laboratorios, pero ellos no son parte de nuestro contrato.
Mueve su mano en un gesto para restarle importancia a la situación.
—Pero nos estamos desviando del tema, dime, ¿qué quieres? Soy como un genio de los deseos, tú pides y yo lo hago realidad.
Levanto una ceja y no puedo evitar soltar una risa.
—Lo único que necesito ahora es que me consigas esa disquera. Nada más.
—Bien, considéralo hecho. Tendré todo listo a más tardar, mañana en la mañana.
Saca un pequeño dispositivo USB y lo deja junto al vaso casi vacío de coñac.
—Úsalo contra Stefan cuando él intente chantajearte.
—¿Y eso cuánto me va a costar?
Pone sus manos sobre mis muslos y se inclina hacia mí, casi rozando mis labios.
—Oh, no, esto es para mí beneficio. Encuentro cierto placer es joderle la vida a Stefan.
Deja un beso cerca de la comisura de mis labios y se aleja, caminando hacia el ascensor de la misma manera en la que llegó.
La veo irse y una vez sola, empiezo a revisar los papeles que me ha dejado.
Ella, por supuesto, no miente —al menos en lo que se trata de negocios—, y a la mañana siguiente me llama para concretar la compra de Moon Records de manera oficial. Tiene una sonrisa engreída su rostro y se inclina hacia mí para susurrar en mi oído que nadie lo hubiera conseguido más rápido que ella.
—Quiero que destruyas su oficina —le digo a Regina—. Todo. Solo deja el sofá, ese quiero quemarlo yo misma.
—Como quieras —responde con indiferencia—. Tú pagas, tú mandas.
Jeny se encarga del control sobre los medios respecto a la compra de Moon Records y todo lo que está saliendo respecto a Henry Bauer y la clase de hombre que era.
Son semanas estresantes, duras, pero que me sirven como excusa para evitar a Jazmín y a las demás personas, porque la prensa está en mi puerta y les digo que es mejor no visitarme.
Los medios de comunicación no tienen control estos días.
Llaman y piden entrevistas, queriendo saber mi "verdad" cuando lo único que quieren es lucrarse con mi historia. A ellos no les interesa lo que me sucedió, solo el rating que aquello les va a generar y cuánto dinero van a ganar, y yo no pienso ser parte de eso, así que le pido a Jeny que rechace cualquier entrevista y que no daré declaraciones.
No tengo nada que explicarle a nadie.
—Felicidades por tu nueva disquera —murmura Emilia mientras camina hacia mí y recuesta su cuerpo contra la cola del piano—. ¿Eso quiere decir que ahora te pertenezco? Aunque la realidad es que siempre lo he hecho.
Mis dedos se siguen moviendo por las teclas del piano, ignorando de forma deliberada a Emilia al menos el mayor tiempo que puedo.
—Drea.
—¿Qué haces aquí? No recuerdo haberte invitado.
Recuesta la mitad de su cuerpo sobre la cola del piano, colocando sus codos sobre este y mirándome con una sonrisa que no devuelvo.
—No deberías estar aquí.
—Este es el único lugar donde me gustaría estar.
Niego con la cabeza y cambio la melodía que estaba tocando, para tocar algo más apropiado con esta conversación.
—Te equivocas.
—Drea, ¿no te das cuenta? Ya no tenemos que escondernos, ya no hay que fingir. Podemos ser quienes queremos, hacer lo que queramos. Podemos estar juntas.
Hubo un tiempo donde daría cualquier cosa porque ella me diga justamente eso, para que me mire de esa manera en la que me está mirando ahora y me pida decirles a todos que estamos juntas.
Hace mucho, mucho tiempo atrás, no hubiera querido nada más que eso, pero ya no. Dejé de esperar por ella y pensar en lo que podríamos ser.
—No podemos.
—¿Por qué? Estoy soltera, tú estás soltará... O, ¿acaso hay alguien más?
Ni siquiera sé cómo responder a eso.
Ella se sienta a mi lado en el banco frente al piano y pone una mano sobre las mías deteniendo la canción.
Levanto la mirada hacia ella.
—No. No hay nadie más.
—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué no me puedes dar tu corazón si de todas formas no lo estás usando?
Vaya frase.
¿Por qué te importa si tomo tu corazón? —me preguntó ella hace mucho, pero mucho tiempo atrás— No lo estás usando.
Sus palabras siguieron resonando en mi mente y ahora, al pensar en ellas, me recuerdan a quien no puedo tener.
Me doy cuenta que simplemente no está funcionando el seguir tratando de reprimir lo que realmente estoy sintiendo, tratando de seguir adelante antes de que realmente esté lista para hacerlo.
—Hay alguien más —confieso—, pero no es alguien con quién pueda estar. Por eso no puedo estar contigo.
Esa es la razón principal.
Pero Emilia nunca ha sido de las personas que se dan por vencidas tan fácilmente, mucho menos cuando hay algo que ella quiera.
—Si no puedes estar con esa persona, ¿por qué no estás conmigo?
Suelto una risa.
Oh, Emilia.
—¿Realmente me quieres a tu lado mientras yo sufro por alguien más? —le pregunto— ¿De verdad piensas que eso podría terminar bien para una de nosotras?
Me da una larga mirada y parece estar reflexionando sobre mis palabras.
—¿Sabes? Realmente has cambiado, Drea.
—Tomaré eso como un cumplido.
—Lo es y sé que no te importa, pero estoy orgullosa de ti. No dejes que personas como yo te hagan retroceder, mi dulce Drea. Siempre fuiste la estrella más brillante de todas.
Me dedica una sonrisa que yo devuelvo.
—Cuídate, Emilia.
—¿Este es nuestro adiós?
—Aun eres cantante de la disquera.
Pone los ojos en blanco.
—Sabes a lo que me refiero.
—Sí, lo es. Es lo mejor.
—Siempre serás mi dulce Drea. Siempre te amaré. Pero si, entiendo que es momento de dejarnos ir. De que cada una pueda volar hacia donde quiera. ¡Somos libres!
Por un atisbo de tiempo, veo en ella a la dulce chica que me salvó de aquella fiesta y quién cuidó de mi mientras empezaba en este mundo. La persona que me hizo sentir comprendida y quién entendía el infierno que estaba pasando.
Porque a pesar de todo, de cómo es ella, jamás utilizó aquello para sobornarme o conseguir algo a cambio.
—Lo somos, Emilia. Así que ve y brilla, se la estrella que siempre quisiste ser.
—Gracias por todo.
Deja un beso en mi mejilla y se levanta, mirándome por varios segundos antes de murmurar que va a esperar su invitación para la ceremonia del cambio de nombre de la disquera.
Se despide con la mano antes de caminar hacia el ascensor e irse, y yo me quedo mirando las puertas cerrarse y como ella se aleja, pensando en lo que hubiera hecho la vieja Drea y notando la diferencia con esta Drea.
Porque a pesar de todo el dolor, de todo lo que ha pasado, no he caído en vicios y tentaciones... Excepto de la bebida, pero creo que me puedo permitir ese desliz.
La puerta de mi habitación se abre.
—¿Drea? —pregunta la dulce voz de Jazmín— ¿Qué sucede?
Abro los ojos y la veo cerrar la puerta y quitarse los zapatos para caminar hacia la cama y sentarse cerca de mí, pero sin llegar a tocarme.
El vaso que estoy sosteniendo en mi mano se escapa de mis dedos y me muevo para intentar atraparlo, pero fallo y aterriza en el suelo, haciéndose añicos.
—Lo siento —murmuro—, lo siento, de verdad lo siento.
Realmente no sé porque me estoy disculpando.
—Está bien, Drea. Es solo un vaso. Pero dime, ¿qué sucede?
Me hace una seña y yo asiento con la cabeza, dejando que Jazmín se suba a la cama y se acueste a mi lado, me giro y quedamos cara a cara.
E intento pensar en una mentira, porque no quiero contarle la verdad. Decirle que estoy así por ella. Porque no hay forma de decir aquella verdad sin parecer celosa y cobarde, incluso algo mezquina.
Sí Jazmín quiere a Spencer no soy nadie para interponerme en su camino. ¿Quién soy yo para negarle lo que ella quiere?
—No sé cómo decirlo —le digo y empiezo a llorar, suaves lágrimas caen por mis mejillas nublado mi vista.
El dolor sigue saliendo de mí y no logro entender como después de llorar tantas lágrimas no han aliviado un poco este dolor.
—Drea, me duele tanto verte así.
Estira una mano y con suavidad limpia las lágrimas de mis ojos antes de tomarme en sus brazos y sostenerme contra ella. No tenía idea de cuánta fuerza de mi parte había estado necesitando para sostenerme, pero una vez que Jazmín se ofrece ayudarme a sostener todo esto, no tengo fuerzas para negarme.
Llevo mis manos a mi cara para limpiarla e intento encontrar algo parecido al control, pero no logro encontrar nada. Excepto una extraña felicidad por estar con Jazmín, porque la he extrañado mucho y no voy a negar lo feliz que me siento al estar en sus brazos.
Amo y saboreo la sensación de seguridad que Jazmín me brinda. Siento que puedo respirar mejor ahora que estoy con ella, pero intento no perderme en estás sensaciones.
—Drea, sabes que puedes decirme cualquier cosa, intentaré ayudarte si puedo hacerlo.
Niego con la cabeza.
Tomo una gran bocanada de aire y siento que me he calmado. Aunque en el fondo sé que no es una verdadera calma. Es solo una pausa al dolor.
Reprimo mi arrebato, estabilizo mi respiración y me aparto de Jazmín.
—Soy tu amiga, Drea y quiero ayudarte.
—No sé cómo contarte lo que me está pasando sin sonar infantil, mezquina y egoísta.
Pasa un dedo por mi cabello y sonríe.
—No creo que seas infantil y mucho menos mezquina.
—Dioses, eres tan adorable. ¿Por qué siempre tienes que ser tan tú? Haces que todo esto sea tan difícil.
Abre sus labios para decir algo, pero coloco mi dedo sobre ellos.
Lo que sea que iba a decir ella, queda olvidado.
—¿Por qué estás llorando, Drea?
—Porque salté y me lastimé.
Arruga sus cejas en una clara señal de confusión.
—No entiendo.
—Me gusta alguien a quien le gusta alguien más.
—¡¿Qué?! ¡Estoy segura que si le gustas! ¿Cómo podrías no gustarle?
Reprimo el impulso de llevar mis dedos hasta mi pecho y sentir los latidos de mi corazón.
—Hay muchas personas a las que no le gusto.
—Bueno, ninguna de esas personas está en esta habitación, así que no importa —comenta ella con mucha firmeza.
—Supongo.
Jazmín no presiona y me siento brevemente agradecida por eso, pero entonces me doy cuenta de que ella no me va a presionar, nunca lo hace y que depende de mí continuar o dejar esto es el aire.
—No sé cómo afrontar esto —me encuentro diciendo—. Estoy enamorada de esta fantástica chica, pero ella no me quiere, y ella significa mucho para mí. Solo quiero que sea feliz y... No importa, es una tontería.
—No, no lo es —me dice Jaz con firmeza—. ¿Quién es ella?
Mi respiración se acelera.
No puedo hacerlo. No puedo responder eso y niego con la cabeza.
—Bueno, creo que deberías decírselo. ¿Le has preguntado cómo se siente?
Suelto una risa seca.
—Por supuesto que no, no puedo solo ir y preguntarle si está enamorada de mí. La perderé si lo hago.
Asiente lentamente con la cabeza.
—Está bien, entiendo, no te puedo presionar para que hagas algo para lo que no estás lista, Pero Drea, eres muchas cosas y cobarde jamás fue una de ellas.
—Es diferente.
—¿Por qué?
—Esta chica es especial y no quiero perderla.
Tira de mí y me vuelve abrazar, pasando sus dedos por mi cabello eligiendo dejar ese tema a un lado por esta noche.
Sin darme cuenta de que me he quedado dormida, me despierto y me encuentro envuelta por la calidez de Jazmín con mi cabeza descansando contra su pecho y puedo escuchar los latidos constantes de su corazón debajo de mi oreja.
Siempre hemos sido de esta manera, nunca rehuyendo la intimidad de los abrazos, ligeros toques y besos en la mejilla o la frente. Pero ahora se siente diferente. Sigue siendo reconfortante porque es Jazmín, pero cada una de esas intenciones ahora están llenas de un anhelo por más. Porque ya no quiero un beso de despedida en la mejilla o un abrazo de saludo. Ya no quiero algo temporal.
Y me reprendo a mí misma por ser codiciosa incluso algo ingrata por querer más, pero no puedo evitarlo. Una vez que probé lo que es ser amada por Jazmín, me resulta casi imposible renunciar a esto.
—Estoy aquí, Drea. No me iré a ningún lado.
Susurra de forma delicada contra mi cabello negro. Dibujando círculos de forma distraída en mi espalda.
—Oh, Jazmín. No tienes idea de lo que me haces.
Unos brillantes ojos azules me miran fijamente y una leve sonrisa se dibuja en sus labios. Hay tanta calidez en su mirada, que me olvido de todo el frío que he estado sintiendo estos días.
Puedo sentir como los latidos de mi corazón se vuelven más rápidos.
Una de sus manos se acerca a mi rostro y acaricia mi mejilla.
—Entonces dímelo.
—No puedo.
Intento apartarme, pero Jazmín no me lo permite.
—No puedo perderte.
—No lo harás porque como te dije, sin importar lo que pase, tú siempre serás mi favorita y siempre estaré aquí para ti.
Coloco mi mano sobre la suya.
—¿No me vas a dejar?
—No, Drea.
—¿Incluso después de casarte?
Suelta un pequeño suspiro.
—Jamás. Siempre, escúchame bien, siempre serás mi favorita.
Tú favorita, pero no la elegida.
Y eso, debería ser suficiente, excepto que no lo es y al final, debí saber que mi egoísmo elegiría hacer acto de presencia en el momento menos oportuno.
"Si una moneda sale cara, eso significa que la posibilidad de que salga cruz se ha derrumbado. Hasta ese momento las dos posibilidades eran iguales. Pero en otro mundo, sale cruz. Y cuando eso sucede, los dos mundos se separan".
- Philip Pullman (La brújula dorada)
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